martes, 25 de octubre de 2016

Les Demoiselles DÁvignon


Según el historiador del arte Arthur C. Danto, tal y como lo relata en su enciclopédico libro Que es el Arte (2013), cuando la obra fue pintada en 1907, fue como si el arte todo hubiera vuelto a nacer, lo más curioso es que por veinte largos años esta pintura de Picasso no salió de su estudio, pocas personas la vieron, pero quienes la conocieron quedaron inmediatamente impactados y una vez expuesta, se convirtió en el ícono de la pintura contemporánea.
Estas Señoritas de Picasso fueron plasmadas en un lienzo inmenso, 243,9 cm x 233,7 cm., y su efecto es demoledor sobre el observador.
Pero dejemos que sea Danto quien nos ilustre: muestra a cinco prostitutas en un burdel muy conocido de Barcelona, en la calle Aviñón… La escena tiene lugar en el salón del burdel, donde dos de las mujeres levantan sus brazos para mostrar sus encantos a los clientes. Hay un tazón con  frutas sobre la mesa, lo que sin duda simboliza que la escena sucede en un interior. El cuadro cuenta con tres tipos de mujeres que se muestran en diferentes estilos. Sería imposible ver lo que la pintura muestra a través de una ventana. Las dos mujeres con los brazos levantados están pintadas en el estilo desarrollado por los fauves, que describo a continuación. Sus rasgos faciales están delineados en negro, y sus ojos están exagerados. A la derecha de estas mujeres hay otras dos señoritas, una con el rostro cubierto por una máscara africana y otra con una cabeza que pertenece a las efigies de las diosas africanas. Una de ellas está en cuclillas. En la parte izquierda del lienzo hay una atractiva mujer a punto de entrar en escena, si es que las dos figuras centrales no logran atraer al cliente. Si leemos el cuadro de derecha a izquierda, Picasso pintó una evolución de las mujeres: desde las salvajes, en un estilo que coquetea con el de los fauves, hasta una atractiva mujer de las que pintó en su época rosa. Las dos mujeres con los brazos alzados están bañadas en luz, como si una lámpara de alta intensidad brillara sobre ellas, y esto divide la escena en tres áreas verticales: la de la derecha es una especie de cortina compuesta por fragmentos cubistas; la de la izquierda va hacia arriba y hacia abajo, como el ala de un escenario, dando al espacio una sensación teatral. 
La secuencia de esos cuerpos — ¡y esas cabezas!— es como un esquema freudiano del ello, ego y superego. Si se hubiera visto obligado a responder a las críticas de que en realidad las mujeres no tenían el aspecto con el que la pintura las muestra, Picasso podría haber respondido que no estaba interesado en la apariencia, sino en la realidad. 
La pareja africanizada parece salvaje, feroz, agresiva. El par del medio son putas seductoras, esbeltas. Y a la izquierda hay una chica parisina con rasgos regulares. Desde el punto de vista de la perspectiva de la pintura tradicional, esto muestra cierta incoherencia estilística. Picasso necesitaba esta incoherencia entre las tres clases de mujeres que representan tres estratos psicológicos, o tres etapas en la evolución física de la mujer. Tanto la tríada psicológica como la evolutiva tienen su escenario en un burdel. Si alguien pregunta por el tema de la pintura, la respuesta correcta sería probablemente que trata de las mujeres, tal y como Picasso cree que son realmente. Están destinadas para el sexo. El arte de Picasso es una batalla contra las apariencias, y por lo tanto contra la historia progresiva del arte. Las señoritas de Aviñón están pintadas en una nueva forma de extraer la verdad sobre las mujeres, tal como lo veía Picasso.” 
En la maravillosa biografía que Roland Penrose hace sobre Picasso (1958), de quien fue amigo, coleccionista y no pocas veces curador de sus exposiciones, nos cuenta como el joven pintor que se la pasaba viajando entre Barcelona y París era un asiduo visitante de los grandes museos, pero no de salones convencionales del arte clásico y académico, se iba a las solitarias salas del arte antiguo, griego y egipcio, a las exóticas muestra del arte africano, visitaba con curiosidad las exhibiciones de los estampados chinos y los dibujos japoneses, que para el canon occidental habían mal interpretado la perspectiva y retratado a sus modelos de manera demasiado rígida.
 autorretrato de Picasso joven
Cuando llegaban nuevas piezas de arte primitivo ibérico rescatado de alguna excavación arqueológica, era el primero en curiosear las muestras que luego utilizaba como idea en bosquejos y sus libros de bocetos.
