No
crean que todo es unión y delicias dentro del gobierno; lo que está viviendo
esa gente es un verdadero infierno, producto de los demonios que se han soltado
dentro del partido y de la militancia roja rojita, al no contar con el
liderazgo aglutinante de un líder necesario del que carecen, y de la falta de
un programa de acción coherente, pues el que dejó el Comandante Supremo está
conduciendo al país al desastre.
Empecemos
nuestro análisis por la gran masa chavista - que, a estas alturas, ni es tan
masa ni es tan chavista - se trata de una militancia que, a través de estos
años de revolución, y debemos decirlo, gracias al mismo Chávez y su terco empeño
de hacerlos conscientes de la realidad política, recabó los instrumentos
críticos y de análisis suficientes para hacer de ellos unos militantes
deliberativos y pensantes.
Chávez
siempre se esforzó en que el pueblo se reuniera y discutiera, en sus calles, en
sus barrios, en las comunas, se planteaban los temas, se discutían y debatían
utilizando una dialéctica primitiva, un discurso no muy profundo, pero se
enfrentaba los temas locales y a veces nacionales que les afectaban; he sido
testigo de varios de esos debates y podía ver que el chavista había aprendido
de sus derechos y deberes, tenía nociones más que superficiales de la
Constitución Nacional, leía artículos de prensa y el material dogmático que les
enviaban y, por sobre todo, tenía un espíritu crítico que ejercía en una muy básica
contraloría social, sacaba cuentas, hacía inspecciones de obras, levantaba
actas, no sólo eso, también recibía instrucción organizativa y de acción social
que tenían que ver con detectar problemas y solucionarlos, con cómo formar
cuadros, con movilizar a sus vecinos… en fin, estos quince años no han pasado
en vano, los chavistas, todos, para bien o para mal, se dan cuenta de lo que le
sucede a su comunidad y al país.
Y
decir que “se dan cuenta” es que, a pesar de la ideología que han tratado de
imponerles, le han dado las herramientas para saber qué funciona y qué no, lo
elemental para hacer de ellos unos ciudadanos involucrados en sus comunidades,
para poder entrever, detrás del velo de las lealtades y la doctrina comunista,
qué los afecta, como y porqué.
Cuando
Chávez muere, deja a un pueblo huérfano pero no desprotegido, y cuando se
instala el Madurismo en el poder, con sus ínfulas de querer continuar el legado
de su “padre” Chávez, la gente inmediatamente se da cuenta de la impostura, sabían
que en aquel hombre, que se hacía pasar por afrodescendiente tocando el tambor,
que bailaba muy mal el joropo, que no podía recitar una rima sin que se le
enredara la lengua, que no sabía hablarles de Bolívar y de historia de
Venezuela, como lo hacía el Comandante, algo no estaba funcionando debidamente,
algo no encajaba bien.
En
menos de un año se dieron cuenta del desastre que se les venía encima, las
misiones se derrumbaron, la vida en el barrio se hizo mucho más peligrosa, el
desempleo aumentó, las ayudas se convirtieron en sal y agua ante la inflación,
empezaron las enormes colas para abastecerse de lo esencial, el dinero no les
alcanzó para hacer mercado, se quedaron sin luz y agua con más frecuencia, las
medicaturas y hospitales se convirtieron en un caos, el pasaje de los carritos
aumentó sin parar, los recursos no llegaron a sus comunidades… pero sí veían a
los políticos “enchufados”, que decían representarlos, más ricos, con más guardaespaldas,
con camionetotas más grandes y viniendo a la comunidad con menos frecuencia…
también sintieron el giro policíaco que se introdujo en algunos grupos que
actuaban en el barrio, los colectivos se hicieron más agresivos y violentos con
los que criticaban más de la cuenta, empezaron aparecer “los sapos”, los nuevos
cooperadores - al estilo cubano - que los vigilaban y los acusaban con los
colectivos de ser antirrevolucionarios, y eso podía pasarle a cualquiera… lo
olieron en el aire, el gobierno había cambiado, el país había cambiado, el
chavismo no era el mismo.
