miércoles, 11 de noviembre de 2015

El nuevo capitalismo y Venezuela


El capitalismo, como bien dice el economista norteamericano Lester C. Thurow, en su libro El Futuro del Capitalismo (1996), es un proceso de destrucción creativa en la que nuevas empresas toman el lugar de las viejas cuando estas no pueden adaptarse a los cambios, y el capitalismo es un sistema económico signado por los cambios, en constante evolución.
Nos da una serie de ejemplos históricos para que apreciemos el proceso, para 1900, de las 12 empresas más grandes en los EEUU, 10 explotaban y vendía recursos naturales como principal línea de negocios, gas, plomo, azúcar, petróleo, caucho, tabaco, hierro, etc.
Sólo una de esas empresas sobrevive hoy, y es la General Electric.
Para ese mismo año en Inglaterra, trabajaban 1 millón de personas, el 6% de la fuerza laboral en la extracción del carbón, hoy la actividad emplea a menos de 30.000.
En ese comienzo del siglo XX, Chile y Argentina, que explotaban y exportaban diversos recursos naturales, eran economías más ricas que Japón que contaba con muy pocos recursos.
La economía capitalista fue avanzando en las nuevas formas y maneras de producir riqueza; en el pasado, los países que explotaban sus recursos naturales con éxito, lo hacía si contaban con varias ventajas competitivas, como eran, una posición geográfica cercana a las principales rutas comerciales, abundante mano de obra (personal poco calificado) y mercados con una alta demanda por sus productos.
Pero a medida que las inversiones se fueron en las mejoras de equipos y tecnologías para hacer los procesos de manufactura más eficientes, que la productividad del capital se hizo más importante que el trabajo intensivo y que la mano de obra se fue haciendo más especializada, los países que dependían de la exportación de sus recursos naturales fueron perdiendo competitividad.
Cuando entramos en el siglo XXI nos encontramos con una nueva economía que nada tiene que ver con aquellos antiguos patrones de productividad, ahora la riqueza de los países se determinan por la innovación, por el poder de las ideas, por la actividad de los cerebros más que por los músculos, por la integración de diferentes procesos de manufactura que por la extracción bruta de los recursos naturales.
Las economías del conocimiento y la información tomaron la delantera y son las que lideran la modernidad y para ello, los países preocupados por su futuro hicieron grandes inversiones para preparar sus infraestructuras, parques tecnológicos, servicios y sobre todo apostaron a la educación de su gente, prepararon su fuerza laboral para las nuevas tareas, los entrenaron en las nuevas habilidades que la nueva economía necesitaba.
Tenemos el ejemplo de la industria aeroespacial en Europa, que había quedado rezagada frente a los avances norteamericanos, se descuidaron y en muy poco tiempo los EEUU les llevaban una amplia ventaja en el diseño, tecnología, manufactura y capacidad productiva.  Para poder competir tuvieron que ponerse de acuerdo y hacer grandes inversiones en la industria Airbus Group, se propusieron un plan de veinte años y una inversión de fondos públicos de 26 billones de dólares, y lo logaron.
Todos los países que no quieren estar a la cola del tren del progreso están haciendo similares apuestas, sobre todo en Asia donde se están viendo importantes focos de crecimiento económico, estas inversiones para el futuro comienzan escogiendo muy cuidadosamente cuales son las área de investigación y desarrollo donde pueden ser competitivos, teniendo especial cuidado en escoger programas de educación para sus poblaciones que implican fuertes inversiones en universidades, institutos tecnológicos, laboratorios, de igual manera preparan el terreno legal y financiero ya que necesitan de las inversiones extranjeras, en especial de las multinacionales que producen o prestan los bienes y servicios que quisieran desarrollar, escogen los proveedores de tecnologías, preparan las condiciones impositivas, de protección a las patentes y a la propiedad privada, empiezan a construir las infraestructuras que van a necesitar, desde carreteras, plantas generadoras de energía, puertos, aeropuertos, etc.
Esta es una planificación que la hacen conjuntamente las empresas privadas y el estado, siempre es a largo plazo y es por ello que hay que estar muy claro en cuáles son esas áreas de desarrollo posible.
Japón hizo un trabajo de investigación en 1990 liderado por el Ministerio de Comercio Internacional e Industria para conocer cuales sería las industrias de más rápido crecimiento en el siglo XXI. Resultaron ser: microelectrónica, biotecnología, nuevos materiales, aviación civil, desarrollo de nuevas herramientas, robótica y computación (hardware y software).
El estudio arrojó que para un mundo interconectado no importaba en qué país se fabricaran los componentes, o donde se ensambla el producto final, lo que realmente importaba era quien tendría la capacidad de organizar e integrar todo el sistema, desde la búsqueda del capital, el poder de los cerebros, el recurso humano especializado, la información, el proceso de manufactura, hasta la venta y distribución.
Para Thurow, la más importante pieza del sistema es quien pueda ser líder de las tecnologías de proceso y ensamble de las partes.
En esta fase de la economía globalizada ya no es importante quien tenga el capital, cualquier empresario con un buen proyecto puede ir a Londres, New York o Tokio y obtener los recursos para montar una industria en cualquier parte del mundo que tenga las condiciones necesarias para que sea un buen negocio.
En las sociedades del conocimiento son las innovaciones el motor del desarrollo pero cuando miramos a nuestro país nos damos cuenta del tremendo daño que nos ha causado el socialismo con sus pretensiones colectivistas, con sus arcaísmos educativos, con sus fantasías de país “potencia” que no respeta la propiedad privada, que no reconoce la inventiva individual, ni los méritos, que pretende conseguir el desarrollo sin pagar los royalties por las patentes o por los sistemas privados (software) de información, que cree que con solo desear las cosas y ser socialista se harán realidad esas fantasías absurdas mientras el gobierno no puede garantizar siquiera el suministro de agua potable y energía eléctrica a sus principales ciudades.
En un país en el que el gobierno controla las divisas, los precios y la distribución de los bienes y servicios, donde se amenazan a las empresas extranjeras con nacionalizarlas, donde los sueldos de sus educadores son los más bajos del mercado, en el que el gobierno se la pasa atentando en contra de las universidades, en que los institutos de investigación son intervenidos para que los obreros de la institución tengan voz y voto en la administración de los mismos, es un país destinado al fracaso
Nuestra transición hacia un país con futuro en el siglo XXI depende de una cadena de transformaciones, que empiezan con y desde el mismo gobierno, es una necesidad de sobrevivencia darnos una nueva estructura de estado, en concordancia con una nueva forma de gobernabilidad.
Los próximos 20 años van a ser fundamentales para nuestro país, partimos desde cero, tenemos que convocar a todas nuestras fuerzas y cerebros y hacer lo que ya han hecho otros países que van en la ruta hacia la prosperidad, debemos diseñar nuestro propio futuro y el primer paso es tomar ese macabro Plan de la Patria y hacerlo papelillo, olvidarnos de todos esos cuentos de camino del comunismo, superar definitivamente nuestro complejo de inferioridad y toda esa paja loca de la filosofía de la liberación y ponernos a trabajar, como los buenos, como siempre lo hemos hecho y salir de este hueco.  -  saulgodoy@gmail.com




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