miércoles, 23 de marzo de 2016

Christopher Hitchens


Fue uno de los periodistas que más he admirado, no solo por los múltiples temas que abarcaba sino por su estilo, por esa voz muy propia de uno de los críticos que enfrentó la modernidad y trató de darle sentido para nosotros, sus lectores.
A Cristopher Hitchens (1949-2011) nacido en Inglaterra, radicado en norteamérica, lo conocía por sus espléndidos artículos sobre la Guerra de Irak en la revista Vanity Fair, prácticamente se convirtió en un corresponsal de guerra durante los finales de la década de los ochenta; donde había conflictos y manifestaciones políticas allí estaba Hitchens desentrañando los intríngulis de complicadas maniobras, a veces étnicas, otras religiosas, otras simples apetencias territoriales de dictadores.
Recorrió el mundo entero buscando sus historias, un periplo que lo llevó a sitios peligrosos como Chad, Uganda, Sudan, los balkanes, sus opiniones no solo lo mal dispusieron con factores de poder sino que puso su vida en peligro varias veces frente a grupos terroristas y fundamentalistas, memorables sus defensas y abnegada entrega en las causas de dos de sus amigos más distinguidos como los eran los escritores, el escritor de origen egipcio Edward Said y Salman Rushdie, este último condenado a muerte por una fatwa, decretada por haber publicado su libro Los Versos Satánicos.
Se dice que Tom Wolfe se inspiró en su vida para recrear a su protagonista, el periodista Peter Falow, en su famosa novela The Bonfire of Vanities (1987), el gran escritor norteamericano Gore Vidal lo tuvo como su sucesor en el mundo de la crítica política, hasta que Hitchens le devolvió el favor atacándolo, por sus opiniones apoyando las teorías conspirativas que rodearon los ataques terroristas en New York el 9-11.
En varias ocasiones y en diferentes puestos, su nombre apareció como uno de los intelectuales más influyentes en las listas norteamericanas y europeas, se convirtió en una celebridad televisiva  y era un perenne invitado en programas de entrevistas sobre temas políticos y culturales.
Hitchens protagonizó un curioso programa de televisión para Vanity Fair, donde se sometió a la tortura del ahogamiento por agua, que en ese momento era usado en Irak por tropas norteamericanas, y contribuyó de manera definitiva a que este método fuera prohibido como método de interrogación de prisioneros de guerra.
El científico evolucionista Richard Dawkins lo reconoce como uno de los oradores más brillantes de su generación y uno de los periodistas más cultos y con un cuidado por el lenguaje y el estilo comparable al de George Orwell, de quien, por cierto, Hitchens era un estudioso, según queda demostrado en su excelente libro Porque Orwell es importante (2002).
Hitchens estaba publicitando su libro de memorias Hitch 22, en New York, junio del 2010, cuando un repentino ahogo le sobrevino en su hotel con un intenso dolor en el pecho, fue llevado a emergencias donde le dictaminaron una efusión pericardial, que luego fue diagnosticado como un cáncer del esófago.
Murió el 15 de diciembre del 2011 en la ciudad de Houston.
De los aspectos que caracterizaron su interesante vida, quiero hacer mención a dos de ellos que de alguna manera están muy relacionados, el primero es que Hitchens era un ateo confeso y militante, al punto que fue uno de los famosos 7 jinetes del ateísmo en Norteamérica, desarrollando durante su misión por un mundo sin religión, una serie de argumentos y críticas recogidos en varios de sus libros, en especial, Dios no es grande (2007), en los que ataca sin consideración las creencias, para él, supersticiosas, infantiles y peligrosas que sustentan el cristianismo, el judaísmo y el islamismo, en otro de sus libros harto polémico, La Posición del Misionario, Madre Teresa, en teoría y práctica, critica de manera descarnada a la monja por su prédica de que la pobreza es un regalo de Dios, y por inculcarle a las mujeres en la India, que su ciclo reproductor no era para ser controlado por ellas, prohibiéndoles el uso de contraceptivos, del aborto y de cualquier otro método para evitar el embarazo, que en su opinión, causó mucho más daño que bien durante su vida y para colmo fue canonizada.
En su último libro, Mortalidad (2012), es un recuento pormenorizado de sus últimos días enfrentando la enfermedad y la muerte, con un deje irónico nos cuenta como sus más connotados oponentes, con los que discutió sobre religión en programas de televisión y en debates públicos, rabinos, obispos, mulás, predicadores evangélicos del sur profundo de los EEUU, creacionistas, etc., le llamaban a su habitación del hospital para decirle que sus oraciones estaban con él, que estaban pidiendo en sus iglesias por su recuperación y hasta por un milagro, pero él tenía que poner de su parte y convertirse para que fuera al cielo.
Cuando murió donó su cuerpo para que se hicieran investigaciones científicas.
El otro aspecto impresionante de su vida fue su oposición a toda idea, forma de gobierno o gobernante que cultivara la ideología del totalitarismo, de izquierda o de derecha, religioso o secular, de hecho estaba convencido que la idea de un Dios todo poderoso, de la existencia de figuras como el Papa y las otras cabezas de las iglesias, con sus privilegios de infalibilidad, representante de Dios en la tierra y de obediencia debida, eran pésimos ejemplos para las sociedades libres y democráticas, eran ideologías que promocionaban indirectamente el totalitarismo político.
Decía Hitchens de las religiones organizadas: “… son las causantes de mucho del odio en el mundo… son violentas, irracionales, intolerantes, aliadas del racismo, del tribalismo y del fraude, investidas en la ignorancia son hostiles a la búsqueda en libertad, desprecian a la mujer y son tiránicos con los niños… de seguro deben tener una gran culpa en sus conciencias.”
Fue uno de los primeros que advirtió y develó el totalitarismo islámico y el peligro que representaba para Europa, defendió la intervención militar norteamericana en Irak, aún siendo un visible representante de los intereses del socialismo en el mundo (se reconocía como un marxista), tuvo la entereza de apoyar proyectos y posiciones ultraconservadoras, atacó a Clinton, apoyó a Bush, se enemistó con Kissinger, fue amigo de Blair y un furibundo opositor a los privilegios de la corona británica.
Vivió como quiso, su estilo de vida era bohemio, disfrutaba de la buena vida, de la buena mesa y de lujos, tomaba y fumaba como un enajenado, fue acusado de alcohólico varias veces, el siempre respondía que se veía obligado a beber para no aburrirse de las otras personas.
Se declaró bisexual, explicó que cuando su atractivo juvenil lo desertó, sólo las mujeres lo querían, formó dos familias, publicó treinta libros y se convirtió en uno de los autores más leído de su tiempo, su interés por la ciencia y la cosmología quedaron demostrados en diversos artículos y con amistades que nunca lo abandonaron, desde astrofísicos hasta genetistas, su médico de cabecera fue el Dr. Francis Collins, uno de los investigadores del cáncer en los EEUU quien lo trató con métodos experimentales.
Su carrera y su vida se resumen en uno de sus pensamientos: “Mi propia opinión es suficiente para mí, y declaro mi derecho de defenderla en contra de cualquier consenso, cualquier mayoría, en el lugar que sea, en el momento que sea.  Y el que no esté de acuerdo con esto, puede agarrar un número, meterse en la cola y besar mi trasero.”-  saulgodoy@gmail.com
 




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