domingo, 23 de octubre de 2016

La violencia necesaria



“El destino de cada democracia, de cada gobierno basado en la soberanía de su pueblo, depende de la escogencia que se haga entre estos principios opuestos, poder absoluto en una mano, y en la otra, las restricciones impuestas por la legalidad y la autoridad de la tradición. Debe perseverar o derrumbarse de acuerdo a esta elección, bien darle supremacía a la ley o la voluntad del pueblo; bien constituyendo una asociación moral mantenida por el deber, o una física mantenida por la fuerza.”
John Emerich Edward Dalberg-Acton, Primer Baron Acton, Lord Acton.

No hay nada más violento que el universo mismo, los astrónomos y cosmólogos que he conocido, una vez superado el arrobamiento de la belleza del cosmos, inmediatamente confronta la enorme violencia que da origen a tan sublime espectáculo, el  nacimiento y muerte de las estrellas son actos caóticos que generan fuerzas destructivas y a su vez generativas de un nuevo orden de cosas, que necesariamente rompen, modifican, llevan a extremos el orden físico del tejido espacio-tiempo que las contiene.
El nacimiento del ser humano, a pesar de de toda la poética y el sentimiento que supone, es uno de los actos más violentos de la naturaleza, al extraer de  una calma y paz interior a una criatura inacabada, que se ha estado formado en el seno de su madre, apartado de toda ocurrencia y exposición de los elementos de un mundo hostil.  Nacer es pasar con violencia de la calma amniótica a la dimensión de la vida de las sensaciones caóticas.
Toda la naturaleza es una manifestación constante de violencia, las leyes de la termodinámica que regulan los intercambios de energía en términos de vida, se integran en  altos grados de violencia que implican actividades tan fundamentales como alimentarse, o enfermarse, o envejecer.
La muerte es por lo general un acto violento, los seres vivos se aferran a la vida por designio natural, y dejarla, en la mayoría de los casos, implica una resistencia, una lucha desesperada por mantenerla.
El mundo tal y como lo conocemos está cargado de violencia, necesaria o gratuita, no importa, es parte integral de nuestro escenario, pero la esencia del ser humano no escapa a esa ecuación fatal, todos los procesos a los que estamos sometidos como seres vivos tienen un contenido de violencia, el simple acto de respirar implica violencia bien si dejamos de hacerlo,  o lo hacemos demasiado rápido.
El contenido de violencia en la naturaleza del ser humano es mayúsculo, ha sido gracias al proceso civilizatorio, a la cultura, que este contenido ha podido ser delimitado, canalizado, pero no eliminado, es significativo conocer que una de las promesas de la civilización es justamente reducir y controlar la violencia social, que el ser humano pueda, aunque sea momentáneamente, vivir su vida en paz para desarrollar sus oportunidades y expectativas, paradójicamente, haciendo uso del monopolio de la violencia por ciertos órganos del estado, entre ellos, la policía.
En una democracia moderna el desbordamiento del crimen y de la violencia política es un síntoma de que las instituciones de gobierno están dejando de funcionar, y cuando es el mismo estado el que propicia la violencia, se habla de terrorismo de estado que ya es una condición de los estados fallidos o estados en vías de desaparición, como es el caso de Venezuela.
La política es una de las áreas de actividad humana donde la violencia juega un papel vital y hasta preponderante, y aunque no me lo crean, los pacifistas son uno de los grupos que mayor beneficio sacan de esta alocada idea de que por esta vía, la de la no-violencia, se logran resultados, pero no nos adelantemos.
Dentro de las relaciones humanas hay dos elementos que actúan con dinámica propia, ellos son, la ambición motivada por la avaricia, ese deseo personal de tenerlo todo para sí o para el grupo al que pertenecemos, el extremo egoísmo, que impulsa a los hombres a oprimir a otros a cambio de privilegios.
Y en el extremo contrario, la insatisfacción que impulsa el reclamo de quienes se ven despojados de lo que anhelan, el deseo insatisfecho de tener lo que el otro posee creyéndome con el derecho a tenerlo, el recurso de la rebelión en contra del opresor cuando se explotado para que el otro disfrute, cuando ambas motivaciones chocan obtenemos el conflicto, y en conflicto, la violencia es reina.
Maquiavelo al igual que Marx entendieron que las relaciones políticas están fundadas en la violencia y para el filosofo Robert Nozik, el fundamento de todo estado es proteger al ciudadano en contra de la violencia de terceros, utilizando la violencia institucional contra el agresor; la violencia ha sido y sigue siendo, una de las maneras de conseguir cambios políticos de manera expedita.
Y porque los individuos tienen derechos, las actuaciones en sociedad deben darse sin violarlos, y cuando esos derechos se violan, se interrumpe el bienestar de la persona quien acude a la justicia para que restablezca el orden menoscabado, esto en civilización, aunque puede llegarse a tener que utilizar medidas heroicas para defenderse o recuperar lo que le fue arrebatado, recurriendo a las armas y a la guerra.
Por supuesto, con la violencia coexisten otras respuestas, sentimientos y motivaciones que pudieran ser las dominantes en una situación de conflicto, desde el amor, el miedo, el perdón, la negociación, la sumisión… la opción a la violencia es adaptarse a la pérdida del derecho conculcado, adaptarse, rendirse ante la fuerza del opresor, racionalizar el acto de violencia en nuestra contra con argumentos pacifistas, pero es sin duda, la violencia la más común y a la mano de las respuestas, al punto que hasta la Iglesia Católica la ha tenido que usar en varias ocasiones en su historia, a pesar de su prédica de siempre poner la otra mejilla.
Los socialistas creen poder hacer un nuevo hombre y crear un nuevo orden utópico, donde la violencia sea excluida de la sociedad, y esto sería posible gracias a un plano de igualdad, a una sociedad sin clases, a la completa eliminación de la propiedad privada y a la entronización de la solidaridad y la buena voluntad, esto por supuesto, luego de superar la etapa revolucionaria, que implica destruir el orden establecido y opresor.

