Quiero hoy analizar con ustedes la situación del país a la
luz de los acontecimientos que se han desatado luego del desconocimiento por
parte del gobierno de las elecciones del 28 de julio.
Porque, si a ver vamos, lo que ocurrió allí fue uno de los
trucos de magia peor ejecutados por el mago Maduro, un truco de muy mal gusto,
que negaba de raíz su profesionalidad como ilusionista, trató de hacer desaparecer
unas elecciones nacionales para elegir presidente, donde hubo una participación
de cerca de 10 millones de electores, con gran número de testigos, que vieron y
dejaron registro de una jornada electoral pacífica (excepto por las habituales
provocaciones y abusos del régimen), con testigos de excepción (los muy pocos
veedores internacionales que el gobierno chavista permitió presenciaran la
jornada), medios de comunicación (que dejaron constancia del respeto y el
civismo con que los ciudadanos acudieron a escoger su candidato), expertos
electorales y periodistas (que hicieron sus encuestas a boca de urna y dejaban
constancia, minuto a minuto, de la innegable derrota que estaba sufriendo el
chavismo).
Maduro y su entorno, incluyendo su CNE, el órgano electoral
oficial y oficioso, cayeron en cuenta al finalizar esa tarde de que habían sido
derrotados de manera abrumadora por un candidato casi desconocido, aunque todos
sabíamos que era María Corina Machado, la indomable y valiente líder de la
oposición democrática venezolana, la que estaba motorizando toda aquella
estrategia, un plan que incluía, como parte fundamental, la colecta, al cierre
de la jornada, de todas las actas electorales que las máquinas de votación
habían generado para los miembros de las mesas, la única prueba a la que tenían
derecho antes del proceso de contabilización de los votos.
Presas del pánico, debido a la enorme diferencia en votos
que arrojaban los resultados preliminares, decidieron hacer el truco de magia:
se le ordenó al CNE blindarse para evitar cualquier fuga de información, se
prohibió la presencia de los representantes de la oposición en la sala de
totalizaciones y se mantuvo una espera que iba más allá del tiempo reglamentario
para emitir los resultados. De repente, apareció el jefe del CNE, con su cara
bien lavada, leyendo de una servilleta unos datos generales muy mal
presentados, que daban a Maduro como ganador de las elecciones.
Pero los números que daba el CNE no se correspondían con el
escenario que ellos, los tramposos, querían hacer creer; peor todavía, nunca mostraron las actas ni tampoco la distribución
de los votos en las regiones. No había manera de hacer una constatación de la
victoria de Maduro, porque los votos habían desaparecido, y en esto se estaba
violando leyes fundamentales que regulan el proceso electoral; ahora, el
gobierno quería imponerle a la oposición política y a todo el pueblo soberano
unos resultados que nadie había visto.
Pero este era uno de los escenarios que María Corina había
previsto que ocurriera, porque Maduro había cometido fraude anteriormente, y
había logrado imponer su voluntad utilizando la extorsión en contra del otro
candidato, de modo que para contrarrestar el anuncio espurreo, ella ordenó la
publicación de las actas que tenía en su poder, que eran legítimas y auténticas
(aunque en procesos digitales es muy difícil definir qué es un original, hay
varias medidas de seguridad que se aplican para cada una de las copias, y las
actas estaban plenamente autenticadas). Los chavistas se vieron en la
obligación de explicar su truco haciéndolo cada vez más inverosímil - en buen
venezolano, “no aclares, que oscureces” - como el que dice una mentira, que debe
seguir mintiendo ad infinitum, complicándola, añadiéndole nuevos embustes.
Primero, denunciaron un jaqueo masivo e intenso, para decir
que éste que obligó al CNE a suspender el conteo de los votos; luego hablaron
de una conspiración internacional para interferir con las elecciones, de nuevo,
sin mostrar evidencias, sólo basados en declaraciones ilusorias e improbables de
altos personeros del gobierno. Y, desde el primer momento, desataron una
cacería humana que aún no termina, se ensañaron contra la oposición, de sus
organizadores y cabezas visibles, obligaron a algunos a huir del país, a
asilarse en embajadas, entre ellos al candidato ganador que ratificaban las
actas mostradas por el equipo de María Corina. Hubo represión abierta y salvaje
contra familias enteras en toda Venezuela, incluyendo niños y adolescentes que
fueron capturados (desaparecidos) y luego aparecieron en campos de concentración
donde eran torturados para exigirles confesiones y delaciones.
