miércoles, 8 de julio de 2015

Cocina molecular (o deconstruyendo el mamón)


Como estamos a mitad del año,
voy a escribir sobre comida; tanta política y critica aturden y nublan el intelecto y porque tengo grandes amigos que son Chefs, y otros que son gastrónomos y aún otros que son grandes sibaritas, porque me gusta comer bien y porque la mujer con quien comparto mis días es una excelente repostera y panadera, me atrevo a escribir sobre un tema harto difícil teniendo en cuenta la escasez y la inflación satánica que el chavismo a desatado sobre nuestro país.

Estaba el otro día conversando y tomando un té (Darjeling) con mi amigo el abogado penalista Jesús Sánchez G., que también es un fino cocinero de alta escuela, y comentábamos un reciente artículo del New York Times sobre la cocina deconstructivista ; se trata del último grito en la preparación de alimentos, nacida en Francia y que ha tomado por asalto a un buen número de restaurantes en el mundo.
Este tipo de cocina exige el uso de sofisticados aparatos y elementos que parecen sacados de un laboratorio espacial; Termo mixers, Paco jets, nitrógeno líquido, abatidores de calor, bolsas de vacío, centrífugas de alto rendimiento y otros adminículos con los que se logra separar los componentes básicos de los ingredientes culinarios; presentándolos en formas antes nunca vistas como espumas, hojuelas deshidratadas, gelatinas y mouses, soluciones en suspensión, estructuras de aire, polvos que han sido reducidos a partículas que se miden micrones y otras formas irreales.

La idea detrás del deconstructivismo (de la cual, algunos chef aseguran la cocina molecular es una derivación, otros opinan lo contrario) es descomponer los platos tradicionales y volverlos a armar presentándolos en formas alienígenas, pero no menos gustosos, de modo que una simple sopa de auyama es descompuesta en sus varios ingredientes en tres o cuatro elementos que, juntos, suman el fabuloso potaje pero por separado resultan insólitas propuestas.
Estos alimentos son tan novedosos en su aspecto, que los restaurantes se han esforzado en producir vajillas y cuberterías que destaquen su presentación y el resultado lo han convertido en una nueva forma de comer, con herramientas que parecen venir de otros planetas y en ambientes que prácticamente han cambiado la experiencia de tomar alimentos.

El Dr. Sánchez me hablaba de una compleja receta de raviolis de crema, rellenos de mouse de chocolate y crujientes merengues almendrado acompañado de peras al Oporto, que no es otra cosa que una deconstrucción de las famosas Peras Bella Helena, receta original del maestro Juan M. Arzack.

Recordamos la extraordinaria receta de Esteves Sumito de tomate confitado con helado de queso y copa de champaña con un fondo de almíbar de albahaca, que es la versión deconstuctivista de la ensalada Cappresa, o la de su no menos compleja deconstrucción del Tarkarí de Chivo.
De los restaurantes caraqueños donde se podían degustar estos platos extremos estaba el Malabar, donde su Chef, para aquel entonces, Carlos García, se atrevió incursionar en terrenos tan escabrosos, no todo el mundo dispone del hardware y el tiempo que significa cocinar en este estilo, ni todo el mundo tiene el dinero para pagar una comida de estas características, que demás está decirle, es costoso.

Una típica cena deconstructivista puede fácilmente constar de varios platillos y en algunos casos tardan varios días en prepararla, hay mucho de arquitectura y arte abstracto en la presentación de los alimentos preparados de esta manera.
La escuela Instituto Culinario de Caracas es de los pocos lugares donde se enseñan nociones de éste nueva expresión culinaria.
La cocina deconstuctivista es arte culinario con un gran contenido visual, propuestas de forma y color de mucha belleza, de una vida efímera y exótica.
Varios cultores del paladar e investigadores consideran este estilo de cocina una degeneración (en el peor de los casos), o una distracción, de lo que ellos consideran el auténtico camino del arte de los fogones, que debería seguir lo simple, lo natural.
Muchos protestan las reducidas porciones de cada plato, al punto, que la broma que se hace sobre ésta cocina, es ir a por los aperitivos moleculares para luego salir a cenar en un restaurante “de verdad”.
Por ser hija de la alta tecnología, por su compleja preparación y por su propuesta de sabores tan radicales, aspecto tan extraño y alto costo, la cocina deconstructivista es sólo para gustos extremos. – 


saulgodoy@gmail.com





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