Los apaches en Norteamérica tenían una técnica muy efectiva para la captura de potros salvajes en las grandes planicies y desiertos, escogían de antemano un estrecho cañón sin salida y apostaban a un grupo de sus guerreros, que escondidos entre las rocas, tan pronto entraban los caballos en la trampa les cerraban el paso con una improvisada cerca hecha de troncos y ramas.
Lo
que hacían era conseguir la manada y arriarla hasta el lugar, una vez adentro de la trampa los animales no tenían otra sino
dar vueltas buscando desesperados una salida, los apaches los dejaban que se
agotaran y en la noche entraban y los amarraban.
Esta
manera de capturar animales era usada por nativos de varias regiones del mundo
y la venían usando desde tiempos inmemorables, era muy efectiva, segura y tenía
un final predecible sin mucho gasto de energía, al final de la jornada tenían
monturas nuevas y alimento para la tribu.
Una
variante de esta técnica la ha usado el chavismo en Venezuela para capturar a
toda su población y tenerla como recurso para su sobrevivencia.
Es
una especie de “corralito” que ellos llaman democracia y que por 16 años han
venido construyendo a fuerza de leyes, retórica y manipulando los valores republicanos
que una gran parte de la población cree y practica, pero en realidad no es
democracia lo que está al final del cañón, solo utilizan el nombre para ocultar
la trampa que le han montado al pueblo venezolano.
Ese
“corralito” ya venía en construcción aún antes de que el chavismo llegara al
poder, ellos simplemente, se aprovecharon de la estructura, que los partidos
políticos tradicionales habían levantado, para asegurarse ser parte del Estado
por medio del juego electoral.
Y
aquí tenemos que admitir, sin prejuicios, que los políticos venezolanos,
principalmente aquellos que nos dieron los gobiernos democráticos que
antecedieron al chavismo, tenían una idea muy particular del Estado, el Estado
como la gran piñata dueña de la riqueza petrolera, y de los gobiernos, como administradores
del reparto de esa fortuna.
De
allí la importancia de un Estado presidencialista, fuerte, centralizado, omnímodo
y paternalista, por medio de la figura del líder único, se fue desarrollando la
estructura institucional para el ejercicio del inmenso poder que sustenta la
figura del Presidente de la República, poder que comparte con el partido de
gobierno y con un tren ejecutivo, que manejan las principales decisiones del
país.
Pero
a medida que fue consolidándose la importancia del petróleo como fuente de
ingresos del país, apareció la empresa estatal petrolera como el otro factor de
poder, que por ser la garante de la riqueza, acumuló para sus directivos enorme
influencia.
Los
principales partidos políticos del país, se habían asegurado su participación
en el gobierno así perdieran las elecciones gracias a pactos y negociaciones
entre ellos, se respetaba una proporcionalidad representativa de las minorías, un
primitivo reparto de instancias controladoras, de modo que aguas abajo en el
torrente de poder del estado, había posibilidad para la participación, esto,
mientras se mantuviera un juego electoral medianamente pulcro y confiable.
Y
aunque el sistema estaba estructurado para que existiera un gran corrupción,
tuvimos la fortuna de contar con personas de ciertos valores y estatura moral,
de ciudadanos comprometidos con la idea del país, que permitieron el desarrollo
en algunas áreas importantes de la economía, en la infraestructura y en la
educación, y uno de estos logros fue la descentralización y al desarrollo de
las regiones, sobre todo en la agricultura y la industria.
Pero
el concepto del “corralito’’ estaba allí, no era una democracia participativa y
deliberante, donde el ciudadano tenía un papel protagónico, donde sus
organizaciones e intereses eran primordiales, sino una que giraba en torno a
los intereses de los partidos políticos y sus clientes.
De
esta manera fue que nació la verdadera “anti política”, la de los grandes
partidos hegemónicos que, robándole la participación política a sus ciudadanos,
estructuraron la vida política del país para que fuera solamente por medio de
los partidos políticos, fundadores de la democracia, la única manera de poder
tener acceso a los cambios que la sociedad requería, que sólo era con el voto
en las elecciones la única oportunidad que tenía el venezolano en participar, de alguna manera, en este gran festín que se
sucedía ante sus ojos.
