sábado, 27 de febrero de 2016

La Violencia simbólica


A medida que me adentro en mis estudios sobre sociología (disciplina que considero clave para la comprensión de la política) caigo en cuenta de que a partir de los años noventa, Francia nos legó una nueva camada de combativos intelectuales neo marxistas que recogieron las banderas de Sartre y compañía.
Este grupo de académicos se lanzaron con más furia que nunca en el ejercicio de la crítica sobre el capitalismo y la globalización, por ende, sobre la libertad y la democracia, por ende sobre el papel del Estado.
El sociólogo y pensador francés Pierre Bourdieu
Me refiero a Pierre Bourdieu (murió en el 2002), Loic Wacquant , Jean-Claude Passeron, J. C. Chamboredon, Luc Boltanski y tantos otros, que se encuentran en la vanguardia de la izquierda europea, y la verdad sea dicha, pocas veces en la historia la sociología ha contado con tantos brillantes intelectuales en ejercicio.
De todas esas fantásticas ideas que expresan estos estudiosos en revistas y libros de los conglomerados editoriales galos, que pretende de nuevo, asumir su liderazgo como fabricantes de alta cultura en el mundo (a pesar de que a Bourdieu le gustaba arengar a los obreros en paro, en sus fábricas), una de sus municiones gruesas en contra del liberalismo, es precisamente, la denuncia de un imperialismo cultural y de una violencia simbólica desatada por los Estados Unidos de Norteamérica.
Alegan que las fuerzas materiales del mercado son convertidas ahora en fuerzas simbólicas para el dominio de las mentes, y acusan al “stablishment” académico gringo de pervertir los significados profundos de fenómenos sociales nacionales con terminología, y hasta con racismo “made in USA”. 
El argumento va más o menos como sigue: Harvard y Yale inundan el mercado editorial y los circuitos de conferencias académicas del mundo con basura imperialista hechas en base a las experiencia locales de Massachusetts, New York o Los Angeles sobre todo, en temas muy caros para los neo marxistas europeos, como son la exclusión racial, de género, el movimiento feminista, el multiculturalismo, incluyendo sus versiones religiosas y la participación de las minorías en la política, estos temas locales en USA, los profesores gringos los entienden y los explican como “globales”, introduciendo en este afán- según los franceses- un elemento de perturbación y dominio sobre otras culturas.
Y debido a que las editoriales académicas en los EEUU son vastas y poderosas, asumiendo la publicación de incontables volúmenes sobre cultura y ciencia, con sus circuitos de conferencistas a nivel global, con el apoyo de diferentes canales de televisión y radio, con un periodismo especializado que ayudan a divulgar estas nociones, con el aparentemente inacabable financiamiento de fundaciones privadas y públicas, que no solo pagan las investigaciones, las publicaciones, sino que convierten a sus profesores en “estrellas” invitadas en las principales universidades del mundo, verde envidia es lo que sienten cuando se dan cuenta que los EEUU tiene una verdadera maquinaria cultural.
Se les fundió el cerebro a estos sociólogos galos, no ven la viga en su propio ojo, se les olvida que luego de la post guerra, fueron ellos los que inundaron al mundo con propaganda comunista y postmodernismo barato para ocultar el fracaso del marxismo luego de la caída del muro de Berlín, que fueron sus editoriales, universidades y profesores quienes dominaron el mundo cultural con sus apologías y trucos semánticos para desvirtuar la realidad, que incluso infiltraron a las mismas universidades gringas y establecieron cabezas de playa en las escuelas de humanidades, en las que aún hoy en día se siente su influencia, pero como perdieron la primacía en el mundo de las publicaciones académicas, ahora andan diciendo que son los otros, los violentos simbólicos.
El profesor norteamericano de filosofía Stephen R. Hicks en su obra, Explicando el Postmodernismo, hace una severa crítica al stablishment cultural europeo al destacar, que fueron precisamente algunos de estos académicos europeos, sobre todo franceses e ingleses, mayoritariamente marxista renacidos como fueron Michel Foucault, Jacques Derrida, Jean-Francois Lyotard, Jacques Lacan, Stanley Fish, Catharine MacKinon, Andrea Dworkin entre otros muchos, los primeros en beneficiarse de esta apertura de la academia gringa y como las universidades pagaron su precio, al ver degradadas sus visiones del mundo.
Para Hicks, el postmodernismo fue como una inyección de veneno en las mentes de los universitarios norteamericanos, el daño lo resume en una famosa frase de Foucault: “Todos mis análisis son en contra de la idea de las necesidades universales en la existencia humana… no tiene ningún sentido hablar en el nombre- o en contra- de la Razón, la Verdad o el Conocimiento”
La izquierda norteamericana fue la gran beneficiada de esta influencia, profesores como Richard Rorty de la Universidad de Yale fue uno de los principales promotores del postmodernismo en su país, como un reguero de pólvora este neo-marxismo se apoderó de los principales centros de enseñanza universitaria, pero las contradicciones entre la utopía socialista y la realidad eran demasiadas, no bastaba criticar la estructura y el contenido del lenguaje, no era suficiente ir en contra del machismo y el patriarcado, mucho menos criticar las leyes del mercado; el colectivismo, en cualquiera de sus formas siempre terminaba en pavorosos totalitarismos, los socialismos mejor intencionados resultaban en crisis económicas insolubles y en el empobrecimiento general.
Gracias a la tradición de la ilustración europea, al racionalismo y sobre todo al enorme arraigo del individualismo y al desarrollo de la ciencia, la academia norteamericana pudo contra restar las perversas influencias del postmodernismo.
El otro punto que no entiendo de la crítica de los sociólogos franceses, es que precisamente, con el entendimiento de lo local se pueden hacer inferencias universales, para no usar la palabra global, que tanto les enferma, ingenuo aquel que toma una explicación sociológica de una realidad particular en todas su dimensión para entender la suya, pero en la esencia de cualquier experiencia, sobre todo las del cuerpo social, puede ayudarnos a explicar la nuestra sin que exista una intención de dominio cultural.
No veo porque una experiencia obrera en una fábrica de la Renault en Francia sea más universal que una de un trabajador de la Apple en Cupertino, California, o la de un trabajador en una mina de Suráfrica, aparte de las condiciones propias de sus trabajos y legislaciones, la experiencia del trabajo es básicamente la misma, creo más bien que se trata de chauvinismo por parte de la intelectualidad francesa, o de una frustración.

Este problema del dominio cultural de una nación sobre otra por el simple hecho de una mayor productividad o que cuente con mejores recursos, lo hacen ver como una guerra entre complejos industriales culturales, esta opinión creo que responden a otros intereses que el del compromiso académico por acercarnos a la verdad.  -  saulgodoy@gmail.com

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