“Es allí, entonces, en esa violencia estructural, muchas veces legalizada y
amparada en la fuerza y en la arbitrariedad, adonde hay que mirar, mucho más
allá del fusil que un hombre pueda agarrar una medianoche desesperado buscando
caminos, buscando salidas al drama terrible de un pueblo”.
XXX Conferencia General de la Unesco. París, Francia, 26/10/1999.
“No hay miedo posible cuando se trata de la vida de millones. No puede
haber miedo cuando detrás de nosotros están nuestros hijos, nuestros nietos y
los que no han nacido amenazados por la muerte y por la violencia estructural
de la injusticia”.
Inauguración de la II Cumbre Iberoamericana de Presidentes de Cortes y
Tribunales Supremos de Justicia. Caracas, Corte Suprema de Justicia, 24/3/1999.
Hugo Rafael Chávez Frías
Hay
un grupo de políticos de la oposición que se han montado en una campaña para
rechazar la violencia como forma de hacer política en el medio más tóxico
posible como es el totalitarismo, no sólo eso, están tratando de calificar ese
pacifismo a ultranza como “políticamente
correcto”; expresiones como “me deslindo totalmente con esa manera de proceder”, “que no me cuenten entre los que la practican”,
que he escuchado últimamente, para referirse a las acciones de calle,
barricadas y enfrentamientos de los estudiantes con las fuerzas de seguridad
del régimen comunista y opresor, no sólo han dividido a la oposición, sino que
han fortalecido al gobierno tiránico de Maduro.
Creo
que quienes propugnan esa visión son inmensamente hipócritas y cobardes; si
bien la violencia es un último recurso, que debe ser usado sólo en caso de
emergencia, cuando se han agotado todos los medios de negociación y sin
descontar la posibilidad de una retirada estratégica, si con eso se lograra el
fin propuesto, tampoco es razonable abandonar la violencia como salida o
defensa a un ataque y, mucho menos, no contemplarla como método de resolución
política en un período de inopia social.
La
violencia y su producto, la agresión, son comportamientos tan humanos como el
amor y el perdón, aunque no estén situadas en el mismo rango moral o de
civilización o legal, pero existe y es de uso común, la gente recurre a ella,
la sociedad la sufre, los gobiernos la practican para su sobrevivencia, la
política se beneficia de ella, principalmente, porque la política es violencia.
Permítanme
explayarme en esta última afirmación: consentir la violencia del otro es tan
violento como ejercitar la propia, cuando alguno de los políticos de la MUD
prefieren aceptar los gases, los palos, el arresto y el abuso del gobierno para
con sus conciudadanos por protestar pacíficamente, en vez de responder con la
misma moneda, tal decisión política, así venga envuelta en ropajes de no
violencia implica igualmente violencia, porque va a haber víctimas, porque
habrá violaciones de derechos humanos, porque la sociedad, de alguna manera, va
a ser violentada, a pesar de las normativas, de los derechos y deberes, de si
es inmoral o no.
Decidir
recibir disparos que darlos, es una elección de carácter personalísima;
entiendo que hay personas que son incapaces de utilizar un arma en contra de un
semejante, aún en legítima defensa, y prefieren ellos morir que matar,
afortunadamente no son la gran mayoría (en Venezuela), aunque Spinoza, que se
encontraba entre ese grupo de hombres puros y condenaba el hacer daño a un
semejante, también admitía que el ánimo de conservar la vida era la fuerza
vital de la naturaleza y que hacer lo posible por mantenerla era un deber; en
ese precario balance se encontraba el hombre en sociedad.
El
Estado como creación humana, como constructo cultural, implica violencia,
entendida como la columna vertebral para sostener su predominio sobre los
hombres; en el fondo del asunto es la fuerza y la capacidad de usarla (el
monopolio de las armas) la que sostiene la soberanía de los estados, aunque lo
ideal es que sea el respeto, el consenso, el sometimiento a un estado de
derecho lo que verdaderamente cohesione una sociedad organizada.
Pero
la violencia está allí, siempre presente, haciendo sentir su peso en toda
transacción entre los gobiernos y los ciudadanos, “o cumples o te castigo”. Pero
cuando los fines del Estado se pervierten, cuando los grupos de interés
transforman a los gobiernos en hegemonías y totalitarismos, este poder del Estado,
dirigido contra los ciudadanos, puede hacer mucho daño.
El
dictador Maduro y su entorno creen que cuando aparecen en cadena nacional
insultando, amenazando, montando “ollas podridas” para involucrar a demócratas
en crímenes en contra de estado, predicando en contra de los supuestos llamados
de la oposición a la violencia, utilizando a los jueces y fiscales como perros
de presa, ellos, el gobierno, cree que no están haciendo violencia, pero es que
no solo la practican en sus discursos, sino que la mantienen en las calles con
sus grupos paramilitares, con sus asesinos que sueltan de las cárceles para que
exterminen a nuestros jóvenes en las protestas, esa es la verdadera violencia
que no quieren reconocer ni hacer suya, la violencia que mata, que incapacita,
que desfigura el cuerpo y el alma de la gente, que aterroriza.
Y
en esos estados de excepción, cuando no hay estado de derecho y se regresa al estado
natural, de violencia primaria, lo extraño, lo aberrante, lo inusual sería ese
pacifismo a ultranza que sólo significa la entrega al enemigo para que haga con
nosotros lo que quiera, una especie de suicidio o llamado a la inmolación
frente a un adversario incapaz de sentir misericordia, lástima, y menos aún,
tener remordimientos de exterminar al contrario.
