jueves, 1 de mayo de 2014

La crueldad chavista



Si hay una característica que identificará al chavismo, como movimiento sociopolítico en la historia, es la crueldad, entendida ésta como: “Indiferencia al sufrimiento y placer en infringirlo”; esta crueldad se caracteriza por el innecesario sufrimiento que le propinan a sus víctimas, muy especialmente al momento de castigar, cuando se solazan en penas excesivas y particularmente dolorosas, no sólo para el agraviado sino para sus familiares.
El chavismo se siente a gusto imponiendo penas, medidas coercitivas, restricciones, multas, castigos, medidas ejemplarizantes, torturas, esperas agónicas, procesos kafkianos particularmente injustos, les gusta humillar, insultar, tienen una especial afición por la amenaza y la degradación de la víctima o del contrario, y lo hace con arrogancia, asumiendo una autoridad punitiva que raya en el sadismo. Sin duda, se trata de un comportamiento inusual y salvaje que apunta hacia una grave y profunda patología.
Lo peor de este comportamiento es que tratan de ocultarlo, más bien disimularlo, bajo pretensiones humanitarias, razones históricas, de revancha y hasta de amor cristiano.
Se trata de una crueldad que domina su visión del mundo, no pueden hablar de política o de cultura sin que esté presente, de manera protagónica o solapada, el tema de la violencia institucional, la coerción estatista o esa visión personal del revolucionario “pacífico pero armado”.
La guerra, el conflicto, la confrontación permanente tienen una presencia perenne en sus discursos, pareciera que se trata de funcionarios en un estado permanente de inseguridad personal, rodeados de guardaespaldas, de anillos de seguridad, se intuye en sus maneras y comportamientos que esperan el desconocimiento de su autoridad, en cualquier momento y por quien fuera, aún en su entorno de confianza se manejan con el temor de que alguien está conspirando contra ellos y necesitan de afianzar su sentido de autoridad castigando a alguien, insultándolo o manejándose de manera agresiva.
Siendo la mayoría de sus adeptos militares, no es extraño encontrar ese elemento de resentimiento propio de los hombres-victima, sometidos a procesos disciplinarios y sujetos a jerarquías de mando, acostumbrados a mandar y que se les obedezca, a imponer su voluntad sobre subordinados a quienes pueden castigar a voluntad.
Pero es sobre todo la ideología a la que sirven, la causante principal del desbordamiento de crueldad, la doctrina comunista tiene un espíritu absolutamente revanchista y clasista, que promete a los revolucionarios la oportunidad de destruir a sus verdaderos enemigos: los burgueses y sus colaboradores; según ese catecismo del odio, sus opresores, el sistema capitalista, que han hecho de ellos unos alienados y esclavos por mucho tiempo, no sólo son los culpables de todas sus penurias, injusticias y oportunidades perdidas, sino los causantes de ese odio inmemorial e histórico que ahora, convertido en poder, va a juzgarlos, condenarlos y ejecutarlos.
La violencia que justifica el comunismo contra quien piensa diferente es, en su criterio, la justicia necesaria sobre la que se fundará el nuevo orden y donde vivirá el nuevo hombre.  Para llegar a ese punto sagrado de pureza y bondad, hay que exterminar todo vestigio del pasado explotador, al que no se le reconoce atisbo de humanidad, construir sobre las ruinas del viejo mundo el paraíso en la tierra, un paraíso sin clases, sin estado, basado en la solidaridad, donde cada uno reciba de acuerdo a sus necesidades en perfecta armonía.
Esa ilusa utopía se sostiene en un mar de sangre, odio y sufrimiento; para los revolucionarios comunistas la venganza es el primer paso, por lo que la espada debe llenarse de sangre. En este sentido, no hay crimen si la víctima es un anticomunista, todo aquel que impida el avance de la revolución debe desaparecer.
Esta manera de pensar es la que ha justificado la operación demoledora de los campos de concentración y de exterminio industrial, los grandes pogromos y limpiezas étnicas, las fosas comunes para los fascistas, los paredones y calabozos de tortura para los extremistas de la derecha, las hambrunas, los gulags para los pueblos colaboracionistas de los enemigos de la revolución…
Los hombres o mujeres ignorantes, pobres y sin posibilidades de ascenso de la miseria en que viven, ya de por sí tienen un resentimiento contra la sociedad que, creen, los condenó a tal situación, cómo se podrá prever “el proceso” lo que hace es multiplicar ese odio que utiliza como argumento y combustible para llegar al poder, un poder absoluto donde la venganza campea sin temor a la retaliación, donde se puede cometer el crimen mas abyecto con total impunidad y hasta lograr felicitaciones y honores por ello… en ese contexto el hombre embrutecido se convierte en un animal sanguinario y cruel.
Sin educación y formación moral, que soporten la eventualidad de llegar al poder político, acicateado por ese credo inhumano del socialismo, el hombre se sumerge no sólo en la corrupción, sino que es llevado al abuso del poder, estas personas enfermas del alma tratan de contaminar al resto de la sociedad con esa visión torcida de la vida, pero lo que es imperdonable es que traten de adoctrinar a nuestros niños en las escuelas, manipular a estas criaturas indefensas, al futuro del país con esa basura socialista.
Varias teorías de la psiquiatría precisan al sadismo por esa necesidad, propia de personalidades fragmentadas, que buscan la aceptación de los demás (se ataca al otro con saña al no ser reconocido); para el psiquiatra inglés Christopher Bollas, detrás de la rabia y el odio hay un gran vacío que se trata de llenar con sadismo; Ruth Stein, doctora en New York, afirma que el sadismo en las actuaciones de los terroristas son reflejo del odio hacia ellos mismos…  sea cual sea la razón, la crueldad siempre nace de un sufrimiento mental, de unas condiciones sociopatológicas que llevan a los individuos a comportarse de manera seductora y cordial hasta alcanzar una posición de poder, al lograrla sucede el cambio y aflora el temperamento violento, a esa falta de empatía que los sádicos tienen con sus víctimas.
Estos comportamientos perversos, sobre todo el hacer sufrir con encono a un semejante, son conductas que sólo se muestran en el hombre y no en el resto de los animales; pero es en las dictaduras cuando esos procederes se desatan de las restricciones morales y legales y se manifiestan en acciones criminales al por mayor, haciendo daño a los que odian y también a los que dicen que aman, a extraños y a conocidos.
¿Cómo explicar, por ejemplo, que funcionarios de un gobierno puedan enviar a jóvenes, que protestan en las calles y que no son criminales, a cárceles como Tocorón, condenándolos a convivir con delincuentes de alta peligrosidad y poniendo en riesgo su integridad física y mental sin que exista sentencia previa? Son hombres y mujeres que probablemente tienen familia, hijos o hermanos de esa edad… ¿y que no les tiemple el pulso para hacer algo tan cruel? ¿Qué tipo de vida interna y familiar pueden tener personas así? O aquellos funcionarios que prohíben enviar medicinas por correo a familiares, aún teniendo ellos mismos familiares enfermos, sabiendo lo difícil que es encontrar medicinas en nuestro país; o aquellos que son capaces de separar a una madre recién dada a luz de su bebé lactante para enviarla a una cárcel bajo falsos cargos para complacer una campaña de propaganda institucional… ¿Dónde quedó la humanidad de estas personas? ¿Qué tipo de ser le dispara a quemarropa en una manifestación a una muchacha que sabe desarmada y que no le va hacer daño?
Lo mismo sucede con toda esa gente que siente un placer perverso al levantar su mano para violar la voluntad popular y despojar a una representante de su investidura como diputada, agavillados del poder, entre risas, para después felicitarse entre ellos por esa acción cobarde de abuso… ¿Y qué decir de esas personas que se jactan de tener a un hombre inocente en la cárcel, por años, enfermo, sin la menor oportunidad de ser tratado como ser humano, y que además digan que están haciendo justicia?
Cosas tan sencillas como prohibir a una familia visitar a un familiar preso el día de su cumpleaños es un gesto tan cargado de maldad y inquina que quienes lo promueven parecen carecer de algo humano.

Mi país se encuentra en manos de una pandilla de sádicos, de corruptos y mentirosos, que se deleitan en causarle sufrimientos a la población, que nos hacen vivir en el terror y la inseguridad, en la violación continuada de nuestros derechos humanos, y con sádicos no se dialoga… a todas esas personas les llegará el momento en que tendrán que enfrentar las consecuencias de sus actos… algún día, estoy seguro, sus colaboradores -  cómplices - se sentirán asqueados por haber coadyuvado a montar estos procesos en contra la dignidad humana.  Ese día de la justicia, seré incapaz de sentir placer o satisfacción; aún cuando recurran a las lágrimas, pidiendo perdón, sólo me inspirarán el más profundo desprecio.- saulgodoy@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario