domingo, 24 de enero de 2016

El fracaso del socialismo


Nuestra tradición política y cultural pivota en torno a la ideología del socialismo, el socialismo nace de la ideología comunista en un momento en que hay diferencias de criterios por parte de sus seguidores sobre si la revolución es un elemento necesario o no para llegar a los fines de un gobierno del proletariado.
El socialismo conserva todas las características fundamentales del comunismo como sistema colectivista, pero difiere en la manera de llegar al poder, los socialistas creen en las elecciones libres y democráticas pero siguen pensando que es por medio de las luchas de clases como los cambios sociales se producen, creen en la estatización de los medios productivos, creen en un estado benefactor que redistribuye la renta nacional en base a las necesidades de la población, creen en un gobierno centralista y planificador.
Pero cuando el socialismo salta el charco desde Europa a Latinoamérica, el socialismo deja de ser muy científico para convertirse en algo más sentimental y romántico, de un Estado que propicia el amor por los pobres, de cruzadas por la igualdad, por las utopías comunitarias y tribales, por la revolución liberadora pacífica pero armada, que tienen como centro de su gestión a un “Juan Bimba” que es una idealización del pueblo pobre y por el cual se acometen políticas públicas de corte populistas.
Esas ideas prendieron en nuestro país fuertemente, influenciadas por el ejemplo heroico y humanista de la Revolución Cubana y de otros movimientos de liberación de las cadenas de la explotación imperial, durante casi 60 años Venezuela no ha conocido sino variantes del socialismo, los gobiernos socialistas en el ejercicio del poder, sin excepción, han controlado de manera férrea la economía y los emprendimientos en el país, y nunca han permitido que se desarrollara una economía de libre mercado.
Con el socialismo llegó un temor reverencial al capitalismo y se miraba con desconfianza que empresas extranjeras prosperaran, que empresarios nacionales construyeran grandes industrias y comercios, que las personas fueran dueñas de sus patrimonios, siempre, de alguna forma, el estado estaba controlando, permitiendo, supervisando las actividades de los ciudadanos emprendedores, sólo con el aval del gobierno era posible ser exitoso.
El estado, por medio de los gobiernos de turno, siempre se reservaban los negocios más productivos, bajo el principio que toda la tierra y lo que hubiera debajo o encima pertenecía al estado, a los políticos socialistas había que tenerlos como socios, amigos o pagarles lo que pidieran, la ideología socialista revestida de nacionalismo era y es el verdadero motor de la economía, con esta estructura de negocios se hizo posible que algunos venezolanos pudieran más o menos independizarse del estado, y que al cabo de un tiempo, contáramos con una pequeña clase empresarial.
Pero lo usual era que hubieran cambios de gobierno, por lo tanto cambios de intereses, de empresarios, de negocios, todo dictado desde la política socialista de los partidos que llegaban por elecciones al poder, y con ello hubo reacomodos y cataclismos, los nuevos gobiernos eran cada vez más agresivos y si no gustaban de los empresarios del anterior gobierno, los quebraban, les intervenían las empresas, les cambiaban las reglas del juego, fue así como al país se le fue llevando poco a poco hacia la ruina y casi, a su desaparición como nación.
Hemos estado en manos de partidos socialdemócratas, demócratas cristianos, de los socialistas, de los comunistas, de los militares rojitos, de radicales, de progresistas y moderados, de reformistas y revolucionarios, de filósofos y pragmáticos, de cristianos y brujos, pero todos, todos, eran socialistas… que por sí mismos, o en coalición, han participado en la ruina colectiva de la patria debido, que parten de la misma ideología, de su mismo asco al capitalismo que los dejaría fuera del juego de los negocios.
Para todos estos socialistas hasta el día de hoy comulgan en del mismo concepto de un estado petrolero al servicio del bienestar público, o sea, un estado fuerte manejando los dineros que pertenecen a la nación, para la realización de la justicia social.
En principio es imposible ser socialista con una actividad como la petrolera como fuente principal de recursos para el presupuesto nacional, y es imposible porque el negocio petrolero es lo más capitalista y salvaje que existe en el mundo, y eso se pega, lo ha usado Chávez de la manera más imperialista posible, como extorsión a otras naciones, como arma hegemónica para imponer sus ideas, lo ha utilizado Maduro para imponerle a su familia un tren de vida que ningún socialista hubiera creído posible.
