Dice la leyenda que el Estado nació en la necesidad que tuvieron los dueños de las tierras de defender sus propiedades y vidas del asalto de sus enemigos, internos y externos.
En esa primera aparición, el Estado prometía sostener la
ley y el orden, solventar conflictos, castigar a los criminales y preservar la paz
para que sus ciudadanos pudiera trabajar y construir la nación, para lograrlo,
los propietarios se reunieron y pusieron de sus propios recursos para mantener
un cuerpo de ciudadanos, notables y de proba reputación, que se harían cargo,
entre otras cosas, de administrar la justicia y defender a la polis.
De allí nació la razón de ser del Estado, que no era otra
que el bien común, el de los propietarios.
Por supuesto, a estas islas de orden en medio de un mundo
de desorden y barbarie, se le fueron agregando incontables extranjeros que
querían disfrutar de aquellos beneficios, de poder pasar una noche en la
seguridad de una “polis” ordenada, donde no serían robados o asesinados, donde
pudieran contar con la paz tan necesaria para desarrollar sus ocupaciones y
habilidades, el Estado imponía solo una condición, que se respetaran las leyes
de la ciudad.
Como podemos imaginar, estas ciudades-estados prosperaron,
se hicieron atractivas para mucha gente talentosa, trabajadora y emprendedora,
de esta manera el comercio y la cultura se desarrollaron y los ciudadanos de
estos Estados empezaron a influenciar el entorno, a introducir la civilización
donde no la había, a crear riqueza para otros muchos pueblos que hicieron
contacto con ellos y querían imitarlos.
Por supuesto, con estos avances, hubo una parte de la
población que quedó rezagada o bien por falta de voluntad o porque les gustaba
vivir como parásitos, y también llegaron extranjeros con malas mañas, con ideas
diferentes, gente que no le gustaba trabajar, y se ganaban la vida como ladrones
y proxenetas.
Pero un día llegaron los socialistas, unos estafadores
que querían apropiarse del Estado con la ayuda de ese grupo de gente parásita,
que cada día eran más, no porque no hubiere como ganarse la vida dignamente y
con trabajo, sino porque era gente que pensaba que tenía el derecho a que el
Estado los mantuviera, que les diera para vivir bien, sin ellos contribuir en
nada.
Los socialistas pensaron- “Vamos a cambiar el objeto del Estado, vamos hacer que el Estado sea el
dueño de todo, de la tierra, de la industria, del comercio, y en vez de servir
a los propietarios que sirva a todos en la ciudad-estado, incluso a los
parásitos… vamos hacernos con el poder, aprovechando las debilidades de la
democracia, bajo el la excusa de un poder popular”- y así lo hicieron.
Salieron a las calles a predicar que los pobres, los que
no tenían riqueza, era porque los ricos se la habían quitado, los habían
explotado y engañado, ellos eran las víctimas de un sistema injusto.
La idea fundamental detrás de la propuesta socialista era la creación de “una nueva ciudad-estado”
y de un nuevo ciudadano, una vez que los socialistas llegaran al poder, todo sería
de todos, pero era el gobierno el encargado de administrarlo, principalmente en
nombre de los pobres.
A los parásitos les gustó la idea, y a los más avispados
les motivó ser ellos, parte del gobierno.
Entre las reformas que proponían estaba el de abolir la
propiedad privada, regular las ganancias, restringir los intereses privados, la
idea era que todos los ciudadanos eran iguales y teníamos los mismos derechos,
el Estado estaba obligado a mantener en igual medida a los que trabajaban como
a los que no, y no importaba si unos lo
hacía mejor que los otros, todos, al final, recibían lo mismo, todos íbamos a
ser muy pero muy felices.
Pero dentro de los parásitos, había un grupo de violentos,
casi todos de la guardia del palacio, que se hacían llamar revolucionarios y
que no tenían tiempo de esperar a que los socialistas concretaran sus ideales
por la vía de las elecciones, lo de ellos era para ahora, ya, no importaba si
para llegar al poder tenían que decir mentiras o si había derramamiento de
sangre, las cosas había que hacerlas por la fuerza, confiscando las propiedades,
decretando expropiaciones, nacionalizando las industrias.
Para atraer adeptos, elaboraron unas ideas sobre
conciencia de clases, que sería el motor para llevar el bienestar a todos, no
se inmutaron cuando le añadieron el odio de clases, acusando a los propietarios
de que estaban al servicio de un Imperio extranjero y cuyo interés era que las
cosas no cambiaran.
Fue así como los revolucionarios con una gran parte de
los parásitos y oportunistas extranjeros, ayudados por una parte de los
propietarios confundidos o con miedo, tomaron el poder y empezaron a construir
el Estado Socialista.
