martes, 29 de marzo de 2016

El incendio


Desde hacía ya un mes podía ver desde mi casa el humo en las montañas aledañas a la población de Siquire en el Estado Miranda, era el humo producido por las quemas de parcelas de conuqueros, que preparaban el barbecho para la nueva temporada de siembras.
El conuco, esa técnica y forma de vida tan apreciada y promocionada por la revolución bolivariana, a la que distinguen como forma autóctona de hacer agricultura, con supuestos atributos ecologistas,  no pasa de ser una forma idealizada de agricultura de subsistencia, una manera muy primitiva de sostener alimentariamente a un grupo reducido de personas.
El conuco se basa en una pequeña parcela, contentiva de una vivienda rural y un lote de terreno donde por lo general se siembra tubérculos, algunos granos, frutales y hortalizas, ha sido desde tiempos inmemorables la forma como la familia campesina empobrecida se auto sustentaba, y que, con un poco de suerte podía producir un excedente para intercambiar con los vecinos por otros productos.
El conuco utiliza técnicas muy precarias de producción, la más de las veces sin riego de ningún tipo, utilizando herramientas manuales de labranza, sin semillas certificadas ni fertilizantes ni plaguicidas, sin mayores pretensiones que tener algo de comida en la mesa.
En verano se queman las parcelas para limpiarlas y preparar el terreno para la siembra, y lo que usualmente sucede es que el fuego se salga de control y queme la vegetación a los alrededores.
Es una forma de agricultura que utiliza el mínimo esfuerzo y trabajo, con los elementos indispensables, se inclina por el monocultivo, no hay rotación productiva por lo que los suelos se empobrecen rápidamente.
Es un tipo de producción que se encuentra en un estadio intermedio entre el nomadismo, propio de pueblos recolectores y cazadores, y el sedentarismo de asentamientos propiamente agrícolas, la gente que vive de los conucos están en continuo movimiento entre otras diferentes parcelas que activan según sus necesidades, la mayor parte del tiempo las tienen abandonadas, “engordándolas” para venderlas a buen precio, o las rentan, o las prestan a familiares en necesidad.
La población de Siquire se encuentra como a 30 km., de mi casa, vivo en lo alto de una montaña y tengo vista hacia los Valles del Tuy con lo que puedo abracar un enorme territorio, en los días despejados puedo verla cadena montañosa del parque nacional Guatopo de donde le viene una buena parte del agua potable a la ciudad de Caracas.
Luego de una semana de haber avistado las distantes fumarolas, el fuego había avanzado justo a las colinas que hacían de límites con la urbanización, ya no eran columnas de humo aisladas, ahora era una nube gris que presagiaban problemas.
El verano estaba particularmente intenso, he notado que desde el año 2000 hasta hoy, los inviernos se han recortado y los veranos alargados, las lluvias han sido pocas aunque intensas, con lo que la montaña, no ha tenido la suficiente humedad para recuperarse del intenso calor estival.
El suelo de los bosques en los alrededores está cubierto de una gruesa capa de hojarascas secas, hay muchos árboles secos y enramadas en el piso, encender un fuego en esta época es muy peligroso por la resequedad en el ambiente, sobre todo entre 10 de la mañana y 3 de la tarde cuando el sol es más fuerte.
Hay días en que la temperatura no baja de los 37  ̊c., a la sombra, en la tarde la temperatura empieza a bajar y en la noche hace frío.
Ya había recibido reportes que por los lados de Barlovento y Caucagua, relativamente cerca de donde estaba, los incendios forestales estaban fuera de control, las montañas de los estados Miranda y Aragua estaban ardiendo con furia, el incendio en el parque nacional Henry Pitier ya tenía dos meses consumiendo vegetación, y es que para nadie es un secreto que el estado venezolano carece del más mínimo equipamiento y personal capacitado para combatir incendios forestales de manera coordinada y profesional, y al gobierno pareciera importarle muy poco la destrucción de nuestro patrimonio natural.
El humo de los incendios en la cercana región de Barlovento ya nos estaba afectando de manera notoria, el viento por lo general sopla desde las playas de Higuerote tierra adentro, pasando por Barlovento, y en una compleja red de cañones y abras de la Cordillera Interna de la Costa, ese aire llega a Caracas desde Petare y tomando la dirección hacia los valles de Aragua, siempre en sentido este-oeste.
La razón por la cual es esta época del año Caracas se llena de esa calima pesada, el olor a quemado y se pueden ver esos espectaculares atardeceres rojos es justamente este tránsito del viento llevando el humo de los incendios.
El fuego entró por el lado este de la urbanización el 16 de marzo, quemando las colinas lentamente, siguiendo la dirección del viento, alcanzó pronto los primeros bosques, los vecinos había tomado las previsiones del caso, tener sus parcelas limpias, agrandar los cortafuegos, estar pendientes… para el día siguiente el fuego estaba sin control y arrasando con todo a su paso, los vecinos entraron en pánico.
Muchos propietarios de la urbanización se preparaban para pasar la Semana Santa en familia en sus casas, una semana entera declarada por el gobierno como no laborable, el asueto nos deparaba una desagradable sorpresa.