Cerca de 2.000 personas fueron procesadas por delitos de
terrorismo, en tribunales y con leyes especialmente creados para la ocasión,
entre ellos periodistas, representantes de ONG´s, figuras políticas de
relevancia, personas extranjeras acusadas de conspiradores; en las imágenes
producidas por sus propios aparatos de comunicación mostraban lotes de armas
confiscadas; algunos gobiernos latinoamericanos, opuestos al régimen de Maduro,
engrosaron la lista de “países enemigos de Venezuela” por desconocer la supuesta
victoria electoral del chavismo; el gobierno tiránico instauró una campaña de
terror contra la población, a la que llamó “Operación Tun-tun” (el ruido de
golpear la puerta, por comandos de la muerte antes de derribarla, buscando
sospechosos de alta peligrosidad).
Hubo nuevas estaciones de radio cerradas por mandato del
gobierno, para el resto se impuso el silencio comunicacional sobre cualquier
información que contraviniera las diseñadas por ellos mismos; fue una práctica
usual el decomiso de teléfonos, para buscar información golpista, o cualquiera
que pudiera interpretarse como tal; se impuso la censura estricta sitios de
internet vedados y sacados fuera de la parrilla de los usuarios; afloraron las alcabalas
y se llevó a cabo el registro de los ciudadanos en las vías públicas; se habla
de más de 2.000 pasaportes anulados, además devoluciones de facto en los
aeropuertos, especialmente de extranjeros “no convenientes” o “sospechosos”,
anulación de los permisos para volar de algunas aerolíneas, rompimiento de
relaciones diplomáticas con países que fueron amigos, dejando a nacionales
abandonados en otros países; hubo operativos de captura de sospechosos en la
calle, sucedida de su posterior desaparición forzada; fiscales y tribunales
trabajaban contra el reloj, dictando medidas de perdida de la libertad sin
presencia de abogados, sin defensa posible…
El caos se desató en nuestro país, aliñado por la serie de
deficiencias en el servicio eléctrico nacional, las restricciones a vuelos
internacionales, los gravísimos derrames petroleros que han contaminado una parte
importante de nuestra geografía, con la economía en picada, sin inversiones a
la vista, reconocido como uno de los países más inseguros del mundo y en el
medio de una crisis humanitaria de gran escala. Una nueva etapa de terror se
abalanzaba para doblegar a la población, para que aceptara la supuesta victoria
de Nicolás Maduro, luego de dos mandatos de gobiernos extraordinariamente malos
y con el país en la miseria. Ése es el tipo de escenario que les gusta y les
permite a los revolucionarios hacer lo que se les ocurra.
Pero no tomaron en cuenta que las circunstancias habían
cambiado y, poco a poco, la suerte los había abandonado; a todas esas acciones
desesperadas se les veían las costuras, sus violaciones continuas a la ley y el
orden los habían apartado de la convivencia civilizada. Tenían la intención de
aislar el país, para resolver sus asuntos como ellos sabían hacerlo, con violencia
y a las sombras; pero ya había sido publicado el informe de la misión de la ONU
sobre violaciones de derechos humanos y su situación como gobierno forajido se
hizo crítica. Algunos amigos del régimen miraban ya para otra parte y no
querían aparecer como socios en actos de lesa humanidad.
La respuesta del mundo ante tal espectáculo ha sido variada.
Están los países, como Rusia, Irán y China, que tienen un interés
geoestratégico y económico con Venezuela (como una gigantesca deuda pésimamente
estructurada) y que reconocieron el supuesto triunfo de Maduro sin mayores
problemas, entre otras cosas, porque las elecciones sólo son para ellos son un
mero trámite burocrático que sirve para afianzar un poder de facto. Otros países,
como la Argentina de Milei o la del mismo Boric en Chile, que han sentido en
carne propia el sufrimiento de sus pueblos sin democracia, sin estado de
derecho, y que saben del valor de un pueblo decidido a ser libre, apoyaron desde
un principio el triunfo electoral de Edmundo Gonzáles Urrutia.
No faltaron las actitudes melifluas y acomodaticias, como
claramente lo son las de México, Brasil y Colombia, cuyos presidentes son
compadres ideológicos del delirante Maduro y están tratando, por todos los
medios, de darle una nueva oportunidad a los revolucionarios socialistas, de
blanquearles la jugada electoral, tan pesimamente concebida y peor ejecutada; incluso
se habló entre ellos la posibilidad de realizar nuevas elecciones, despreciando
de manera olímpica, porque no les importa, la voluntad soberana y la lucha sin
cuartel de un pueblo hermano que dijo “¡Ya Basta!”.