Y aquí viene la primera gran ficción, Venezuela es socialista porque “todo” lo maneja el estado, como si la buena intensión de algunos pocos hombres y mujeres en el gobierno, manejando el poder a puertas cerradas, con fondos “para el desarrollo social” y otros artilugios demagógicos para evitar el control y el rendimiento de cuentas, fuera suficiente para garantizar la “justa distribución de la riqueza”.
La segunda gran ficción, el socialismo es la “única” manera de hacer una justa redistribución de la renta petrolera para beneficio de todos.  Pero el que quiera ver los resultados de este último lustro en cuanto al desarrollo del país se dará cuenta, si no se venda los ojos con el fanatismo, que esa ha sido la gran mentira por la sencilla razón que los socialistas, que son pésimos administradores y hacen del gobierno una ejercicio de corrupción, son, invariablemente, los que han propiciado un hiper-estado, en detrimento de la sociedad civil organizada.
La tercera y última ficción, la justicia social no existe. Los conceptos de justicia social de las encíclicas papales y la más científica de ellas, la desarrollada por el profesor de derecho de Harvard y connotado hombre de izquierda, el norteamericano John Rawls, no pasan de ser sino constructos sobre las ideas del igualitarismo, donde invariablemente se justifica quitarle a los que tienen, para darles a los que no, lo que jamás a resuelto las desigualdades, y que, llevadas al extremo (como en el presente en Latinoamérica), hace imposible la creación de riqueza y la prosperidad material de los pueblos, por la sencilla razón que la ideología socialista se basa en la injusticia.
No es fácil vivir la vida de acuerdo a los preceptos socialistas, de humildad, desprendimiento, austeridad, no acumulación de riqueza, solidaridad, participación de otros en el poder.
Pero también en lo social, en lo macro, el socialismo tampoco es posible, las necesidades superan siempre a los recursos disponibles, y la repartición no soluciona la desigualdad, que es un hecho de la vida que ni el derecho ni la conciencia revolucionaria han podido solucionar, por ello es que la pobreza siempre existirá; distribuyes por igual a todos y a las pocas horas ya hay gente que perdió lo que le correspondía y otros que han doblado y triplicado su parte, empezando por los burócratas socialistas, que llegan sin fortuna al poder y salen multimillonarios.
La cultura socialista o es para los muy tontos, o para los muy “vivos”, no hay término medio, no da soluciones sino que agrava los problemas, crea falsas esperanzas, confunde a las personas de buena voluntad y las convierte en seres violentos buscando culpables de su situación, que para los socialistas siempre son los ricos, los capitalistas y los empresarios.
Hemos pasado estas últimas décadas dándonos la cabeza en contra de la pared del socialismo y lo que nos ha traído es mayor pobreza, menos oportunidades, desabastecimiento, corrupción, barbarie… entonces, ¿Para qué seguir insistiendo? ¿No es absurdo seguir perseverando en una fórmula que no ha dado resultado en ningún lugar del mundo, en ninguna época? 
Repartición del socialismo (rojo) en el mundo
Esos “socialismo nórdicos europeos” que han tenido algún éxito en sus gestiones, ha sido porque han mantenido el libre mercado, es decir, no son socialistas sino en la manera como redistribuyen la renta nacional, los dineros que el gobierno recoge vía impuestos (que son elevados), los redistribuye para ayudar a los que menos tienen, convirtiéndose en estados-benefactores que aunque siguen siendo ineficientes, muy costosos e injustos, mantienen una seguridad social (que no es justicia social) universal y de cierta calidad.

Es por todos ello que una vez más le urjo al pueblo de Venezuela, que se olvide de cualquiera de las versiones que existen del socialismo y tratemos algo diferente, ser unos buenos capitalistas pudiera ser un buen comienzo. -   saulgodoy@gmail.com

1 comentario:

  1. Mejor botón para la muestra son Cuba y ahora Venezuela, donde el reparto de la riqueza dependiente del Petróleo y correspondiente al pueblo, se ve en una cola para mendigar el alimento diario de la familia. mientras los altos jerarcas hacen mercado en las islas cercanas y llenan sus bolsillos con dolares del Estado.

    ResponderEliminar