Somos una urbanización eminentemente ecológica, estamos enclavados entre tres cuencas del sistema Río Tuy, la cuenca de Arenaza, la de Güeime y la de Picháo.  El lugar se distingue por sus bosques altos lluviosos (la altura máxima es de 1.070 ms, SNM.) tenemos una de las pocas colonias de cedro rojo que quedan en el estado Miranda, la cual es una especie arbórea en peligro de extinción.
Una gran cantidad de fauna es autóctona del lugar incluyendo pumas y cunaguaros (pocos ejemplares) venados, osos hormigueros, báquiros, lapas, puercoespines, monos aulladores, perezas, una enorme cantidad de aves, principalmente tucusitos y pericos, gavilanes, lechuzas, paujís, querre-querres, tórtolas, pájaros carpinteros, azulejos, muchas culebras sobre todo las mortíferas macaguas, algunas tragavenao, cazadoras, insectos, cualquier cantidad, uno más exótico que el otro, abundan las arañas, escarabajos, comején, escorpiones, mariposas, abejas y avispas, etc.
Los vecinos de la parte este de la urbanización me cuentan de tormentas de fuego con tornados de 20 metros de altura de pura candela, bambúes explotando como si fueran racimos de petardos, un calor que le robaba el aliento a las personas que trataban de apagar la llamas.
El fuego como de costumbre, hizo remisión en la noche con las bajas temperaturas, era impresionante ver en la oscuridad cientos de brasas ardiendo con sus destellos anaranjados, como ojos de un ejército de demonios, agazapados y esperando con sus silbidos, crepitando calladamente.
Los vecinos sabíamos, estábamos por nuestra cuenta, los Bomberos de Miranda acudían, atendían emergencias y se iban impotentes ante la situación, lo peor, sin agua para combatir el incendio.
Los días se fueron sucediendo con lentitud, la espesa humareda aumentaba y el fuego avanzaba indetenible, algunos vecinos utilizaron la técnica de fuego contra fuego, tratando de anularlo quemando en su contra para robarle combustible, pero ya era un incendio demasiado grande y hacía un rodeo.
El 23 de marzo, el miércoles de cenizas, el fuego alcanzó mi parcela.
He estado anteriormente en tormentas de fuego, sé por propia experiencia lo impredecible que es la candela, en dos ocasiones estuve en grave peligro de quedar atrapado en un incendio forestal, pero lo que vi ese día fue impresionante.
Mi parcela tiene aproximadamente 1 ha., debido a que estoy en lo más alto de la urbanización, la mitad del terreno es pendiente, en el tope de la loma una carretera interna une el plano de mi casa con el plano de un mirador desde el que puedo ver el Ávila y el hotel Humboldt en la lejanía, en el medio de esa carretera tengo un depósito de materiales, herramientas y muebles.
Buena parte de la pendiente la tengo con terrazas y con algunos árboles frutales, pero cerca del extremo occidental la pendiente se hace muy pronunciada y termina en una calle que pasa por debajo, y debajo de esa calle continúa la pendiente unos 100 ms., hasta el fondo de una cañada.
A eso de las tres de la tarde veo que el fuego empieza acercarse y rápidamente voy hasta un corral que tengo para los morrocoyes y los desalojo, llevándolos para mi casa, en los próximos 10 minutos vi con horror como de repente una ola de fuego subió desde el fondo de la cañada, viajando por el aire (supongo que fue un vacío creado por la baja presión desde el centro del incendio) y arropó toda la ladera, la carreta, el depósito, el corral de los morrocoyes y el bosque detrás de mi parcela, en una sola exhalación aquella ola de fuego calcinó todo a su paso.
Fue como si un enorme dragón invisible apostado en el fondo de la cañada hubiera lanzado un buche de fuego hacia arriba y en cuestión de segundos todo ardía.
Fue tan rápido y sorpresivo que solo me quedé mirando a la ola anaranjada y negra, enorme y caliente abalanzase sobre la parcela, permanecer unos segundos suspendida en el aire y luego desaparecer dejando el incendio.
Toda la instalación eléctrica de mi casa fue calcinada, razón por la cual mis entregas se han vuelto irregulares, ayer, cinco días después y gracias a un electricista amigo (predicador evangelista con quien suelo discutir las escrituras) pude restaurar el servicio.
Me encuentro en plena emergencia, no solo yo, toda la urbanización, el incendio fue catastrófico.
Afortunadamente mi casa no sufrió daños, excepto el servicio de agua y luz, casi toda la red de tuberías del acueducto de la urbanización desapareció.
En estos momentos estamos esperando una comisión de Defensa Civil para que levante un informe de daños y nos declare zona de desastre, para ver si podemos tener acceso a fondos de emergencia para aliviar nuestra situación.
El daño ecológico ha sido devastador, se hace necesario y urgente un plan de reforestación de las cuencas, hemos perdido no menos del 80%de nuestra cobertura vegetal, lo que significa que para cuando lleguen las lluvias será igualmente peligroso por los derrumbes y deslaves.
Bueno, eso es todo por ahora, solo quería compartirlo con ustedes, para mí fue una experiencia casi mística, la naturaleza nos vuelve a recordar lo frágiles que somos, cómo de un momento a otro nuestra circunstancias pueden cambiar y tomar un vuelco inesperado, en esta oportunidad, a pesar de todo, salimos con bien aunque el costo para la región fue tremendo.
No sé cuándo podré ver a mis animales del bosque, ni cuándo podré volver abrazar a un cedro rojo, este fuego que no me consumió, me purificó, me siento más liviano, con unas ganas tremendas por vivir.  -  saulgodoy@gmail.com












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