Poco antes de morir, en 1937, a los 82 años y viviendo en el exilio en Inglaterra, Sigmund Freud publicó su último ensayo sobre Moisés que daría forma a su libro Moisés y el Monoteísmo, su última obra publicada en vida, polémica, elegante, exhaustivamente investigada, duramente criticada por la comunidad judía, se trata de la culminación de varios trabajos sobre el tema, que inicia en 1912 con el libro Tótem y tabú, y en 1913 con El Moisés de Miguel Ángel.
Freud,
durante toda su vida, demostró un verdadero interés sobre Egipto, fue un
gran coleccionista de textos y objetos de los tiempos de los antiguos faraones,
en estos ensayos se propone abarcar a su personaje desde diversos puntos de
vista, el histórico, el religioso y, por supuesto, el del psicoanálisis.
Como
judío, Freud fue uno de los afectados por las políticas antisemitas del
gobierno de Hitler, que le prohibió el ejercicio de su profesión en su Austria
natal y lo vigiló en Suiza a donde se trasladó para evitar problemas, pero por
ser famoso era un blanco apetecido por el gobierno nazi que presionaba su
entrega, por lo que aceptó y agradeció el cobijo que le brindó Inglaterra.
Me
llamó la atención el difícil trabajo historiográfico en el que se embarcó el
famoso psiquiatra, que lo llevó a consultar los libros más antiguos del
judaísmo, el Hexateuco (los cinco libros de Moisés y el libro de Josué), el
Deuteronomio, el Pentateuco, el libro del Éxodo, aparte de los códices de leyes
egipcias, crónicas y otros documentos relevantes; como buen egiptólogo amateur
disponía de diversas fuentes que ilustraban el período en cuestión.
El
resultado es un polémico estudio, que hasta el día de hoy levanta fuertes
críticas sobre todo de la ortodoxia judía, principalmente en el área académica
de los estudios bíblicos. Y no es para menos, en este libro Freud nos revela
que Moisés, fundador del pueblo judío, no era judío, era un egipcio, cercano a
la corte del Faraón Akenatón, un individuo culto, militar importante; hombre de
carácter fuerte y dominante, para sacarlo del juego por el poder fue nombrado
gobernador de una lejana provincia en medio de una crisis política generada por
la desaparición del Faraón y por invasiones de pueblos extranjeros y guerras
intestinas.
En
medio de la anarquía en que se sumió Egipto, Moisés decidió unir a una tribu
semita que habitaba en la provincia a su cargo, la organizó y se los llevó en
busca de una nueva tierra, para poder gobernarlos, les dio nuevas creencias y
valores.
Moisés,
que era practicante de una nueva religión, influida por la tradición monoteísta
siriaca de una de las esposas del Faraón, que adoraba a Atón, el Dios Sol,
dador de vida y centro de la creación; era una religión practicada sólo en los
círculos más íntimos al Faraón, en un Egipto mayormente politeísta.
Para
darles unidad y diferenciarlos de otros pueblos, Moisés instauró la costumbre
egipcia de la circuncisión.
Pero-
dice Freud- por descontentos dentro de los adeptos por las maneras autoritaria
de su líder, deciden matarlo justo cuando llegan a las tierras medianitas,
territorio con volcanes activos, donde encuentra una tribu que adoraba a un
Dios llamado Iahvé, que habla por medio de la montaña.
Con
ellos se integran y conviven por varios años, el Dios que les había presentado
Moisés se atempera con el carácter más cordial y menos violento del dios de los
medianitas y es en este punto, donde la historia se confunde con la aparición
de un segundo Moisés, una persona más accesible y ponderada que el primero,
quien es el que les da las tablas de la Ley.
Años
después, la tribu establecida en Canaán recuerda a su fundador, el primer
Moisés, influenciada por los levitas, seguidores y guardianes de la tradición
mosáica, y motivada por la culpa de haberle dado muerte a quien consideraban
como su verdadero padre, va formando con el tiempo la idea del mesías, del
salvador que el pueblo espera.