Absorbía como esponja estos conceptos de un arte considerado “bruto”, de una gran fuerza visual, no contaminada por el refinamiento de los estetas sino directa del alma de los hombres puros del pasado, y los transformaba en su mente y veía lo que nos dejó en sus obras de su mundo, un inmenso e intenso carnaval de seres extraordinarios.
Su bagaje cultural y artístico era extenso, no solo se codeaba con la vanguardia del arte del mundo, sino que nunca dejó por interesarse por el arte románico y gótico de Cataluña ni jamás dejó de admirar a su amadísimo El Greco, a quien siempre volvía, una y otra vez, repasando cada una de sus obras.
De este coctel pictórico y de ideas sobre el inconsciente, de todas aquellas  teorías que había escuchado en los café de Montmartre sobre la nueva física y de un universo extraño que pareciera  creado por la inquieta mente de su amigo Apollinaire,  Picasso entraba en territorio desconocido toda su fuerza creadora estaba siendo utilizada en abrirse paso en aquel extraño mundo que conoceríamos como cubismo.
La obra fue pintada en poco tiempo y presentada a sus amigos, la recepción fue contundentemente negativa, a nadie le gustó salvo a poquísimas personas, incluso a Braque, quien sería enormemente influenciado por el cuadro lo rechazó a lo que lo vio, igual sucedió con el matrimonio de los Stein, buenos amigos y coleccionistas, admiradores de la obra del joven pintor, hasta el mismo Apollinaire tuvo palabras de desdén sobre la pintura, su admirado amigo y colega Henri Rousseau  le dijo en una ocasión : “Picasso, usted y yo somos los más grandes pintores de nuestra época, usted en el estilo egipcio y yo en el moderno.”
Fue un golpe duro para Picasso quien estaba gozando de una fama y prestigio duramente ganado, pero aún así, el artista sabía que había logrado algo original y que llevaba al arte pictórico a otro nivel, simplemente tragó grueso y acusó recibo de las críticas pero sin que hicieran mella en su obstinado espíritu.
Picasso simplemente enrolló la tela y la guardó, no fue sino hasta 1920 que el coleccionista Jaques Doucet la adquirió sin verla previamente, pero cuando lo hizo, quedó hechizado por la obra y la convirtió en la pieza central de su colección.
Fueron los surrealistas los que la llevaron al reconocimiento público en 1925, convirtiéndola en uno de sus íconos, fueron ellos quienes bautizaron la pieza con su actual nombre, hasta que por fin fue expuesta al público en 1937 en el Petir Palais, donde los representantes del Museo de Arte Moderno de New York se interesaron por el cuadro y lo adquieren, lo demás es historia.
Picasso muere en 1973 dejando como legado más de 50.000 piezas que incluyen pinturas, dibujos, esculturas, bocetos, grabados, cerámicas y otros medios, fue el gran coloso del arte contemporáneo los primeros cincuenta a los de su vida, de acuerdo al crítico Barry Schwabsky, la última parte de su vida tuvo que competir con otras modalidades del arte moderno como el minimalismo, el Pop Art, el fluxus, y no siempre exitosamente.
Les Demoiselles DÁvignon inauguran para el mundo del arte el estilo conocido como cubismo, que a partir de 1908, elaborarían conjuntamente Braque y Picasso, este último lo llevaría hasta sus últimas consecuencias y no lo abandonaría jamás, su cubismo de los últimos años estaba impregnado más de sentimientos que de objetividad, era una búsqueda emocional que lo diferencia de manera notoria del cubismo que elaboró durante la primera década del siglo XX.
Para el crítico Jack Flam, en el catálogo para la exposición de la colección cubista de Leonard A, Lauder, escribió, que era un estilo de pintura basado en una serie de ideas muy claras sobre la verdad, en una dimensión material dominada por la geometría como elemento de pensamiento y que era una manera de manejar dialécticamente, la realidad material, e incorporando al mismo tiempo, la cambiante subjetividad en la percepción del observador.
El resultado final era una representación donde la memoria y el pensamiento estaban siempre al descubierto, y donde el elemento de la temporalidad, era evidente.
Este sólo cuadro hubiera bastado para marcar su paso como un gran artista en la cultura universal, pero era un monstruo, un ser excepcionalmente dotado, y fue a partir de esta época que empezaría a marcar caminos en muchos otros estilos y con una cantidad de obras maestras, que dejan sin aliento a quienes admiramos su trabajo.   -      saulgodoy@gmail.com  




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