jueves, 31 de marzo de 2016

Quevedo y Moro


Francisco de Quevedo no fue solamente uno de los mejores escritores de su época, un poeta portentoso con absoluto dominio de la lengua castellana, su copiosa obra que van desde sonetos hasta obras de teatro, traducciones de clásicos latinos, libelos, cartas públicas, pero lo admiro más aún ya que fue uno de los políticos más avezados de los turbulentos tiempos que le tocó vivir, no solo en pensamiento pues fue un fino analista político, sino principalmente, como hombre de acción.
Pocos están enterados de su intensa vida como diplomático y cortesano, como secretario y hombre de confianza del archifamozo Duque de Osuna, quien se lo llevó a Italia cuando era Virrey de Sicilia y  Nápoles y lo hizo partícipe de unas cuantas aventuras, entre las que destacan la Conjura de Venecia (1618) y unas intrigas de espionaje y financiamiento de mercenarios que trajeron sobre su persona investigaciones y malos ratos.
Sir Tomas Moro
Cuando el Duque de Osuma cae en desgracia y posteriormente muere, Quevedo entra al servicio del Conde-Duque de Olivares, pero el escritor se ve involucrado en varias rencillas locales que lo llevan a prisión o a lo que sería hoy, casa por prisión, en la famosa Torre de Juan Abad, que era de su propiedad, donde pasó desterrado algún tiempo.
En 1635 el Rey Luis XIII de Francia le declara la guerra a España y Quevedo le envía al monarca galo una carta, en nombre del monarca español Felipe IV, reclamándole los abusos e inconsecuencias de los franceses hacia España, una carta que se hizo famosa y le dio gran popularidad a Quevedo.
El estudioso de la obra de Quevedo, el profesor Francisco López Estrada, de la Universidad de Sevilla, destaca de manera importante la admiración que Quevedo sentía por el inglés Tomas Moro y su obra Utopía, de la que tenía un ejemplar lleno de anotaciones, y aún dos años antes de su traducción al castellano por Jerónimo Antonio de Mendilla, Quevedo tradujo directamente del texto original, una página y media como soporte a sus argumentos en su carta al Rey de Francia.
La obra Utopía se compone de dos parte, la primera es un dialogo entre Moro y Rafael Hitlodeo, el aventurero que regresó de aquella fantástica isla, cuya sustancia es una crítica al gobierno inglés de la época, esta primera parte, es común, sea suprimida debido a que su tema es eminentemente político.  La segunda parte, es el relato de Hitlodeo de lo que sus ojos vieron en Utopía que es la descripción de aquella sociedad perfecta.
Duque de Osuna, Virrey de Sicilia y N;apoles
De hecho, la primera traducción que se hizo al castellano de Utopía, hecha por de Mendilla, es solamente de la segunda parte, pero Quevedo, como viejo zorro de la política sabía del tesoro que ocultaba aquella primera parte, y de la que tomó la exposición de Moro para soportar sus alegatos dirigidos al Rey de Francia.
En el fragmento en cuestión, Moro está hablando con Rafael sobre la conveniencia de que los filósofos asistan a los reyes, pero Rafael no está de acuerdo y pone un ejemplo imaginario y que Quevedo recorta y pega en su carta, nos explica el profesor López Estrada: “quiere demostrar que el buen consejo resulta inútil, si el rey está rodeado de cortesanos que piensan más en la guerra que en la paz. Y para añadir una nota de humor a las veras, Moro añade por boca de Rafael la mención de un pueblo que obligó a su rey a que dejase un reino conquistado, y se quedase con el gobierno del suyo propio, pues ya le bastaba con lograr la felicidad de sus súbditos.  Y termina con estas palabras, que Quevedo pensaría que se podían aplicar a cualquiera de las grandes monarquías de su tiempo: ". . .y que, por lo tanto, debe el monarca cuidar del reino de sus mayores, favorecerlo en todo lo posible, convertirlo en el más floreciente, amar a sus súbditos y hacerse amar de ellos, vivir su misma vida, gobernarlos dulcemente y dejar en paz a los demás reinos, porque el que le ha tocado en suerte es para él suficientemente grande y aun excesivo.”