Lo primero que hicieron fue aumentar la burocracia y
subir los sueldos, disminuyeron la edad del retiro y aumentaron las pensiones,
la educación fue gratuita, aún la de más alto prestigio académico, el Estado
socialista controlaba todo y privilegiaban a los parásitos sobre la gente
trabajadora, le prohibieron a los empresarios que despidieran a los
trabajadores que no producían y a las escuelas que aprobaran a los estudiantes
que no estudiaban, persiguieron a los intelectuales y especialistas, colocaron
en puestos de responsabilidad a los menos capaces pero obedientes al gobierno,
a los militares los pusieron a vivir como reyes y a controlar a la población.
De esta manera el Estado comenzó a ser el gran
propietario, y los revolucionarios se convirtieron en los grandes señores
mientras arruinaban a la ciudad-estado, muy pronto las industrias, en manos del
proletariado, dejaron de producir ya que ganaban su sueldo trabajaran o no, el
comercio sin los incentivos de las ganancias se paralizó, el crimen volvió a
las calles, en poco tiempo no había alimentos.
Nada de esto les importó, se endeudaron para que la
fiesta socialista continuara, la medicina era gratuita, los alimentos que
traían del exterior era subsidiados (nada se producía en el país), empezaron a
vender las islas, luego las montañas y algunas de sus ciudades a sus acreedores
para refinanciar la deuda, ganaban las elecciones haciendo trampa, encarcelando
a los opositores, callando a quienes protestaban y advertían que aquel banquete
de pordioseros debía parar, pero los pordioseros eran mas y como era una
democracia, ganaba siempre la mayoría.
Pero empezaron los descontentos, sus líneas de crédito se
secaron, ya no había interés de los prestamistas por ese país, cuando la
situación se agravó inventaron que el Imperio, allá afuera, quería destruir la
revolución socialista, que les querían quitar lo que ahora era del pueblo, e
inventaron una guerra económica, pero aún así, los hospitales tuvieron que
cerrar y en vez de doctores se trajeron a unos brujos de los bosques para que
curaran a los enfermos.
Con la excusa que combatían a los enemigos del estado
socialista, a oligarcas y burgueses, se dieron a la tarea de cerrar comercios e
industrias, expropiar grandes haciendas, centros comerciales y desarrollos
turísticos, era la guerra en contra del latifundista, era la justicia social devolviéndole
al pueblo lo que le había robado, hicieron un “corralito” con los ahorros de la
gente en los bancos y el estado se los administraba, pero los precios de las
cosas empezaron a subir sin control, la gente tenía dinero pero no había que
comprar y los precios se dispararon, llegó un momento en que la gente tenía que
hacer una larga fila para recibir una sopa podrida y hedionda que el estado
repartía, gratis.
Y fue así que los revolucionarios socialistas arruinaron
a todas las ciudades-estados donde los dejaron actuar, fue así como aumentaron
la pobreza y el sufrimiento de los pueblos, ofreciéndoles un paraíso que nunca
llegaba pero que estaba a la vuelta de la esquina, jugando con la esperanza y
la ambición de los hombres, corrompiendo y prostituyendo a sus conciudadanos,
cambiando las constituciones para hacer del Estado objeto de culto y adoración.
Nada se podía hacer sin la participación del Estado, se les dijo a los funcionarios que ellos eran
cristianos, que hacían lo que hacían por amor, de esta manera empezaron a
prohibir, a sancionar, a regular, a amenazar, que es la manera como ellos entienden
la democracia.
Le vendieron la idea al pueblo de que ser pobre, era
bueno, y que si sufrías, lo hacías por una gran causa, que te lo agradecerían
tus nietos y tataranietos, que si pasabas hambre era hermoso, pues Cristo también
pasó hambre.
Lo peor era, que si se atrevían a protestar o a alguien
se le ocurría denunciar alguna injusticia, entonces era acusado de enemigo de
la revolución, de imperialista y debía por ello morir, y adivinen… nadie
protestaba; las policías y el ejército se encargaban de caerle a la gente a
palos, asaltaban sus viviendas y ponían preso hasta el gato, en las cárceles
torturaban a los reos, ejecutaban sumariamente a sus enemigos, secuestraban a
sus oponentes políticos, los tribunales actuaban en nombre del socialismo creando
con sus actuaciones terror entre los
ciudadanos.
Al final, los revolucionarios morían gordos y contentos
en el poder, reinando en las ciudades-estado con toda su familia también gorda
y contenta mientras el pueblo se comía un cable, contento de ser revolucionario
y socialista.
Siempre fue así, siempre será así, el socialismo es un
canto de sirenas, lo que viene después es el hambre, el terror y la muerte,
esto no me lo contaron, lo vi y lo viví, pero nadie me cree. – saulgodoy@gmail.com
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