El concepto de sustentabilidad fue perfilado por primera vez en el seno de la Comisión Brundtland, en Noruega, preparando el camino que desembocaría en los postulados de la Agenda 21, aprobada en la Conferencia de la Tierra de 1992.
Se
refería a un modelo centrado en el equilibrio, es decir, enfatizaba una
constante en el tiempo, el equilibrio de todas las variables que afectan un
proceso, lo que promovió la creencia de que existen un número de valores
universales que no cambian, y esa ausencia de cambio, era buena.
Pero
las mismas experiencias en el manejo de bosques, acuacultura y otras actividades
de intervención ecológica demostraron que el modelo no funcionaba, pues la realidad
natural era dinámica, con tendencia a los cambios; si se aplicaba ese modelo de
sustentabilidad, con cada esfuerzo por reducir la variabilidad se desembocaba
en un sistema sobre simplificado y más frágil, y mantenerlo de esta manera
tenía grandes costos, imposibles de sostener en el tiempo.
La
sustentabilidad evolucionó a modelos dinámicos, donde se toma en cuenta la
inestabilidad de los sistemas y su capacidad de “resilencia” (la habilidad de un sistema de mantener su funcionamiento
cuando enfrenta una disrupción), incluyendo cambios organizacionales provocados
por eventos fortuitos o por estados de orden propios de la interacción de sus
componentes.
En
vez de buscar un sistema “libre de
errores”, la teoría sustentable se encaminó a una nueva paradoja, la del
desarrollo de una dinámica no-linear y una continua inestabilidad.
Entonces
resulta imposible sostener el concepto de sustentabilidad tal como fue
formulado. Hay algunos científicos, entre ellos George Cowan, del Instituto de
Santa Fe, creen que cualquier esfuerzo que se haga por estabilizar las
inestabilidades, tendrá como resultado producir más inestabilidad en todo el
sistema.
Pero
hay otras consideraciones que cambian el sentido y la dirección de lo que
entendemos por sustentabilidad; el ecologista argentino Juan Javier García
Fernández, de la Fundación para la Conservación de las Especies y Medio
Ambiente, en su trabajo El concepto de
sustentabilidad en los recursos naturales, nos trae a colación el referente
social, el cómo la sociedad humana afecta el concepto de lo que es sustentable
involucrando sus necesidades como elemento de primer orden dentro del sistema,
muy propio de las aproximaciones antropocéntricas.
Aparte
de los productos metabólicos que la sociedad humana aporta al ambiente, ésta también
contribuye al caldo con “atractores”
(elementos de comportamiento caótico que ingresan en un sistema) como “pobreza”,
por ejemplo, o “consumo” o “calidad de vida”, que son añadidos a la ecuación sustentable y
de los que se derivan políticas públicas que la alteran, aumentando el grado de
entropía.
Se
trata ahora de buscar el orden en el caos. En todas esas variables que chocan,
evolucionan, se extinguen, se multiplican, se transforman o se cancelan unas a
otras, hay una línea de flotación, una idea de equilibrio caótico que, aunque
suene contradictorio, es lo que hace posible el caos.
El modelo climático por ejemplo, que es
dinámico, que está en plena evolución, nos da diariamente lecciones de eventos
inesperados, comportamientos aleatorios de los elementos climáticos, en que la
inestabilidad es la norma, y aún en ese medio de cambios inesperados, es
posible la predicción, un cierto nivel de planificación, alguna que otra
intervención que resulte acertada, no podemos pedirle menos a los sistemas
ecológicos.
Las
grandes preguntas que surgen, para darle sentido a la razón de ser de la
sustentabilidad son: ¿Es posible la sustentabilidad? ¿Tenemos realmente la
voluntad y el conocimiento para hacerlo? ¿Nuestras acciones, hasta el momento,
son verdaderamente importantes en conseguir la sustentabilidad?
Pensemos,
en los actuales momentos, con tantos problemas ambientales que aquejan al
planeta, empezando por el crecimiento demográfico humano, con sus consecuencias
sobre los recursos naturales, no hay nadie ejerciendo la sustentabilidad, ni
controlando ni llevando a cabo acciones (excepto unas muy pocas y a pequeña
escala) para la sustentabilidad de nuestro sistema global, un planeta con siete
mil millones de seres, es hoy estable (por ahora), con sus crisis, con sus
problemas, con sus desbalances, pero permanece estable, al punto que nos
permite la vida sin haber activado el Armagedón.
¿Qué
nos garantiza que si podemos actuar en el orden global, nuestras acciones tendrán
algún impacto? ¿Es deseable, para la estabilidad del sistema, hacerlo?
El
concepto de sustentabilidad es y será un proceso de búsqueda de valores,
valores que tengan sentido para un colectivo muy grande y variado, que pueda
buscar vías para acciones que pretenden cambiar estados de equilibrio o caos en
el sistema natural de nuestro planeta.
Uno
de los problemas que enfrentamos ante este escenario es que los valores cambian
con el tiempo, lo que era considerado importante y necesario en un punto, más
adelante se convierte en algo accesorio o riesgoso o simplemente desaparece;
pero queda siempre una realidad caótica y dinámica en la que buscamos un orden
subyacente que es igualmente aleatorio, siempre impactado por innovaciones, descubrimientos,
nuevas áreas de consenso, nuevas amenazas.
Es
muy probable que este nuevo concepto de sustentabilidad provenga de las
investigaciones que se hacen sobre la evolución de ecosistemas basados en una
dinámica de redes que de alguna manera separen las leyes fundamentales de los
micros y macros sistemas, y siempre teniendo en cuenta el factor “extinción”
como una constante.
Visto
desde esta óptica, la sustentabilidad se convierte en una especie de santo
grial, en una quimera.
Así
es nuestro universo, el mismo que hasta hace poco era estable, centrado,
unificado, coherente, se nos presenta ahora desbocado y entrópico.
El
reto por un nuevo concepto de sustentabilidad no es poca cosa y todavía estamos
en el punto de partida, tratando de decidir qué hacer. - saulgodoy@gmail.com
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