Lo repetiré hasta el cansancio, estos 17 años de chavismo son la más clara prueba de que nuestro sistema educativo ha sido un fracaso, la educación en manos del estado no sólo es peligrosa, ineficiente, lenta ante los cambios, sino que además alimenta las corrientes políticas más antidemocráticas y autoritarias; en pocas palabras, la tesis del estado educador es un error.
Si
hay algo que una nueva Asamblea Nacional debería plantearse como prioridad es
el desmantelamiento de esa hidra de cien cabezas llamada Ministerio de
Educación, en todas sus presentaciones.
Una
cosa es gobernar, otra muy distinta es educar, la educación debe dejarse en
manos de la familia en una primera instancia, de la comunidad organizada, de la
libre empresa, de los educadores, y cuando la persona se haya formado un
criterio, es la persona quien tiene el derecho de decidir sobre su educación, no
los funcionarios públicos y mucho menos los planificadores del estado.
Es
sencillo, se educa para satisfacer una necesidad colectiva (la del estado) o se
educa para preparar al joven para la vida en libertad.
Esa
enorme cantidad de recursos que fueron orientados hacia el sector educativo por
parte del gobierno chavista en Venezuela, durante los 17 años de revolución
socialista, terminó en una gigantesca vorágine de corrupción y anarquía;
permitieron que los cubanos intervinieran en la tarea desvirtuando la enseñanza
de valores nacionales, convirtiendo muchos de los textos para los niños en
lamentables piezas de propaganda y manipulación malsana; los programas de
alimentación escolar terminaron en manos de mafias que, insensiblemente,
dejaban que los niños pasaran hambre (cuando no sufrieran criminales
intoxicaciones al ingerir comida en mal estado) y no rindieran en sus estudios.
Los maestros y profesores fueron engañados y explotados con sueldos de miseria
y desasistencia social; la construcción y reparación de las escuelas se
convirtió en un bingo para los ladrones…
Es
patético el actual estado de nuestra educación, alimentada desde hace un siglo
por la relación fatal del administrador público contra el educador, en una
relación patrón-asalariado que no solo lleva a tremendas injusticias, sino que
ha promovido una educación sin alma ni utilidad, que llega a los extremos de
prácticamente “deformar” al individuo para amoldarse a una ideología perversa.
Las
víctimas somos todos nosotros, el país entero, pero principalmente los
estudiantes, nuestro futuro. Y esto quedó en evidencia cuando el gobierno
chavista, una y otra vez, intentó secuestrar las decisiones educativas de
nuestros hijos para hacer política; intentos que fueron duramente rechazados
con una sociedad civil activada y alerta.
Una educación monolítica
La
educación en nuestro país ha sido el laboratorio de experimentación de las más
obtusas ideas sociales, se trabaja bajo el supuesto de un estado centralizado
como valor absoluto de las virtudes ciudadanas y que abarca todas las actividades
de la sociedad; en este sentido, lo que es de interés del estado debe serlo
para toda la sociedad, por lo que ¿Quién mejor que el estado para planificar,
estructurar y ejecutar los planes educativos de la nación?
Desde
una oficina en Caracas se diseña y se emprende las soluciones educativas de
lugares tan apartados como Tucupita, en el estado Amazonas, desde la
construcción de la escuelita hasta su dotación, diseño del pensum y
asignaciones presupuestarias… en esa oficina, a cientos de kilómetros de
distancia, se decide quiénes integran la plantilla de maestros, quién será el o
la directora, se determina las relaciones laborales, sus prestaciones y
beneficios, se monta una cadena de supervisión sin poder de decisión, cuya
acción desemboca finalmente en la oficina en Caracas, que es el lugar donde se resuelve
todo, hasta lo que se va a vender en la cantina del colegio.
Se
trata del modelo centralista soviético de la época estalinista aplicado a la
educación, un sistema de gran lentitud, cuyo contenido es uniforme para todas
las regiones del país, donde la adaptación y los cambios toman años para
realizarse y la atención al alumno y al maestro, se convierte en una de las
últimas referencias, en un modelo administrativo donde la dependencia al
gobierno central es la clave y el cumplimiento del “programa” la meta suprema.
