Para
la izquierda Latinoamericana, Cuba ha representado el triunfo del sueño
revolucionario, en la lucha en contra de las dictaduras de derecha, y mantuvo esa
resistencia no sólo con su imagen y ejemplo, sino que también brindó ayuda a un
grupo grande de organizaciones revolucionarias, con armas, apoyo logístico y
combatientes.
Esos
muchachos revoltosos de los años sesenta, en Brasil, Chile, Argentina, Bolivia,
Venezuela…, que ahora son hombres y mujeres en su adultez, muchos de ellos con
cargos importantes en sus gobiernos, algunos como jefes de estado, cuando
combatían a las fuerzas militares reaccionarias en las calles de sus ciudades, luchando
por la idea de un mundo mejor, tenían a Cuba como el gran ideal, las figuras de
Fidel y el Che eran epítomes de los nuevos libertadores de América.
Cuba
era un lugar añorado; los que podían se escapaban, aunque fuera algunas semanas,
para beber en sus aguas de las lecturas del mártir e intelectual José Martí, para
poder divisar, aunque fuera desde lejos, las escarpadas selvas de la Sierra
Maestra, el lugar donde empezó todo, para caminar por el malecón de la Habana,
conversando sobre Marx y sus ideas… era la meca de los revolucionarios, el
claro ejemplo de que el comunismo podía, efectivamente, crear paraísos
agrarios, donde las siembras de caña y tabaco convivían con el turismo más
progresista del mundo, donde un pueblo en armas se ocupaba de llevar educación
y salud a los lugares más apartados de la isla. Querían estar donde estuvieron
Jean Paul Sartre o Hemingway, en plena libertad del imperio gringo (aunque
buena parte de sus alimentos vienen de USA), en un mundo ajeno al capitalismo
salvaje… era una ilusión que bien valía la pena sembrar y multiplicar.
Cuba
fue un imán para intelectuales y artistas, sobre todo para aquellos que tenían
anclas en la utopía socialista, como Günter Grass, Mario Benedetti, Eduardo
Galeano, Enrique Dussel; el que existiera esta isla caribeña que, luego de
siglos de explotación de diversos imperios, pudo al fin liberarse de las garras
de la dominación occidental y abrirse al mundo, como vitrina del pensamiento liberador
y progresista, liderada por uno de los tribunos más elocuentes que haya tenido América,
Fidel Castro, que era no sólo un revolucionario, sino un pensador de valía, que
tuvo a su Cicerón en la figura de Ernesto Che Guevara.
Toda
esa leyenda dorada de la revolución cubana sobrevivió hasta nuestros días, a
pesar de la caída del muro de Berlín, de los cientos de miles de muertos por
mantener viva esa charada sesentona, de las penurias que ha vivido el pueblo
cubano por más de cincuenta años bajo una tiranía férrea y cruel, de los
millones de exilados que dejaron su patria huyendo del comunismo inhumano…
Cuba
es como un parque de diversiones temático comunista, con tufo a cementerio, que
la izquierda quiere preservar como ejemplo de los logros y alcances de una
ideología basura; es el producto más depurado de la propaganda política,
vendida como el paraíso socialista en la tierra cuando en realidad era un
inmenso campo de concentración, donde la disidencia se paga con la cárcel o con
la muerte. Sus playas, sus instalaciones
hoteleras en Varadero, sus atractivos turísticos, como “La Bodeguita del Medio”,
el “Floridita” y otros bares de la ruta Hemingway, el “Tropicana” con su sala
show, la música del Buena Vista Social
Club, son parte de esa nostalgia de la época pre-revolucionaria y
revolucionaria, que rodea a la Vieja Habana; desarrollos como Las Terrazas, el
Valle de Viñales, en Pinar del Río, y otros lugares turísticos pretenden
desplegar la ilusión de eco-comunidades en total armonía con el ambiente.
