miércoles, 18 de mayo de 2016

Juan Sebastián Bach


Tengo una especial predilección, al momento de escuchar música clásica de solazarme en la música sacra, especialmente en los oratorios, las cantigas, las misas, los réquiems que son los pasajes donde mi mente vaga sin ninguna restricción, creo, y es mi opinión muy personal, que se trata de la música más bella del mundo, sobre todo por ese contenido místico y profundo que la distingue.
Mi encuentro con la música de J.S. Bach fue lo más natural del mundo, me gustaba para dormir, luego la usé para escribir, finalmente la estudié y la valoré en su propio contenido y descubrí una construcción intelectual sumamente compleja y dinámica que hasta el día de hoy no deja de sorprenderme, no en vano fue el producto musical de una era de grandes mentes de su tiempo, como Newton, Leibnitz y Handel, cuyas obras sobre el mundo quedaron como pilares de la civilización occidental, Bach aportó su propia y magnífica columna.
El que quiera comprender a Bach tiene que ir a la raíz de su época y entorno, como diría el filósofo y matemático argelino-francés Alain Badiou: “El sujeto como fragmento local de una verdad; sujetado a una situación histórica localizable que hace, al mismo tiempo, una verdad como recorte epocal de lo enunciado como verdadero.”
Hay que entender a Bach como el creyente cristiano luterano en medio de una Europa cansada y desangrada por las guerras religiosas entre anglicanos, presbiterianos, hugonotes, anabaptistas, luteranos ortodoxos y otras denominaciones que se consideraban entre sí como herejes y por lo tanto como sujetos de un crimen capital y cuyo fin debía ser la hoguera.
Hay que ver a Bach en su contexto como músico, ¿Con que recursos contaba?, de acuerdo a la impresionante versión que hace Eugenio Trías Sagnier en su enciclopédica obra El Canto de las Sirenas, dice: “J. S. Bach constituye el cierre y la clausura de una época. En el confluyen las mejores tradiciones de un siglo y medio de música concertante y vocal, y de alternancia de la sonata, la tocata y la cantata; de música italiana y francesa. La era del basso continuo celebra en Bach la síntesis de la homofonía -que el nuevo sistema armónico, plenamente consolidado, hace posible- con un retorno al más florido y flamígero estilo polifónico.  La música reencuentra en Bach su vieja, vetusta vocación doble de arte y de ciencia, o de parte nuclear del quadrivium medieval, en compañía de la astronomía, la aritmética y la geometría. Pero no se pierde en él la tradición de artesanía y oficio de la familia Bach. Una tradición que le hizo ser virtuoso y conocedor de los secretos magistrales del arte musical.  Bach conocía todos los recursos técnicos de la interpretación, especialmente del órgano y del violín. Era una autoridad en la construcción del más complejo de los instrumentos musicales: el órgano.”
En el Ancien Régime de donde surge este genio musical había ciertas normas y códigos que debían respetarse, entre ellas, por ejemplo, que cada fuga tuviera su propio “afecto”, o sujeto, es decir Bach hizo teología con su música, organizó ese mundo fantástico de misticismo desbordado, en temas que fue elaborando como filigranas de un vasto retablo de fe y su relación con lo divino.
Tomemos como ejemplo de lo que refiero la más famosa de sus pasiones, la de San Mateo, si el lector siente alguna curiosidad como fue construida ésta elaborada pieza musical, le sugiero lea antes el evangelio de San Mateo en lo concerniente a la pasión de Jesucristo, que tiene la singularidad, que desarrolla la figura de Cristo personificando al cordero inocente llevado al sacrificio.
Era costumbre en la época y desde la Edad Media, empezar las celebraciones de la Semana Santa recordando la historia de la crucifixión de Cristo, Bach escribió su oratorio para ser estrenado un Viernes Santo en la iglesia de San Tomás en Leipzig, Alemania, en 1727; sólo tuvo la oportunidad de escucharlo dos veces y ya para la segunda versión había transcrito la partitura y el libreto conjuntamente, resaltando los coros en rojo.
Se trata de una obra básicamente coral que narra la historia a partir de la última cena y termina en la crucifixión, originalmente fue compuesta para dos coros y orquesta, con el uso expreso de oboes y viola de gamba para acompañar algunas arias, una elección novedosa para su tiempo.
Es terrible el relato de las angustias, el sufrimiento que padece Cristo para redimir al hombre de sus pecados, es Jesús cargando la cruz por todos nosotros, ni es el sacerdote, ni es el héroe, ni el hijo de Dios, es el hombre que sufre, que sangra, que tiene miedo a la muerte pero que está dispuesto a cumplir con su terrible destino.
Los coros son los creyentes que con horror ven la inmolación del inocente por su causa, las mujeres y hombres que lo acompañan al Gólgota, uno de ellos va a ser sacrificado con el fin de vencer a la muerte, para lavar el pecado original y salvar a la humanidad.
Bach sigue paso a paso esta implacable tragedia narrada por el libreto de Christian Friedrich Henrici (Picander), podemos escuchar los lamentos de las hijas de Sión, cada latigazo, cada paso agonizante del Cristo redentor, nunca la música y la teología estuvieron tan íntimamente ligados como en esta obra que conmueve las fibras más intimas de nuestro ser, y conmover es la palabra exacta.
La Pasión según San Mateo fue, de acuerdo al obituario de Bach, junto a la de San Juan, dos de las cinco obras sobre el gran relato luterano de los misterios (las otras tres están irremediablemente perdidas), pero es sin duda y a toda prueba, la que se destaca por su poderosa construcción musical que todavía hoy, y en algunas puestas en escena espectaculares que se han hecho recientemente, es capaz de arrebatarnos a otros mundos.
El experto británico en la obra de Bach, John Eliot Gardiner dice de este oratorio, que es comparable a las grandes obras para el altar de maestros pintores como Veronese o Tintoretto, o como para el director Peter Sellars, es el equivalente a la Capilla Sixtina de Miguel Ángel, toda analogía es subjetiva, lo que sí es unánime, es que el mundo reconoce, se trata de una de las obras cumbres de la música clásica occidental.
De la infinidad de anécdotas que le atribuyen al fenómeno de J.S. Bach hay uno que particularmente me llamó la atención y lo narra Joaquín Marañao en su curioso libro,  Historia Freak de la Música (2015): “La fertilidad de Bach no solo se manifestó en el vientre de sus esposas. El catálogo oficial lista la friolera de 1128 obras, algo así como una cada dos semanas de vida activa. Aunque sus destrezas instrumentales eran respetadas, al igual que Vivaldi sus composiciones fueron poco valoradas en su momento. Se consideraban pasadas de moda. Fue muchos años después que se alzó como el más grande autor del barroco, en parte gracias al renacimiento de su obra impulsado por Felix Mendelssohn. Cuando condujo la Pasión de San Mateo en 1829, fue la primera ejecución del oratorio desde su muerte casi 80 años antes. Mendelssohn recibió la partitura para su cumpleaños número quince de parte de su abuela, quien a su vez la obtuvo del profesor de piano del propio Felix, Carl Friedrich Zelter.  Zelter, por último, aseguraba haberla descubierto años atrás en una tienda de quesos, donde era empleada para envolver mantequilla (mmmmmmhh…).” –

saulgodoy@gmail.com

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