A pocos días para las elecciones presidenciales en Venezuela
me atrevo a presentarles un modelo situacional de lo que está ocurriendo en el
país, dado los múltiples escenarios que se están presentando, muchos de ellos
simultáneamente, algunos en plena contradicción, y ocupándose de diversos
intereses, este modelo demuestra que los enemigos de la democracia encaran una
fase terminal política, que tendrá graves consecuencias dentro de las
organizaciones que hasta el momento han acompañado al chavismo-madurismo,
creando una enorme confusión de estrategias y movimientos de último momento en
un ambiente de derrotismo, confusión y mucho nerviosismo.
El título de mi artículo quizás confunda, pues Venezuela no
está en guerra con nadie, ni siquiera hay un conflicto interno armado, pero el
aparataje de acciones y políticas desarrollado hasta el momento por el gobierno
de Maduro en conjunción con sus aliados internacionales, fueron perfeccionándose
en teatros de operaciones de guerras irregulares, en Afganistán, Siria, en
Palestina, en Ucrania y Chechenia, en la China maoísta, en la Primavera árabe.
La Guerra Irregular moderna tiene una historia reciente muy movida, es un término
que en las ciencias militares abarca una serie de acciones destinadas, o bien a
desalojar del poder a una facción, o a hacerle frente a un enemigo asimétrico
con las armas, y con cualquier otro recurso que funcione para restarle fuerza,
contundencia y finalmente vencerlo, el fin de esta guerra es dominar a la
población de un país, establecer un régimen de fuerza y expandir su influencia
por el mundo.
Estas técnicas y operaciones fueron desarrolladas para
conflictos bélicos pero pueden ser utilizadas, y de hecho, son usadas, para
conservar el poder político, para expandirlo, como defensa a agresiones, para
desestabilizar regiones completas, sin necesidad de enfrentar a ejércitos
convencionales y con mayor poder de fuego.
Irak lo utilizó luego de la Guerra del Golfo para darle vida
a una serie de organizaciones clandestinas fundamentalistas autónomas, no
gubernamentales como Al-Qaeda y ISIS, uno de sus más grotescos ejemplos lo dio Kin
Jong-um cuando desde Corea del Norte enviaba globos aerostáticos cargados de
excrementos que soltaba sobre sus vecinos de Corea del Sur, cualquier elemento
que ponga en minusvalía la estima del enemigo es válido.
Empecemos diciendo que estamos viviendo una guerra psicológica
intensa, con una muy densa campaña de desinformación desde el gobierno, que
incluye una manipulación física de los medios de transmisión y plataformas de
comunicación, con una censura a los medios implacable y con la fuerza de la
ley, en lo que los expertos han llamado Lawfare,
o sea, utilizar la ley como un arma, tanto a lo interno como en el ámbito
internacional.
Basta escuchar los anuncios del presidente sobre su oferta
electoral, se trata de una propaganda que alega haber construido un país que no
existe, sin criminalidad, con un ambiente económico próspero, de oportunidades
de negocios, de una calidad de vida que conocimos en el pasado, distinguiendo
al candidato como una persona que ama y se preocupa por su pueblo, cuando todos
sabemos los grados de violencia y desapego a los que es capaz de llegar, como
fue el reciente caso de las inundaciones en Cumanagoto, una tragedia convertida
en show electoral.
El mensaje de la propaganda oficial está tan alejado de la
realidad que lo que provoca es risa y burlas, se ve que fue una campaña
diseñada hace ya varios meses, con la intensión de burlarse del elector, de
reducirlo a un alfeñique sin capacidad de raciocinio ni memoria. Mientras Jorge
Rodríguez, su jefe de campaña hace esfuerzos desesperados por obtener aunque
sea un acto de masas convincente, siente en carne propia el abandono de sus
seguidores ante tamaño fracaso del en lograr unidad y empatía con el gobierno,
y es que la propaganda debía haber contado con algunos elementos de economía
que fallaron, inversiones, bonos, obras, anuncios, que no se pudieron concretar
para apuntalar la campaña, se trata de una propaganda que trata de insuflar
ánimo y espíritu positivo en las que eran fuerzas del chavismo y que hoy están
apoyando el cambio, hastiadas de ser ellos siempre los perdedores ante la vida
de ricos y famosos que se da la nueva oligarquía chavista.
La situación real de la cotidianidad venezolana es demasiado
precaria para que una campaña de este tipo funcione sin una gran bolsa de
dinero a repartir, lo que ven los chavistas es una drástica disminución en su
fuerza de calle, ven a sus líderes solos, peleándose entre ellos, con un
presidente irascible y un comando de campaña que no da pie con bola, lo máximo
que pueden hacer es llenar los medios de comunicación con opiniones sin
fundamento, encuestas compradas, números falsificados, imágenes manipuladas y
algún que otro evento con elementos de pan y circo que ya no les funciona.
Pero todavía hay dinero para hacer algunos enroques entre
los estamentos partidistas asociados a su causa, unas organizaciones políticas
robadas de sus legítimos dueños y entregadas a unos mercachifles de la
política, algunas figuras públicas endosando su apoyo de última hora, contados
apoyos políticos desde el extranjero, aunque nada de peso que haga virar la
opinión pública que ya hace tiempo no controlan, las redes sociales han hecho
su trabajo de erosionar la credibilidad de los altos funcionarios del gobierno,
de burlarse del presidente y su familia, de exponer a la “elite acomodada” como
la nueva burguesía que nadie quiere, por la sencilla razón que no son modelo
sino para personas de muy bajo estamento socioeconómico y cultural, que quiere
ser como ellos.
