miércoles, 20 de enero de 2016

El país chavista, una apreciación


Estamos viviendo en el país que el chavismo siempre soñó y para el cual trabajó tenazmente durante todos estos años, un mundo donde la inseguridad reina a todo nivel, con un desabastecimiento alarmante, entre cortes de electricidad y apagones, con una caída importante del empleo, con una inflación galopante, en medio de desastres ecológicos, donde nuestra gente se muere si se enferma.
Vamos de epidemia en epidemia, endeudados por las próximas cuatro generaciones que aún no nacen, llenos de chatarra militar que continuamos comprando sobrevalorada sin ton ni son, con niveles de corrupción que dan ganas de llorar, sin poder acceder a las medicinas comunes de un mundo civilizado, con hospitales que se caen a pedazos y una educación que produce iletrados, flojos y socialistas.
No sigo porque me deprimo. Pero ese es el país que tenemos gracias a los gobiernos de Chávez y, ahora, de Maduro. Visto en retrospectiva uno se pregunta ¿Valió la pena tanta trampa electoral, tanto ventajismo y tanta hemorragia de dinero para continuar en este descenso al infierno?
¿Está “el pueblo” ahora contento, aliviado de sus rencores y odios hacia los sectores productivos, tecnócratas y democráticos? ¿Queda alguien por arruinar? ¿Queda alguien útil en el país a quien perseguir?
Cuando un país llega a estos extremos, en que ni siquiera papel toilette se consigue, donde toda la televisión, toda, está plegada al régimen y enmudecida ante el desastre, donde la gente parece
adormecida y contenta de que la tengan viviendo en medio del caos y del desorden, es cuando uno se percata de que algo no funciona con nuestro modelo democrático. Qué prueba más contundente y precisa de que el pueblo sí se equivoca y garrafalmente.
Pero sucede que el pueblo de Venezuela, luego de tanto sufrimiento, explotación y abuso de los socialistas bolivarianos, ha corregido su decisión, la gente no puede vivir encerrada en sus casas mientras hay un tiroteo entre bandas de antisociales en la calle de enfrente, las personas decentes no aguantan su indignación cuando se enteran que un ladrón en Houston vive en una mansión de 5 millones de dólares y que tienen cuentas que no puede explicar por mil millones, dinero que se presume robado a la estatal petrolera en manos de Maduro, Diosdado y Ramírez.
El pueblo sigue enterándose de la catadura del chavismo que promociona, defiende y cuenta con personas desequilibradas, ladrones, pedófilos, homofóbicos, asesinos, mentirosos, terroristas… la hez de la humanidad parece haber sido reunida entre las filas del PSUV y puestas a gobernar en medio de una crisis dantesca, creada por ellos mismos donde la gente muere como moscas.
Y aquí está el detalle, éste régimen, éste gobierno liderado por Nicolás Maduro Moros en nombre del socialismo más retrógrado, enarbolando la bandera del castrocomunismo, pretende seguir en el poder en medio de una matanza sin parangón en nuestra historia.
Cuando esto termine, y va a terminar, los venezolanos caeremos en cuenta del genocidio que fue perpetrado en nuestra contra por una ideología diseñada para la destrucción de la civilización, con coautoría de movimientos y personalidades internacionales, de gobiernos que se creen de avanzada y lideres en movimientos sociales humanistas, pero que en realidad han financiado, apoyado, prestado asesoría y defendido a uno de los regímenes más oprobiosos y criminales de este principio del siglo XXI.
Afortunadamente otros gobiernos han reaccionado, igualmente asqueados de tanta vileza y maldad, han acusado, señalado, intervenido, denunciado un desastroso caso para la convivencia latinoamericana, un régimen como el de Maduro es sumamente tóxico para el subcontinente, un pésimo ejemplo a seguir que podría destruir la democracia y los logros civilizatorios alcanzados, de allí su gran temor y la fuerza de sus acciones.
Venezuela será, por muchos años, el ejemplo del fracaso viviente de las políticas de integración y de desarrollo regional impuestos por ideología, más que por intereses humanos comunes, de promoción de la democracia como excusa para imponer la censura, de experimentos sociales que lo que hicieron fue promover la criminalidad y la miseria, proyectos económicos inventados por locos que lo que hicieron fue era canibalizar la productividad del país.
Qué terrible historia ésta de la solidaridad latinoamericana, que terminan por hundir a una nación amiga, sin que se encendiera ni una sola alarma, ni se desplieguen mecanismos de seguridad y atención a una emergencia como la provocada por el chavismo.
Yo no quisiera pertenecer a una comunidad así.
¿Quiénes son estos chavistas? No son extraterrestres, no aparecieron de la nada, estuvieron viviendo con nosotros todo este tiempo y, cuando se presentó la oportunidad, sacaron sus garras y sus fauces de lobo y destruyeron todo a su paso; no me queda sino figurarme que los chavistas son los hijos malogrados de más de un lustro de democracia, de gobiernos que, supuestamente, estuvieron comprometidos con sembrar conciencia, la mínima, para no “auto suicidarnos”.
Estos militares que hoy destruyen el país, fueron educados, preparados, alimentados, mantenidos y armados por gobiernos que, continuamente nos decían, se trataba de una fuerza armada al servicio
de la Constitución y las libertades, que jamás traicionarían su juramento de defender a la patria.
Estos comunistas que se autodenominan humanistas, patriotas, defensores del proletariado ¿A dónde han llevado al país?; todo ese socialismo democrático, todo ese cristianismo mil y unas veces
proclamado ¿Para qué ha servido? ¿Para llenar nuestras calles de cadáveres y mutilados, de hogares aterrorizados con la caída del sol, de cárceles con prisioneros políticos y enfermos desahuciados en las salas de espera de los hospitales, de largas filas para conseguir un pollo?
Todo fue un engaño, una puesta en escena, pura propaganda, con todos esos artistas revolucionarios cantando sobre la paz y el amor, enalteciendo a un hombre que se la hacía pasar por santo, mientras su familia vive con los lujos más ostentosos, para distraer la atención de las morgues, de los hogares en luto, de los criminales afilando sus cuchillos…
Muerte, muerte, muerte, espectáculos necrófilos, mausoleos, exhumaciones, pomposos funerales, cenotafios a más muertos, soldados sin tumba, héroes caídos en batallas, enfermos terminales gobernando por tweeter, honores a los caídos, recordatorios de masacres, pistoleros elevados a héroes, víctimas innombrables, mártires dejados morir de hambre, fiscales asesinados por miedo, jueces agonizantes en sus prisiones…
De eso se trató el chavismo, eso era lo que predicaba Hugo Chávez, no era amor ni solidaridad, su interés no eran los pobres, su patria no era Venezuela así supiera rimas del poema folclórico Florentino y el Diablo y las recitara de memoria, Chávez fue un delincuente, de esos que le gusta tanto al pueblo ignorante, un Robin Hood invertido, que robaba al pobre para hacerse ellos ricos, no se puede admirar a un estafador ni se debe tener en estima a un mentiroso, pero la gente que insisten idolatrarlo, lo hace, porque los retrata.
Ahora resulta que teníamos a ese monstruo adentro, alimentado por rencores y agravios históricos, lunáticos y licántropos, ignorantes para quienes la palabra moral es el nombre que se le da a una muela, que cambiaron el léxico para quitarse el “negro” y que usaron en nombre de Simón Bolívar para justificar cualquier crimen en contra de la patria, hasta al padre de la patria le cambiaron el rostro.
Pero el país no tenía anticuerpos para defenderse de esta peligrosa enfermedad, carecíamos de líderes que pudieran coordinar las acciones, la mayor parte de los intelectuales estaban rumiando en los pastizales de la izquierda, no había consciencia de lo que significaba defender principios y valores, el país estaba acostumbrado a una democracia procedimental, de actos electorales, de política de cafés y restaurantes, de partidos políticos que se la pasaban visitando los medios y metidos en un estudio de televisión, había dos política en el país, una virtual e ideal, otra de la calle y “malandra”, ninguna nos servía ante la amenaza violenta y sibilina del castrochavismo.
Diecisiete años después, el gobierno de Maduro aferrado a la ideología marxista pide se le apruebe un decreto de emergencia económica donde exige poderes absolutos para terminar de hundir al país en su enfermiza fantasía comunista, y no contento con esto, nombra un gabinete económico representado por figuras maltrechas, interesadas y fanáticas con el único propósito de infundirle terror a la población, estos sacerdotes del comunismo serán los responsables de cortarle la garganta a la economía y mostrarle el cuchillo ensangrentado al pueblo.
“Jódanse-parecieran decir- muéranse de hambre, lo importante es salvar a la revolución”.
Todavía hay un camino que desciende aún más abajo en el oprobio, arrastrarnos como sierpes, comernos nuestras excretas y todavía declarar que estamos sometidos a una guerra económica.
Mi desprecio a todos los chavistas, incluso a los latinoamericanos que intentaron llevar a todo el continente en una marcha hacia la oscuridad, de vuelta a la adoración de los líderes nacionalistas, de las creencias animistas de ídolos olvidados, de reivindicaciones históricas que nadie recuerda, de patrias grandes con tufillo habanero, de organizaciones de obreros internacionales de izquierda que se reúnen para repartirse el botín del saqueo continental, de militares y guerrilleros “buenos” porque matan por el che y por el dólar, e igual, esclavizan y aterrorizan a sus pueblos.
En este mundo de paranoia que han creado, en esta Venezuela que querían, digna de esclavos y de gente roñosa, que es el legado de esta revolución que está por terminar, ustedes serán recordados como los espantapájaros que puso Maduro antes de su aparatosa caída, serán el ejemplo indigno de los burócratas del PSUV que se atrevieron a seguir con sus maldades, nombrando jueces espurios, constituyendo parlamentos comunales para desconocer la voluntad popular, designando defensores del pueblo abominables, aprobando leyes a la carrera, decretos de emergencia económica para simplemente hacer lo que hacen esos insectos parásitos y hematófagos conocidos como ladillas, infectadas del vómito negro, no pasan de allí.
Estos son los ejércitos de la noche que aúllan del horror con una estaca en el corazón y todavía creen que han hecho algo grande y digno.   –    saulgodoy@gmail.com


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