jueves, 14 de enero de 2016

La consciencia ¿Qué es?



Nunca ha cejado de discutirse en el mundo académico el delicado tema sobre la libertad humana ¿Existe realmente la libre voluntad en el hombre?, la respuesta a esta pregunta valida gran parte de nuestros valores e instituciones morales, nuestro lugar en el mundo. Es por ello que artículos como el del Dr. Thomas W. Clark, Miedo al Mecanismo (Journal of Conscionsnees Studies, 1999) resultan particularmente “peligrosos” para algunos sectores de la intelectualidad contemporánea.
En su largo y muy bien fundamentado trabajo, Clark concluye que el hombre está sujeto a la camisa de fuerza estímulo-respuesta de un organismo que depende en gran medida de su sistema nervioso.
Que esa sensación de que hay “alguien” operando nuestra personalidad, es solo un truco que nos juega el cerebro haciéndonos creer que tenemos voluntad sobre nuestros actos.
Si el hombre no es consciente de sus actos y por lo tanto, responsable de sus consecuencias, entonces los conceptos de justicia social y responsabilidad penal, tan importantes para nuestro orden social, estarían en entredicho.
Pero el asunto va más allá, atañe a nuestras creencias religiosas, determina incluso la existencia o no de Dios.
Los actuales avances científicos en la neurociencia, apuntan a que el hombre es mucho menos libre de lo que el humanismo ilustrado nos había hecho creer.
Kant y Schopenhauer jamás tuvieron a disposición el cúmulo de data científica que sale hoy de laboratorios especializados, y que estudian la acción del cerebro tanto en sus grandes estructuras como en neuronas individuales; todo parece indicar que incluso, el comportamiento controlado por una persona, tiene una antesala física (biológica).
La voluntad es cuantificable y localizable, el cerebro lo que hace es trasladar deseos (que son producto de percepciones neurales) en acción motora, la cual, está a su vez imbuida en una compleja red de estímulos físicos y sociales.
El gran aporte del lingüista Noam Chomski, por ejemplo, fue señalar que las estructuras semánticas están determinadas biológicamente, es decir, el lenguaje y sus productos, conceptos y significados, son solo subsistemas neurales.
Con estos subsistemas nerviosos es que recogemos información del ambiente y actuamos, incluso en condiciones que demandan respuestas en oportunidades limitadas de tiempo, lo que sucede es que dentro de todo este modelaje de interacción, nuestro cuerpo produce residuos neurobiológicos (epifenómenos), que nos dan esa sensación de existe un centro de control, un yo que goza de libertad, y es ese sentimiento de pertenencia y empoderamiento de nuestro cuerpo, que nos hace creer que somos personas independientes e íntegras.
La sensación de ser alguien en particular, escogiendo libremente y que produce un carácter específico, son explicable por medio epifenómenos accesorios, sin necesidad del alma, el problema es… que los cerebros no van al cielo.
Con esto el hombre deja de ser primera causa, causa original de ningún acto, Causa sui, como pretende la tesis del dualismo y que sostiene la preeminencia de un alma sobre el cuerpo.
El pensador francés Michel Bitbol destacó la diferencia entre sentir y registrar, una cosa es estar en un cuarto y decir “Tengo calor” y otra precisar “La temperatura de éste cuarto es superior al punto de ebullición del alcohol”. La primera impresión trata de concientizar la relación de mi cuerpo con el medio ambiente del cuarto, la segunda es una objetivación, sujeta a validación por medio de un instrumento, de un hecho objetivo.
Ese fenómeno de sentir a una conciencia en acción, es lo que los filósofos llaman qualia, es decir, todo ese marasmo de sentimientos, emociones y sensaciones subjetivas que nos hacen ver al mundo desde nuestro punto de vista, es prácticamente lo que nos diferencian de los zombis.
Miedo al Mecanismo, es el miedo que sentimos los que apoyamos la tesis de la libre voluntad, de la realidad vista por nuestra conciencia cuando nos vemos ante la evidencia del determinismo biológico que explica, que el estar conscientes y que esa sensación de que nuestras intenciones agencian nuestras acciones, son solo eso, sensaciones, algo parecido, aunque un poco más complejo que un escalofrío.
Para rematar estos investigadores nos dicen, que hasta los momentos no se ha probado científicamente la existencia del alma, ni  los poderes mentales, ni de la influencia de la oración en los eventos físicos; el día que empiece a surgir información confiable y repetible en condiciones controladas de estos fenómenos, entonces ellos harán silencio.
Galileo escribió en 1623 “Si los oídos, las lenguas, y las narices fueran removidas, Soy de la opinión que las formas, cantidades y movimientos permanecerían, pero sería el fin de los olores, de los gustos y sonidos.”
Para Galileo las formas, cantidades y movimientos no eran simplemente objetos de la ciencia sino que era la realidad primaria, una realidad que contradecía la de las creencias religiosas del momento y la de las conciencias de los magistrados de la Inquisición.
Toda la información clínica que se está produciendo en los laboratorios y centros de investigaciones del mundo, fortalece la tesis del Miedo al Mecanismo. – saulgodoy@gmail.com






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