Las guerras irregulares (algunos las llaman, asimétricas, no
convencionales, guerra de cuarta generación, guerra híbrida, etc.) son todas
ofensivas, no defensivas, y su objetivo primordial es ganarse la buena voluntad
de la población, y a pesar de tener enormes ventajas tales como ser los dueños
del gobierno, con una intolerante hegemonía comunicacional (excepto en la redes
sociales y los medios internacionales), con control casi absoluto de la
economía interna del país, han tenido que recurrir a la violencia sistemática
utilizando a los militares, la policía, las milicias y los grupos paramilitares
que son sus aliados para fomentar el miedo, que es la única estrategia que
hasta el momento les funcionaba.
Pero luego de más de una década de violencia, campañas de
miedo, uso del terror, de fiscales y jueces obedientes a sus amos políticos, de
cárceles llenas de presos políticos, de asesinatos, secuestros y muertes por
encargo. Saturaron al país de marchas militares, exhibición de armas al
servicio del partido PSUV, de atentados ficticios, de paranoias conspirativas, invasiones
extranjeras, de complots, saturaron a la población y esta se inmunizó ante la
estrategia del matón.
Los cubanos, los rusos, los chinos y los fundamentalistas
islámicos que los acompañaron en estos años de terror, no pudieron contra el
deseo de libertad y las ganas de emprender de los venezolanos, quisieron
instaurar un país de dependientes y esclavos pero la gente les salió contestona
y retrechera, y gracias a la indoblegable voluntad de María Corina Machado pudo
burlar el cerco que trataron de imponerle, y apareció Edmundo como candidato y
se convirtió en un fenómeno electoral en cuestión de días.
No voy a analizar la cadena de errores políticos que cometió
el gobierno de Maduro para que naciera en el país el liderazgo y la fuerza que
hoy han tomado por asalto cada uno de los poblados y ciudades de Venezuela, lo
que sí puedo decirles es que los líderes del chavismo se ocuparon más en llenar
sus cofres del tesoro que en hacer el trabajo necesario para doblegar a un país
tan arisco como Venezuela, visto en perspectiva nuestra resistencia nos salió
cara, hemos ofrendado a la causa de la libertad nuestra cuota de muertos,
heridos y torturados, mayoritariamente civiles desarmados, entre ellos muchas
de nuestras más dignas mujeres, lo cual habla muy bien de nuestro pueblo y
pesimamente de los castro-chavistas. No podemos olvidar lo que le costó al
país, y lo sigue padeciendo, la injusta y masiva emigración de compatriotas que
tuvieron que huir del país para no morir de mengua, una situación que ha
alegrado a Maduro y lo hace bailar sobre las tarimas en sus mitines.
El otro factor a tener en cuenta está con nuestros aliados,
el occidente libre y democrático, que a pesar de que escogieron la ruta más
larga para ayudarnos en nuestra lucha, nunca cejó en darnos su apoyo, y gracias
a ellos contamos con un sistema de justicia internacional esperando la captura
de la nomenclatura chavista para llevarlos ante la justicia, la verdadera, con
órdenes de aprehensión en su contra y recompensas sobre sus cabezas, han
protegido nuestros bienes nacionales confiscados en el exterior y a la espera
de un gobierno legítimo para devolverlos, han recibido y le han dado trabajo
digno a millones de venezolanos en el exilio.
Desde el día número uno del triunfo electoral de esta
malhadada revolución bolivariana socialista, el plan era cautivar y tener a su
favor la voluntad popular por medio de las estrategias de la Guerra Irregular,
era la legitimación de la causa revolucionaria, pero se equivocaron de ruta por
la sencilla razón que no tenían muy claro quiénes éramos en realidad los
venezolanos. Por 25 largos años el chavismo utilizó los elementos de toda
guerra irregular para controlar el país, desde la insurgencia, el terrorismo,
la política internacional, la religión, los valores patrios, la dominación
ideológica, la biopolítica utilizando la comida y la medicina como chantaje, la
ley como arma de destrucción masiva (las leyes impositivas como ejemplo), la
trampa electoral… pero ha sido la amenaza constante de guerra y violencia la
que han creído ha sido la más efectiva, y la que todavía predican.
El tiempo y la derrota se les vienen encima a la velocidad
de un tren de carga expreso, ya entraron en pánico y están desesperados, se han
dado cuenta del tiempo que han perdido en sus estrategias de guerra, la
situación planteada tiene tres salidas o puertas, o negocian, que es la que les
recomiendo, sería lo más razonable y seguro para sus allegados y familias, o no
entregan y se arma la sampablera, quedan desnudos ante el mundo y tratando de
dominar a un país entero en su contra, pero esta vez de manera abierta, o
entregan y siguen jodiendo, saboteando al nuevo gobierno, por un período de
seis meses utilizando las instituciones que van a conservar durante ese
interregno, mal poniéndose con el país y cultivando el odio.
Ninguno de los escenarios es fácil, pero negociar conserva
la paz social y la estabilidad y en ese clima, todo es posible, pero si se
recurre al combate, a los atentados, al secuestro, a la muerte, tratando de
replicar los medios de guerra entre mafias y carteles, entraremos en el
pantanoso terreno de una guerra irregular, y piensen, Maduro, Jorge, Delcy,
Diosdado, Padrino… ninguno de ustedes tienen ni la edad ni la salud para
internarse en una montaña y llevar la revolución al país.
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