Es un
modelo absolutamente primitivo y paternalista, donde la asociación política se
hace indispensable, en el cual la figura de los funcionarios del estado
prevalece sobre la de verdaderos educadores y educandos; un sistema que mata de
raíz las iniciativas y hace de las innovaciones un pecado, bajo la presunción
de que el alumno está recibiendo la educación que el estado necesita para su
fuerza laboral futura, bajo planes quinquenales o Planes de la Patria, todo lo
demás sobra y se convierte en “ruido”.
El estado como máxima expresión
del ideal humano
La
injerencia del gobierno en los procesos educativos es la norma que rige la
relación estado-escuela, injerencia que impone una visión del mundo, unos
valores y una manera de pensar, haciéndole imposible al alumno conocer otras
versiones de la realidad, lo que conlleva a la “visión túnel” y a los
constreñimientos propios de regímenes enemigos de la libertad.
Venezuela
todavía se maneja en los principios educativos del romanticismo europeo del
siglo XIX, esos mismos que influyeron en las doctrinas marxistas, que viene de
Hegel y principalmente de Fitche, entronando al estado como la máxima expresión
del ideal humano.
Johann
Fitche fue uno de los primeros que teorizó sobre la educación de una nación; cuando
Prusia fue subyugada por los ejércitos de Napoleón en 1806, pensó que el pueblo
se había ablandado, había sido corrompido influencias extranjeras y lo habían
convertido en un puñado de individuos egoístas, a los que importaba el bien
común.
Fitche
vió la necesidad de construir una nueva Alemania, y pensó en la educación como el instrumento
necesario, ya no para hacer del individuo una persona cultivada, sino para
hacer de la gente, del Volks, la
fuerza fundamental del estado; así lo expresó en su famoso Discurso a la Nación Alemana, la idea era no educar a una sola
clase sino al pueblo todo, como colectivo, de allí su clamor por una educación
igualitaria y universal, la salvación de Alemania estaba en el rediseño de su
espíritu, en la conformación de un estado fuerte y en un pueblo obediente y
sacrificado.
La
nueva educación tenía que ser compulsiva, sin libertades, de una estricta
disciplina e impulsada por los valores eternos de una patria destinada a la
grandeza y a la superioridad.
Hegel
añadiría, que sólo por medio del estado el valor de la persona era realizable
en toda su potencialidad; el estado es parte del absoluto y, en la tierra, el
estado es la divina idea del orden, de manera que el supremo deber de todo ser
humano es servirle al estado… ya todos sabemos en que terminó este modelo
educativo durante el nazismo.
Estas
ideas totalitarias fueron digeridas por el marxismo y llevadas a grados de
sofisticación, como las ideas sobre la educación del pensador marxistas
italiano Antonio Gramsci, que tuvieron una gran influencia en Latinoamérica, expresadas
en su imagen del Estado Educador.
Para
Marx el estado no solo era un ente político que mediaba entre las fuerzas
económicas, sino que intervenía en la vida social, lo que llamaba Gramsci “la maquinaria para obtener los consensos”,
que por medio de un proceso de racionalización hacía posible un determinado
modo de vida, justificado y protegido por las sanciones y la criminalización
cuando se iba en su contra.
Gramsci
descubrió que este proceso de racionalización dependía enormemente de la tarea
educativa y formativa de las masas, que por medio de la hegemonía educativa era
posible alcanzar la dominación y lograr el conformismo social.
Basados
en estos principios, los diferentes gobiernos democráticos venezolanos, con una
fuerte tendencia populista, hicieron parte de la Constitución el sagrado deber
de educar al pueblo, con la fortuna de que permitieron la coexistencia de la
educación pública con la educación privada, religiosa y laica, las que pudieron
desarrollarse de manera mucho más ágil y efectivas que las iniciativas
gubernamentales.
