Maduro es un ser humano básico, que trabaja en función de pasiones y sentimientos primarios; su intelecto es elemental, su cultura escasa, su capacidad de discernimiento limitada, ahí está razón por la que fue un sujeto exitoso en los procesos de ideologización que llevaron a cabo los cubanos cuando fue a la isla de Fidel buscando formación política.
Una
de las formas más eficientes de adoctrinar a personas como Maduro es
implantándole un escenario conspirativo, una versión del mundo donde hay
enemigos implacables, imperialistas, colonialistas, esclavistas que están en la
búsqueda del dominio mundial, que pueden utilizar cualquier medio y recurso
para sus propósitos, entre ellos la manipulación psicológica, la propaganda, el
lavado de cerebro y técnicas avanzadas de ingeniería social de las que se valen
para desestabilizar a los países y enajenar a sus habitantes; el punto clave de
las teorías conspirativas es que se ejecutan en secreto, detrás de una coartada
legal y aparente normalidad.
Una
vez montado este sistema conspirativo en la mente del sujeto indoctrinado,
identificado el enemigo (que por lo general son gobiernos, corporaciones,
religiones, que actúan desde el extranjero) y sus procederes (acciones que
acusan deterioro en la vida de sus víctimas, en connivencia con factores
internos), el método se retroalimenta en lo que Goertzel llama “un sistema de creencias monológico”, en el que todos los
argumentos en contrario finalmente sustentan de alguna manera esas creencias;
el fanatismo toma control del sistema y no hay manera de sacar a la persona de
este curso de pensamiento.
Una
de las características más notables de los sistemas conspirativos es que se
alimentan de otras conspiraciones, no importa lo disparatado o irracionales que
sean sus argumentos; una vez en funcionamiento, el sistema lo que hace crece y se
expande, tomando como argumentos válidos otras conspiraciones, aunque en
principio no tengan nada que ver unas con otras.
La
parte del encubrimiento es fundamental, la conspiración tiene que estar pasando
sin que otros se den cuenta de lo que sucede, una guerra económica de cuarta
generación es una guerra secreta, no se utiliza ejércitos ni el despliegue de
fuerza, todo es un plan orquestado desde las sombras para arruinar a un país,
con la complicidad de los medios de comunicación.
Aunque
lo que se observa es que el gobierno, que sufre la supuesta guerra, está
cometiendo graves errores de desempeño como administrador del país, que el
modelo económico que está aplicando no sirve y no tiene la capacidad de
solventar una crisis creada por él; con el fin de ocultarla y salvar su
responsabilidad, promueve la idea de la teoría conspirativa. Es ésta una de las tácticas comunistas más
usadas en la historia, desplazar la propia culpa hacia otros, crear al enemigo
externo y asignarle todos los males y padecimientos, esto con el fin de
preservar el poder, aparentando librar una lucha contra esa guerra económica
(que por lo general implica una reducción considerable – muy conveniente - de
las libertades individuales).
Los
gobiernos chavistas se han caracterizado por el uso continuo del expediente del
Golpe de Estado en varias de sus modalidades; Chávez era un aficionado en
descubrirlos en pleno desarrollo y en desbaratar sus terribles propósitos;
Maduro no se queda atrás, con ayuda de su fiel guardián, Diosdado Cabello, que han
develado una serie de atentados y componendas y han llegado a descifrar que sus
“cerebros” se encuentran en la Casa Blanca en Washington, sus operarios son
todos líderes de la oposición, a quienes amenazan permanentemente con la
prisión; son campeones en presentar pruebas (algunas elaboradas en La Habana,
otras en el canal oficial VTV, otras en el SEBIN) que invariablemente consisten
en grabaciones obtenidas de manera muy oscura y siempre manipuladas, o en
confesiones de militares, o comprados o torturados.
El
marxismo tiene ya más de un siglo asignándole al capitalismo todas sus fallas e
insuficiencias, en una guerra fría de conspiraciones y planes malignos para
destruir el socialismo. Si esa idea ha germinado en la mente de algunos
hombres, basta con que se active a nivel de la propaganda oficial con la especie
de una guerra de cuarta generación, para que la paranoia y el mecanismo
asociativo empiecen a funcionar, advirtiendo claramente los tentáculos de la
nueva conspiración.
Hofstadter define el
pensamiento conspirativo como la creencia en una vasta, insidiosa, planificada
red internacional de intrigantes, designada para llevar a cabo actos de naturaleza
criminal; más adelante agrega que el plegarse a esa creencia le ofrece la
oportunidad a los desposeídos, o a quienes no se sienten bien con su posición
en la sociedad, para reafirmar su aislamiento y descontento. No podemos dejar
de señalar que, efectivamente, esas teorías funcionan en personas poco educadas
y de clases sociales bajas.