El
Museo de la Revolución es un lugar de culto, sobre todo a la figura casi mítica
del Che Guevara, uno de los asesinos más despiadados al servicio de Fidel
Castro y que, finalmente, fue dejado a su suerte en las selvas bolivianas. La
promesa del nuevo socialismo, para Latinoamérica, no ha sido la de un sistema
transcapitalista, más allá del liberalismo y del socialismo real, sin necesidad
de recurrir a la dominación y al burocratismo, como todavía sueñan algunos
comunistas trasnochados; al contrario, el nuevo socialismo es militarismo
miliciano, ruina para el campo y la
agricultura, corrupción al por mayor, trampas electorales, ejercicio de la
biopolítica contra el pueblo, promoción de la miseria y la dependencia al
estado central, culto al líder, discriminación y sectarismo, permanencia
indefinida en el poder…
Personajes
como Chávez, y ahora Maduro, han convertido a Venezuela en la vaca lechera del
comunismo internacional en esta parte del mundo; ambos, enamorados perdidos de
esa idea de paraíso que Cuba les sembró en la mente, han sostenido con petróleo
y dólares a uno de los regímenes más perversos del continente, exportador de
violencia y subversión, son el soporte de una red internacional del crimen
organizado, narcotráfico, tráfico de personas, armas, de la industria del
secuestro, del lavado de dinero… Son 100.000 barriles de petróleo diarios (a
precio de mercado, son 13.000 millones de dólares cada año) los que, desde hace
once años, Venezuela “le regala” a Cuba, para que siga sosteniendo su dictadura
sobre el pueblo de la isla; esto, aparte de lo que le paga el gobierno venezolano
para financiar la penetración castrocomunista en nuestro país, más los pingües
negocios que hacen con la venta a precios sobrevaluados de las centrales
azucareras, las medicinas y equipos hospitalarios, comida, plantas eléctricas,
etc, sin importarle al gobierno chavista las penurias que pasa el pueblo venezolano
para que esta “generosidad” sea posible.
Pero
lo más peligroso que Cuba exporta son las ideas de odio hacia la cultura
occidental, especialmente contra los gringos; ese odio, muy bien descrito por
Jean Ziegler, se basa en las memorias de la conquista y el colonialismo, a las
humillaciones de la esclavitud en América, a la presencia militar
norteamericana en el Caribe, a la diplomacia de golpes de estado, a las
injerencias de las grandes corporaciones en los asuntos internos de los países
al sur del Río Grande… en una palabra, Cuba cosecha la humillación y el
resentimiento de un pasado imperialista y vende la idea de la liberación por
medio de gobiernos socialistas, los cuales, una vez que llegan al poder, sólo
pueden sacarlos a sangre y fuego; tan exitosa ha sido la penetración cubana en
nuestro continente que los gobiernos socialistas de Brasil y Argentina, las dos
economías más grandes de nuestro patio, actúan en su política exterior, como
protectores de ese régimen del terror.
Cuba
vive de la idea de que somos esclavos y estamos en plena lucha por nuestra
liberación; para algunos eso tiene connotaciones románticas y se asume como la
gran cruzada, pero nos impide caer en cuenta de que el castrocomunismo vive,
precisamente, de la revancha, de la violencia que se genera de ese reivindicar
nuestro orgullo y glorias pasadas. La
historia de Latinoamérica ha sido manipulada por esos ideólogos, para destacar
sólo las heridas abiertas, los complejos no resueltos, los resentimientos sobre
un pasado, que se mantiene vivo para vender y exportar la revolución.
Y
en esto han tenido un gran éxito, como extraordinarios vendedores de miserias
humanas; donde Cuba mete la mano se detiene el progreso y se retrasa la
economía, se introduce la violencia gratuita, se desata el odio de clases y se corroe
la democracia hasta deformarla. El
embargo norteamericano que pesa sobre la isla ha servido de elemento para
victimizarse, para desplegar el lenguaje del oprimido, pocos se dan cuenta de que
Cuba escogió apartarse de la comunidad de naciones, por voluntad de Fidel
Castro, para no respetar los derechos humanos, el principio de no-intervención
en otros países, para negar la pluralidad política y la promoción y protección
de las libertades ciudadanas. En este sentido, el supuesto aislamiento de Cuba
ha servido para generar simpatías y continuar en su labor de piel de zapa.
La
Cuba de Fidel Castro ha vivido del chantaje, sus redes de espionaje y
subversión llegan hasta los sindicatos, organizaciones estudiantiles,
intelectuales y partidos políticos en muchos países de nuestro continente, los
cuales pudieran, en un momento dado, desatar protestas y desestabilizar a sus
gobiernos, al menos que le paguen, no sólo con pleitesía, sino que los ayuden a
financiar su desarrollo económico; fórmulas, como la de enviar sus “médicos”,
especialistas en alfabetización, en seguridad, en agricultura, deportes, etc.,
o la de recibir contingentes de personas para ser reeducadas en sus ideales
socialistas, o ser favorecidos en las rutas turísticas como destino principal,
están disponibles para legitimar sus expoliaciones.
Los
países civilizados del mundo deberían pensarlo muy bien antes de acudir, con
sus inversiones, a esa isla-cárcel; deberían condicionar sus aportes a algunas
revisiones de carácter social y político que favorezcan el retorno de las
libertades de la sociedad cubana, a reformas que mejoren el nivel de vida, no
sólo de la nomenclatura comunista en el gobierno, sino del pueblo atrapado en
esa vitrina del atraso, la pobreza y la tiranía. – saulgodoy@gmail.com
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