Tenemos países como EEUU que, en medio de su propia campaña
electoral y a pesar de sus buenas intenciones, prefieren ser cautos ante el crimen
de lesa majestad que busca destruir la esencia de toda democracia, contra unas
elecciones libres, para que venga un forajido, buscado internacionalmente por
sus delitos contra la humanidad, a decirles que él ha ganado la presidencia
prescindiendo de las elecciones… prefirieron la vía de sanciones precisas, casi
quirúrgicas, en contra de la plana mayor del chavismo para asegurar otros
intereses que la preservación de la justicia.
Hay algunos organismos internacionales que, a pesar de tener
en sus manos las pruebas del inmenso fraude que quisieron cometer en contra de
la estabilidad del país, han optado por no reconocer a ninguno de los
candidatos hasta que no aparezcan las actas, ésas que precisamente el gobierno
se niega a mostrar, una absurda disyuntiva que puede alargarse indefinida y
peligrosamente, de modo que, para algunos, el caso Venezuela se ha convertido
en una larga novela por entregas, donde las muertes de inocentes son sucesos
parroquiales y los campos de concentración para la oposición política sólo
pesadillas lejanas que en nada afectan los procesos de globalización.
Mientras tanto, la banda de pillos alrededor de Maduro no
ceja en su ansia de explotación y destrucción sobre una población desarmada;
así extorsionan, sin pudor alguno, a otros estados, deteniendo y acusando a sus
ciudadanos de crímenes conspirativos, para luego intercambiarlos como rehenes;
así extorsionaron al candidato ganador de las elecciones, con la participación
de algunos funcionarios de estado del gobierno socialista español, amenazando su integridad y la de su familia,
antes de soltarlo para que se fuera a España y se quedara callado. Gracias a la
intervención política de partidos políticos y líderes españoles, Edmundo fue
reconocido como presidente electo primero en España y luego en el parlamento de
la Unión Europea.
Pero a pesar de estos avances la situación venezolana está
llegando a terrenos muy inestables, afectando terriblemente su entorno
hemisférico; el gobierno de Maduro quiere perpetuarse a la fuerza, la población
se opone y, a pesar de la campaña de terror que sostiene contra los venezolanos
libres y demócratas, ese miedo inducido bajo amenazas, arrestos selectivos,
desapariciones, torturas y muertes, ya se está diluyendo. El pueblo se está
haciendo inmune al terror, y eso es muy peligroso, de acuerdo a algunas teorías
sociológicas, una vez vencido el miedo el próximo paso del colectivo es la
venganza al por mayor, una manifestación incontrolable de rabia y violencia que
son justamente las causas de la revoluciones; incluso hay campañas para que
intervengan cuerpos armados de mercenarios y capturen a los perversos chavistas,
lo que viene no es bueno para el entorno de Maduro. La crisis económica y la
situación de sufrimiento de los venezolanos están llegando a cuotas inaceptables
para que alguien controle la situación.
La comunidad internacional, que continúa a la expectativa,
sin una clara idea de qué hacer, está logrando que el mal ejemplo del chavismo
y Maduro se conviertan en una nueva pandemia mundial, porque el chavismo y Maduro
representan hoy la cabeza visible del movimiento antidemocrático en el mundo
occidental, son el ariete con el que el comunismo internacional quiere demoler
las bases de la libertad; por sus orígenes y alianzas socialistas, algunos de
los partidos políticos y gobiernos de izquierda de Latinoamérica, débiles
moralmente e inseguros en sus apoyos populares, prefieren los regímenes de
fuerza, como el chavismo, que no soportan ni quieren oposición para sus
designios, y prefieren con mucho, el silencio de los cementerios a las discusiones
y críticas u opiniones en contrario.
Venezuela ha esperado dos largas décadas para acumular el
valor, la comprensión y la visión de nuestros problemas; son 25 años cultivando
los líderes correctos, venciendo nuestros miedos, mordiendo el polvo que estos
revolucionarios socialistas nos han hecho tragar sin piedad. Venezuela es hoy
una caja de pandora, la presión acumulada es inmensa y me temo que estamos a
punto de que se suelten los demonios que ella encierra. Si hay algo de lo que
estoy convencido es que, ya no vamos a soportar más opresión y humillación.
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