Freud
alega que, por medio de la práctica religiosa, los judíos aplacan la culpa de
ese crimen original, una idea que, posteriormente, otro psiquiatra, Lacan,
desarrolla ampliando las ideas freudianas, elaborando la idea del padre
castrador, aquel que da la ley y prohíbe, al que hay que matar para liberar los
instintos, para que el pueblo vuelva al estado de pecado y desorden para
finalmente, retomar sus enseñanzas y vivir bajo el mundo de la ley y la
justicia.
La
argumentación es mucho más compleja de lo que se presenta en este apretado
resumen, pero es bueno señalar que Freud expone en su libro que en los tiempos
de Moisés, de la prevalencia de los patriarcas, era el final de la época en que
las diosas madres, que reinaban en el mundo antiguo, y que caen en desgracia y
son sustituidas por los dioses padres.
Cuando
el palacio de Minos en Cnosos fue destruido por un gran terremoto y la diosa
tutelar fue incapaz de prevenirlo, aparece la figura del gran Zeus (que
aparentemente vino de las culturas orientales), con él se inicia el declive de
diosas, como Pallas Atenea, que era una deidad madre y fue reducida a hija, y
además fue imposibilitada eternamente para dar a luz, por medio del tabú de la
virginidad; a partir de ese momento las diosas madres fueron convertidas en
diosas vírgenes.
Freud
intenta, a pesar de que no le gusta, un análisis de psicología de masas, para
esclarecer las motivaciones del pueblo judío, una explicación en la cual Moisés,
el éxodo y el posterior encumbramiento de la ley mosáica, se convierten en los pilares
del origen de la tribu de Israel.
Para
comprender el mito de Moisés, Freud lo relaciona con la traumática evolución
sexual del niño, y que con el crecimiento deviene en una neurosis, y solo, a
partir del manejo de la culpa por medio de la religión, encuentra un
equilibrio. En algún momento nos dice, que los cristianos, dando muerte al
hijo, a Jesucristo, subsanan la culpa de haber matado al padre, a Moisés, en
una especie de compensación que haría del cristianismo, una religión menos
represiva.
Lo
que me lleva a pensar en el chavismo y su fijación con el restablecimiento de
la figura de Bolívar como padre, lo que hacen manipulando la culpa del
destierro y muerte del héroe y los supuestos deberes históricos que tienen los
venezolanos hacia unas ideas arcanas, así confunden el estamento militar con la
ilusión de una época de oro que nunca tuvo lugar.
El
Chavismo se apropia del culto a Bolívar, para deslindar a traidores de
patriotas, a revolucionarios de “escuálidos”, creando la ilusión de que son los
“hijos de Bolívar”, especie de pueblo elegido, con la misión de establecer el
socialismo en la tierra, una alegoría muy semita para quienes se ufanan en
proclamarse enemigos del pueblo de Israel.
Para
Freud, el monoteísmo tiene mucho que ver con la forma centralizada de gobierno,
con la figura única de autoridad, con el poder concentrado en una persona, y
para ello repasa la historia del poder en las organizaciones humanas, empezando
por la horda y sus líderes que tenían en la fuerza bruta su único sustento, y
como con el proceso civilizatorio fueron apareciendo los tabúes y límites al
poder.
Para
autores como Christopher Hitchens del monoteísmo se derivan las tendencias
totalitaristas en la política y acusa a la religión, principalmente a la
judeocristiana como fuente primordial de estos modelos dictatoriales.
La
tesis de Freud tiene interesantes consecuencias, como fueron las discusiones,
en los setentas del siglo pasado, entre el historiador del judaísmo y profesor
de la Universidad de Columbia, Yosef Hayim Yerushalmi, y el filósofo francés
Jacques Derrida, que retoman las ideas de Freud, pero vistas desde la Shoah (el
holocausto nazi, evento que Freud no conoció debido a su desaparición física).
Creo
que Moisés
y el Monoteísmo es
uno de los libros fundamentales de la cultura occidental y que toda persona
interesada en la espiritualidad del siglo XX debería leer. – saulgodoy@gmail.com
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