-Díjome la Muerte
-¿Qué miras?
-Miro-respondí- al infierno, y me
parece que lo he visto otras veces.
-¿Dónde?- preguntó
-¿Dónde?- dije yo- En la codicia
de los jueces, en el odio de los poderosos, en la lengua de los maldicientes,
en las malas intenciones, en las venganzas, en el apetito de los lujuriosos, en
la vanidad de los príncipes…
Francisco de Quevedo.
Ya
decir que el chavismo alienta y promueve la cultura de la muerte, esa que va
unida irremediablemente a la manera de
ser de los revolucionarios, es un lugar común, ¿Recuerdan su lema, usado hasta
hace muy poco? “¡Patria, socialismo o muerte!”, que repetían con fervor antes
de cualquier acto público o despidiéndolo con los puños al aire.
El
culto enfermizo a los héroes patrios, los actos en sus tumbas y cenotafios, la
manipulación de sus reliquias, la violación a sus restos mortales, la continua
reformulación de sus imágenes e idearios, falsificándolos para conformarlos al
modelo socialista, el gusto que sienten al sentirse parte de los actos
mortuorios, sus desfiles, capillas ardientes…
Todo
revolucionario que se tenga como autentico tiene un pacto con la muerte, su
vida personal, es una ofrenda a la vida del colectivo, los revolucionarios
socialistas creen que hay un colectivo al que le atribuyen una vida propia, una
grandeza superior a cualquier vida individual.
Los
socialistas suponen que ese conglomerado orgánico que puede pensar, decidir,
sentir… es más importante que cualquier vida humana y, para proteger a este
colectivo, a esa gran célula inteligente, sentimental y virtuosa, el sacrificio
de las vidas humanas individuales, que
creen en ella, y las vidas de sus enemigos son una ofrenda que simplemente la fortalecen,
haciéndola inmortal.
Esa
mitología es alimentada por una serie de religiones y creencias, donde se
mezclan la santería, la brujería, el cristianismo y ahora el islam; juntas,
conforman la creencia del paraíso revolucionario, de ese lugar sagrado donde sólo
se entra por el martirio bello y valiente de los héroes socialistas, o de los
grandes dirigentes, que fortalecen ese ideal colectivista, socialista,
estatista y militarista.
Eso
se debe la enorme confusión en el lenguaje guerrerista que se utiliza en el
chavismo: todo socialista es un combatiente, dispuesto a la lucha social sea
pacifica o armada, se organiza en cuadros y batallones, en cohortes y fuerzas
de choque, en reservas y milicias… el
léxico es confrontacional, hay un enemigo que adopta muchas formas, las
amenazas son continuas, las conspiraciones contra el pueblo socialista organizado
y en pie de lucha, por parte del Imperio, no paran.
Si
hacemos caso al discurso del gobierno, los revolucionarios bolivarianos viven
en un país que está en medio de una guerra civil no declarada, rodeado por un
enemigo poderoso, que somos esos otros venezolanos que no creemos en el
socialismo, capaces, según ellos, de
convocar una guerra económica, eléctrica, de acaparamiento de bienes esenciales, de saboteos a la salud publica,
al transporte público, con la fuerza de llevar una estrategia de comunicación y
de desinformación para volver locos a los socialistas.
El
diputado Robert Serra era un epónimo de ese revolucionario combatiente, joven,
agresivo, luchador, implacable, siempre argumentando a favor del socialismo
bolivariano, era uno de los hombres del gobierno mejor custodiado, era el Pit-Bull que el gobierno sacaba en la
Asamblea Nacional para mantener a raya a los representantes de los apátridas y
traidores.
Su
muerte, horrorosa y sorpresiva, ha dejado a todos asombrados, pero irrita un
poco el tratamiento político que le ha dado el gobierno, porque, desde hace
mucho tiempo, hay una gran sospecha de que dentro del gobierno chavista existen
unas instancias donde se maneja la pena de muerte; que existen grupos de
hombres, y posiblemente mujeres, que deciden quién vive y quién muere en
nuestro país, fuera y dentro del partido del PSUV.
Esos
Tribunales de la Muerte son los que deciden quién de los socialistas debe morir
por motivos de deslealtad a la revolución, por denuncias en su contra, por
conflictos de poderes, por traición o por simple conveniencia política, para
crear el clima político adecuado para que los grandes intereses del “colectivo”
puedan prevalecer, por supuesto garantizándole las exequias de un héroe y los
honores de un mártir a la victima propiciatoria.
