sábado, 24 de mayo de 2014

El milagro de la lectura



La historia de la capacidad del hombre para la lectura tiene una trayectoria larga y fructífera, no mucha gente cae en cuenta que por mucho tiempo la lectura se hacía en voz alta, de acuerdo al historiador y sociólogo Ivan Ilich en el año 1141, los actos orales predominaban en la lectura, no había la diferencia entre lectores y analfabetas, cuando alguien leía en el templo, en la plaza, en la taberna o en la academia quienes escuchaban y no leían, igual se enteraban del conocimiento, habían estilos de lecturas que interpretaban lo escrito en base a gestos, sonidos e inflexiones, toda una retórica de la lectura.
Los edictos imperiales se leían en el foro, las cartas pastorales se leían en las iglesias, los avisos se apostaban en las puertas de los edificios públicos para ser leídos en alta voz y comentados por el pueblo, los rapsodas cantaban sus poemas en los anfiteatros para que todos escucharan de las historias de hombres y dioses.
Pero a lo largo del siglo XIII la oralidad de las lecturas se fue perdiendo, el lector se hizo más y más silencioso, hasta que llegó un momento que “el lector de oídas” desapareció en la historia de occidente.
Cuando me enteré del trabajo de la Dra Maryanne Wolf, profesora del desarrollo del niño en el Centro de Investigaciones de Lectura y Lenguaje de Tufts University, sobre los últimos avances en el área me sorprendió su afirmación de que el ser humano no nació con la capacidad de leer, no tenemos genes de la lectura, todo lo contrario, ha sido un increíble proceso de aprendizaje y adaptación de muy reciente data lo que nos ha dado la facultad de abrir un libro, leer, comprender y en el proceso, alterar nuestra percepción del mundo, al punto que, se podría afirmar que parte fundamental de la persona, es lo que ha leído.
Leer, dice Wolf: “En parte, es un viaje intelectual. Tal y como lo observó el novelista francés Marcel Proust hace un siglo, leer es una especie de santuario donde los humanos tienen acceso a miles de diferentes realidades que de otra manera sería imposible encontrar o entender. Cada una de estas nuevas realidades pueden transformar su vida…”
Ahora imaginemos lo que sucede en nuestro cerebro en el acto de la lectura, mientras leemos prácticamente estamos dejando nuestra conciencia y trasladarnos a la conciencia de otra persona, de otra edad, de otra cultura, podemos situarnos en una perspectiva totalmente diferente a nuestra realidad, y cuando regresamos, traemos con nosotros algo: sentimientos, conocimientos, experiencias, inspiraciones que hacen más ricas nuestras vidas, nos hacen diferentes.
Cuando leemos, las fronteras de nuestro ser son puestas a prueba, son engañadas, complementadas, excitadas, llevadas un poco más allá de donde estaban, esa sensación del “otro” nos reta, y en el caso de los niños, los catapulta a imaginar lo que pueden ser.
Para que esta “magia” ocurra, una serie de procesos cognitivos se activan casi simultáneamente, funciones de atención, memoria, visuales, auditivas y de procesamiento lingüístico. Los niños nacen con la capacidad de aprender por el oído, pero hacerlo por medio de la letra impresa, toma un gran trabajo de enseñanza y aprendizaje para que el cerebro haga las conexiones neurales adecuadas..
Leer con cierta velocidad y comprender lo que se lee, implica que el sistema visual tiene que reconocer la letras, las frases, se aplican reglas de asociación entre letras y sonidos hasta llegar a patrones reconocibles, a un nivel superior se activa el proceso de comprensión, el sistema semántico de la persona busca en el banco de memoria el significado más apropiado para las palabras dado el contexto, un proceso harto complejo que funciona paralelamente con el sistema gramático que diferencia comas de puntos, tiempos verbales y acentuaciones correctas, además interviene la memoria recordando lo que se leyó hace 70 palabras atrás y relacionándolo con lo que sucede en ese momento, y si en algún instante no se comprende lo que se lee, se vuelve atrás hasta que todo encaja de nuevo y se pueda proseguir, todo esto en escasos minutos en un niño, en segundos en una persona adulta.
Son habilidades relacionales que tomaron cientos de años en producirse, nuestro sistema neural ha tenido que producir en el cerebro nuevas áreas de especialización y conexiones con estructuras primitivas, la capacidad de darle visualización a lo que se lee solo ha sido posible luego de miles de exposiciones a la palabra escrita.  Mientras los niños necesitan usar ambos hemisferios del cerebro para lograr la comprensión de lo que leen, en el adulto se ha especializado la función en el hemisferio izquierdo y el proceso entre el acto de la lectura y la imagen mental llega a ser casi simultáneo, sin ningún esfuerzo consciente.
Pero no todo es color rosa, lamentablemente parece que vamos perdiendo la facultad de leer, desde hace unas décadas las nuevas generaciones han descuidado el hábito de la lectura, hay nuevas maneras de accesar a la información, múltiples distracciones que impiden la concentración para la lectura profunda, pareciera que no hay tiempo, y con la lectura, pareciera estar perdiéndose una importante fuente no solo de cultura sino de humanidad.
A los niños pequeños hay que leerles mucho y hacerles notar el lenguaje escrito a su alrededor, en avisos, señales, cajas de cereales, en las letras de sus propios nombres, Wolf  insiste en la importancia de los libros para niños, de la presencia de libros en la casa, de leerles cuentos, del desarrollo de la fantasía, de cómo los gustos por la lectura cambian con la edad.  Para quienes quieran profundizar en estos asuntos recomiendo su obra, lamentablemente aún no traducida al castellano, Proust and the Squid: The Story and Science of the Reading Brain, HarperCollins, 2007. –saulgodoy@gmail.com



No hay comentarios:

Publicar un comentario