Fue uno de los periodistas que más he admirado, no solo por los múltiples temas que abarcaba sino por su estilo, por esa voz muy propia de uno de los críticos que enfrentó la modernidad y trató de darle sentido para nosotros, sus lectores.
A
Cristopher Hitchens (1949-2011) nacido en Inglaterra, radicado en norteamérica,
lo conocía por sus espléndidos artículos sobre la Guerra de Irak en la revista
Vanity Fair, prácticamente se convirtió en un corresponsal de guerra durante
los finales de la década de los ochenta; donde había conflictos y
manifestaciones políticas allí estaba Hitchens desentrañando los intríngulis de
complicadas maniobras, a veces étnicas, otras religiosas, otras simples
apetencias territoriales de dictadores.
Recorrió
el mundo entero buscando sus historias, un periplo que lo llevó a sitios
peligrosos como Chad, Uganda, Sudan, los balkanes, sus opiniones no solo lo mal
dispusieron con factores de poder sino que puso su vida en peligro varias veces
frente a grupos terroristas y fundamentalistas, memorables sus defensas y
abnegada entrega en las causas de dos de sus amigos más distinguidos como los
eran los escritores, el escritor de origen egipcio Edward Said y Salman
Rushdie, este último condenado a muerte por una fatwa, decretada por haber publicado su libro Los Versos Satánicos.
Se
dice que Tom Wolfe se inspiró en su vida para recrear a su protagonista, el
periodista Peter Falow, en su famosa novela The Bonfire of Vanities (1987), el gran escritor norteamericano
Gore Vidal lo tuvo como su sucesor en el mundo de la crítica política, hasta
que Hitchens le devolvió el favor atacándolo, por sus opiniones apoyando las
teorías conspirativas que rodearon los ataques terroristas en New York el 9-11.
En
varias ocasiones y en diferentes puestos, su nombre apareció como uno de los
intelectuales más influyentes en las listas norteamericanas y europeas, se
convirtió en una celebridad televisiva y
era un perenne invitado en programas de entrevistas sobre temas políticos y
culturales.
Hitchens
protagonizó un curioso programa de televisión para Vanity Fair, donde se
sometió a la tortura del ahogamiento por agua, que en ese momento era usado en
Irak por tropas norteamericanas, y contribuyó de manera definitiva a que este
método fuera prohibido como método de interrogación de prisioneros de guerra.
El
científico evolucionista Richard Dawkins lo reconoce como uno de los oradores
más brillantes de su generación y uno de los periodistas más cultos y con un
cuidado por el lenguaje y el estilo comparable al de George Orwell, de quien,
por cierto, Hitchens era un estudioso, según queda demostrado en su excelente
libro Porque Orwell es importante (2002).
Hitchens
estaba publicitando su libro de memorias Hitch
22, en New York, junio del 2010, cuando un repentino ahogo le sobrevino en
su hotel con un intenso dolor en el pecho, fue llevado a emergencias donde le
dictaminaron una efusión pericardial, que luego fue diagnosticado como un
cáncer del esófago.
Murió
el 15 de diciembre del 2011 en la ciudad de Houston.
De
los aspectos que caracterizaron su interesante vida, quiero hacer mención a dos
de ellos que de alguna manera están muy relacionados, el primero es que
Hitchens era un ateo confeso y militante, al punto que fue uno de los famosos 7
jinetes del ateísmo en Norteamérica, desarrollando durante su misión por un
mundo sin religión, una serie de argumentos y críticas recogidos en varios de
sus libros, en especial, Dios no es
grande (2007), en los que ataca sin consideración las creencias, para él,
supersticiosas, infantiles y peligrosas que sustentan el cristianismo, el
judaísmo y el islamismo, en otro de sus libros harto polémico, La Posición del
Misionario, Madre Teresa, en teoría y práctica, critica de manera descarnada a
la monja por su prédica de que la pobreza es un regalo de Dios, y por
inculcarle a las mujeres en la India, que su ciclo reproductor no era para ser
controlado por ellas, prohibiéndoles el uso de contraceptivos, del aborto y de
cualquier otro método para evitar el embarazo, que en su opinión, causó mucho
más daño que bien durante su vida y para colmo fue canonizada.
En su
último libro, Mortalidad (2012), es
un recuento pormenorizado de sus últimos días enfrentando la enfermedad y la
muerte, con un deje irónico nos cuenta como sus más connotados oponentes, con
los que discutió sobre religión en programas de televisión y en debates
públicos, rabinos, obispos, mulás, predicadores evangélicos del sur profundo de
los EEUU, creacionistas, etc., le llamaban a su habitación del hospital para
decirle que sus oraciones estaban con él, que estaban pidiendo en sus iglesias
por su recuperación y hasta por un milagro, pero él tenía que poner de su parte
y convertirse para que fuera al cielo.
Cuando
murió donó su cuerpo para que se hicieran investigaciones científicas.
El
otro aspecto impresionante de su vida fue su oposición a toda idea, forma de
gobierno o gobernante que cultivara la ideología del totalitarismo, de
izquierda o de derecha, religioso o secular, de hecho estaba convencido que la
idea de un Dios todo poderoso, de la existencia de figuras como el Papa y las
otras cabezas de las iglesias, con sus privilegios de infalibilidad,
representante de Dios en la tierra y de obediencia debida, eran pésimos
ejemplos para las sociedades libres y democráticas, eran ideologías que
promocionaban indirectamente el totalitarismo político.
Decía
Hitchens de las religiones organizadas: “…
son las causantes de mucho del odio en el mundo… son violentas, irracionales,
intolerantes, aliadas del racismo, del tribalismo y del fraude, investidas en
la ignorancia son hostiles a la búsqueda en libertad, desprecian a la mujer y
son tiránicos con los niños… de seguro deben tener una gran culpa en sus
conciencias.”
Fue
uno de los primeros que advirtió y develó el totalitarismo islámico y el
peligro que representaba para Europa, defendió la intervención militar
norteamericana en Irak, aún siendo un visible representante de los intereses
del socialismo en el mundo (se reconocía como un marxista), tuvo la entereza de
apoyar proyectos y posiciones ultraconservadoras, atacó a Clinton, apoyó a
Bush, se enemistó con Kissinger, fue amigo de Blair y un furibundo opositor a
los privilegios de la corona británica.
Vivió
como quiso, su estilo de vida era bohemio, disfrutaba de la buena vida, de la
buena mesa y de lujos, tomaba y fumaba como un enajenado, fue acusado de
alcohólico varias veces, el siempre respondía que se veía obligado a beber para
no aburrirse de las otras personas.
Se
declaró bisexual, explicó que cuando su atractivo juvenil lo desertó, sólo las
mujeres lo querían, formó dos familias, publicó treinta libros y se convirtió
en uno de los autores más leído de su tiempo, su interés por la ciencia y la
cosmología quedaron demostrados en diversos artículos y con amistades que nunca
lo abandonaron, desde astrofísicos hasta genetistas, su médico de cabecera fue
el Dr. Francis Collins, uno de los investigadores del cáncer en los EEUU quien
lo trató con métodos experimentales.
Su
carrera y su vida se resumen en uno de sus pensamientos: “Mi propia opinión es suficiente para mí, y declaro mi derecho de
defenderla en contra de cualquier consenso, cualquier mayoría, en el lugar que
sea, en el momento que sea. Y el que no
esté de acuerdo con esto, puede agarrar un número, meterse en la cola y besar
mi trasero.”- saulgodoy@gmail.com
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