La
presencia de tantos grupos armados con diferentes intereses ha promovido una
peligrosa anarquía dentro del chavismo; supuestamente, el gobierno ha debido
tener el control de esos grupos paramilitares y de organismos policiales y
militares dentro del Estado, pero la realidad nos muestra que hay tribunales de
la muerte que actúan con autonomía y, a veces, ejecutándose entre ellos. Lo
peor de esta situación es que muchas de las decisiones de estos Tribunales ad hoc, son tomadas en el exterior.
Esta
observación no la hago al boleo, ni es algo irresponsable de mi parte, hay
demasiadas presunciones, calles ciegas, casos no resueltos y hasta engavetados,
contradicciones y expedientes secretos X, que han aflorado en nuestra vida
política reciente.
Importantes
personeros del chavismo, dirigentes socialistas y funcionarios del gobierno han
muerto y todavía nadie sabe el cómo, cuándo, quién y porqué de sus desapariciones,
empezando por la del Presidente Chávez, cuyo deceso esta lleno de
contradicciones y misterios que, esperamos, algún día saldrán a la luz y el
país podrá conocer la verdad.
Hay
declaraciones de altos funcionarios, empezando por el mismísimo Nicolás Maduro,
que asoman la posibilidad de que él pueda conocer secretos relacionados con
conspiraciones y atentados dentro del propio chavismo, que no se han atrevido a
denunciar; no seria de extrañar ya que el chavismo ha sido penetrado hasta el
tuétano por movimientos y organizaciones que nada tienen que ver con nuestra
historia y cultura, empezando por los carteles del narcotráfico internacional,
los grupos jihadistas del medio oriente, el aparato de inteligencia cubano, las
FARC, la ETA, entre otros grupos, que hacen vida en nuestro país y que tienen
injerencia en los sucesos que nos afectan.
Para
nadie es un secreto que dentro del gobierno de Maduro coexisten diversas logias
militares con parcelas de poder e intereses a veces encontrados, y que en caso
de conflictos las cosas se resuelven como las resuelven las mafias, con
ejecuciones.
Puertas
adentro del chavismo existen mundos de poder que se confunden con afecciones
muy personales de los líderes que las manejan; no es descabellado pensar en
asuntos pasionales y vendettas por decisiones que afectan a otros grupos de
poder. La ambición, la lujuria y la avaricia son pasiones que no se manejan con
cabeza fría en nuestros trópicos.
Es
también de conocimiento público el altísimo grado de criminalidad que afecta
nuestra sociedad, al punto de convertirnos en un hueco del infierno de tanta
violencia callejera; al gobierno socialista bolivariano le resultó conveniente
su asociación con el hampa común, con los “pranes” carcelarios, con las mafias
de extracción y contrabandistas, con la minería ilegal y los criminales
ambientales, pero la relación se les salió fuera de control y ahora no saben
como volverá meter al genio en la botella.
El
haber creado y mantenido a tantas bandas armadas y colectivos violentos bajo el
ala, que no son otra cosa que paramilitares, disfrazados de gestores de trabajo
social, para realizar los mandados que el gobierno no podía ni quería hacer,
como era el caso de atemorizar a la gente y crear el terror en los espacios
públicos, también se les ha revertido. Algunas de estas bandas controlan hoy
extensos territorios del país, barriadas completas y hasta municipios enteros,
contradiciendo la autoridad del mismo gobierno, haciendo armas en su contra y
desestimando el discurso de soberanía nacional.
Es
por todo lo expuesto, que cuando personajes como Bernal o la diputada Eckaut, o
el mismo Diosdado Cabello, o el ahora ex Ministro de Seguridad Rodríguez Torres,
acusan sin pruebas a los partidos políticos “burgueses”, fomentan la tesis de
la conspiración externa aduciendo que la orden de ejecución vino de Miami, que
se trata de paramilitarismo hecho en Colombia, que fue planificado por
diputados de la oposición, lo que aparentemente intentan es desviar las
investigaciones policiales y la atención publica de los verdaderos culpables,
que se mueven como peces en el agua, amparados por el lúgubre manto del PSUV.
Parecieran
no darse cuenta de que tal impunidad y ocultamiento favorece a esa instancia de
jueces y verdugos de la muerte que operan desde el chavismo y que, algún día, Dios
no lo quiera, sean ellos mismos, los que hoy tratan de desvirtuar la verdad,
los que salgan en ese temido listado.
Lo
preocupante de este asunto es que esos Tribunales de la Muerte del PSUV
internacionalicen sus macabras acciones, designando como enemigos a
personalidades extranjeras bajo la designación de “enemigos de la revolución” y
empiecen a ejecutarlos fuera de nuestras fronteras.
saulgodoy@gmail.com
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