jueves, 9 de abril de 2015

La naturaleza del tirano



Hay un ensayo del filósofo Leo Strauss Consideraciones sobre el Hierón de Jenofonte, el cual es una exploración sobre la naturaleza del tirano desde la perspectiva de la filosofía política clásica, para quienes apreciamos el entendimiento de que es lo que mueve al monstruo, este trabajo es particularmente ilustrador.
Para empezar, Jenofonte era un ateniense que vivió por el siglo V a.C., fue discípulo de Sócrates, soldado, domador de caballos, experto lanzador de jabalina, viajero incansable y literato. Traicionó a su patria para luchar a favor de los espartanos, estuvo al servicio de Ciro, Rey persa, y es uno de los apologetas del autoritarismo, al punto de ser el creador de la idea de que existen “tiranías buenas”.
Su obra, Hierón o El tirano, es el diálogo imaginario entre el joven poeta Simónides de Ceos y el déspota Hierón de Siracusa.
En el trabajo de Strauss, la aparición del tirano se relaciona con lo que se ha llamado, una situación “postconstitucional”, que según Voeguelin, se produce con el hundimiento del orden constitucional republicano, es decir, la sociedad se sume en el desorden creando la oportunidad para que se instaure un orden autoritario, bajo la esperanza de un nuevo orden.
En este primer punto quiero destacar que en el caso venezolano, aunque el sistema socio-político estaba en problemas, fue el mismo Chávez y sus secuaces los que se ocuparon de llevarlo a la crisis para poder justificar, tiempo después, el advenimiento de la tiranía socialista, si lo recuerdan, el análisis de Chávez sobre la situación del país era el de una eminente explosión social que él estaba conteniendo para evitar el caos, pero lo que en realidad hizo fue sembrar el odio de clases, la discriminación de la oposición, la tolerancia ante el crimen y la destrucción de las instituciones democráticas y la economía productiva, fue él quien provocó la crisis de nuestra empresa petrolera, PDVSA, al despedir por televisión a todo el personal con experiencia que sostenía nuestro negocio en el mundo.
Al cabo de pocos años el país estaba sumido en el desorden y la promesa era, que sólo Chávez y su Socialismo del siglo XXI podían salvarlo. Desde un primer momento Chávez atribuyó los problemas del país a una constitución moribunda, creando las condiciones postconstitucionales.
Para Strauss, las diferencias fundamentales entre un tirano clásico (Moisés, Ciro, Hierón, Teseo) y un dictador actual es, por un lado, el historicismo (basado en la filosofía de Hegel) doctrina que justifica la  existencia del tirano, y por otro, la vulgarización de los conocimientos científicos y filosóficos que apoya la tesis de un progreso ilimitado, que conlleva a la “conquista de la naturaleza”, que es el argumento para el dominio del hombre por el hombre.
Strauss apunta a las similitudes que existen en la relación amo-esclavo con la de tirano-súbdito, tanto el tirano como el amo pretenden que todo lo que hacen es por el bien del otro, incluso castigarlo y en “extremis”, eliminarlo.
“No puede un hombre convertirse en tirano y seguir siendo tirano sin inclinarse a la maldad, de aquí que un hombre que se respete a sí mismo no aspirará al poder tiránico”- dice Strauss cuando destaca que todo tirano tratará de ser un “buen tirano”, esforzándose porque su gobierno sea lo menos inhumano posible, pero la experiencia pone al descubierto esta gran mentira, un tirano sin la policía y el terror está perdido y el uso sin límite de estas herramientas trae desgracia al pueblo y dolor a sus más cercanos colaboradores.
Un tirano despiadado que quiera conservar el poder hará limpiezas regulares de su entorno que garantizarán la seguridad de su mandato, el ejemplo de Hitler y Stalin es claro en este sentido.
En la antigüedad, el tirano se hacía cuidar por mercenarios, que inevitablemente llegaron a conseguir una importante cuota de poder, para mantenerlos en control, el tirano daba poderes al pueblo y en este precario balance mantenía su cabeza sobre los hombros.
Chávez tenía a sus mercenarios cubanos que fueron los primeros en planificar la conveniencia o no de mantener vivo al tirano, eran elementos oportunistas que como bien lo enseñó la historia de la decadencia del Imperio de Roma controlaban los hilos del poder, tal como lo hacía Fidel desde Cuba y tuvo tanto éxito en esta labor, que fue en Cuba donde Chávez fue ejecutado (desconectado de los aparatos que lo mantenían con vida) cuando ya no servía a los intereses del amo.
Con la muerte de Chávez surgió el delfín del castrocomunismo, Nicolás Maduro, un extranjero adoctrinado en La Habana como su agente, que por medio de una operación de inteligencia y propaganda negra, con la combinación del PSUV y de los militares venezolanos, con la infame participación del CNE, proclamaron como presidente, luego de unas elecciones totalmente amañadas.
Jenofonte señala que la meta de todo tirano, aunque parezca contradictorio, es el honor, y ese honor va acompañado de un proyecto que se hace fundamental en la tiranía, completa la idea Strauss diciendo “El deseo de prestigio, reconocimiento o autoridad es el motivo originario de todas las luchas políticas y, en particular, de la lucha que conduce al hombre al poder tiránico.”
Strauss descubre en Maquiavelo al gran teórico de la tiranía como modelo político, y Maquiavelo estudió a profundidad a los tiranos bíblicos, de allí desarrolló su tesis de que la mayor parte de los tiranos son en realidad “profetas armados”, déspotas con un discurso apocalíptico, que ven en los pecados de nuestros padres la ruina del país.
Los tiranos, todos, tienen ese discurso religioso y patriota que los hace propensos al milenarismo, a proseguir utopías y que explican su papel de padre y primer soldado, en una lucha que requiere su presencia por siempre.
En la línea del tirano clásico del que habla Strauss, Maduro representa un “bicho raro”, no se conforma en los tipos jenofontianos, por ser producto de una crisis, por tratarse de una solución pragmática y a corto plazo, este hombre se convirtió en la ficha manejada por el estamento militar venezolano, ya corrupto y envilecido por Cuba, Maduro ganó su tiranía no por propio esfuerzo sino por una decisión política, su incapacidad y su falta de visión lo convierten en una ficha que la juegan los factores de poder.
Necesita de la figura del padre necesario, le da terror salirse de su papel de “hijo” del tirano eterno, no tiene pretensiones de prestigio ni reconocimiento, carece de voluntad y de pensamiento propio, razón por la cual, repite cansonamente los libretos que escribió su antecesor, lo que sí tiene y en abundancia es una infinita crueldad y gusto por el abuso, se excita ante el descalabro de la nación, y como sus lealtades radican en otro lado y para otras ideas, no le importa lo que sucede en el país.
Si existe la figura y la categoría de tiranos manipulados, Maduro es la figura representativa de esas grises figuras, que como marionetas mal manejadas, caen enredadas en los hilos de las muchas manos que tratan de dirigir sus movimientos.
Buena parte del ensayo de Strauss discurre explicando las diferencias entre un filósofo y un político y quiénes son los realmente llamados a gobernar, termina el trabajo con una consideración importante, el filósofo- dice- está obligado a intentar actuar sobre el tirano, “Pero esta vez la causa de la filosofía está perdida de antemano; porque el tirano final se presenta él mismo como un filósofo, como la autoridad filosófica suprema, como el máximo exégeta de la única filosofía verdadera. Proclama consecuentemente que no persigue a la filosofía, sino a las falsas filosofías”
Una experiencia que no es nueva para los filósofos y que los venezolanos estamos hartos de experimentar. - saulgodoy@gmail.com




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