El comunismo en todas sus variedades y tipos (el soviético, el maoísmo, el castrismo, el chavismo, el socialismo del siglo XXI, el progresismo y otros) ha sido y será el gran propagador del hambre y la miseria en el mundo.
Uno
de los padres de la Revolución Verde que se dio por los años sesenta del pasado
siglo, el agrónomo hindú M.S. Swaminathan, decía que el mapa del hambre
coincidía con el de las falsas ideologías.
Hacía
notar que en África, en aquellos países que habían desarrollado con mucho
esfuerzo un programa agrícola nacional como en Ghana, Nigeria y Tanzania, bastó
que llegara el socialismo para destruir lo que habían logrado con un gran
esfuerzo en materia alimentaria.
Cuando
llegaron los regímenes socialistas se abandonaron los programas de
investigación agrícola bajo el pretexto de que eran herencia de la
colonización, se reemplazó a las pequeñas granjas tradicionales por
macroexplotaciones inspiradas en el modelo soviético y reagrupando por la fuerza
a grandes sectores campesinos en poblados colectivos (¿Se acuerdan de los
Fundos Zamoranos?), se expropiaron las grandes fincas productivas, impidieron
la inversión privada en el campo, ahuyentaron a técnicos y profesionales del
agro y en su lugar pusieron a líderes socialistas, el resultado fue que en
pocos meses la infraestructura agrícola de esos países colapsara y sobrevino
una terrible hambruna que aún hoy, casi cincuenta años después, todavía los
amenaza.
Los
programas estadales de desarrollo agrícola en la India bajo el socialismo,
dieron como resultado un rápido incremento en deforestaciones, que a los pocos
años dieron paso a la desertificación de grandes territorios, lo que contribuyó
a que las inundaciones en invierno provocaran desastres nunca antes vistos y la
ruina y la muerte para millones de personas.
El
incremento en la erosión de los suelos agrícolas, la desaparición de los
bosques, la contaminación y pérdida de los recursos hídricos eran los
resultados previsibles de los planes centralistas y desarrollistas de los
gobiernos comunistas.
Esto,
aunado a la introducción desordenada de maquinaria, semillas y técnicas
agrícolas, contratación de diferentes asesorías de distintos países, cambios de
uso de la tierra, descuido de la vialidad agrícola, estrictos controles de
precios sobre los productos, préstamos otorgados en desorden sin seguimientos
ni acompañamiento técnico, desmontaje de silos y plantas procesadoras,
obsolescencias en las cadenas de almacenamiento sobre todo en frio, perdida de
la infraestructura de riego, intervención en los mercados de mayoristas y
consumidores entre otras muchas causas, condujeron a estos países a depender de
las economías de puerto, tuvieron que importar los alimentos que antes
producían.
Venezuela
debe verse en ese espejo, el desastre ambiental y la quiebra del sector
productivo que se está produciendo en nuestras tierras con vocación agrícola,
producto de la explotación salvaje de conuqueros e invasiones descontroladas de
campesinos de subsistencia, apoyadas por el gobierno, nos está llevando
directamente a tiempos de hambre.
Los
mismos campesinos saben que son parte de un plan de destrucción del agro, que
no tendrán futuro, que sus hijos heredarán solo vergüenza y deshonor.
La
economía de puerto que sostiene el gobierno de Maduro se hace insostenible a
corto plazo, la dependencia agroalimentaria en la que ha sumido al país es peor
que la que sufrió Venezuela durante las guerras de independencia y la guerra
Federal, produciéndose una grave lesión a nuestra soberanía.
Esta
guerra al latifundio en la que se ha embarcado el gobierno y las expropiaciones
a la agroindustria con las que pretende hacer justicia social, no es más
que la vía expresa al hambre y la muerte, estamos destruyendo nuestras fuentes
de alimentos y la estamos sustituyendo por propaganda, corrupción y miseria.
No es
posible que un Ministro de la Alimentación se la pase prometiendo
fiscalizaciones, más controles, multas y ocupaciones a la industria privada en
medio de este pavoroso desabastecimiento. En vez de hablar de incentivos a la
producción, líneas de créditos, reducción de trámites para las exportaciones,
garantía de divisas para la reposición de equipos y materiales, seguridad en el
campo, precios justos para los productores, investigaciones a las empresas
exportadoras de comida en mal estado, no, se la pasa es amenazando al sector
productivo, a los distribuidores y los expendios de alimentos, así no hay
manera de salir de este trance.
Para
Swaminathan la primera condición para escapar del hambre es el respeto a la
propiedad y a la justa remuneración para quienes trabajan en el campo, es la
única vía para que campesinos y empresarios asuman riesgos, inviertan y vean
recompensados sus éxitos. Nadie trabaja el campo por puro amor al socialismo.
No
hay peor atraso para la agricultura que la pretensión de hacer al Estado dueño
de todas las tierras, de los recursos financieros, de las empresas
transformadoras, de los canales de distribución, el estado y sus funcionarios
no son precisamente los más aptos y capaces para la producción de los alimentos
y eso es algo comprobado una y otra vez a lo largo de la historia en el mundo;
otorgar tierras y créditos agrícolas como premios a la lealtad política sin
importar si la persona es capaz para ser productiva, es el camino más corto al
desastre alimentario.
Mantener
a un montón de “empresarios” haciendo negocios con el gobierno, importando
comida en mal estado o disimulando embarques, para ganar astronómicas sumas de
dinero a costa del hambre del pueblo, es un crimen de lesa humanidad.
Todavía
hay funcionarios e ideólogos que no aceptan el fracaso del socialismo como
creador y gestor de esta crisis alimentaria, siguen apuntando al capitalismo, a
la burguesía parasitaria, a una guerra económica, aducen que el socialismo no
ha tenido tiempo, luego de 16 años de gobierno, para lograr una economía
socialista que ahora quieren llamarla “productiva”, insisten en escurrir el
bulto de la responsabilidad, son los otros los culpables, jamás escucharemos un
“mea culpa” de estos irresponsables.
Contar
con la gente más incapaz y mentirosa en los altos cargos del gobierno con
responsabilidad alimentaria, para ocultar negociados y trampas, es de una
absoluta inmoralidad.
Eso
es lo que está haciendo el gobierno chavista, eso es lo que está permitiendo
Maduro desde Miraflores, y surge entonces la pregunta más importante que debe
hacerse todo ciudadano consciente ¿De qué sirve un gobierno que no puede
garantizar la seguridad alimentaria? ¿Qué justifica su existencia? –
saulgodoy@gmail.com





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