viernes, 25 de septiembre de 2015

La tragedia de Séneca




Varios amigos y conocidos con los que he hecho contacto, me han revelado que parte de sus lecturas son clásicos grecolatinos, entendiendo estos, como obras que abarcan las épocas de la dominación romana, la Edad Media y el Renacimiento.
Una amiga me decía que estaba releyendo La Divina Comedia y estaba estupefacta por la belleza del canto del maestro Alighieri, un profesor, conocido de mi familia, estaba gratamente sorprendido del pensamiento de Lucrecio en De la Naturaleza de las Cosas, un renombrado poeta local no se despegaba de Las Sátiras, de Horacio, el dueño del taller donde reparo mi carro, un argentino para más señas, no dejaba de sorprenderse del genio de Julio Cesar en La Guerra de las Galias, y murmuraba sonreído mientras pasaba las páginas “Que macho este pibe”.
Se piensa que la literatura grecolatina es solo para eruditos y especialistas, se le supone, conformada por obras arcaicas, escritas en griego o latín clásicos, lenguas muertas.  Pero para quienes le hemos hincado el diente a estos bellísimos y elaborados libros, son fuente no solo de conocimiento y sabiduría, sino trabajos de gran estilismo y elegancia.
Busto del Séneca
En mi mesa de noche reposa Las tragedias, de Séneca, en una excelente traducción del académico español Lorenzo Riber publicado allá por los años cincuenta del siglo pasado.  El libro en cuestión es una recopilación de sus diez tragedias, solo una, Octavia, se pone en duda su autoría; de todas, las que más me gustó, fue Medea, una terrible historia de celos y venganza donde la sangre y la crueldad corren a borbotones.
¿Cuál es el gusto por las tragedias? Mucho se ha escrito sobre el tema, pero es Hannah Harendt en un ensayo sobre Lessing, quien me parece mejor lo explica: “Una vez, cuando [Lessing] intentaba explicar el origen del “placer trágico”, dijo que “todas las pasiones, aun las más desagradables, son agradables en tanto que pasiones” porque “nos hacen... más conscientes de nuestra existencia, nos hacen sentir más reales.” Es sorprendente cómo estas frases nos recuerdan la doctrina griega de las pasiones, que consideraba, por ejemplo, la ira como una de las pasiones agradables pero incluía la esperanza y el temor entre las pasiones malas. Esta evaluación se basa en diferencias en la realidad, igual que en Lessing; no, sin embargo, en el sentido de que la realidad se mide por la fuerza con que la pasión afecta al alma sino por la cantidad de realidad que la pasión le transmite.
De Lucio Anneo Séneca (año 4 A.C.- año 65 D.C.) debo señalarles varios
datos interesantes, era natural de Córdoba, España, su padre era un rico comerciante en una muy próspera provincia que comerciaba con Roma enviando sus briosos caballos, aceite de oliva, vinos de buena calidad sin contar con varios cargamentos de minerales que eran extraídos de sus minas.

El gran orador y escritor popular
Séneca de muy niño viajó por todo el Imperio Romano, su hermano mayor, Galio, Procónsul de Acaya, fue quien juzgó al apóstol San Pablo, de allí que se diga, existen unas cartas que se cruzaron Séneca y Pablo donde discutieron sobre lo humano y lo divino.
Su padre vivió en Roma por muchos años codeándose con lo más granado de la sociedad y la cultura, se hizo amigo de los mejores retóricos y escritores, frecuentaba el círculo de Mecenas, era un usuario de la Biblioteca Palatina y aunque tenía todas las posibilidades para triunfar en la política u ostentar un alto cargo administrativo, prefirió dedicarse a sus negocios y a levantar a su familia.
Séneca era de constitución débil y enfermiza y de muy joven se sintió atraído por la filosofía del estoicismo, por lo que en su alimentación era muy frugal y su estilo de vida sencilla, pero hasta allí, porque aunque era muy moralista,  se casó con varias mujeres y llegó a ser uno de los hombres más ricos del Imperio, su fortuna, calculada en 300 millones de sestercios, la amasó practicando la usura y parecía existir evidencia de que defraudó al fisco.

