Según el historiador del arte Arthur C. Danto, tal y como lo relata en su enciclopédico libro Que es el Arte (2013), cuando la obra fue pintada en 1907, fue como si el arte todo hubiera vuelto a nacer, lo más curioso es que por veinte largos años esta pintura de Picasso no salió de su estudio, pocas personas la vieron, pero quienes la conocieron quedaron inmediatamente impactados y una vez expuesta, se convirtió en el ícono de la pintura contemporánea.
Estas
Señoritas de Picasso fueron plasmadas en un lienzo inmenso, 243,9 cm x 233,7
cm., y su efecto es demoledor sobre el observador.
Pero
dejemos que sea Danto quien nos ilustre: “muestra a cinco prostitutas en un burdel
muy conocido de Barcelona, en la calle Aviñón… La escena tiene lugar en el
salón del burdel, donde dos de las mujeres levantan sus brazos para mostrar sus
encantos a los clientes. Hay un tazón con frutas sobre la mesa, lo que sin duda simboliza
que la escena sucede en un interior. El cuadro cuenta con tres tipos de mujeres
que se muestran en diferentes estilos. Sería imposible ver lo que la pintura
muestra a través de una ventana. Las dos mujeres con los brazos levantados
están pintadas en el estilo desarrollado por los fauves,
que describo a continuación. Sus rasgos faciales están delineados en negro, y
sus ojos están exagerados. A la derecha de estas mujeres hay otras dos
señoritas, una con el rostro cubierto por una máscara africana y otra con una cabeza que
pertenece a las efigies de las diosas africanas. Una de ellas está en
cuclillas. En la parte izquierda del lienzo hay una atractiva mujer a punto de
entrar en escena, si es que las dos figuras centrales no logran atraer al
cliente. Si leemos el cuadro de derecha a izquierda, Picasso pintó una
evolución de las mujeres: desde las salvajes, en un estilo que coquetea con el
de los fauves, hasta una
atractiva mujer de las que pintó en su época rosa. Las dos mujeres con los brazos alzados
están bañadas en luz, como si una lámpara de alta intensidad brillara sobre
ellas, y esto divide la escena en tres áreas verticales: la de la derecha es
una especie de cortina compuesta por fragmentos cubistas; la de la izquierda va
hacia arriba y hacia abajo, como el ala de un escenario, dando al espacio una
sensación teatral.
La secuencia de esos cuerpos — ¡y esas cabezas!— es como un
esquema freudiano del ello, ego y superego. Si se hubiera visto
obligado a responder a las críticas de que en realidad las mujeres no tenían el
aspecto con el que la pintura las muestra, Picasso podría haber respondido que
no estaba interesado en la apariencia, sino en la realidad.
La pareja
africanizada parece salvaje, feroz, agresiva. El par del medio son putas
seductoras, esbeltas. Y a la izquierda hay una chica parisina con rasgos
regulares. Desde el punto de vista de la perspectiva de la pintura tradicional, esto muestra
cierta incoherencia estilística. Picasso necesitaba esta incoherencia entre las
tres clases de mujeres que representan tres estratos psicológicos, o tres
etapas en la evolución física de la mujer. Tanto la tríada psicológica como la
evolutiva tienen su escenario en un burdel. Si alguien pregunta por el tema de
la pintura, la respuesta correcta sería probablemente que trata de las mujeres,
tal y como Picasso cree que son realmente. Están
destinadas para el sexo. El arte de Picasso es una batalla contra las
apariencias, y por lo tanto contra la historia progresiva del arte. Las
señoritas de Aviñón están pintadas en una nueva forma de extraer la
verdad sobre las mujeres, tal como lo veía Picasso.”
