Son varios los problemas que
genera el llamado de la unidad en la oposición; para entenderlos tenemos que
ver su origen, que parte de la tesis de que a Chávez sólo era posible
derrotarlo electoralmente si la oposición toda se unía con un candidato único,
partimos de una excepción, una anomalía en el proceso electoral donde lo normal
es que cada quien pueda presentar su oferta individual a los votantes y como
resultado se verían una gran cantidad de opciones y candidatos para elegir.
La tesis de la unidad no es nueva,
se ha usado, con cierto éxito, en el pasado reciente; principalmente, cuando
alguien de la oposición no tiene maneras de hacer valer su victoria electoral
frente a los grandes partidos del stablishment que, a todas luces, podían
torcer los resultados por el ventajismo o por complicidad de las autoridades
electorales en un fraude a favor del partido y candidato del gobierno, el
llamado a la unidad no solo refuerza el volumen posibles de votos sino que
permiten contar con una plataforma para vigilar la pulcritud del proceso
electoral.
La unidad es un constructo que se
genera como reconocimiento a un fracaso: “en la oposición no hay mensaje, ni
líderes capaces de aglutinar al electorado con la suficiente fuerza para hacerle
frente al chavismo, por lo que hay que unirse, para ver si, con el peso de los
números, entubando el voto, se hace la diferencia”.
Los que propugnan la unidad, sea
ésta en forma de mesas, frentes, coordinadoras o movimientos unitarios, se ven
beneficiados de tener a su disposición la mayor parte de las fuerzas políticas
de la oposición bajo un solo comando y estrategia, de modo que sus candidatos
suman para si ese caudal de votantes que, de otra manera, no habrían logrado.
Desde el punto de vista político,
esto tiene peso nacional e internacional, pues los grupos y personas que
dirijan este conglomerado de organizaciones y votantes tendrían un enorme poder
para poder usarlo frente al gobierno, o representando la oposición ante
gobiernos e intereses extranjeros, eso, si lo saben usar y no lo desperdician
en justas electorales que se van a perder por trampas del contrincante e
imposiciones del resultado por la fuerza.
El régimen chavista se sustenta
en una serie de mentiras y discursos que tratan de ocultar su verdadera
naturaleza, empezando por la mentada revolución que sólo existe en la mente
calenturienta de sus adeptos más fanáticos, no es un gobierno ni popular ni
democrático y mucho menos respetuoso de la institucionalidad. Los chavistas utilizan a su favor todos los
principios, valores e instituciones democráticas, principalmente las leyes y en
especial la Constitución Nacional para imponerse como gobierno legítimo (que no
lo es) y hacer que la sociedad venezolana le obedezca en función de su
principio de autoridad, que únicamente está sustentado en las armas y el uso
indiscriminado de la violencia.
Quienes dirigen el esfuerzo de la
unidad, inquebrantablemente han apoyado y cimentado esta ficción de que el
chavismo trata de un gobierno legitimo y democrático y han obligado, persuadido
a una gran parte de la oposición a otorgarle al gobierno su carácter
institucional con todas sus terribles consecuencias. Empeñados en salidas democráticas y
constitucionales nos hacen ver que el chavismo tiene un sustento republicano y
una naturaleza civilizada cuando la verdad ha sido otra, se trata de un cartel
del crimen organizado que se apoderó del país y no lo va a devolver a las
buenas ni por vías constitucionales, tal ceguera y obstinación en ver en el
otro lo que no es, nos ha arrastrado a una serie de situaciones sumamente
costosas para las posibilidades de sobrevivencia de nuestra nación, al punto,
que ya mucha gente sospecha que se trata de un colaboracionismo a ultranza
disfrazado de legalidad y pacifismo, difiero enormemente con uno de sus voceros
quien considera que la guerra, pelear por la libertad, es la peor salida y que
es preferible la esclavitud y bajar la cabeza para que no haya sangre derramada.
El otro aspecto a resaltar es que
la oposición (socialista en su gran mayoría) se vale del principio del mínimo
esfuerzo: la estrategia, hasta el momento, ha sido la de esperar que el
gobierno chavista se desgaste él mismo en errores y torpezas, para poder beneficiarse
del descontento popular que en presentar propuestas novedosas y atractivas a
ese universo electoral que el chavismo tiene cautivo.
Ahora hay un cambio en esa
estrategia que no ha funcionado, el llamado es a trabajar políticamente en los
cerros y pueblos donde el chavismo gana, y convencerlos que la propuesta de la
oposición es mejor, lo cual requiere tiempo y esfuerzo (¿No es ésa la tesis
original de todos los partidos? ¿Estamos volviendo al cuadro de salida?), es
decir, los conductores de la unidad se comportan como si tuvieran a su cargo un
partido político más y la estrategia que inducen es la estrategia socialista
que no ha resultado en los últimos 14 años y que sus propios partidos no han
podido lograr.
De nuevo, hemos estado uniéndonos
para lograr una victoria electoral; los conductores de la unidad nos dicen que,
efectivamente, hemos logrado grandes avances electorales, que contamos con un
mayor número de votos, pero la realidad es que retrocedemos en poder político,
tanto en la Asamblea Nacional, como en las gobernaciones y alcaldías vamos
“pa’tras”, nuestras voces no están representadas y esos votos ganados no tienen
una correspondencia en el mundo real; a pesar de que crecemos en las encuestas
electorales el gobierno sigue haciendo lo que le da la gana, incluso, nos anula
elecciones, inhabilita nuestros candidatos, y cuando son electos, los hace
presos y les despoja de sus mandatos populares, y lo peor, nos pone las
victorias electorales cada vez más lejanas y difíciles.
La tesis de la unidad nace de los
partidos socialistas de la oposición, entre los que se encuentran los partidos
tradicionales, de los que muchos electores responsabilizan de la llegada Chávez
y sus secuaces al poder, de que tengamos que padecer de este régimen.
Los organizadores de este llamado
por la unidad son los mismos operadores políticos de siempre (excepto los que
se han ido al exilio) y sus argumentos, lamentablemente, se repiten; se trata
de programas y promesas “sociales” que se parecen mucho a lo que ofrecen los
revolucionarios bolivarianos, nada nuevo, nada atractivo, excepto por la intención
de convertirse en beneficiarios del voto castigo de esa gente desilusionada con
el chavismo y su gestión.
Tal como yo lo veo, la llamada
unidad no aprovecha esa multitud de personas que quiere un cambio de verdad, y
ese esfuerzo enorme que se pretende en otra contienda electoral que no puede ni
podrá “cobrarse”, pues el gobierno no va a entregar el poder “por las buenas”,
ni va a reconocer victoria electoral alguna de la oposición, porque no cree en
la democracia, ni se trata de un gobierno decente, lo que resulta es en un
debilitamiento de la esperanza de la oposición, en apatía y resignación.
¿No debería la unidad más bien
organizar esa fuerza social para conseguir el cambio de otra manera? Creo que La Salida es una muestra de querer
explorar estas vías. Pero no hay unidad dentro de la unidad que quiere seguir
por siempre en campaña electoral, con la esperanza de que algún día el pueblo
salga a la calle para entregarle el poder a un candidato único de la oposición.
Otro problema fundamental de la
unidad es que no permite crítica ni disenso; los que no estén de acuerdo con lo
que dicen, hacen o dejan de hacer sus organizadores de procesos electorales, reciben
un trato de esquiroles, de traidores o, cuando menos, de promotores de la
abstención, convalidando con esa actitud uno de los procederes más difíciles de
tragar, su insólita complacencia con las trampas que advierte y perpetra el CNE
en el proceso electoral, bajo la lógica imposible, de que esas trampas y
componendas al momento de contar los votos no tiene importancia porque, aún en
el proceso más sucio y viciado, la oposición ganará, si hay unidad.
Otro problema, en puertas para
unas nuevas elecciones presidenciales, es la selección de los candidatos, que no
solo pasa por escoger un método para elegirlos, sino que desató ya los apetitos
inconmensurables por el cargo y hay muchísima gente que se cree con el derecho
y la capacidad de convertirse en Jefe de Estado; en la primera fila están los
políticos profesionales, hombres que hacen vida dentro de los partidos, que
están haciendo cola para figurar en las listas que se van a negociar.
El mal ejemplo que dio Capriles,
al quedarse quieto frente al fraude que le hicieron, de no querer pelearlo, de
no llamar a sus seguidores a las calles y preferir reconocer al tramposo como
ganador, sin importarle el destino del país, para satisfacer sus pudores
morales y éticos, inspiró los apetitos electorales de muchos que sí creen poder
ganar y cobrar.
También en este cuadro están los
“outsiders”, los estudiantes, los representantes de ONG’s y sindicatos, los abogados,
artistas, periodistas, presos políticos, militares retirados y hasta
exchavistas en busca de la venganza.
La oposición no puede darse el
lujo de tener jarrones chinos en la unidad (sea cual sea la forma que adopten);
ya basta de darnos cabezazos contra la pared, o cavamos un túnel por debajo, o
la saltamos. Sería una verdadera
desgracia haber pasado por tanta penuria y trabajo para quedar igualitos, o peor,
con los mismos apostadores de casino que
han manejado nuestro destino de una forma tan imprudente, cobarde y poco
inteligente.- saulgodoy@gmail.com
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