Cuando
el gobierno bolivariano socialista recogió el testigo en la carrera educativa
delpaís, efectuó las reformas necesarias para intentar la transformación del
espíritu de los nuevos venezolanos, de unos “egoístas capitalistas” a unos
marxistas colectivistas.
Por
ello leemos en la Ley Orgánica de Educación aprobada en el 2009 que la
educación es un derecho humano que se fundamenta en la doctrina de Simón Bolívar,
señalando en su artículo 14°que: “La educación es un derecho humano y un
deber social fundamental concebida como un proceso de formación integral,
gratuita, laica, inclusiva y de calidad, permanente, continua e interactiva,
promueve la construcción social del conocimiento, la valoración ética y social
del trabajo, y la integralidad y preeminencia de los derechos humanos, la
formación de nuevos republicanos y republicanas para la participación activa,
consciente y solidaria en los procesos de transformación individual y social,
consustanciada con los valores de la identidad nacional, con una visión
latinoamericana, caribeña, indígena, afrodescendiente y universal. La educación
regulada por esta Ley se fundamenta en la doctrina de nuestro Libertador Simón
Bolívar, en la doctrina de Simón Rodríguez, en el humanismo social y está
abierta a todas las corrientes del pensamiento. La didáctica está centrada en
los procesos que tienen como eje la investigación, la creatividad y la
innovación, lo cual permite adecuar las estrategias, los recursos y la
organización del aula, a partir de la diversidad de intereses y necesidades de
los y las estudiantes”.
Este
tipo de expresión ideologizante marxista es apenas una muestra de la terrible
confusión que reina entre los funcionarios que dictan las políticas públicas
educativas; malentendido que ha puesto la educación como función primordial e
indeclinable del estado venezolano, lo que se ha venido manifestando en
reiterados programas y leyes, pero sobre todo en nuestra Constitución, que no
ha superado todavía esa etapa del culto al estado y que ha impedido que la
sociedad civil tome las riendas de este importante aspecto de nuestra vida como
nación.
El
estado ha fracasado, una y otra vez, en su función educadora de los venezolanos
e incluso ha expuesto al país a intervenciones de gobiernos extranjeros que
están cambiando nuestro carácter nacional y debilitando nuestros valores
libertarios.
Mientras
el estado sea el beneficiario final de las políticas educativas, y no el venezolano
como individuo y persona en busca de su propio destino y felicidad, mientras la
educación no genere ciudadanos sino siervos, mientras no se le enseñe a la
gente a pensar y a valerse por sí mismos, seguirá produciendo gente, masa,
colectivos irresponsables y sin posibilidad de futuro.
La
democracia no trata de servir al estado, trata de liberar al hombre del
desorden para que pueda dar lo mejor de sí, de elevarlo a una coexistencia
pacífica en sociedad y darle opciones, de educarlo en valores y en el amor a la
patria, para que cuando la democracia y el orden social estén en peligro, no
reculemos, sino que enfrentemos los problemas y los resolvamos.
Un conveniente “deber” del
estado…
La
mayor parte de los políticos de nuestra oposición ven a la educación como conveniente
deber del estado; tratan en lo posible de dignificar a los maestros, de
construir buenas instalaciones y graduar al mayor número de jóvenes dentro de
un sistema cuyo único objetivo, es engrandecer la figura del funcionario de
turno, hacerlo ver como un buen “padre”, aprovechando las oportunidades para
las fotos en sus campañas políticas, pero de allí no pasan
Los
gobiernos, civiles o democráticos, enfrentan los mismos conflictos, carencias y
problemas que hemos arrastrado por más de un siglo, siguen creyendo que basta
con graduar gente que sepa leer y escribir, o ingenieros eficientes o médicos
confiables sin importarles si la persona tiene el criterio para distinguir
entre un ladrón y un empresario, entre una prostituta y un político, entre un
tirano y un demócrata.
