Desde hacía ya un mes podía ver desde mi casa el humo en las montañas aledañas a la población de Siquire en el Estado Miranda, era el humo producido por las quemas de parcelas de conuqueros, que preparaban el barbecho para la nueva temporada de siembras.
El
conuco, esa técnica y forma de vida tan apreciada y promocionada por la
revolución bolivariana, a la que distinguen como forma autóctona de hacer
agricultura, con supuestos atributos ecologistas, no pasa de ser una forma idealizada de
agricultura de subsistencia, una manera muy primitiva de sostener
alimentariamente a un grupo reducido de personas.
El
conuco se basa en una pequeña parcela, contentiva de una vivienda rural y un
lote de terreno donde por lo general se siembra tubérculos, algunos granos,
frutales y hortalizas, ha sido desde tiempos inmemorables la forma como la
familia campesina empobrecida se auto sustentaba, y que, con un poco de suerte
podía producir un excedente para intercambiar con los vecinos por otros
productos.
El
conuco utiliza técnicas muy precarias de producción, la más de las veces sin
riego de ningún tipo, utilizando herramientas manuales de labranza, sin
semillas certificadas ni fertilizantes ni plaguicidas, sin mayores pretensiones
que tener algo de comida en la mesa.
En
verano se queman las parcelas para limpiarlas y preparar el terreno para la
siembra, y lo que usualmente sucede es que el fuego se salga de control y queme
la vegetación a los alrededores.
Es
una forma de agricultura que utiliza el mínimo esfuerzo y trabajo, con los
elementos indispensables, se inclina por el monocultivo, no hay rotación
productiva por lo que los suelos se empobrecen rápidamente.
Es un
tipo de producción que se encuentra en un estadio intermedio entre el nomadismo,
propio de pueblos recolectores y cazadores, y el sedentarismo de asentamientos
propiamente agrícolas, la gente que vive de los conucos están en continuo
movimiento entre otras diferentes parcelas que activan según sus necesidades,
la mayor parte del tiempo las tienen abandonadas, “engordándolas” para
venderlas a buen precio, o las rentan, o las prestan a familiares en necesidad.
La
población de Siquire se encuentra como a 30 km., de mi casa, vivo en lo alto de
una montaña y tengo vista hacia los Valles del Tuy con lo que puedo abracar un
enorme territorio, en los días despejados puedo verla cadena montañosa del
parque nacional Guatopo de donde le viene una buena parte del agua potable a la
ciudad de Caracas.
Luego
de una semana de haber avistado las distantes fumarolas, el fuego había
avanzado justo a las colinas que hacían de límites con la urbanización, ya no
eran columnas de humo aisladas, ahora era una nube gris que presagiaban
problemas.
El
verano estaba particularmente intenso, he notado que desde el año 2000 hasta
hoy, los inviernos se han recortado y los veranos alargados, las lluvias han
sido pocas aunque intensas, con lo que la montaña, no ha tenido la suficiente
humedad para recuperarse del intenso calor estival.
El
suelo de los bosques en los alrededores está cubierto de una gruesa capa de
hojarascas secas, hay muchos árboles secos y enramadas en el piso, encender un
fuego en esta época es muy peligroso por la resequedad en el ambiente, sobre
todo entre 10 de la mañana y 3 de la tarde cuando el sol es más fuerte.
Hay
días en que la temperatura no baja de los 37
̊c., a la sombra, en la tarde la temperatura empieza a bajar y en la
noche hace frío.
Ya
había recibido reportes que por los lados de Barlovento y Caucagua,
relativamente cerca de donde estaba, los incendios forestales estaban fuera de
control, las montañas de los estados Miranda y Aragua estaban ardiendo con
furia, el incendio en el parque nacional Henry Pitier ya tenía dos meses
consumiendo vegetación, y es que para nadie es un secreto que el estado
venezolano carece del más mínimo equipamiento y personal capacitado para
combatir incendios forestales de manera coordinada y profesional, y al gobierno
pareciera importarle muy poco la destrucción de nuestro patrimonio natural.
El
humo de los incendios en la cercana región de Barlovento ya nos estaba
afectando de manera notoria, el viento por lo general sopla desde las playas de
Higuerote tierra adentro, pasando por Barlovento, y en una compleja red de
cañones y abras de la Cordillera Interna de la Costa, ese aire llega a Caracas
desde Petare y tomando la dirección hacia los valles de Aragua, siempre en
sentido este-oeste.
La
razón por la cual es esta época del año Caracas se llena de esa calima pesada,
el olor a quemado y se pueden ver esos espectaculares atardeceres rojos es
justamente este tránsito del viento llevando el humo de los incendios.
El
fuego entró por el lado este de la urbanización el 16 de marzo, quemando las
colinas lentamente, siguiendo la dirección del viento, alcanzó pronto los
primeros bosques, los vecinos había tomado las previsiones del caso, tener sus
parcelas limpias, agrandar los cortafuegos, estar pendientes… para el día
siguiente el fuego estaba sin control y arrasando con todo a su paso, los
vecinos entraron en pánico.
Muchos
propietarios de la urbanización se preparaban para pasar la Semana Santa en
familia en sus casas, una semana entera declarada por el gobierno como no
laborable, el asueto nos deparaba una desagradable sorpresa.
Somos
una urbanización eminentemente ecológica, estamos enclavados entre tres cuencas
del sistema Río Tuy, la cuenca de Arenaza, la de Güeime y la de Picháo. El lugar se distingue por sus bosques altos
lluviosos (la altura máxima es de 1.070 ms, SNM.) tenemos una de las pocas
colonias de cedro rojo que quedan en el estado Miranda, la cual es una especie
arbórea en peligro de extinción.
