El dictador comunista venezolano Hugo Chávez Frías le
tenía tanta animadversión a la propiedad privada y a todo lo que un individuo
se pueda ganar con su propio esfuerzo, al punto de irrespetarla, violando este
derecho cada vez que quería, desconociéndolo, tratando de confundir a sus
adeptos con nuevas supuestas formas de propiedad (propiedad social, mixta,
comunal, etc.) y finalmente satanizándola, atribuyéndole el origen del egoísmo
humano que a su vez genera los demás males del mundo.
Primero tenemos que recordar que Chávez nació pobre, en necesidad extrema, según sus palabras, sin calzado alguno hasta entrada su adolescencia, fue con la carrera militar que tuvo acceso a ciertas comodidades, el ejercito le proveía de vestido, techo, comida y cama, según su historia jamás tuvo una tarea productiva, en el sentido de generar, independientemente, sus propios ingresos, de modo que nunca supo lo que era emprender una actividad económica hasta que estuvo a cargo de alguna cantina militar, de la cual desconocemos su desempeño.




Como todo le fue dado en su relación institucional,
desconocía el valor de un sueldo ganado con el trabajo y el sudor de la frente,
en el cuartel, si perdía su paga completa todavía sus necesidades básicas estaban
cubiertas, al no valorar el sueldo que percibía como funcionario público, menos
aún podía entender lo que la gente trabajadora, los obreros, empresarios
sienten cuando “ganan” lo que justamente su esfuerzo a producido, según
información de prensa, donó sus entradas como Presidente a causas sociales, el
dinero que recibía por premios, también lo regala aduciendo a que no lo
necesita.

Si a estos datos biográficos añadimos su intensa admiración
por las doctrinas maoístas y leninistas, y el resentimiento social que
continuamente manifiesta en contra de los propietarios, entonces podemos
concluir que se trataba una persona que no sabía lo que en realidad significa
ser propietario, que su gusto por el buen vestir, relojes finos y comodidades
lujosas al viajar, que disfrutaba a expensas del Estado, eran prerrogativas que venían con el cargo, y no
contradecían el desprecio que decía sentir por la propiedad privada.

La vida en libertad significa vivir sin dominación, sin
jefes, sin ordenes, sin tareas impuestas, una concepción de las relaciones
humanas de la cual él no tenía ni la cualidad ni la capacidad para entender,
mucho menos aceptar; en la vida militar hay muy poca oportunidad de tener y
mantener una esfera privada donde el individuo está protegido de las
interferencias de los otros, la vida de barracas y comedores comunales, los
baños en unidades, el parque automotor, las diversiones grupales, los uniformes
y el espíritu de tropa lo llevan, en una especie de comunitarismo obligado, a
vivir la vida colectivamente, con la idea, de que a mayor poder en la
jerarquía, más cosas y privilegios se podían disfrutar, y estas vienen
precisamente con el rango.
¿Qué pudo un hombre que venía de estas circunstancias
aportar a la vida en sociedad? ¿Qué podía entender una mente forjada en la
dependencia sobre ser independiente y soberano? ¿Qué grandes planes y proyectos
para que el país fuera una potencia mundial, podía diseñar alguien que nunca
había emprendido una tarea productiva?


Me llama mucho la atención de que gente profesional,
instruida, de alguna manera con criterio propio se dejaran impresionar por el
personaje, al punto que muchos atribuyen el encuentro con el Comandante como un
turning point, un hecho vital que les
cambió la vida, peor aún, que se denominen “chavistas” como si el hombre de
verdad hubiera dejado escuela, obra, legado o un pensamiento original.
Creo que lo que sucedía era que se dejaban embrujar por
su carisma, una carisma que más corresponde al poder que manejaba, a la
autoridad que representaba, a su habilidad artística de caracterizar a un
bardo, a un cantante popular… era la personalidad de animador de eventos profesional, del militar que había
llegado y que se reía contigo y te abrazaba, que estaba en un eterno concurso
de popularidad.
Chávez era un fenómeno mediático y comunicacional, de eso
no había la menor duda, pero hasta allí, fuera de la imagen, lo que había era
la vaciedad absoluta, que algunos manipuladores pretenden ahora llenar con
aguas de santidad. Ante tal intención propongo una nueva celebración popular en nuestro país, creo que la fecha 28 de Julio es propicia para conmemorar el Día de la Ignorancia, no como exaltación sino como burla, debemos reirnos de la gente ignorante que se quiere hacer pasar por instruída, debemos tener presente por lo menos una vez en el año que la ignorancia hace daño y puede matar. - saulgodoy@gmail.com
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