El
estado debería coordinar, financiar, mediar, preservar la calidad educativa que
la sociedad civil quiera darse, no dirigirla y menos todavía darla; la
educación pública debería convertirse en una de las opciones dentro el abanico
de posibilidades que tengan los estudiantes, no la única, y menos la
obligatoria.
Deben
prevalecer las opciones privadas o comunitarias, se le debe dar la oportunidad
a los maestros de conformar sus propias instituciones educativas y de que
compitan entre ellos; no sería una mala idea entregarles en concesión las
escuelas que existen, para que desarrollen sus propios proyectos, para que
ofrezcan opciones de todos los precios, modalidades y calidades, teniendo
siempre al estado sosteniendo una media, o un criterio que sirva para evaluar
resultados, nada más… que sean las regiones, los municipios y los estados
quienes decidan el tipo de educación que necesitan para su desarrollo, no una
oficina en Caracas, o peor, en La Habana.
La diversidad
de opciones que resultaría de esta apertura permitiría al país contar con una
amplia gama de técnicos, profesionales, artistas, científicos, humanistas que
puedan garantizar los múltiples intereses y necesidades de nuestra economía,
empezando por los de las regiones.
Por la variedad de opciones
La educación pública, atada fatalmente al sistema
político de una nación tal y como adelanta la tesis del estado educador
expuesta por el educador marxista Prieto Figueroa, es la visión interesada del
socialismo para imponer su sistema ideologizante; dice Prieto Figueroa, en su
tesis del Estado Docente (tomado del
libro El Estado y la Educación en
América Latina, 1977): “El
Estado interviene, por derecho propio, en la organización de la educación del
país, y orienta, según su doctrina política, esa educación. Depende la
orientación de una escuela de la orientación política del Estado. Si el Estado
es fascista, la escuela es fascista. Si el Estado es nazista, la escuela es
nazista. Si el Estado es falangista, la escuela es falangista. Y si el Estado
es democrático, la orientación de la escuela necesariamente tiene que ser
democrática. En efecto, en toda sociedad la educación sirve a elevados fines
sociales, pero no le corresponde fijar autónomamente sus propias metas. Obedece
su orientación a la sociedad donde actúa.”
Esta
es la razón fundamental por la que hay que sacarle al estado de las manos la
labor educativa, la educación jamás encontrará estabilidad si son los políticos
quienes determinan su sino.
La
educación debe retornarse a sus verdaderos dueños, a la sociedad civil, y hacerlo
por medio del libre mercado que es el único que permite la variedad para
satisfacer las complejas necesidades de una nación.
Al
permitir que se difundan múltiples opciones de precio, calidad, programas,
condiciones, la gente, las familias, podrán escoger el tipo de educación que
quieren para sus hijos… dentro de las opciones estaría la educación pública,
que si se fundamenta bien y se maneja con criterio, debería ser de calidad,
para interés del mismo estado.
El estado educador no ha
funcionado, no funciona, no funcionará…
Hay
una tendencia colectivista que ve el estado como un ente corporativo, es el
fascismo, lo principal para ésta, es que el estado se maneja en una sola
economía, centralizada, unificada y uniforme en cuanto a producción,
distribución, precios, procedimientos y normas; para ella, la educación está al
servicio de los planes progresistas y desarrollo industrial del estado, el
aparato educativo debería responder a las exigencias de mano de obra
especializada, que sus planes contemplan en forma de cuotas.
Pero
como bien dice Everett Reimer en su
libro La escuela ha muerto (1970): “La mayoría de los niños del mundo no van a
la escuela. La mayoría de los que ingresan a ella, la abandonan al cabo de
pocos años. La mayoría de los que sortean la escuela con éxito dejan sus
estudios más adelante… Se otorgan más títulos universitarios y secundarios,
pero estos valdrán menos, tanto en términos de la cantidad y la clase de
aprendizaje como la habilitación para obtener un trabajo y el ingreso efectivo…
La escuela es la empresa más grande del mundo; más grande que la agricultura,
la industria o la guerra… La conclusión no tiene escapatoria: ningún país del
mundo puede costear la educación que su pueblo desea mediante escuelas. Excepto
en los casos de unas pocas naciones ricas y de algunas que todavía no han sido
contaminadas por el virus del desarrollo, ningún país del mundo puede costear
las escuelas que actualmente demandan sus pueblos por boca de sus líderes
políticos.”
