El
capitalismo, como bien dic e el economista norteamericano Lester C. Thurow, en
su libro El Futuro del Capitalismo
(1996), es un proceso de destrucción creativa en la que nuevas empresas toman
el lugar de las viejas cuando estas no pueden adaptarse a los cambios, y el
capitalismo es un sistema económico signado por los cambios, en constante
evolución.
Nos
da una serie de ejemplos históricos para que apreciemos el proceso, para 1900,
de las 12 empresas más grandes en los EEUU, 10 explotaban y vendía recursos
naturales como principal línea de negocios, gas, plomo, azúcar, petróleo,
caucho, tabaco, hierro, etc.
Sólo
una de esas empresas sobrevive hoy, y es la General Electric.
Para
ese mismo año en Inglaterra, trabajaban 1 millón de personas, el 6% de la
fuerza laboral en la extracción del carbón, hoy la actividad emplea a menos de
30.000.
En
ese comienzo del siglo XX, Chile y Argentina, que explotaban y exportaban
diversos recursos naturales, eran economías más ricas que Japón que contaba con
muy pocos recursos.
La
economía capitalista fue avanzando en las nuevas formas y maneras de producir
riqueza; en el pasado, los países que explotaban sus recursos naturales con
éxito, lo hacía si contaban con varias ventajas competitivas, como eran, una
posición geográfica cercana a las principales rutas comerciales, abundante mano
de obra (personal poco calificado) y mercados con una alta demanda por sus
productos.
Pero
a medida que las inversiones se fueron en las mejoras de equipos y tecnologías
para hacer los procesos de manufactura más eficientes, que la productividad del
capital se hizo más importante que el trabajo intensivo y que la mano de obra
se fue haciendo más especializada, los países que dependían de la exportación
de sus recursos naturales fueron perdiendo competitividad.
Cuando
entramos en el siglo XXI nos encontramos con una nueva economía que nada tiene
que ver con aquellos antiguos patrones de productividad, ahora la riqueza de
los países se determinan por la innovación, por el poder de las ideas, por la
actividad de los cerebros más que por los músculos, por la integración de
diferentes procesos de manufactura que por la extracción bruta de los recursos
naturales.
Las
economías del conocimiento y la información tomaron la delantera y son las que
lideran la modernidad y para ello, los países preocupados por su futuro
hicieron grandes inversiones para preparar sus infraestructuras, parques
tecnológicos, servicios y sobre todo apostaron a la educación de su gente,
prepararon su fuerza laboral para las nuevas tareas, los entrenaron en las
nuevas habilidades que la nueva economía necesitaba.
Tenemos
el ejemplo de la industria aeroespacial en Europa, que había quedado rezagada
frente a los avances norteamericanos, se descuidaron y en muy poco tiempo los
EEUU les llevaban una amplia ventaja en el diseño, tecnología, manufactura y
capacidad productiva. Para poder
competir tuvieron que ponerse de acuerdo y hacer grandes inversiones en la
industria Airbus Group, se propusieron un plan de veinte años y una inversión
de fondos públicos de 26 billones de dólares, y lo logaron.
Todos
los países que no quieren estar a la cola del tren del progreso están haciendo
similares apuestas, sobre todo en Asia donde se están viendo importantes focos
de crecimiento económico, estas inversiones para el futuro comienzan escogiendo
muy cuidadosamente cuales son las área de investigación y desarrollo donde
pueden ser competitivos, teniendo especial cuidado en escoger programas de
educación para sus poblaciones que implican fuertes inversiones en
universidades, institutos tecnológicos, laboratorios, de igual manera preparan
el terreno legal y financiero ya que necesitan de las inversiones extranjeras,
en especial de las multinacionales que producen o prestan los bienes y
servicios que quisieran desarrollar, escogen los proveedores de tecnologías,
preparan las condiciones impositivas, de protección a las patentes y a la
propiedad privada, empiezan a construir las infraestructuras que van a
necesitar, desde carreteras, plantas generadoras de energía, puertos,
aeropuertos, etc.
Esta
es una planificación que la hacen conjuntamente las empresas privadas y el
estado, siempre es a largo plazo y es por ello que hay que estar muy claro en
cuáles son esas áreas de desarrollo posible.
Japón
hizo un trabajo de investigación en 1990 liderado por el Ministerio de Comercio
Internacional e Industria para conocer cuales sería las industrias de más
rápido crecimiento en el siglo XXI. Resultaron ser: microelectrónica,
biotecnología, nuevos materiales, aviación civil, desarrollo de nuevas
herramientas, robótica y computación (hardware y software).
El
estudio arrojó que para un mundo interconectado no importaba en qué país se
fabricaran los componentes, o donde se ensambla el producto final, lo que
realmente importaba era quien tendría la capacidad de organizar e integrar todo
el sistema, desde la búsqueda del capital, el poder de los cerebros, el recurso
humano especializado, la información, el proceso de manufactura, hasta la venta
y distribución.
Para
Thurow, la más importante pieza del sistema es quien pueda ser líder de las
tecnologías de proceso y ensamble de las partes.
En
esta fase de la economía globalizada ya no es importante quien tenga el
capital, cualquier empresario con un buen proyecto puede ir a Londres, New York
o Tokio y obtener los recursos para montar una industria en cualquier parte del
mundo que tenga las condiciones necesarias para que sea un buen negocio.
En
las sociedades del conocimiento son las innovaciones el motor del desarrollo
pero cuando miramos a nuestro país nos damos cuenta del tremendo daño que nos
ha causado el socialismo con sus pretensiones colectivistas, con sus arcaísmos
educativos, con sus fantasías de país “potencia” que no respeta la propiedad
privada, que no reconoce la inventiva individual, ni los méritos, que pretende
conseguir el desarrollo sin pagar los royalties por las patentes o por los
sistemas privados (software) de información, que cree que con solo desear las cosas
y ser socialista se harán realidad esas fantasías absurdas mientras el gobierno
no puede garantizar siquiera el suministro de agua potable y energía eléctrica
a sus principales ciudades.
En un
país en el que el gobierno controla las divisas, los precios y la distribución
de los bienes y servicios, donde se amenazan a las empresas extranjeras con
nacionalizarlas, donde los sueldos de sus educadores son los más bajos del
mercado, en el que el gobierno se la pasa atentando en contra de las
universidades, en que los institutos de investigación son intervenidos para que
los obreros de la institución tengan voz y voto en la administración de los
mismos, es un país destinado al fracaso
Nuestra
transición hacia un país con futuro en el siglo XXI depende de una cadena de
transformaciones, que empiezan con y desde el mismo gobierno, es una necesidad
de sobrevivencia darnos una nueva estructura de estado, en concordancia con una
nueva forma de gobernabilidad.
Los
próximos 20 años van a ser fundamentales para nuestro país, partimos desde
cero, tenemos que convocar a todas nuestras fuerzas y cerebros y hacer lo que
ya han hecho otros países que van en la ruta hacia la prosperidad, debemos
diseñar nuestro propio futuro y el primer paso es tomar ese macabro Plan de la
Patria y hacerlo papelillo, olvidarnos de todos esos cuentos de camino del
comunismo, superar definitivamente nuestro complejo de inferioridad y toda esa
paja loca de la filosofía de la liberación y ponernos a trabajar, como los
buenos, como siempre lo hemos hecho y salir de este hueco. -
saulgodoy@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario