lunes, 20 de julio de 2015

Una receta para la ruina planetaria



Uno de los resultados de la retórica socialista, sobre todo en Latinoamérica, donde el tema de la ecología planetaria se maneja con mucha pasión y poca inteligencia, es el de ofrecerle al mundo una receta para la sobrevivencia sacada de nuestro horno cultural ancestral.
Pensar que las fórmulas de vida indígenas, esas relaciones de la tribu con la tierra, pudieran funcionar como solución para los complejos problemas ambientales en el mundo actual, en un planeta con más de 9 billones de habitantes, interdependiente, globalizado, multicultural, con diferentes grados de desarrollo, con una serie de necesidades materiales y de energía que ya llegan al límite de sustentabilidad del planeta, en medio de conflictos graves por el dominio de los escasos recursos naturales y de importantes cambios en la estructura de la atmósfera, de la biosfera y por ende, del clima, no solo es ingenuo, es criminal.
Y es criminal porque todos esos ambientalistas socialistas, que creen en esos supuestos saberes ancestrales no van a permitir que los profesionales y técnicos de las ciencias de la tierra, expertos en desastres y su prevención, economistas de los grandes números, necesarios para atender a las poblaciones continentales, a planificadores y futuristas, a los organismos multilaterales especializados puedan hacer su trabajo y tratar de salvar al mundo, de hecho ya hemos visto a un Evo Morales, presidente de Bolivia, pidiendo que suspendan las cumbres ambientales en nuestro continente por innecesarias, y como él, otros muchos mandatarios regionales quienes creen que basta con volver a las costumbres y formas de vida de nuestros aborígenes para dar por terminada la crisis que hoy afecta nuestro planeta.
La crítica socialista está clara, reitera lo que ya conocíamos: debido al crecimiento desordenado de la humanidad, a la depredación inconsciente y salvaje de los recursos naturales, no importa el signo ideológico de sus perpetradores, nadie sale con las manos limpias en esta debacle ambiental, comunistas y capitalistas han cambiado los cursos de los ríos, han contaminado los océanos, envenenado la tierra, han polucionado la atmosfera, ricos y pobres han hecho su parte, las causas son claras. 
Donde sí están equivocados de plano, es en las soluciones que proponen, que no son soluciones sino catalizadores para acelerar el caos, fórmulas que más bien parecen tomadas de la Nueva Era y de la brujería, románticas y estereotipadas que nada tienen que ver con la realidad que nos arropa de manera acelerada.
No es arruinando al mundo occidental, a las economías capitalistas como vamos a solucionar la crisis ambiental, la propuesta socialista pasa obligatoriamente por un frenazo a la economía mundial que solo significaría un gigantesco descalabro del orden mundial, la idea detrás de esta propuesta estaría en la falsa ilusión de que cada país pudiera encerrase en sí mismo, dejemos de usar combustibles fósiles y volvamos a reunirnos en torno a las fogatas a escuchar los cuentos de Pachamama; que de un día para otro, todos los habitantes de los países desarrollados reduzcan sus consumos de alimentos, vestimenta, estilos de vida para igualarlo a lo que gente ignara que como Chávez y ahora Maduro, consideran, justo y suficiente.
El ecosocialismo sustenta su posición en acusar a la tecnología (al capital y al imperialismo que se deriva de su práctica) como maligna y causa del desastre, ese concepto de modernidad líquida es un nuevo disfraz para repartir las culpas de un comunismo desfasado que se niega a reconocer que los cambios son parte sustancial de la vida, por ello predican la vuelta a los fundamentalismos, prefieren meter la cabeza en un hueco en el suelo, que enfrentar los nuevos paradigmas, que son los que están brindando las soluciones para un mundo en aprietos, no creo que sean propuestas inocentes, son en realidad cantos de sirena para más y peores totalitarismos, para discriminaciones y holocaustos masivos en nombre de un falso humanismo.
En lecturas que he venido realizando sobre la filosofía de la liberación, el colonialismo, la teoría de la dependencia y lo que el historiador peruano Aníbal Quijano llamaba “la descolonización del poder”, todas tesis del marxismo adocenado, apuntan al eurocentrismo como causa primordial de la dependencia latinoamericana, a un pensamiento que no es el nuestro (muchas veces olvidando que Marx era europeo), y a la confluencia de unas etnias y razas autóctonas que sería las portadoras originarias de nuestro misterio ontológico, esto sucede principalmente en países donde el componente indígena es importante como en el caso de Perú, México y Bolivia, por ejemplo.
La proliferación de partidos verdes en el mundo no es otra cosa que la nueva careta del marxismo reencauchado en un supuesto amor por la naturaleza, pero en el fondo son los arietes con que pretenden dominar a la sociedad imponiendo una tiranía ecológica, tiranía a la que están dispuestos a llegar por el terrorismo, como ha quedado demostrado en Europa.
Janet Biehl, una estudiosa de los grupos neofascistas alemanes, entre ellos, los skinheads y otros grupos neonazis, sostiene que ante las terribles condiciones del mundo actual, los grupos extremistas se alimentan de los principios ecológicos como el amor por la naturaleza y el nacionalismo autóctono, llevan las ideas místicas de una superioridad racial mezclados con una aproximación cuasi religiosa por la naturaleza, el terruño se hace eje de sus programas, los antepasados que vivieron en una especie de época de oro en completa armonía con la naturaleza, sumergidos en el fondo de sus discursos se encuentra un odio hacia la cultura judeo-cristiana a la que tienen por culpables de los problemas actuales, originados en conquistas y coloniaje de los pueblos aborígenes; los extranjeros se hacen blanco de sus ataques y a pesar de la prédica de un supuesto multiculturalismo, lo que en realidad promueven es la discriminación racial pero al revés, muera el inmigrante.
Latinoamérica no se ha salvado de este odioso movimiento de los verdes que buscan la destrucción del orden establecido y la imposición de un nuevo mundo, los movimientos ecologistas de la región tienen al indio, al campesino sin tierra, a los excluidos, a los afro descendientes como la nueva raza que rescatará el mundo de las garras de las grandes corporaciones, de los oligarcas, que puesto en su justo contexto, son tesis tan racistas como las que hacen prevalecer la influencia del eurocentrismo. 
Lo que hoy sucede en Brasil es un claro ejemplo de lo que digo, de esa desagradable relación entre los verdes y los socialistas que tiene atrapada la imaginación política de ese gigante del sur, ese pensamiento equivocado siempre deja el aspecto tecnológico, de la investigación y el desarrollo no solo de fuentes alternas de energías, sino de hábitats y formas de vida, de nuevas maneras de entretenimiento, educación y de trabajo, ámbitos donde la robótica, la nanotecnología y la Inteligencia Artificial que son claves en los nuevos paradigmas para nuestra Tierra, fuera de la ecuación.
En su lugar se contentan con volver la mirada a nuestros ancestros y proponerlos como modelos para el futuro, y lo hacen de esta manera porque para el socialismo la tecnología es hija del capitalismo, la innovación es producto del espíritu emprendedor, la competencia, de la que surgen las tecnologías y productos ganadores solo es posible en una economía de libre mercado, y todo esto es anatema para los socialistas y sus atolondrados primos, los verdes.
Detener el progreso e imponer un régimen tribal y de caudillos es su objetivo, y eso lo que hemos estado viendo claramente con Chávez, Evo y Fidel, entre otros, y que han continuado Maduro, Cristina Fernández, Correa, Raúl Castro y Daniel Ortega que impúdicamente usan las banderas ecologistas para arremeter en contra de la libertad, el emprendimiento y el capitalismo. – saulgodoy@gmail.com


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