¿Y
qué pasaba dentro del PSUV? Pues, las fuerzas telúricas del chavismo, que se
habían mantenido unidas mientras el líder vivía, de pronto se desataron y
empezaron a crujir los cimientos de la organización; al verse sin amarres, las
diferentes facciones se soltaron, cual jauría tras la presa, sobre todo los
fundamentalistas del régimen, quienes se erigieron como profetas y guías de la
manada se enrredaron en una competencia a muerte.
También
se fijaron en la facción militar, que es una cofradía aparte y que comparte con
los civiles por pura necesidad, nada más,
que solo los usaban por medio de las milicias para hacerles el trabajo sucio. Está
el grupo reunido alrededor de la familia Chávez, con sus propias parcelas de
intereses que defender, muy asociados a las facciones pro-cubanas, que también
arrimaban la brasa para su sardina, allí se encuentra el inefable
Vice-presidente Arreaza, la candidata de los cubanos para las próximas
elecciones María Gabriela Chávez y todos esos hermanos, primos y sobrinos que
comparten el tope de la pirámide del estado.
Más
abajo están los colectivos y los grupos comunitarios, financiados por PDVSA y a
la orden de Ramírez, un hombre que juega para todos y contra todos los bandos,
prestando financiamiento pero con un norte, permanecer pegado a la teta del
petróleo hasta que ésta reviente. Luego
tenemos a los grupos policiales y para-policiales de Bernal, que apoyan a
Miguel Rodríguez y sus fuerzas represivas, entre ellos el infame Cartel de Los
Soles; están los cubanos castristas colonialistas, cuya figura pública sigue
siendo Mario Silva y sus alegres ideólogos del castrismo radical (Valderrama y
compañía) quienes proponen un marxismo estalinista, duro, hambreador, con mucho
sufrimiento y sacrificio porque creen que allá, al final de la historia, podrán
hacer realidad la utopía socialista; por supuesto, también tenemos a la gente
de Diosdado Cabello y sus Bolichicos, haciendo negocios a diestra y siniestra
con su comparsa de la Asamblea Nacional, TSJ, Fiscalía, y gobernaciones;
contamos igualmente con “el Don” José Vicente Rangel, un capo semiretirado,
pero con importantes conexiones, especie de comodín que se muestra o desaparece
según sople el viento; finalmente, todavía con algo de poder, sin duda, Nicolás
Maduro, apenas sostenido por la tela de araña que su esposa, Cilia Flores,
había podido desarrollar para sostener su pequeño feudo familiar, la
presidencia de Maduro no tiene el poder real, este se encuentra fragmentado y
repartido en una cúpula, Maduro es solo el rostro de un enorme pulpo
militarista que lo utiliza para canalizar la represión y las violaciones de
derechos humanos.
Debajo
de ellos hay toda una cantidad de medianas y pequeñas mafias, regionales y
locales, que se manejan con las Misiones, los presupuestos estadales, los proyectos
para obras públicas que no se construyen pero hacen desparecer las partidas
asignadas en medio de empresas de maletín, contrabando, acaparamiento, tráfico
de influencias, favores judiciales, y otros pecados veniales.
Todo
este mosaico de caciques tiene su propia parcela de mando y gobierno. Y como no
están bien coordinados, a veces se pisan los callos, se contradicen, compiten…
y ahora, cada vez más a menudo, se hacen daño entre ellos, como en el caso del
finado Otaiza.
Todos
ellos tienen dos objetivos en común y una meta: la corrupción y el terror, para
mantener la revolución - una formula sencilla y muy clara - lo malo es que, por
obvia, es muy corrosiva, multiplica sin parar el descontento y, al final,
devorará a sus creadores, se trata de una especie de suicidio colectivo
provocado por un estado de excitación suprema por permanecer en el poder.
El
chavismo ya no tiene contenido, ni filosofía, ni ideas, ni futuro… ya ni
siquiera es para chavistas… es sólo la necesidad perentoria de revolcarse en el
fango de la infamia, hacer el mal y sentirse muy bien por ello; el chavismo ya
no es para humanos, es para animales que gruñen. – saulgodoy@gmail.com
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