Los que creen en esas
teorías son personas que se acoplan con la caracterología del fanático, de modo
que se hacen impermeables a las evidencias en contrario, expresando una
necesidad urgente de ser escuchados y de que los otros se enteren de lo que
ellos saben.
El problema de esas
teorías conspirativas, en su mayor parte inocuas, es que cuando son promovidas
por el gobierno, cuando se convierten en políticas de estado, pueden causar un
daño tremendo a la sociedad, ya que desvían la atención de las verdaderas
causas de los problemas y hacen imposible conseguir soluciones a las crisis,
agravándolas.
Una de las principales
características de las teorías de conspiración es que no están soportadas por
evidencias o las pruebas de su existencia son muy débiles, por lo que requieren
gente que tiene una capacidad de análisis limitado y una gran credulidad.
Los que afirman que la conspiración
existe, lo hacen al contrario de la opinión mayoritaria y de las posibles
autoridades que pudieran verificarlas; en el caso venezolano, por ejemplo, la
crisis de los precios petroleros en el mercado internacional es parte
fundamental de la conspiración, para imponer la opinión de que un Imperio se
tomó el trabajo de mover el complejo mundo de la energía y provocar el derrumbe
de los precios, todo ello para hacerle daño a nuestro país, cosa no sólo es
insensata sino presuntuosa.
Culpar del
desabastecimiento y la escasez de productos de primera necesidad a los
productores y distribuidores nacionales, en lugar de las erráticas políticas
económicas comunistas aplicadas en el Plan
de la Patria, va en contra de toda la evidencia existente, así ponen a los
militares y policías a atacar los almacenes y depósitos de productos para distribución,
presentándolos como pruebas de acaparamiento ilegal, como parte de un plan
elaborado en el extranjero; ante la opinión de la gente sobre que la culpa
apunta al gobierno, los fanáticos expresan que ésa es justamente la creencia
que quieren implantarnos, cuando la realidad es otra.
Las enormes colas y el
descontento de la gente porque no hay productos para adquirir y satisfacer
necesidades son presentadas como una maquinación para desestabilizar al
gobierno y endosan la culpa a los comercios; hacen continuos operativos de
fiscalización en los establecimientos y todo lo que encuentran es utilizado
como prueba de que hay una ofensiva contra el gobierno para tumbarlo… nada
ocurre por casualidad, todo obedece a un plan manejado por el enemigo.
No es casual que parte de
las evidencias, que el gobierno presenta de esta guerra, son una serie de
medidas de seguridad que algunos países de la comunidad internacional han
tomado para protegerse del crimen organizado, donde están involucrados altos
funcionarios del gobierno socialista de Venezuela, a quienes les han retirado
las visas y congelado sus bienes, medidas que corresponden al ejercicio de su
soberanía, para la protección de su orden social contra narcotraficantes,
lavadores de dinero y corrupción.
Cuando se les hace ver
que ningún de los países vecinos sufre de tal ofensiva, ellos lo toman como un
argumento a su favor, que prueba que efectivamente la guerra es contra el país
y este gobierno, que las medidas que toma el Imperio contra funcionarios
violadores de derechos humanos o involucrados con el narcotráfico, son
diferentes estrategias para acabar con el gobierno bolivariano socialista… las
elaboraciones sobre el tema se hacen cada vez más desatinadas e ilusorias ante
el asombro internacional.
La repetición constante
de esas premisas sobre la guerra económica contra el país, cuando
simultáneamente se concretan políticas de mayor intervencionismo,
nacionalizaciones, hechos de fuerza y una cacería de brujas contra el empresariado
venezolano, dirigentes de la oposición, ciudadanos comunes que protestan por la
escasez y la inflación, agravando aún más la situación económica y social, sólo
tiene un final predecible: el estallido social.
Esa cabalgata sobre lo
irracional y la locura de un gobierno perdido y sin moral alguna es un
espectáculo triste y muy peligroso, sobre todo cuando existen gobiernos e
instituciones regionales que le prestan credibilidad a esas componendas y
alimentan la paranoia de Maduro y sus adláteres.
Lo peor de este macabro
juego conspirativo es que sus operadores terminan por creérselo; a medida que
pasa el tiempo y obligados a elaborar más y más sobre esos argumentos
fantasiosos, la situación se agrava y el gobierno agrede con más fuerza a su
propia población, que indefectiblemente ubica del lado de los conspiradores; la
guerra empieza a develar su verdadero rostro, una confrontación intestina entre
un pueblo vilmente explotado y un gobierno tiránico que ha desestimado todo
respeto por lo humano. – saulgodoy@gmail.com




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