lunes, 19 de mayo de 2014

El abismo chavista



No crean que todo es unión y delicias dentro del gobierno; lo que está viviendo esa gente es un verdadero infierno, producto de los demonios que se han soltado dentro del partido y de la militancia roja rojita, al no contar con el liderazgo aglutinante de un líder necesario del que carecen, y de la falta de un programa de acción coherente, pues el que dejó el Comandante Supremo está conduciendo al país al desastre.
Empecemos nuestro análisis por la gran masa chavista - que, a estas alturas, ni es tan masa ni es tan chavista - se trata de una militancia que, a través de estos años de revolución, y debemos decirlo, gracias al mismo Chávez y su terco empeño de hacerlos conscientes de la realidad política, recabó los instrumentos críticos y de análisis suficientes para hacer de ellos unos militantes deliberativos y pensantes.
Chávez siempre se esforzó en que el pueblo se reuniera y discutiera, en sus calles, en sus barrios, en las comunas, se planteaban los temas, se discutían y debatían utilizando una dialéctica primitiva, un discurso no muy profundo, pero se enfrentaba los temas locales y a veces nacionales que les afectaban; he sido testigo de varios de esos debates y podía ver que el chavista había aprendido de sus derechos y deberes, tenía nociones más que superficiales de la Constitución Nacional, leía artículos de prensa y el material dogmático que les enviaban y, por sobre todo, tenía un espíritu crítico que ejercía en una muy básica contraloría social, sacaba cuentas, hacía inspecciones de obras, levantaba actas, no sólo eso, también recibía instrucción organizativa y de acción social que tenían que ver con detectar problemas y solucionarlos, con cómo formar cuadros, con movilizar a sus vecinos… en fin, estos quince años no han pasado en vano, los chavistas, todos, para bien o para mal, se dan cuenta de lo que le sucede a su comunidad y al país.
Y decir que “se dan cuenta” es que, a pesar de la ideología que han tratado de imponerles, le han dado las herramientas para saber qué funciona y qué no, lo elemental para hacer de ellos unos ciudadanos involucrados en sus comunidades, para poder entrever, detrás del velo de las lealtades y la doctrina comunista, qué los afecta, como y porqué.
Cuando Chávez muere, deja a un pueblo huérfano pero no desprotegido, y cuando se instala el Madurismo en el poder, con sus ínfulas de querer continuar el legado de su “padre” Chávez, la gente inmediatamente se da cuenta de la impostura, sabían que en aquel hombre, que se hacía pasar por afrodescendiente tocando el tambor, que bailaba muy mal el joropo, que no podía recitar una rima sin que se le enredara la lengua, que no sabía hablarles de Bolívar y de historia de Venezuela, como lo hacía el Comandante, algo no estaba funcionando debidamente, algo no encajaba bien.
En menos de un año se dieron cuenta del desastre que se les venía encima, las misiones se derrumbaron, la vida en el barrio se hizo mucho más peligrosa, el desempleo aumentó, las ayudas se convirtieron en sal y agua ante la inflación, empezaron las enormes colas para abastecerse de lo esencial, el dinero no les alcanzó para hacer mercado, se quedaron sin luz y agua con más frecuencia, las medicaturas y hospitales se convirtieron en un caos, el pasaje de los carritos aumentó sin parar, los recursos no llegaron a sus comunidades… pero sí veían a los políticos “enchufados”, que decían representarlos, más ricos, con más guardaespaldas, con camionetotas más grandes y viniendo a la comunidad con menos frecuencia… también sintieron el giro policíaco que se introdujo en algunos grupos que actuaban en el barrio, los colectivos se hicieron más agresivos y violentos con los que criticaban más de la cuenta, empezaron aparecer “los sapos”, los nuevos cooperadores - al estilo cubano - que los vigilaban y los acusaban con los colectivos de ser antirrevolucionarios, y eso podía pasarle a cualquiera… lo olieron en el aire, el gobierno había cambiado, el país había cambiado, el chavismo no era el mismo.