El Emperador Nerón para quien Séneca era presa apetecida por su gran fortuna
Cuando tenía 25 años decidió probar suerte en Egipto, una decisión que tomaría más impulsado por restablecer su salud que por otra cosa, el nuevo Prefecto de Egipto, Cayo Galerio era el esposo de su tía, y con él se marchó a Alejandría donde vivió por cinco años y de la cual regresó con una cuantiosa fortuna que las autoridades romanas querían investigar, en el viaje de regreso el barco naufraga y se salvan sólo Séneca y su tía, Galerio muere ahogado y con su desaparición, se cierra la investigación pendiente sobre las finanzas de Séneca.
Seneca se destacó por su elocuencia y oratoria, lo que explica su rápido ascenso en la escalera del poder, cuando Calígula fue nombrado Emperador le hizo senador, y aunque tuvo desavenencias con él, lo sobrevivió a pesar de todos sus peligrosos desvaríos, y Calígula era un hombre peligroso.
Cuando Claudio se coronó en el trono, Mesalina, su esposa, acusó al pobre de Séneca de estar cometiendo adulterio con Julia Livila, sobrina de Claudio, tuvo que huir a Córcega, desde donde sin ninguna vergüenza escribía panfletos enalteciendo al Emperador y a su esposa y pidiendo perdón por sus faltas.
Ya para ese tiempo era famoso, tanto por los libros que escribía como por los discursos que daba en el foro actividades que le proveían de fieles admiradores y una audiencia ávida de su extraordinaria cultura,  su gusto por los hombres maduros, no evitó a que contrajera nupcias con una mujer de gran fortuna, sus arcas rebozaban de oro.
Fue Agripina, la madre de un muchacho de nombre Nerón, quien terminó con el exilio de Séneca, incluso le concedió la pretoría, ya el escritor gozaba de su bien merecida fama y lo nombraron, junto a Burro, prefecto pretoriano, maestros de quien luego incendiaría Roma.
En su tragedia Medea, encontramos como protagonista principal a una mujer, por demás hechicera, completamente enajenada por los celos; su esposo, Jasón, el líder de los argonautas que rescataron el vellocino de oro, la deja por otra mujer y esto desata una orgía de asesinatos y sangre que son dignos de un caso de las series policíacas actuales, al final, una vez logrado su propósito de destruirle la vida a Jasón, se escapa hacia el cielo en una carrosa tirada por serpientes, una verdadera “cuaima”.
Debemos señalar que anteriormente, en Grecia, Eurípides escribió su tragedia Medea, basada en los personajes mitológicos de Medea, hija del Rey de Cólquida, y Jasón, la versión latina de Séneca se explaya en la turbulenta pasión de una mujer obcecada por los celos y sus horribles crímenes en contra de su propia familia, ambas obras tienen el mismo tronco común pero diferente desarrollo y punto de vista
Medea interpretada por la diva María Calas

Pero Séneca tuvo su tragedia personal, en el año 65 de nuestra era, fue arrestado por conspirar en contra del Emperador Nerón y éste le ordenó que se quitara la vida, mandó a un Tribuno y un pelotón de soldados que rodearon la casa y le comunicaron la sentencia, y se suicidó de la siguiente manera (según Tácito): primero se cortó las venas de manos y piernas dentro de una tina con agua tibia para no sentir dolor, debido a que la muerte tardaba, le dijo a su médico que le suministrara un veneno el cual tomó, pero parecía no hacer efecto y para asegurarse de que moriría, se hizo encerrar en el cuarto de las calderas para asfixiarse con el humo.

Las obras de Séneca fueron altamente apreciadas en la Edad Media, su estoicismo y escritos morales lo convirtieron en un escritor muy cercano al cristianismo, Francisco de Quevedo fue uno de sus traductores y comentaristas durante el Barroco Español, en el Renacimiento, autores como Erasmo, Calvino y Montaigne, lo tenían en muy alta estima.
La muerte del gran tribuno Lucio Anneo Séneca
Sus tragedias están consideradas por los estudiosos, como de gran influencia en las obras de teatro de la época de la dinastía Tudor en Inglaterra, convirtiéndolo, en el precursor de las tragedias de Shakespeare.

El experto en la obra de Séneca Julio Manga Manjarres, dice de su obra: También fue admirado por sus conocimientos retóricos, por sus tragedias versificadas, por su saber sobre el pasado romano y sobre la cultura de otros pueblos y no menos por sus estudios sobre los fenómenos naturales.  Pero la posteridad hizo una valoración muy selectiva de Seneca.  Así, la ingente obra de Plinio, su Historia natural, contribuyo a dejar en el olvido al Seneca naturalista; el conocimiento de los grandes trágicos griegos obnubiló la originalidad de las tragedias de Seneca y los historiadores antiguos se han empleado con más frecuencia como fuentes de documentación del pasado que las referencias de Seneca al mismo. Ahora, los autores modernos, más alejados de los simples compromisos morales, entienden también mejor que la literatura romana no fue un simple calco de la griega y que el saber enciclopédico de Plinio no encierra todo el conocimiento de los antiguos sobre la naturaleza; se ve así, con nueva luz, que Seneca no fue solo un pensador de filosofía moral, sino un hombre de cultura, interesado por otras ramas del saber”. – saulgodoy@gmail.com

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