Luis XIII Rey de Francia
Esto, que le dice Quevedo al Rey de Francia en el siglo XV, alguien hubo de decírselo al presidente de Venezuela Hugo Chávez Frías mientras ocupaba la primera magistratura, porque uno de sus principales errores fue ocuparse de otros países en vez de hacer del suyo un país floreciente, prefirió mil veces invertir y ocuparse de Cuba, Nicaragua, Argentina, Brasil, Honduras, una buena parte del Caribe, Ecuador, Bolivia, de los pobres de África y hasta del Bronx en los EEUU, que de lograr la felicidad y la prosperidad de los suyos.
Chávez, y en la actualidad Maduro, como pésimos gobernantes que son, ignoraron esta regla del sentido común, ocúpate de tu país primero antes que de los otros.
Felipe IV Rey de España
Chávez gastó y Maduro sigue gastando, ingentes sumas de dinero en ayudar otras naciones a costa del sufrimiento de su propio pueblo, prefieren que los otros coman, tengan salud, vivienda, obras públicas, educación y mantienen a su pueblo en la miseria, vemos a Maduro rodeados de militares que solo piensan en comprar armas, que viven en función de guerras imaginarias, de conflictos que solo existen en sus cabezas, no hay filósofo que pueda aconsejarle nada.
Sigue diciendo el profesor Estrada: La guerra —lo sabe bien Quevedo— es fuente de calamidades; obliga a mantener un ejército cuya disciplina se relaja pronto; acarrea tributos y empobrece al pueblo; arruina a la nación y favorece los desórdenes.  Moro escribió esto pensando en las guerras de su tiempo, y Quevedo pensaría en las del suyo, que allá en La Torre conoce por las noticias que le llegan de Madrid con sus amigos o por las cartas en las que gotea repetida e inexorablemente la tragedia de la nación.
Todavía el pueblo no se ha levantado, como en el ejemplo de Rafael, y obligado al presidente a ocuparse del país y que deje de involucrarse con otros reinos.
Esa política de expansión e intervencionista, alimentada por la ideología del socialismo del siglo XXI, fue lo que perdió a Venezuela, el país les quedó pequeño para las ansias de poder y figuración de esta pareja de comunistas, al creerse líderes mundiales, se perdieron en el espejismo de su propia vanidad.
El respeto y la admiración que sentía Quevedo por Tomas Moro se ve de nuevo demostrado cuando escribe el prólogo a la traducción que hizo de Mendilla de Utopía y que publicó en 1637, en el mismo dice: “La vida mortal de Tomás Moro escribió en nuestra lengua Fernando de Herrera, varón docto y de juicio severo; su segunda vida escribió con su sangre su muerte, coronada de virtuoso martirio; fue su ingenio admirable, su erudición rara, su constancia santa, su vida exemplar, su muerte gloriosa, docto en lengua latina y griega. Celebraronle en su tiempo Erasmo de Roterodamo y Guillelmo Budeo, como se lee en dos cartas suyas, impresas en el texto de esta Obra: llamóla Utopía, voz griega, cuyo significado es, no hay tal lugar. Vivió en tiempo y Reyno, que le fué forzoso para reprehender el gobierno que padecía, fingir el conveniente. Yo me persuado, que fabricó aquella política contra la tiranía de Ynglaterra, y por eso hizo isla su idea, y juntamente reprehendió los desordenes de los más de los Príncipes de su edad, fuerame fácil verificar esta opinión; empero no es difícil, que quien leyere este libro la verifique con esta advertencia mía: quien dice que se ha de hacer lo que nadie hace, a todos los reprehende: esto hizo por satisfacer su zelo nuestro Autor… El libro es corto, mas para atenderle como merece, ninguna vida seré larga; escribió poco, y dixo mucho: si los que gobiernan le obedecen, y los que obedecen se gobiernan por él, ni a aquellos será carga ni a estos cuidado. ” –  saulgodoy@gmail.com


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