Una
gran cantidad de fauna es autóctona del lugar incluyendo pumas y cunaguaros
(pocos ejemplares) venados, osos hormigueros, báquiros, lapas, puercoespines,
monos aulladores, perezas, una enorme cantidad de aves, principalmente
tucusitos y pericos, gavilanes, lechuzas, paujís, querre-querres, tórtolas,
pájaros carpinteros, azulejos, muchas culebras sobre todo las mortíferas
macaguas, algunas tragavenao,
cazadoras, insectos, cualquier cantidad, uno más exótico que el otro, abundan
las arañas, escarabajos, comején, escorpiones, mariposas, abejas y avispas,
etc.
Los
vecinos de la parte este de la urbanización me cuentan de tormentas de fuego
con tornados de 20 metros de altura de pura candela, bambúes explotando como si
fueran racimos de petardos, un calor que le robaba el aliento a las personas
que trataban de apagar la llamas.
El
fuego como de costumbre, hizo remisión en la noche con las bajas temperaturas,
era impresionante ver en la oscuridad cientos de brasas ardiendo con sus destellos
anaranjados, como ojos de un ejército de demonios, agazapados y esperando con
sus silbidos, crepitando calladamente.
Los
vecinos sabíamos, estábamos por nuestra cuenta, los Bomberos de Miranda
acudían, atendían emergencias y se iban impotentes ante la situación, lo peor,
sin agua para combatir el incendio.
Los
días se fueron sucediendo con lentitud, la espesa humareda aumentaba y el fuego
avanzaba indetenible, algunos vecinos utilizaron la técnica de fuego contra
fuego, tratando de anularlo quemando en su contra para robarle combustible,
pero ya era un incendio demasiado grande y hacía un rodeo.
El 23
de marzo, el miércoles de cenizas, el fuego alcanzó mi parcela.
He
estado anteriormente en tormentas de fuego, sé por propia experiencia lo
impredecible que es la candela, en dos ocasiones estuve en grave peligro de
quedar atrapado en un incendio forestal, pero lo que vi ese día fue
impresionante.
Mi
parcela tiene aproximadamente 1 ha., debido a que estoy en lo más alto de la
urbanización, la mitad del terreno es pendiente, en el tope de la loma una
carretera interna une el plano de mi casa con el plano de un mirador desde el
que puedo ver el Ávila y el hotel Humboldt en la lejanía, en el medio de esa
carretera tengo un depósito de materiales, herramientas y muebles.
Buena
parte de la pendiente la tengo con terrazas y con algunos árboles frutales,
pero cerca del extremo occidental la pendiente se hace muy pronunciada y
termina en una calle que pasa por debajo, y debajo de esa calle continúa la
pendiente unos 100 ms., hasta el fondo de una cañada.
A eso
de las tres de la tarde veo que el fuego empieza acercarse y rápidamente voy
hasta un corral que tengo para los morrocoyes y los desalojo, llevándolos para
mi casa, en los próximos 10 minutos vi con horror como de repente una ola de
fuego subió desde el fondo de la cañada, viajando por el aire (supongo que fue
un vacío creado por la baja presión desde el centro del incendio) y arropó toda
la ladera, la carreta, el depósito, el corral de los morrocoyes y el bosque
detrás de mi parcela, en una sola exhalación aquella ola de fuego calcinó todo
a su paso.
Fue
como si un enorme dragón invisible apostado en el fondo de la cañada hubiera
lanzado un buche de fuego hacia arriba y en cuestión de segundos todo ardía.
Fue
tan rápido y sorpresivo que solo me quedé mirando a la ola anaranjada y negra,
enorme y caliente abalanzase sobre la parcela, permanecer unos segundos
suspendida en el aire y luego desaparecer dejando el incendio.
Toda
la instalación eléctrica de mi casa fue calcinada, razón por la cual mis
entregas se han vuelto irregulares, ayer, cinco días después y gracias a un
electricista amigo (predicador evangelista con quien suelo discutir las
escrituras) pude restaurar el servicio.
Me
encuentro en plena emergencia, no solo yo, toda la urbanización, el incendio
fue catastrófico.
Afortunadamente
mi casa no sufrió daños, excepto el servicio de agua y luz, casi toda la red de
tuberías del acueducto de la urbanización desapareció.
En
estos momentos estamos esperando una comisión de Defensa Civil para que levante
un informe de daños y nos declare zona de desastre, para ver si podemos tener
acceso a fondos de emergencia para aliviar nuestra situación.
El
daño ecológico ha sido devastador, se hace necesario y urgente un plan de
reforestación de las cuencas, hemos perdido no menos del 80%de nuestra
cobertura vegetal, lo que significa que para cuando lleguen las lluvias será
igualmente peligroso por los derrumbes y deslaves.
Bueno,
eso es todo por ahora, solo quería compartirlo con ustedes, para mí fue una
experiencia casi mística, la naturaleza nos vuelve a recordar lo frágiles que
somos, cómo de un momento a otro nuestra circunstancias pueden cambiar y tomar
un vuelco inesperado, en esta oportunidad, a pesar de todo, salimos con bien
aunque el costo para la región fue tremendo.
No sé
cuándo podré ver a mis animales del bosque, ni cuándo podré volver abrazar a un
cedro rojo, este fuego que no me consumió, me purificó, me siento más liviano,
con unas ganas tremendas por vivir.
- saulgodoy@gmail.com
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