¿Y qué pasaba dentro del PSUV? Pues, las fuerzas telúricas del chavismo, que se habían mantenido unidas mientras el líder vivía, de pronto se desataron y empezaron a crujir los cimientos de la organización; al verse sin amarres, las diferentes facciones se soltaron, cual jauría tras la presa, sobre todo los fundamentalistas del régimen, quienes se erigieron como profetas y guías de la manada se enrredaron en una competencia a muerte.
También se fijaron en la facción militar, que es una cofradía aparte y que comparte con los civiles por  pura necesidad, nada más, que solo los usaban por medio de las milicias para hacerles el trabajo sucio. Está el grupo reunido alrededor de la familia Chávez, con sus propias parcelas de intereses que defender, muy asociados a las facciones pro-cubanas, que también arrimaban la brasa para su sardina, allí se encuentra el inefable Vice-presidente Arreaza, la candidata de los cubanos para las próximas elecciones María Gabriela Chávez y todos esos hermanos, primos y sobrinos que comparten el tope de la pirámide del estado.
Más abajo están los colectivos y los grupos comunitarios, financiados por PDVSA y a la orden de Ramírez, un hombre que juega para todos y contra todos los bandos, prestando financiamiento pero con un norte, permanecer pegado a la teta del petróleo hasta que ésta reviente.  Luego tenemos a los grupos policiales y para-policiales de Bernal, que apoyan a Miguel Rodríguez y sus fuerzas represivas, entre ellos el infame Cartel de Los Soles; están los cubanos castristas colonialistas, cuya figura pública sigue siendo Mario Silva y sus alegres ideólogos del castrismo radical (Valderrama y compañía) quienes proponen un marxismo estalinista, duro, hambreador, con mucho sufrimiento y sacrificio porque creen que allá, al final de la historia, podrán hacer realidad la utopía socialista; por supuesto, también tenemos a la gente de Diosdado Cabello y sus Bolichicos, haciendo negocios a diestra y siniestra con su comparsa de la Asamblea Nacional, TSJ, Fiscalía, y gobernaciones; contamos igualmente con “el Don” José Vicente Rangel, un capo semiretirado, pero con importantes conexiones, especie de comodín que se muestra o desaparece según sople el viento; finalmente, todavía con algo de poder, sin duda, Nicolás Maduro, apenas sostenido por la tela de araña que su esposa, Cilia Flores, había podido desarrollar para sostener su pequeño feudo familiar, la presidencia de Maduro no tiene el poder real, este se encuentra fragmentado y repartido en una cúpula, Maduro es solo el rostro de un enorme pulpo militarista que lo utiliza para canalizar la represión y las violaciones de derechos humanos.
Debajo de ellos hay toda una cantidad de medianas y pequeñas mafias, regionales y locales, que se manejan con las Misiones, los presupuestos estadales, los proyectos para obras públicas que no se construyen pero hacen desparecer las partidas asignadas en medio de empresas de maletín, contrabando, acaparamiento, tráfico de influencias, favores judiciales, y otros pecados veniales.
Todo este mosaico de caciques tiene su propia parcela de mando y gobierno. Y como no están bien coordinados, a veces se pisan los callos, se contradicen, compiten… y ahora, cada vez más a menudo, se hacen daño entre ellos, como en el caso del finado Otaiza.
Todos ellos tienen dos objetivos en común y una meta: la corrupción y el terror, para mantener la revolución - una formula sencilla y muy clara - lo malo es que, por obvia, es muy corrosiva, multiplica sin parar el descontento y, al final, devorará a sus creadores, se trata de una especie de suicidio colectivo provocado por un estado de excitación suprema por permanecer en el poder.

El chavismo ya no tiene contenido, ni filosofía, ni ideas, ni futuro… ya ni siquiera es para chavistas… es sólo la necesidad perentoria de revolcarse en el fango de la infamia, hacer el mal y sentirse muy bien por ello; el chavismo ya no es para humanos, es para animales que gruñen. – saulgodoy@gmail.com

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