martes, 1 de septiembre de 2015

La resistencia de De Gaulle


1940 fue un año negro para el general Charles De Gaulle, el gobierno de Vichy (nombre de una ciudad a 350 km al sur de París) encabezado por el octogenario mariscal Pétain y secundado por un grupo de políticos pacifistas y entreguistas, habían decidido que podían convivir con las fuerzas de ocupación nazis.

Luego de la victoria de la Batalla de Francia por parte de los ejércitos alemanes y la ocupación de una buena parte del país, creían las élites políticas-militares de Francia que Hitler era invencible y estaban más que dispuestos en suspender las hostilidades y pactar un armisticio con los invasores. 
ElMariscal Petain, quien creyó que pactando con los nazi salvaría a Francia
La única piedra en el zapato era el general De Gaulle, quien se negaba a dejar la lucha, prefería resistir a entregarse, y más todavía cuando contaba con el apoyo del primer ministro inglés, Winston Churchill, y la posibilidad de trasladar el gobierno, y lo que quedaba de las fuerzas armadas, hasta Argelia, en África, para desde allí reconquistar Francia. 
Churchill estaba preocupado con la actitud cobarde del gobierno de Pétain; Inglaterra estaba comprometida con la resistencia en Francia, si ésta caía ante el avance alemán, Inglaterra corría un gran peligro, de hecho, el ejército inglés tenía un sinnúmero de tropas combatiendo en Normandía y Bretaña, pero llegó el momento en que Churchill adivinó las verdaderas intenciones de sus "aliados" y quiso que Francia le garantizara solo dos cosas: que la flota francesa no cayera en manos de los nazis, y que 400 pilotos alemanes prisioneros en Francia le fueran entregados a Inglaterra para su custodia. Pétain se comprometió en ambos pedimentos.
Mientras tanto De Gaulle rompía con su gobierno y salía al exilio, a Londres, donde Churchill lo acogió como representante del "honor de Francia". 
De Gaulle llegó a Inglaterra únicamente con su equipaje personal, no representaba a nadie, era un general sin tropa y un enemigo político del mariscal Pétain, solo tenía su convicción de que la causa de Francia no estaba perdida, que había que seguir la lucha.
Churchill apostó a De Gaulle como el centro sobre el cual se aglutinaría la resistencia y le dio todo el apoyo posible, que consistió en: 1) Acceso a la BBC para que transmitiera al continente su llamado a la resistencia armada, en una Francia traicionada por su propio gobierno y ocupada por el fascismo alemán.  
2) Financiamiento para la creación de la Francia Libre, que conllevaba alistar a todos los franceses en el mundo comprometidos con liberar a su país, bajo el mando del general De Gaulle (para ese momento habían 20.000 soldados franceses y 30.000 civiles en Inglaterra, solo una fracción se unió al movimiento al principio).  
3) Organización de la resistencia en Francia con grupos de partisanos y guerrilleros que necesitaban todo tipo de apoyo material y de inteligencia para luchar en contra de los nazis.  
4) Oficinas, equipos, personal, apoyo logístico, entrenamiento y fondos de la partida secreta para sus operaciones; en una palabra, todo este esfuerzo dependía del apoyo de Churchill, el resto del gobierno de Inglaterra estaba ocupado con los nubarrones que aparecían en el horizonte.
Al otro lado del canal se recomponían las fuerzas enemigas y se preparaba lo que sería la Batalla de Inglaterra, por lo que el interés en las actividades de la Francia Libre era marginal. 
Pero De Gaulle trabajaba incansablemente, enviando comunicaciones, en reuniones, visitando posibles financistas y aliados, organizando lo poco que tenía, contactando a todas las fuerzas francesas desperdigadas por Europa y África, en sus colonias en América y Asia, limando asperezas entre sus seguidores y confrontando los llamados del gobierno de Vichy a que se dejara la lucha armada y se sometieran a los términos ignominiosos del acuerdo de paz con Hitler.
Entonces ocurrió lo peor.
El gobierno de Vichy entregó los 400 pilotos que tenía de la Luftwaffe, a Hitler, y al poco tiempo ya estaban volando en contra de Inglaterra. Pero antes de que entregaran la flota, Churchill, el guerrero, en una vertiginosa operación combinada, la mandó a hundir. Más de 1.200 marinos franceses murieron en el ataque. Desde la batalla naval de Trafalgar, los franceses no habían sufrido una derrota de tal magnitud por parte de los ingleses.
Imaginen ustedes, amables lectores, la incómoda posición en que se encontraba De Gaulle para ese momento, en el impacto negativo que tuvieron aquellos hechos en su esfuerzo por construir una posición de liderazgo, lo amargo del episodio en su condición de exiliado, viviendo en Londres como invitado del gobierno, como militar francés, patriota y ciudadano, que sus propios anfitriones y promotores, de pronto, sin aviso y sin protesto, hundiera al orgullo de la fuerza naval gala, y para complicar las cosas, la prensa convirtió el episodio en una celebración apoteósica que sirvió para levantar la moral de los ingleses.
Inmediatamente Goebbles, ministro de Propaganda de Hitler, prestó todo su poderoso aparato de propaganda para que se difundieran los terribles hechos, al igual que las incendiarias declaraciones anglofóbicas del gobierno de Pétain, quien rompió relaciones con Gran Bretaña, todo esto con la intención de desacreditar cualquier resistencia que tuviera apoyo inglés.
De Gaulle fue acusado de traidor y la causa de la resistencia francesa estuvo a punto de sucumbir en su nacimiento. Solo la entereza del general De Gaulle y su fuerza de voluntad pudieron sobreponer tal golpe, haciendo de tripas corazón siguió confiando en la palabra de Churchill para quien no había dudas sobre quien llevaba el liderazgo galo.
De Gaulle hizo un trabajo de hormiga reconstruyendo el gobierno desde cero y participando activamente en las acciones de guerra las que pudo, con la ayuda aliada, coronar con éxito años después, una de las gestas de liberación más duras y sangrientas del siglo XX (que se inició con el desembarco a Normandía) y una de las carreras políticas más exitosas de la historia. – saulgodoy@gmail.com



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