viernes, 28 de noviembre de 2014

Carne que piensa






Recientemente sufrí un siniestro con mis equipos de comunicación y aparatos de computación, de modo que mientras reponía equipos, software, sistemas de respaldo , hacia las nuevas instalaciones y volvía a conectarme en línea, aproveché para adelantar varias lecturas que tenia atrasadas, entre ellas uno de los artículos del filosofo inglés Jud Evans antes de que su pagina web saliera del aire, Carne que piensa, uno de los alegatos mas crudos y realistas sobre la condición humana que he leído en mucho tiempo.
Y no por entera casualidad, coincidió con mi lectura de otros dos libro que había dejado en cola para leer con tiempo y cuidado dado los complicados temas que tratan, por un lado ese excepcional y estimulante libro, La Conciencia explicada, de Daniel Dennett y un libro del sociólogo francés Jaques Ellul, que ya es un clásico y que releí por lo importante de su visión, La Sociedad Tecnológica.
Fueron tres lecturas super pesadas e importantes por sus implicaciones y que me plantearon una nueva realidad existencial… perdón, si estos autores tienen razón, la realidad que ellos alegan es la que siempre ha estado allí, con nosotros, solo que nuestros sentidos, el lenguaje y la sociedad en la que nos desenvolvemos, nos la han cambiado de tal manera que vivimos como si estuviéramos en la película Matrix, inmersos en una realidad virtual, pero no producto de la tecnología, como en la película de los hermanos Wachowski, sino resultado de trucos que nos juega nuestro propio sistema nervioso, del mundo ilusorio de palabras que nos construye el lenguaje, y de la manera como nuestra sociedad nos conduce para satisfacer sus propios intereses, que muchas veces ni siquiera se acerca a los nuestros.
Voy a empezar con Jud Evans, un reconocido filósofo nominalista y semiólogo ingles quien se ha distinguido por contradecir algunos puntos fundamentales en la filosofía del filósofo alemán Martin Heidegger a quien toma por un pésimo gramático y propagandista de conceptos y fantasías  del folklore nazi.
En su escrito, nos presenta al cerebro como generador de ese estado que llamamos de “consciencia” desde un punto de vista estrictamente materialista.
Lo ve como un órgano especialmente desarrollado para producir una serie de complejas expresiones (sensaciones, impresiones, símbolos, lógica, imágenes, etc.) que el cuerpo humano interpreta como “realidad” a partir de un gran cumulo de sensaciones, que recogen nuestros sentidos. 
Según esta forma de ver al ser humano, no hay “mente”, ni “espíritu”, ni “persona” ni siquiera un “yo” responsable de lo que percibimos como “pensamiento”, no hay “ser”.
El cerebro, nos dice Evans, por medio de convergencias electro-químicas, que caracterizan una red altamente interconectada de sistemas neurales y que operan en su masa gelatinosa, producen una sumatoria holística de impresiones, con una estructura de unidad que responde a la información enviada de los terminales biológicos de nuestros sentidos, y de esta manera, el cuerpo controla su mundo somático.  Lo que experimentamos como conciencia es un flujo continuo y cambiante de información que nos llega del mundo exterior e interior, junto a una serie de consideraciones y análisis  a la que llamamos pensamiento.
El cerebro que describe Evans va cambiando cada nanosegundo en su red estructural, esa actividad electro-química es constante y producto de la información sensorial que nuestro cuerpo recoge en cada momento de nuestras vidas, el cerebro esta remodelándose a cada instante, es carne que se adapta mientras esté en la modalidad existencial, es decir, influenciada por factores ambientales externos y de su propia constitución.
Todo lo que hace el cerebro para funcionar lo hace sin necesidad del “tiempo” tal como lo hemos inventado (segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años, etc.) el órgano trabaja en un proceso de formación, madurez y decadencia, finalmente muere y se descompone como cualquier otro material biológico, que posteriormente son reprocesados por la naturaleza.
En términos más filosóficos se trataría de un órgano que se transforma a si mismo ontogenéticamente, metamorfoseando su substancia biológica siempre en niveles superiores de complejidad, al punto de poder reconstituirse a si mismo en un modo de auto referencia, y en un ambiente espacio-temporal donde actúa con otras entidades y fenómenos con los que comparte el mundo.
