lunes, 2 de mayo de 2016

El tío Arístides


De las figuras de la inteligentzia venezolana, me siento particularmente atraído por la figura de Arístides Rojas (1826-1894) retratado para la inmortalidad por el pintor venezolano Arturo Michelena en su obra, una de mis favoritas, Desván del Anticuario, donde lo pinta entre una abigarrada colección de objetos que este cultísimo caraqueño hizo suyas a lo largo de sus viajes e investigaciones, de hecho, muchos estudiosos lo consideran el primer gran coleccionista privado de libros, obras de arte, antigüedades, numismática, heráldica, objetos indígenas, muestras botánicas , en especial de orquídeas, que tuvo el país.
Hay un escrito inconcluso de Rojas que muy pocas personas conocen ya que estuvo perdido por varios años, y es un breve ensayo titulado Los cazadores de Cattleyas Blancas y comienza de la siguiente manera: “¿Hay en Caracas quien conozca el nombre de cattleya dado a una de nuestras más bellas flores?  No pasarán quizás de veinte personas las que tal nombre conozcan, y esto por haberse rozado con el cultivo de la familia vegetal llamada Las Orquídeas. Mas, si alguno preguntare ¿hay en Caracas quien desconozca la Flor de Mayo? de seguro que no habrá uno; lo que quiere decir que esta flor viene figurando en los corrales de Caracas desde remotos tiempos, y después en los jardines, patios, corredores, plazas, y es artículo de comercio cuando llega la época en que florece y es solicitada. Puede asegurarse que ella no falta entre las flores del hogar, desde el más pobre y reducido hasta el más holgado y rico. Pero como la flor de mayo o cattleya, como la llama la ciencia, ha cruzado ya los mares hace prolongados años y ostenta su belleza en las primeras capitales de Europa y de los Estados Unidos del Norte, y es guardada en los invernaderos
durante el invierno, donde cambia, prospera y se desarrolla, sucede que al salir la bella peregrina de nuestros bosques, no puede presentarse en países que hablan diversas lenguas, con el nombre español del país natal, sino con el que le da la ciencia, el de Cattleya, que es nombre universal.
Desván del Anticuario
Médico de profesión con estudios en Francia y los EEUU, su curiosidad no tenía límites y con la buena fortuna para nosotros, que le gustaba escribir, su pasión por la literatura le venía con el negocio familiar, su padre fue el fundador de la reputada firma comercial “Almacén Rojas” que entre otras actividades fungía como librería y casa editorial.
Una de sus publicaciones más populares fue sin duda el Almanaque Rojas Hermanos, donde Arístides escribía de manera accesible sobre una gran cantidad de datos útiles de la ciencia aplicados a la vida diaria, en la mejor tradición del Almanaque que hizo famoso a Ben Franklin, allí habían confiados desde eclipses, las fases lunares, los comienzos de los solsticios, cuando es mejor sembrar o cortarse el cabello, que hacer en caso de tormentas eléctricas, etc. Fue muy popular durante más de cien años, la última vez que supe de él, lo publicaba el diario El Impulso en Barquisimeto.
Famosas eran en la Caracas del siglo XIX, las tertulias que se reunían en aquellos espacios de la editorial donde hombres de la talla de Santos Michelena, Antonio Leocadio Guzmán, Juan Manuel Cagigal y José María Vargas, entre otros, se reunían para compartir y discutir opiniones sobre la actualidad del país y el mundo.
Luego de culminar sus primeras prácticas médicas en los Andes, Arístides se embarca hacia Europa para hacer cursos de especialización y donde tiene la oportunidad de empaparse con la vida y obra de ese otro naturalista a quien tanto admiraba, Alejandro de Humboldt y a quien emuló organizando expediciones y largas visitas a territorios ignotos de la geografía venezolana, trayendo consigo de vuelta, cantidad de objetos arqueológicos, grandes muestrarios de plantas y animales, rigurosas observaciones astronómicas, apuntes etnográficos que luego clasificaba y ordenaba, de allí que buena parte de su obra fuera en referencia a este material, sus Apuntes para el Repertorio de Plantas útiles de Venezuela (1866) y sus Estudios Indígenas, Contribución a la Historia Antigua de Venezuela (1878) son fruto de estas expediciones a lo más profundo de nuestras selvas, montañas y sabanas.  
El maestro Arturo Michelena, el retratista de Arístides Rojas
Una de sus pasiones era las recopilaciones costumbristas y del folklore venezolano, igualmente hizo una investigación que publicó y fue galardonada con medalla de oro de la UCV, El elemento vasco en la Historia de Venezuela (1874).
Uno de los testimonios de personas que lo conocieron, el del hombre de letras y gramático Don Felipe Tejera (1846-1924) en su obra Perfiles Venezolanos dice de Arístides Rojas lo siguiente: “Rojas es de carácter jovial y ameno: bajo la gravedad de su porte alto y desembarazado, bajo los quevedos que denuncian su miopía, descubre el trato su natural juguetón, alegre y expansivo, con sus ribetes de donoso y picaresco. Cuando departe entre amigos, su conversación va salpimentada de interjecciones rotundas y desgranados apóstrofes: se le enciende el semblante, le rutilan detrás del cristal las pupilas; se pasea de un lado a otro, como impaciente y azogado, y de súbito prorrumpe en arrogante perorata, con voz altísona y resueltos ademanes. Rojas no se inquieta nunca por nada; toma las cosas con estoicismo, y lo fía todo a la Providencia. No alardea de escéptico en religión, y aparenta no hacer caso de su propio valimiento. Siempre lo hemos oído tributar elogios a sus compañeros. Solicita la opinión de sus amigos, a quienes oye de buena voluntad y cuyas observaciones acepta sin discutirlas, con resaltante modestia y confianza; empero y por desgracia, las dotes de su corazón no llegan a la altura de las de su talento, ni se arraigan profundamente en su alma los afectos.”
El historiador Pedro Díaz Serija me da la idea que el tal Don Felipe Tejera era un seco carcamal afecto a los dogmas y de un acendrado catolicismo, esta descripción que hace de mi admirado Arístides, que no es de mi completo agrado, la incluyo porque es la única que conozco de un contemporáneo que lo trató y conoció, aparte, por supuesto de los retratos que nos dejó Michelena.
Arístides Rojas era individuo en diversas academias, en España, Chile, Cuba, Francia, se destacó no solo como cirujano, geólogo, climatólogo, botánico, historiador, geógrafo, antropólogo, viajó y trabajó extensamente por el Caribe.
Está considerado como uno de los pioneros en el estudio de sismología en nuestro país, su obra Impresiones sobre la tempestad sísmica de 1868, la presentó para su discusión en la Sociedad de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales.
La investigadora venezolana Jeannine Sujo Volsky dice de este gran venezolano: “Arístides Rojas puede ser considerado como uno de los más destacados divulgadores científicos que ha tenido Venezuela y como el padre de la investigación científica de la historia nacional.”
El título que le di a esta breve reseña tiene su historia, una buena amiga consiguió una cabeza del naturalista vaciada en yeso en un mercado de las pulgas en París, y por cuestiones cabalísticas terminó presidiendo mi biblioteca, cuando alguien pregunta por el convidado de los mostachos de morsa, yo les respondo que se trata de mi tío Arístides, el más inteligente de mis antepasados.
Su muerte fue un acontecimiento nacional, sus publicaciones lo habían convertido en una figura ilustre y apreciada, así como lo demuestra las palabras del General Joaquín Crespo, que desde de Maracay escribió, al enterarse de su deceso, lo siguiente: Hemos perdido un sabio y la patria debe depositar sobre su tumba, como tributo de cariño a su memoria, las coronas que entreteje para los ciudadanos esclarecidos la gratitud nacional.  Pérdidas como la que deploramos son muy difíciles de reponer, porque son pocos los hombres que como el doctor Rojas han cifrado todo su empeño en enaltecer el nombre de la patria
La biblioteca original de Arístides Rojas, la cual es una joya en documentación histórica, esta hoy en manos de la Biblioteca Nacional, a disposición de investigadores y afectos a este coleccionista, literato y aventurero; espero que con este breve escrito haya podido despertar la curiosidad por este sabio y motivar a la gente a apreciar a nuestro propio y único Indiana Jones del siglo XIX.  -  saulgodoy@gmail.com



No hay comentarios:

Publicar un comentario