Ser
un imbécil no enaltece a nadie, cuando alguien nos quiere robar nuestra
propiedad, cuando quiere hacerle daño a nuestras familias y quitarnos la vida,
la violencia se convierte en el factor decisorio; el más efectivo y rápido en su
uso gana, el otro muere.
Pero
los políticos pacifistas viven de la violencia indirecta que muchas veces es la
peor, cuando ante la brutalidad policíaca y militar del estado en contra de la
población se hace evidente, el político pacifista, negándose a responder en
legítima defensa en contra de la agresión injustificada e inconstitucional, lo
que hace es multiplicar las víctimas y el daño a las personas, su actitud de
entrega y sacrificio absurda lo que resulta es en personas que le hacen caso y
se quedan inermes ante la paliza.
Memes,
frases hechas, lugares comunes que no siempre son verdad como “la violencia lo
que genera es más violencia”, “La violencia es el arma de los que no tienen la
razón” y otros slogans pacifistas lo que hacen es prolongar el sufrimiento de
la oposición y escalar en el horror de la represión, la realidad siempre ha
sido otra, la historia humana es un triste pero efectivo recordatorio de que,
la violencia aplicada en el momento preciso y en la magnitud precisa sí resuelve
los problemas, de manera que cuando el dialogo es imposible, hay que
reconocerlo y abrir las compuertas de la furia social.
Repito,
para que no se me mal entienda, la violencia es el último recurso, la violencia
existe, es una herramienta probada en la historia de los pueblos y funciona,
solo imaginen si nuestros libertadores se hubieran conformado en ser reprimidos
por el gobierno colonial español por pruritos contra la violencia, estuviéramos
todavía rindiéndole cuentas al Rey de España.
Estas
son las reglas que ninguno de nosotros inventó o impuso, pero son los políticos,
precisamente, quienes más se benefician de ellas, pues se convierten en
gestores de la violencia; son ellos quienes pretenden decidir quién, cuándo y con
cuánta violencia se amenaza, o si se recibe, se evita, o se perdona.
Cuando
un político se declara pacifista en un estado de excepción como el que vivimos,
una de dos, o es un loco suicida o es un vendido al enemigo. Volvamos a
Spinoza: en cualquiera de los casos, el primer deber de un ser humano es
permanecer con vida, a toda costa (repito, Spinoza prefería morir que hacerle
daño a los demás, pero Spinoza era un hombre excepcional, así como lo son todos
esos estudiantes corajudos que se han inmolado ante el gobierno asesino).
Las
luchas sociales, que generalmente son contra el Estado, revisten una serie de
formas y modalidades, entre las que destacan la no violencia y la acción
militante (esencialmente violenta) y entre esos extremos se sitúa una serie de
estrategias con las cuales se pretende modificar las relaciones de poder en una
sociedad; las estrategias para las luchas sociales en el mundo siempre han
contado con un menú de opciones de acuerdo a los tiempos, lugar, reclamo y
condiciones, y entre esas opciones unas son mejores que otras.
El
chavismo y todos los movimientos subversivos del orbe son esencialmente
violentos, creen en la insurgencia armada, de allí que sean los movimientos de
guerrilla y el terrorismo sus armas preferidas; en los EEUU, durante las luchas
por los derechos civiles a finales de los 50 y principio de los 60, grupos como
La Nación del Islam o Las Panteras Negras, combinaban la agresividad de la
guerrilla urbana y los atentados con la de tácticas no violentas desarrolladas
en el centro del poder político, utilizando prensa, lobbies, recurriendo a
referéndums y grandes movilizaciones de masas, pero fue el movimiento pacifista
de Martin Luther King quien cosechó los éxitos políticos.
La
independencia de la India del coloniaje inglés no sólo fue el resultado de la
desobediencia civil liderada por Gandhi y sus seguidores, muchas veces se
obvian los esfuerzos de los grupos radicales, que pusieron el acento en la
violencia discriminada, que producían pérdidas reales de fuerzas y recursos en
el gobierno opresor, principalmente atentados, secuestros, sabotajes,
asesinatos, grupos ultranacionalistas con líderes como Chandrasekhar
Azad y Bhagat Singh, ambos ejecutados por sus ataques al Imperio, tuvieron por
mucho tiempo a los servicios de inteligencia y al ejercito colonial en ascuas, lo que sucedió fue que los
británicos, para lograr un gobierno de transición, prefirieron negociar con los
pacifistas que con los violentos, y toda la publicidad se la llevó el
movimiento de Mahatma Gandhi.
En
ningún lado del mundo una lucha social se ha ganado sólo por la no violencia;
el que haya sido la cara más civilizada, mas apetecida por los medios de
comunicación y la que logra los éxitos mediáticos y políticos no le confiere el
derecho de ser la única estrategia para luchar por reivindicaciones sociales,
menos, obrando en contra del totalitarismo; en una lucha independentista contra
una invasión extranjera, la no violencia tiende a conformarse con las exigencias
autoritarias, porque se ajusta más fácilmente a los objetivos gubernamentales
que a los populares y, por lo general, lleva a callejones sin salida, que
enfrían y retrasan la acción.
El
gobierno de Maduro ha desarrollado una estrategia de doble cara, usa la
violencia a granel, en contra de quien sea, pero se muestra herido y sorprendido
cuando es acusado de violento o cuando se le muestra las evidencia de su
criminal actuación en contra de los DDHH.
Si
hay algo que debemos aprender de los chavistas, es que nunca hay que tener
escrúpulos al momento de utilizar la violencia; si en la acera del frente sólo hay
palomas y “come flores”, el éxito de la opresión está garantizado. –
saulgodoy@gmail.com
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