Para
quienes ven como un gran éxito a la educación en nuestro país, por el volumen
de profesionales que se han graduado, por el reconocimiento que han obtenido en
el extranjero por sus habilidades y conocimientos, les recuerdo que todos esos
graduados representan apenas un porcentaje mínimo de nuestra juventud, el
grueso de la población permanece en la ignorancia, que todos esos profesionales
salen al mundo con una carencia de valores fundamentales, entre ellos reconocer
el valor a la libertad, a la democracia.
El
estado venezolano, en todas sus versiones, democráticas o tiránicas, civiles o
militares, lo que han hecho por la educación es tratar de llenar esas cuotas
nacionales que sus planificadores necesitan para cumplir con las exigencias de
los distintos programas o planes. Lo que hacen es darle al alumno información
muerta sobre el mundo, de técnicas y tecnología, de procedimientos y estilos y
han descuidado el aspecto de los valores humanos que pretenden llenar con
cuartillas ideológicas socialistas y populistas, con memes y retórica
humanista.
El
mundo real, la economía y la sociedad que el estado ha construido, la Venezuela
posible que los gobiernos le ofrecen a las nuevas generaciones de venezolanos,
no tiene nada que ver con la educación que les ha impartido, una sociedad
politizada, donde el crimen es aplaudido y exaltado, donde la honestidad es
castigada, donde la mentira es reina y la verdad perseguida, donde vale más un
hampón que un empresario, donde la pobreza es un valor y la ignorancia es
celebrada, no puede nunca aprovechar esos recursos humanos que ha formado, ni
los nuevos profesionales contar con un futuro en su propia patria, convertida
en un banquete de pordioseros.
De
que nos sirve tener un sistema de orquestas reconocidas en el orbe por su
excelencia en la ejecución musical si sus integrantes y conductores no saben
diferenciar a un dictador de un demócrata, si vienen de un país donde se
cultiva la idea de que los artistas están más allá del bien y del mal y pueden hacer
lo que les dé la gana, incluso ser la imagen de un régimen que tortura y
asesina estudiantes.
Para
que queremos artistas que se prestan a entretener ladrones y corruptos y lo
hacen por dinero sin otra consideración moral, la educación en Venezuela persiste
en mantener la creencia de que los artistas son como las hetairas que sólo
responden al sonido de las monedas, sin otro compromiso que su “arte” sin
importarles que con su comportamiento ayudan a enterrar la descencia y las
virtudes republicanas.
La
única alternativa viable para la educación de nuestro país está en abrir las
opciones educativas desde el seno de la misma sociedad civil, de las propias
regiones, que se multipliquen las opciones educativas, que se privatice el
mayor número de escuelas (sacarlas a subasta pública sería un método), que se
estimule emprendimientos educativos de otro tipo, diferentes a la escuela, bien
sea en la forma de iniciativas comunitarias, empresariales, familiares, de los
mismos educadores, que se descentralice la inversión y que el estado juegue el
papel de coordinador y facilitador.
En
democracia la educación debe trabajar con más ahínco en los valores del ser
humano, en la formación de ciudadanos, de hombres y mujeres íntegros, no solo en
excelentes ingenieros o los mejores médicos con capacidad de trabajar en
cualquier lugar del mundo, sino para que se queden en su patria, enfrenten sus
problemas y los solucionen, una fuga de cerebros de la magnitud que sufre
nuestro país, es la primera señal de que la educación y el país no tienen
conexión.
Es
hora de pasar la página del estado educador, luego de haber trabajado con él
por cerca de un siglo y haber obtenido los resultados que hoy nos golpean el
rostro, deberíamos darlo por terminado, no funciona, nunca funcionó. -
saulgodoy@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario