Ya no es posible disimularlo, por más caraduras que sean los militares ministros, los militares gobernadores, los militares alcaldes, los militares directores de las empresas del estado y los militares vestidos de militares, se siente, en sus expresiones y en el discurso, que ya no creen lo que dicen, hay una actitud forzada, un rictus que los traiciona ante las cámaras de televisión que lo que van a decir o están diciendo contradicen diametralmente la realidad que vive el país.
Hasta
los mismos periodistas de VTV, que tienen la piel curtida en este tipo de
trabajo, se sienten más falsos que un billete de 5 mil bolívares fuertes, sus
declaraciones suenan huecas, sin vida, sin una pizca de convencimiento, eso sí,
mucho histrionismo, abundante gestualidad y un pestañeo incontenible, todas
señales de un lenguaje corporal que grita a los cuatro vientos “Los estoy engañando, me pagan por hacerlo”.
Incluso
Diosdado Cabello parece una mata de nervios cada vez que trata de explicarnos a
los venezolanos porque estamos perdiendo la supuesta guerra económica, esa
sonrisita de sorna, de burla, lo traicionan; en todos los medios públicos y
aquellos privados pero comprados por el régimen, todos padecen del mismo mal,
la máscara de la verisimilitud se les derrite frente a su público y terminan
como siempre, amenazando, acusando, insultando… no hay remedio, la mentira es
algo que es muy difícil sostener por tanto tiempo.
La indigente ministro de Relaciones Exteriores,
Delsy Rodríguez, declarando que Venezuela disponía de comida para alimentar a
tres países, parecía la deconstrucción de un rostro de Picasso, nada estaba en
su sitio, la boca parecía subírsele a los ojos, los lentos se le descuadraron,
los ojos parecían chorreados, tenía una oreja por la frente y la otra en la
quijada, la boca era una curvatura mitad sonrisa, mitad disgusto, estaba tan
desencajada que la gente no se preguntaba porque mentía, sino como hacía para
poner ese rostro tan feo.

Estudie
televisión en mi carrera, conozco su tecnología y trabajé delante y detrás de
las cámaras por algún tiempo, y de las cosas que mis profesores de Michigan me
enseñaron, es que no se puede engañar a una cámara de televisión, ese ojo de
vidrio escruta a las personas que se ponen frente a ella, la lente las retrata
sin afeites, descubre sus defectos, destaca sus imperfecciones; pueden “trucar”
una escena, maquillar, suplantar, modificar algún contenido, pero el riesgo y
la oportunidad de salir en vivo radica precisamente en la inmediatez del gesto,
de la expresión del momento, del gesto irreprimible que no hay manera de
ocultar.

Por
ello es que es muy fácil para el telespectador detectar la impostura, el
acartonamiento de las personas que actúan mal su papel, se ven inauténticos,
fuera de lugar y esto sucede con mayor frecuencia con todos estos
interlocutores del gobierno que llena los espacios de la televisión asegurando
que todo está excesivamente normal, que Venezuela es un paraíso en la tierra,
que vivimos en un país potencia, donde todos somos felices comiendo pasteles y
perdices.

Este
gobierno que tenemos es un gobierno que se ha hecho en torno a la televisión,
solo trabaja si hay cámaras en cadena nacional enseñado lo responsables que son
y lo mucho que hacen por el país, la política ha sido considerada como parte
del entretenimiento, de anuncios espectaculares, de rifas, regalos y
competencias, los artistas nacionales hacen su aparición entre pronunciamientos
en contra de gobiernos inamistosos o expropiaciones de industrias, es como
tener un reality show sin fin, tratando de convencernos de que allá afuera hay
un gentío que los apoya, que hay un pueblo inmenso que está verdaderamente
satisfecho como van las cosas y no quieren cambios.

Las
últimas cadenas nacionales con las intervenciones de este individuo, con la
Constitución en la mano, dándonos lecciones de republicanismo y democracia,
cuando afuera en la calle la gente protesta porque no tiene que comer y los piquetes
de la Guardia Nacional tratan de detener a los venezolanos que estamos hartos
de tanta mentira, y queremos que agarre sus macundales y se vaya bien largo al
carajo, verlo en las pantallas de televisión da realmente grima, con su rostro
descompuesto hablando babosadas y negándose a contarse.
Como
si no supiera que cada minuto que pasa fingiendo ser el presidente de esta gran
nación mueren por su culpa decenas de venezolanos, se pierden oportunidades,
nos hacemos más pobres, nos va hacer más difícil recuperarnos, y él lo sabe, y
lo saben también los militares que lo acompañan con todo la deshonra que eso
implica.
Estar
a su lado se ha convertido en una carga, principalmente porque comparten la
responsabilidad y el peso de de convertir la palabra, eso que nos distingue de
otros animales y nos da cultura, en sonidos que ofenden la inteligencia, porque
hablar de guerra económica, de conspiraciones internacionales, de magnicidios,
de aislamiento y bloqueos, de golpes de estado ante un decreto de estado de excepción
como el que quiere usar para oprimirnos, no es más sino cobardía, miedo y
traición, y de esa manera, se hace imposible gobernar al país.
El
público vive una realidad diaria muy dura y cruel, para tener que sentarse ante
la pantalla para que alguien le diga lo contrario, la gente sabe que lo están
engañado, que los plomazos de escucha en el barrio en la noche no son de
utilería, que el dinero que lleva a la casa no alcanza para la comida, que la
medicina que tanto necesita su bebé no se consigue y que es posible que mañana
pierda el empleo porque la fábrica no aguanta la situación económica.

Ellos
creen que se la están comiendo con esta inundación de propaganda, haciendo gala
de su hegemonía comunicacional, pero el resultado es todo lo contrario, ya es
incómodo verlos y escucharlos para decirnos que nuestras vidas no son las que
vivimos, sino la que ellos dicen que vivimos, lo cual es sumamente irritante, y
si no lo creen, vean el rating, el encendido de aparatos es solamente el que
permanecen encendidos por obligación en los cuarteles, penales, oficinas
públicas y otras dependencias gubernamentales pero sin que nadie los vea, se
quedaron solos hablándole a las cámaras, porque la gente está ahora en las
calles, protestando, exigiendo sus derechos.
- saulgodoy@gmail.com
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