Creo,
en lo más profundo de mi mente, que el estado no debe ser empresario, siendo la
principal razón que ya gobernar es una actividad harto compleja y difícil, para
distraerse en manejar empresas que no tienen nada que ver con su verdadera
misión. Por lo que me inclino a dejar la
actividad petrolera en manos de empresas privadas, nacionales y extranjeras,
que pudieran hacerlo de manera más eficiente y productiva.
Tengo
un amigo petrolero, maracucho de vieja y noble raza, que me dice: “Si hay algo
que sabemos hacer los venezolanos es producir petróleo”, y con base en esa
apreciación, que doy por cierta - más de cien años en el negocio no es poca
cosa - el plan petrolero del país tendría una especial consideración con los
empresarios venezolanos que quieran invertir en el ramo.
Sigue
pendiente la principal razón en la que se fundamenta nuestra industria
petrolera, ¿Es el petróleo, así como todas las demás riquezas minerales,
propiedad del Estado? Y pienso que debemos solventar de una buena vez este
asunto que ha creado una maldición, con su consecuente carga de conflictos y
ruina. La idea detrás de que el estado sea dueño de las riquezas del subsuelo
es una herencia de la colonia española, nada tiene que ver con nosotros; luego,
fue aderezada con el ingrediente socialista de que el petróleo es del pueblo y
el estado lo administra en su nombre. A partir de ese momento, se les ha dado
la impresión a los venezolanos de que todos tenemos derechos sobre este recurso,
cuando la verdad es que se trata de una ficción, el petróleo ha sido siempre de
los gobiernos de turno, jamás del pueblo y, últimamente, ha sido administrado
por un gobierno extranjero para su propio beneficio.
Mi
propuesta es que el petróleo siga la suerte de la tierra, de quien sea
propietario de su superficie. No es un invento, es la manera como se hace en
países desarrollados, lo que pasa es que la utilización de los recursos
minerales de esa propiedad (incluyendo el agua) tiene una serie de regulaciones
y normas a cumplir, obligaciones y derechos frente al Estado, que velará por
que sea explotado correctamente, si la zonificación lo permite; con esto quiero
decir que, si se trata de áreas protegidas, o no lo podrán explotar o tendrán
más requisitos que cumplir.
El
Estado velará porque todas las obligaciones impositivas que corresponden a su
explotación - impuestos, regalías, bonificaciones a que tenga derecho - sean
debidamente cobradas, pues de eso vive el Estado, de los impuestos, y el
petróleo genera suficientes recursos fiscales para sostener al nuevo Estado
venezolano, de manera cómoda (en sus modalidades nacional, regional y local).
Si,
por casualidad, las tierras donde están las reservas petroleras son del Estado,
éste podrá o bien venderlas, darlas en concesiones, alquilarlas o lo que le
permita la ley, pero de ninguna manera debe permitirse que el estado sea socio
o tenga participación, otra que los impuestos o cánones de arrendamiento, en
las empresas petroleras que exploten el recurso.
En
cuanto a toda la infraestructura que existe en el país y de la que el Estado es
dueño, se iniciará de inmediato un plan de privatización de las mismas, desde
refinerías, plantas mejoradoras, de subproductos, oleoductos, gaseoductos,
pozos, muelles, etc.
La
mayor parte de estas complejas instalaciones necesitan, con suma urgencia, de
una reingeniería, para ponerlas al día; algunas de ellas hay que rehacerlas,
debido al grado de obsolescencia que presentan, lo que supone la inversión de
un monto de dinero importante en el tiempo, que el estado no tiene, por lo que
se venderán o se traspasarán a las mismas firmas de ingeniería, para que hagan
el trabajo, las acondicionen y, durante un tiempo, les genere el dinero que les
costó repararlas; al final de ese período, esos bienes se darán a la venta al
sector privado nacional e internacional.
La
inversión extranjera se privilegiará, si viene acompañada de inversión nacional
privada, se tomará en cuenta para el pago de impuestos el grado de
transferencia tecnológica que se quede en el país, así como la contratación de
mano de obra nacional.
En
lo referente a las zonas mar afuera, a ser explotadas, los territorios
submarinos seguirán siendo propiedad del Estado y sus afectaciones reguladas
por las leyes ambientales y del derecho del mar; una parte de los dineros, que
entren por concepto de explotación de gas y petróleo mar afuera, serán
utilizados en el desarrollo de nuestro frente oceánico, en la investigación
oceanográfica, climática, en la agricultura submarina y en la extracción de
otros minerales estratégicos; en este punto debo agregar que, siendo la
industria petrolera una actividad que por su naturaleza es “sucia”, es decir, que
conlleva una serie de deshechos, de destrucción del medio ambiente y del uso de
productos altamente contaminantes, se aplicará estrictamente en los sitios de
producción el principio del menor daño posible al ambiente, y al devolver el
espacio explotado, una vez concluidas las actividades, deberá ser retornado en
las condiciones más cercanas o similares a su estado original antes de la
intervención.
Las
reservas probadas de petróleo serán explotadas de manera racional y de acuerdo
a las necesidades del país, incluyendo la creación de un fondo de inversión
social que será alimentado con un porcentaje de las ganancias por la actividad
nacional petrolera, en la misma tónica que los fondos noruegos o los de algunos
países árabes, con el fin de afrontar necesidades futuras.
El
gobierno promocionará la inversión y la investigación de energías alternas al
petróleo, para ir reduciendo progresivamente la dependencia del país en los hidrocarburos.
Estoy convencido de que, en algún momento, dejaremos de tener un Ministerio de
Energía y Minas, y bastará con el del Ambiente, para hacer contraloría
ambiental sobre las empresas que se ocuparán de esas actividades.
Estas
son las líneas gruesas de un plan para deslastrar al Estado de su rol de dueño
y productor de petróleo, origen de graves distorsiones políticas y sociales,
poniendo el aparato estatal a dieta, eliminando el petróleo como nutriente indispensable
en su labor. De esta manera, la riqueza petrolera será efectivamente repartida
entre diversos sectores del país, generando polos de desarrollo independientes
de los planes gubernamentales; lo más importante es que el estado venezolano podrá
ocuparse de gobernar como lo mandan las leyes y de promover nuevas fuentes de
riqueza. – saulgodoy@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario