jueves, 13 de octubre de 2016

El sonido del silencio


“Todo lo que tiene un supremo valor en las artes, deben mostrar corazón y también cerebro”- estas fueron palabras del compositor Arnold Schoenberg (1874-1951) quien estuvo asociado a la música más como un matemático, pero que siempre estuvo muy claro que de las artes, la música, era la más cercana a las emociones humanas- “Es sólo esta fuerza creativa del inconsciente la que tiene este poder persuasivo. No hay errores de juicio aquí, porque no hay cálculo. Tiene su impacto; el círculo receptivo será limitado, sólo en aquellos con mentes semejantes”

En 1949 el reconocido compositor norteamericano John Cage dictó una conferencia titulada “Charla Sobre la Nada” a la que acudieron una importante representación de artistas plásticos entre los que estaban Jasper Johns and Robert Rauschenberg, que pertenecían a la tendencia neo-dadaista, el mundo estaba a punto de dar un giro de polaridad en cuanto a la producción artística.
Europa estaba destruida por la guerra y los EEUU emergía victorioso del conflicto, según el historiador del arte Gavin Butt, el centro artístico del mundo se trasladaba de París a New York y la progresista urbe estaba más que lista para recibir a los creadores del orbe y mostrarle lo que estaban haciendo sus artistas nativos.
John Cage era una importante pieza en el paisaje cultural norteamericano, ya reconocido por sus trabajos de exploración sonora, utilizaba en sus grabaciones y conciertos instrumentos no tradicionales y sus pianos eran afinados de maneras distintas para obtener efectos y composiciones nunca antes logradas.
En la plástica, Europa se encontraba en la última etapa del cubismo, todavía quedaban retazos del surrealismo en su vertiente del automatismo que se hicieron populares sobre todo en experimentos literarios, en la URSS se imponía el realismo social, por medio de un aparato estatal para el que todo era formalismo y apego a la visión estalinista del arte.
Al otro lado del “charco”, en Norteamérica, se estaba consolidando el expresionismo abstracto y se estaban dando los primeros experimentos en el “action painting”, aunque el grueso de sus artistas estaban en la búsqueda iniciada por Duchamp que utilizaba piezas hechas, industriales, del arte gráfico, banderas,  fotografías, textos y las incorporaban a sus trabajos en complejos pastiches de arte al instante.
En su conferencia Cage tomaba una posición diametralmente opuesta a unas declaraciones que hizo el pintor Willem de Kooning a la crítica neoyorquina donde decía que su meta y deseo era llegar a ser un gran artista, para Cage estas aspiraciones contradecían los verdaderos valores del arte, ya que Cage se consideraba un artista sin nada que decir, sintetizó su idea del silencio como expresión estética en la famosa frase “Yo no tengo nada que decir, y lo estoy diciendo”.
En 1952 Cage estrena su obra 4’33 que revolucionaría el mundo del arte moderno, reunió una orquesta completa, el día del estreno ocupó su sitio como conductor, hizo como si fuera a empezar y por cuatro minutos treinta y tres segundos la orquesta no produjo sonido alguno, lo único que se escuchaba eran las toses de las personas, los comentarios en susurros del sorprendido público, los invitados revolviéndose nerviosos en sus asientos, alguna que otra risa sofocada, algún aplauso furtivo, solo se escuchaba el sonido ambiente del auditorio lleno de gente.
Esta ausencia deliberada del autor y los ejecutantes de la obra, dejaban al desnudo el silencio que en realidad no era tal, por primera vez la gente cayó en cuenta del sonido que rodea al mundo, del ruido.
Ese mismo año aparece la pintura de Rauschenberg “Pintura Blanca” que no era otra cosa que un lienzo pintado en blanco sin ninguna marca expresiva, sin ninguna forma en su trama, era simplemente una superficie donde se daban cita las luces y las sombras del público dentro de la galería, Cage comentó que era como “un aeropuerto para luces, sombras y partículas”, no era del todo blanco, había tonalidades y trazos de colores provenientes del medio ambiente.
Tampoco es descartable la enorme influencia que tuvo el movimiento existencialista europeo, sobre todo de Sartre quien con su nihilismo militante impregnaba a la nada de sentido negativo y que con la obra de Merleau-Ponty, Fenomenología de la Percepción, impactó la manera de ver la realidad de estos artistas, encadenada a un discurso, presos en la jaula del lenguaje.
Quedaba expuesto que una vez que alguien compone “silencio” o pinta “nada”, cuando el artista le niega a la obra su subjetividad y el acto expresivo, el arte se convierte en algo nuevo, se llena de valores que estaban allí  pero eran ignorados.
Este episodio tuvo otras lecturas, en el caso específico de Cage, que era un homosexual de closet, principalmente por el ambiente represivo que trajo la Guerra Fría y el Macartismo de la época, por el machismo militante involucrado dentro de los pintores expresionistas como Jackson Pollock, de grandes lienzos, enorme energía y con la actitud patriarcal de las principales figuras artísticas de la época, ponían a los gay y lesbianas en un mundo propio y aparte, a muchos de ellos les prestaba aquella actitud zen budista de negarse a sí mismos, preferían no exponer sus personas al escrutinio público por temor justamente de sentirse rechazados.
Fue aquel aplanamiento de superficies, colores y expresiones en el nuevo arte fundamental para comunicar sus angustias y fuerzas vitales, justamente en la nada y el silencio se veían reflejados, vemos figuras como la pintora Agnes Martin ocultando su lesbianismo detrás de lienzos unicolores donde apenas se disciernen unas leves filigranas que hay que buscar expresamente para encontrarlas.
Lo que impresiona de estos contenidos desarrollados por la crítica y la historia del arte, entre ellos la versión Queer de los mismos es que detrás de estas propuestas había pensamiento, cantidades enormes de subjetividad y propuestas que para el grueso del público pasan inadvertidas, al mismo tiempo se trataba de movimientos artísticos que le estaban cambiando el significado al arte, el objeto artístico ya no era importante, la pintura, la escultura o la partitura, que para varias generaciones eran solamente manifestaciones materiales del arte dejaron de ser importantes, era la propuesta y la convicción del artista lo que marcaba la diferencia.
El Arte Contemporáneo fue la oportunidad y el momento para que aparecieran en la palestra pública tres actores principales de estos nuevos movimientos, que fueron: el crítico de arte, los curadores de las exposiciones y el historiador de arte, su papel fue el de explicarle al mundo de que se trataba toda aquella aparente locura.
Ya para finales de los cincuenta la expresión homoerótica de los artistas norteamericanos habían encontrado su cauce, una de las grandes obras de la época fue “Blanco con formas de yeso”, que era la figura humana hecha con un molde de yeso y tenía pintado una diana para el tiro al blanco como expresión de la cacería injusta y bárbara que tenía la sociedad reprimida en contra de los homosexuales, luego con el arte Pop se dieron múltiples expresiones que pusieron de relieve la existencia de estas minorías que luchaban por el respeto a sus derechos civiles de existencia, y entre ellos estaba el arte negro y el feminismo que surgían indetenibles.
Mucha gente se siente desconcertada ante la presencia del llamado Arte Contemporáneo, educados y acostumbrados al arte académico tradicional, a los grandes cánones del arte universal, las propuestas del arte moderno simplemente los dejan al descampado, no lo entienden, pero quien se disponga a investigarlo, quien intente apreciarlo, se dará cuenta muy pronto de la riqueza de sus propuestas.
El siglo XX fue un caldo de cultivo de grandes artistas que desafiaron las convenciones, fueron producto de una época de grandes cambios sociales y políticos y su arte no escapó a estas circunstancias, John Cage fue uno de sus más arriesgados pioneros.  -  saulgodoy@gmail.com




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