viernes, 13 de noviembre de 2015

Porque, la verdad importa



Hay gente por allí, diciendo que la verdad no existe, que todo es cuestión de cómo se mire el asunto, a estos “relativistas postmodernistas” solo puedo señalarles que sólo con la verdad es posible unir y desarrollar un país, hacer trasplantes de hígado, sostener un matrimonio estable y feliz, levantar una empresa exitosa, poner a unos hombres en la luna y regresarlos a la tierra, son unos pocos ejemplos donde la verdad hace posible hechos concretos en nuestras vidas; con la mentira no se va a ningún lado, aunque a veces aparente ser la reina de las situaciones.

El concepto de verdad, tradicionalmente, se define como la conformidad del pensamiento con las cosas.  El hilo conductor de esta idea es la concordancia, la adecuación, la correspondencia, también la coincidencia y la rectitud.
Para conseguir la verdad hay que hacer un duro trabajo de análisis de las evidencias que la mayoría de nosotros no hacemos en nuestra cotidianidad, conformándonos a lo sumo, con lo que nuestros sentidos captan y cotejándolo con nuestras experiencias, si hay relación y similitudes, es muy probable que aceptemos como cierto lo que nuestros sentidos nos revelan, sin mayor verificación.
Y es que la información viaja, del objeto de nuestra atención, hasta nuestros sentidos, y de estos, a nuestros centros neurales de procesamiento, lo hace por un camino muy largo donde suceden muchas cosas, donde se filtra y se le agrega a esa información gran cantidad de atributos, hasta que finalmente, decimos “conocer”.