No es,
como tratan algunos de hacernos creer, que la anti política es un supuesto odio
y tratar de prescindir de los partidos políticos, o no estar de acuerdo con las
elecciones, no, la anti política fue la ilegitima monopolización de la política
ciudadana, que es la autentica política, ese derecho inalienable de opinión, de
protesta, de plantear ideas, de denuncia, de trabajar por el cambio en las
comunidades que vienen directamente del pueblo.
Las
verdaderas iniciativas democráticas nacen en el seno de la sociedad, de hombres
y mujeres comunes enfrentando su cotidianidad, los partidos políticos lo que deberían
hacer, es canalizar y apoyarlas, darles formas y proyectarlas pero en nuestro
caso, fueron los mismos partidos políticos quienes se ocuparon de acallar y
desestimarlas cuando no convenían a sus intereses, y lo siguen haciendo.
Contamos
con voceros de los partidos políticos, entre ellos algunos analistas políticos,
que todavía arremeten en contra de las acciones de la llamada “Salida”, la toma
de los espacios públicos, las barricadas, los enfrentamientos en contra de la
fuerza pública y de los colectivos armados del gobierno tiránico, para estos
sectores partidistas, esas acciones fueron “locuras”, desviaciones irracionales
a los que ellos consideraban “políticamente correcto”.
Lo
que jamás podrán reconocer es que estas valientes acciones de calle,
protagonizadas por los estudiantes, fueron las que finalmente pusieron en
evidencia la verdadera naturaleza del régimen y le enseñó a los venezolanos y
al mundo que no tratábamos con demócratas ni con un gobierno respetuoso de un
estado de derecho, lamentablemente se necesitaron de esos presos, heridos y
muertos para lograr que penetrara la luz en tantas conciencias adormecidas.
Cuando
el chavismo entra en este juego democrático en 1999, se encontró con buena
parte de la tarea hecha, el ciudadano no tenía participación, ni voz y sobre
esta promesa se montó Chávez, darle voz
a los que no tenían, por supuesto, era una falsa promesa, su interés era
claramente fortalecer el corralito, dominar al pueblo y explotarlo para
favorecer sus intereses.
La
piñata del Estado tenía ahora un solo dueño y esta vez, la probidad y los
valores, el amor por el país, estaban totalmente ausentes.
Como
en las manadas de potros salvajes en el oeste norteamericano, había un líder de
la manada, el garañón, los apaches sabían que tenían que engañarlo a él, para
conseguir que el resto de la manada lo siguiera hacia la trampa, y allí estaba
un problema, pues habían garañones que tenían una cantidad de rutas y escapes
que no eran precisamente la que los apaches querían.
El
problema con los supuestos líderes de la manada en mi país, era que habían
nacido y crecido en ese corralito, estaban acostumbrados a sus reglas, su vida
dependía precisamente del juego electoral, de esa supuesta “democracia”
exclusiva de partidos políticos, que en manos de los chavistas se potenció
hacia el totalitarismo.
La
MUD, esa coalición de partidos políticos, en la que los ciudadanos depositó
toda su confianza, y que por mucho tiempo fungió como líder de la manada, no
podía distinguir el corralito de la sabana, la trampa de la libertad y la
democracia, la Constitución de una canallesca ley habilitante, y una y otra vez
nos llevaron a la creencia que vivíamos en la pradera y no prisioneros de un
corralito.
Trataban
a los apaches como si fueran caballos salvajes en vez de lo que eran, cuatreros
y domadores, sus carceleros y carniceros, creían que la vida en el corralito
era la vida en libertad, que los apaches eran los dueños de los caballos, se
hacia lo que ellos querían.
La
única manera ahora de recobrar la libertad para mi manada es ponernos de
acuerdo en salir de esta trampa, arremeter en contra de esa cerca de ramas y
palos, llevarnos por delante a los apaches que se atraviesen, y como bien dice
el artículo 350 de la Constitución Nacional: “El pueblo de Venezuela… desconocerá cualquier régimen, legislación o
autoridad que contrarié los valores, principios y garantías democráticos o
menoscabe los derechos humanos.”
Vienen
unas elecciones parlamentarias y la MUD ha pospuesto toda la lucha por la
libertad para ocuparse, una vez más, de jugar el juego de los apaches, pero la
manada está nerviosa. – saulgodoy@gmail.com
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