Nuestros pacifistas endógenos.
Los pacifistas, en especial los que devienen de las doctrinas de Mahatma Gandhi, el líder de la independencia de la India del coloniaje Británico, creen poder enfrentar con éxito la violencia del otro, justamente asumiendo la resistencia activa utilizando métodos no-violentos.
Mucha gente que desconoce la historia de la independencia de la India supone erradamente que Gandhi fue el único que enfrentó a los británicos, no es así, fue una guerra muy larga de más de cien años, donde se dieron todo tipo de expresiones revolucionarias en contra del Imperio Británico, donde murieron millones de personas, hubo incontables mártires y la práctica del terrorismo era moneda común, de parte y parte, los ingleses ejecutaron a miles de rebeldes y cometieron masacres en contra de los alzados.
Sucedió que efectivamente Gandhi contaba con un arrastre importante de masas, sus ideas tenía un componente religioso que influía de manera especial en el pueblo, por su parte los ingleses había recibido un duro castigo durante su mandato, y para el momento que Lord Mountbatten se sienta a negociar con Gandhi ya estaban convencidos que la independencia era la única opción, el precio por India la estaban pagando con demasiadas vidas inglesas, las prácticas terroristas los tenían contra la pared de modo que decidieron negociar con el menos agresivo y fanático de sus enemigos, y ese era Gandhi.
Igual sucedió con Martin Luther King, ya el gobierno norteamericano, luego de una larga lucha de los negros por sus derechos civiles, se dio cuenta que negarles esos derechos les iba a costar demasiado, decidieron negociar con el menos feroz de sus enemigos, no iba a ser con una radical como Angela Davies de las Panteras Negras, ni con un Malcom X de la Nación del Islam con quien se iban a sentar, fue con el pacifista con quien tranzaron.
En Venezuela la situación iba por el mismo camino, la dictadura de Maduro debió negociar con los pacifistas de la MUD y así obtener una serie de ventajas de “los come flores”, pero por brutos y arrogantes, creyendo que de verdad iban a tener el poder para siempre, dejaron pasar la oportunidad y ahora los revolucionarios van a tener que vérselas con los radicales de la ultra derecha, que creen la política del “ojo por ojo” y que lo menos que creen, es en negociaciones con el verdugo.
Pero estos éxitos del pacifismo son excepciones en la historia, la violencia ha sido el método más usado para resolver conflictos, e indudablemente, el más exitoso en el caso de gobiernos dictatoriales como el que tenemos, es el único camino que nos dejan abierto, de modo que quítense esas telarañas del pacifismo a ultranza, de esa mediocre prédica política del pacifismo democrático, electoral y constitucional en contra de una dictadura que solo cree en la violencia; se hace de nuevo patente la pertinencia de ese dicho popular, “Por quien hierro mata, por hierro muere”.
Quiero terminar este breve ensayo aludiendo a una errada percepción que tiene la oposición pacifista de los medios con que cuenta el gobierno chavista para implementar su violencia revolucionaria sobre el pueblo, o más bien su intención de crear miedo en el pueblo para que ellos puedan hacer y deshacer con el país, y tiene que ver con la supuesta superioridad con que cuenta en términos de armas, control de las FFAA y manejo de elementos del hampa común.
Esa impresión es producto más la propaganda de guerra y de la manipulación de la cual se valen, que la de una realidad constatable, el gobierno no tiene tal superioridad; sí cuenta con el apoyo de un pequeño grupo de violentos en uniforme y en el hampa, que los hace ver como dueños de la situación, pero la contradicción va por dentro, la experiencia demuestra que son tan víctimas del hampa como cualquiera de nosotros, incluso sus uniformados, y que su ascendencia sobre las FFAA no es hegemónica como pretenden, hay suficiente resistencia y descontento entre los hombres y mujeres en armas, y por múltiples razones, para pensar que las tienen todas bajo su poder y que en el momento de un enfrentamiento real, van a pasar trabajo en conseguir apoyo absoluto y fanático como nos lo quieren vender.
Los chavistas no son los dueños de la violencia, todavía no saben ni conocen lo que un pueblo arrecho es capaz de hacer.  -   saulgodoy@gmail.com













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