Para Evans, este procesador hecho de carne es un mecanismo bioquímico que esta capacitado para producir y manejar el pensamiento, principalmente utilizando una herramienta accesoria que es el lenguaje, lo cual ha sido un problema, pues un lenguaje corrupto e inconsistente puede producir “fantasmas” en el mundo y a lo interno, es decir, el lenguaje mal entendido y expresado, crean fenómenos metafísicos que no existen.
Uno de estos fantasmas es “la mente”, para Evans no tenemos mentes, solo estos procesadores de carne en estado de pensamiento, la mente es una creación arcaica al igual que “el espíritu” traída al mundo del lenguaje por personas que desconocían como trabajaba el cerebro.
Para estos pensadores primitivos, la mayoría de nosotros venimos de la dualidad cartesiana espíritu-cuerpo, la mente, dicen estos antepasados, es algo diferente al hombre biologico, no es el cerebro trabajando y reacomodándose para poder sobrevivir en cada segundo, como describe Evans, sino que es algo inmaterial que se asienta en nuestro cerebro y lo dirige, es algo así como las miasmas y gases que aparecen sobre los pantanos en fermentación, pero no es gas metano lo que exuda de nuestra gelatinosa masa cerebral.
Las religiones más primitivas nos hablan de una entidad espíritu-transcendental que se aloja en nuestro cuerpo y lo domina, somos como una especie de taxi bípedo, unos contenedores de carne en los que viajan cómodamente unos espíritus o almas (homúnculos, para Descartes), quienes resultan ser los que verdaderamente importan, ya que son ellos los que manejan y deciden lo que nuestro cuerpo hace o deja de hacer, con esta tesis, imperios han sido dominados y aun hoy hay corporaciones y profesionales que hacen mucho dinero a costa de esta ficción.
Tanto el mito de la caverna de Platón como la tesis dualista de Descartes, separando la mente del cuerpo, son para Evans episodios que han corrompido nuestra verdadera naturaleza y que han creado la separación entre un “nosotros” y el mundo “allá afuera” y han creado fantasías tan persistentes como la memoria y la realidad.
La realidad no existe como decía Platón, como reflejo de un mundo ideal, lo que existe es lo actual, lo real, pero la realidad esta afectada por múltiple factores, entre ellos la misma capacidad de nuestro sentidos, nuestra cultura e interpretaciones de esa información, nuestras prioridades del momento, nuestras pasadas experiencias y un largo etcétera; lo que existe recordando es la carne que recuerda, el cerebro procesando información procesada por nuestros terminales sensorios y almacenada de alguna manera, estas memorias que rápidamente se degradan y contaminan con el tiempo, son nuestro único registro del pasado y con los que contrastamos la experiencia del presente.
Lo terrible de las ideas de Jud Evans es que nos pone frente a una realidad que tiene muy poco de poesía y sentimiento, nos hemos acostumbrado a un mundo descrito con palabras falsas, con trucos e ilusiones que nos hacen ver mejor que un pedazo de carne pensante, que un cumulo de sinapsis y relaciones electroquímicas a los que aludimos como “yo”; cuando alguien me llama por mi nombre prefiero pensar en esa energía pura y eterna que responde y no a esos casi tres kilos de grasa, proteína y líquidos en forma de salchichas que están encerrados dentro de mi cráneo.
Y como si fuera poco, desde hace ya algunas décadas los avances en neurobiología y en las ciencias cognitivas le están dando la razón a Evans, nuestro aparato neural-cognitivo nos juega algunos trucos que nos hacen creer que hay alguien en control dentro de nosotros, alguien con una personalidad y una vida que nada tiene que ver con esa masa cerebral que es el verdadero protagonista de nuestras vidas.
Mucha gente cree que debe haber algo mas que pura neurobiología en el caso de nosotros los humanos, hay personas que están desesperadas por creer que nuestra organización nerviosa ha llegado a un grado de desarrollo tal, que ha podido generar un elemento espiritual y transcendental que vive en un mundo diferente al de la carne y de los objetos materiales… pero la ciencia no come cuentos, estamos descubriendo lo altamente sofisticado de nuestro cerebro y para cada sensación, para cada experiencia somática que parece escaparse de las ataduras de nuestro cuerpo, siempre descubrimos alguna combinación electroquímica, incluso a nivel quántico, que nos hablan de epifenómenos que nos hace creer en la chispa divina, en que hay otros mundo en este mundo.
Si se analiza bien esta idea no es tan negativa como mucha gente pretende, retomar la verdadera idea de ser humano es una experiencia liberadora y ofrece una vastísima gama de posibilidades, lo importante es asumirla por encima de toda esa metafísica que nos ha marcado hasta el momento.









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