De acuerdo a la teoría del conocimiento, éste proceso se complica cuando obligatoriamente tenemos que recurrir al lenguaje ordinario, que ya, semióticos, lingüistas, antropólogos y sociólogos nos
advierten, no es la mejor herramienta para expresar nuestras ideas debido, entre otras razones, a la pluralidad de significados que puede tener una palabra, a las múltiples paradojas que presenta la sintaxis, la denotación, la funcionalidad lógica, significados y significantes.
Es por esta debilidad del lenguaje que los filósofos y científicos desarrollaron otros lenguajes más analíticos, cercanos a las matemáticas, para tratar de reducir estas posibilidades de error.
Pero también juega un papel importante en esta “transformación” de la verdad, la ideología, las creencias, la experiencia y otras múltiples capas de “agregados” que influyen de manera importante el resultado final del conocimiento.
Nietzsche fue uno de los primeros que vio en el lenguaje concordancias que se desvencijaban con el tiempo y que hacía de las palabras y significados “monedas gastadas”, Jaques Lacan, el psicoanalista, fue mucho más radical, consideraba que había una ruptura entre cultura y naturaleza que hace que el hombre siempre se encuentre a distancia de la verdad, la verdad se sustrae del lenguaje y solo podemos instaurar relaciones y/o alianzas con la verdad, como en efecto hace la ciencia, sin llegar nunca a ella.
El hombre todavía duda en afirmar que es realidad y que no lo es, no porque la realidad sea relativa, que algunas veces lo es, sino porque la realidad tiene múltiples planos y en cada uno de estos planos
funciona con unas leyes muy particulares, que se invalidan cuando cambiamos de punto de vista.
Para Berguer y Luckman, ambos estudiosos del marxismo, en su obra La Construcción Social de la Realidad, dicen que la realidad es una interpretación que hace el hombre de su entorno y que tiene un significado subjetivo de un mundo coherente, esa interpretación de la realidad está afectada por lo que ellos llaman “mercaderes de ideas” entre los que se encuentra el Estado, como uno de los principales interesados en “fijar” sus significados en la conciencia del mundo, por medio de sus agentes, discursos, propaganda, etc.
La razón tiende a conservar nuestra integridad para la vida, aquellos que vemos que se hacen daño, que llevan una vida sin control, esclavos de los vicios y las pasiones, pensamos, no tienen razón, algunos filósofos nos dicen que la razón fundamenta el derecho y la ley cuando buscan la equidad y la justicia para todos, lo que nos eleva sobre los animales, pero cuando el derecho y la ley dejan de ser razonables para convertirse en instrumentos ideológicos y de intereses partidistas, lo usan para convertir la gente en animales, seres que responden de manera condicionada a los estímulos sin que medie la razón o el pensamiento.
Dependiendo de la educación, de determinadas condiciones socio-económicas, los sujetos pueden tener acceso a grados superiores de razón, una persona de mayor cultura tiene, supuestamente, una razón que es más compleja y diversa.  Las personas se van cultivando, están en capacidad de darle significados profundos a la vida, de irle asignando contenido moral al mundo.  
Todos nosotros estamos sujetos a las desigualdades que existen en la naturaleza y la sociedad, lo injusto que puede resultar que haya personas con un nivel de razón que raya en lo bestial, y que sea la pobreza uno de los limitantes al desarrollo de la misma, aunque conocemos de ejemplos extraordinarios, de personas que se han levantado de la miseria más abyecta y triunfado, gracias a la razón y en buena parte a la voluntad, porque todos nacemos con estas capacidades.
Baruch Spinoza, dijo que lo mejor que puede hacer un hombre por otro, es ayudarlo a razonar, explicarle el mundo, porque, al final, el hombre tiende a la perfección y ésta no la puede lograr solo; la mayor causa de felicidad de un hombre es estar entre gente con la que puede intercambiar y compartir afectos y conocimientos; si la sociedad tiene un fin, éste debe ser el elevar la condición humana y una de sus demandas es, perfeccionar el poder de razonamiento de la gente.
Las personas no deben tener pena por tener razón, la humildad no consiste en dejar que la ignorancia y la mentira triunfen, o se hagan dueñas de una situación; una persona razonable debe tratar de eliminar las incertidumbres, o al menos señalarlas cuando las encuentra; lo que no es razonable es que nos hagamos cómplices de una falsedad o de un error cuando lo veamos; si se nos presenta una duda o nos enfrentamos a lo desconocido, tenemos el deber de buscar mejor información, para no explicarlo con supuestos, al menos que se esté ejercitando la imaginación; ante una injusticia o una barbaridad, la razón nos impulsa a corregir la situación en aras de que se restablezca el equilibrio.
Cuando alguien nos miente y sabemos que lo que dice es falso, la persona razonables está en el deber moral de emplazarlo y descubrir la discordancia, la mentira es peligrosa, sólo lleva a la confusión y a malas decisiones que no solo afectan a la persona de manera individual sino que puede poner en peligro la convivencia social, que en principio y como hemos visto, se basa en la buena fe, en reconocer las cosas del mundo sin grandes verificaciones.
Como dicen los pragmáticos, las asunciones verdaderas son, por definición, las que provocan acciones con resultados deseables.
La razón nos hace ser tolerantes pero solo hasta el punto de no ver nuestros valores reducidos a entelequias inoperantes, o convertirnos en paralíticos morales, por ello es que la razón nos impulsa a la acción, a combatir lo absurdo, a denunciar la ignorancia y el engaño.
En este sentido observa el filósofo español Ortega y Gasset: “la verdad es lo único que esencialmente necesita el hombre, su única necesidad incondicional. Todas las demás, incluso comer, son necesarias bajo la condición de que haya verdad, esto es, de que tenga sentido vivir”, por ello es que la razón nos impulsa a combatir el nihilismo y la desesperanza.
Finalmente, la razón es limitada, no tiene todas las explicaciones a todas las preguntas, aunque intentamos llenar esos vacíos razonablemente, y para ello utilizamos el lenguaje, que debe ser lo
más preciso posible, llamando las cosas por su nombre, sin sucumbir al miedo que los ignorantes con poder imponen, cuando no quieren ser descubiertos en las mentiras que viven y predican. –

saulgodoy@gmail.com

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