lunes, 29 de febrero de 2016

La filosofía perenne


La biógrafa de Aldous Huxley (1894-1963), Doireann MacDermott dice algo muy interesante sobre el momento en que Huxley escribió ésta obra, ya llevaba tres años viviendo en California, en sus muchas paradas tuvo la fortuna de vivir al borde del desierto de Mojave en plena Segunda Guerra Mundial,  su acusada miopía lo hacían no apto para ninguna función militar, de hecho estaba casi ciego, un médico, por medio de una terapia experimental había podido rescatar el 50% de visión de uno de sus ojos y la recomendación fue estar en lugares iluminados, de atmósfera muy limpia.
Por otro lado, era abrumadora, para el escritor, la comprensión a distancia de los eventos que sacudían su querida Europa, Huxley mejor que nadie entendía lo que se jugaba la humanidad en esa guerra en contra del nazismo, su visión del futuro era pesimista por lo que su interés se concentró en cosas que no eran de este mundo, sostenía la necesidad de que el hombre cultivara con más ahínco su parte espiritual “El mundo sería aún más horrible de lo que es si no fuera por la existencia de una minoría teocéntrica entregada a una actividad totalmente distinta de la que es propia de una mayoría antropocéntrica”
De las cosas que hizo, según le reportó a la escritora Victoria Ocampo, fue leer la vida de Santa Teresa y de San Francisco de Sales, en Los Angeles había hecho contacto con la Sociedad Vandata y con el Swami residente, hizo un profundo trabajo de investigación sobre El Libro de los Muertos y nunca dejó de lado sus extensos estudios sobre el budismo.
Pero volvamos al comentario de la señora MacDermott sobre aquellos años en la localidad de Llano, donde Huxley y su mujer María encontraron una pequeña finca donde vivieron como pioneros, con agua suministrada por un molino de viento, con una pequeña planta eléctrica, un horno que en base a espejos y con la luz solar los ayuda a cocinar, debido a los racionamientos de gasolina y de cauchos, los viajes a la ciudad se hacen escasos al igual que las visitas, “Quien haya transitado por los desiertos del suroeste de los Estados Unidos habrá experimentado sin duda la extraordinaria sensación que producen aquellas vastedades, apenas pobladas de arbustos y yerbas aromáticas, con algún que otro promontorio sobre el horizonte y bajo la inmensidad de un cielo que obliga a pensar en el infinito. En pocos lugares del mundo debe imponerse, como allí, la inmanencia de Dios y de lo eterno. Paseando por aquellos parajes, espirando en medio de absoluto silencio sus aires diáfanos, no es extraño que Huxley llegara a una nueva comprensión de los místicos que durante años había considerado con interés y simpatía, aunque siempre con cierto reparo”.
He aquí a unos de los ingleses más cosmopolitas de su tiempo, estacionado en uno de los lugares más agrestes del mundo, viviendo una vida de lo más sencilla y pensando sobre profundos asuntos metafísicos, el resultado no pudo ser más extraordinario, en 1945, Huxley publica su obra La Filosofía Perenne.
No pude menos que entender aquellas circunstancias ya que en 1976, luego de mi graduación en Western Michigan University, realicé, un viaje iniciático, siguiéndole los pasos al brujo Carlos Castañeda por el desierto de Mojave y de Sonora, y efectivamente, son desiertos cargados de poder y de una energía única.
Se trata de un trabajo de recopilación y comentarios del autor sobre un conjunto de textos de diversos autores y culturas que tienen que ver con esa búsqueda de Dios, entendido como una experiencia, un estado del ser de carácter místico, de elevación espiritual hacia los confines de una realidad divina.
De manera arbitraria y de su gusto muy personal, escoge textos breves de autores occidentales y orientales, allí encontramos comentarios del maestro Eckhart, de San Bernardo de Claraval, Sebastián Castelio, William Law, San Juan de la Cruz, Hans Denk reunidos con referencias a textos hindúes de obras como el Bhagavad Gita, los Upanishad, el Libro Tibetano de los Muertos, autores sufíes del Islám, místicos chinos como Lao Tzu y Chuang Tzu, entre otros.
Huxley ya había hecho algo parecido pero con poetas en su obra Textos y Pretextos, el resultado es de muy variada índole, para algunos ilustra de manera notable como esta búsqueda por la divinidad y estados místicos, realizados por personas altamente capaces y entrenadas para esta tarea, resultan en una serie de experiencias que le dan un sentido profundo a la vida, y allí están sus impresiones de ese viaje.
Para otros es la prueba de un esfuerzo continuado de unos 25 siglos de los humanos en tratar de aprehender ese mundo primordial y de misterio que pocas veces nos toca pero que está allí gravitando en toda la existencia, como fibra fundamental del universo.
Aún hay, quienes solo ven el enorme conocimiento de este enciclopedista moderno, por libros como éste es que muchas personas se enteran que existen autores y obras que se han atrevido a llegar tan lejos, Huxley definitivamente era un sabio en todo el sentido de la palabra y éste libro es prueba de ello.
Yo comulgo con las tres impresiones, y como mucho antes que Huxley lo describió Leibniz, sí existe ese nivel de existencia y esa filosofía perenne que tiene que ver con las fuentes de la moral, de la psicología y de la trascendencia.
Huxley aboga por las prácticas de una vida contemplativa, las sociedades evolucionadas las permiten ya que es la única manera de advertir la Totalidad de la existencia, y las permiten brindando las condiciones de vida necesarias para iniciar esta búsqueda que no son otras que el ambiente político, de libertades, de satisfacción de las necesidades materiales y de conocimiento suficientes para que la persona inicie el camino.
Voy a terminar esta breve reseña de un libro que me es caro, recogiendo las palabras de Huxley en el libro y que atañes a nuestra actual situación en nuestro país, dice: “Los regímenes totalitarios justifican su existencia mediante una filosofía de monismo político, según el cual el Estado es Dios en la tierra, la unificación bajo la planta del divino Estado es la salvación, y todos los medios tendientes a tal unificación, por más perversos que intrínsecamente sean, son justos y pueden emplearse sin escrúpulos.  Este monismo político conduce en la práctica a privilegios y poder excesivos para unos pocos y opresión para la mayoría, el descontento en el país y la guerra con los países extranjeros… Tales emociones negativas son fatales para la vida espiritual”.  –


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