En la maravillosa biografía que Roland Penrose
hace sobre Picasso (1958), de quien
fue amigo, coleccionista y no pocas veces curador de sus exposiciones, nos cuenta
como el joven pintor que se la pasaba viajando entre Barcelona y París era un
asiduo visitante de los grandes museos, pero no de salones convencionales del
arte clásico y académico, se iba a las solitarias salas del arte antiguo,
griego y egipcio, a las exóticas muestra del arte africano, visitaba con
curiosidad las exhibiciones de los estampados chinos y los dibujos japoneses, que
para el canon occidental habían mal interpretado la perspectiva y retratado a
sus modelos de manera demasiado rígida.
autorretrato de Picasso joven |
Cuando llegaban nuevas piezas de arte primitivo
ibérico rescatado de alguna excavación arqueológica, era el primero en
curiosear las muestras que luego utilizaba como idea en bosquejos y sus libros
de bocetos.
Absorbía como esponja estos conceptos de un arte
considerado “bruto”, de una gran fuerza visual, no contaminada por el
refinamiento de los estetas sino directa del alma de los hombres puros del
pasado, y los transformaba en su mente y veía lo que nos dejó en sus obras de
su mundo, un inmenso e intenso carnaval de seres extraordinarios.
Su bagaje cultural y artístico era extenso, no
solo se codeaba con la vanguardia del arte del mundo, sino que nunca dejó por
interesarse por el arte románico y gótico de Cataluña ni jamás dejó de admirar
a su amadísimo El Greco, a quien siempre volvía, una y otra vez, repasando cada
una de sus obras.
De este coctel pictórico y de ideas sobre el
inconsciente, de todas aquellas teorías
que había escuchado en los café de Montmartre sobre la nueva física y de un
universo extraño que pareciera creado
por la inquieta mente de su amigo Apollinaire,
Picasso entraba en territorio desconocido toda su fuerza creadora estaba
siendo utilizada en abrirse paso en aquel extraño mundo que conoceríamos como
cubismo.
La obra fue pintada en poco tiempo y presentada a sus amigos,
la recepción fue contundentemente negativa, a nadie le gustó salvo a poquísimas
personas, incluso a Braque, quien sería enormemente influenciado por el cuadro
lo rechazó a lo que lo vio, igual sucedió con el matrimonio de los Stein,
buenos amigos y coleccionistas, admiradores de la obra del joven pintor, hasta
el mismo Apollinaire tuvo palabras de desdén sobre la pintura, su admirado
amigo y colega Henri Rousseau le dijo en
una ocasión : “Picasso, usted y yo somos
los más grandes pintores de nuestra época, usted en el estilo egipcio y yo en
el moderno.”
Fue un golpe duro para Picasso quien estaba gozando de una fama
y prestigio duramente ganado, pero aún así, el artista sabía que había logrado
algo original y que llevaba al arte pictórico a otro nivel, simplemente tragó
grueso y acusó recibo de las críticas pero sin que hicieran mella en su
obstinado espíritu.
Picasso simplemente enrolló la tela y la guardó, no fue sino
hasta 1920 que el coleccionista Jaques Doucet la adquirió sin verla
previamente, pero cuando lo hizo, quedó hechizado por la obra y la convirtió en
la pieza central de su colección.
Fueron los surrealistas los que la llevaron al reconocimiento
público en 1925, convirtiéndola en uno de sus íconos, fueron ellos quienes
bautizaron la pieza con su actual nombre, hasta que por fin fue expuesta al
público en 1937 en el Petir Palais,
donde los representantes del Museo de Arte Moderno de New York se interesaron
por el cuadro y lo adquieren, lo demás es historia.
Picasso muere en 1973 dejando como legado más de
50.000 piezas que incluyen pinturas, dibujos, esculturas, bocetos, grabados, cerámicas
y otros medios, fue el gran coloso del arte contemporáneo los primeros
cincuenta a los de su vida, de acuerdo al crítico Barry
Schwabsky, la última parte de su vida tuvo que
competir con otras modalidades del arte moderno como el minimalismo, el Pop Art,
el fluxus, y no siempre exitosamente.
Les Demoiselles DÁvignon inauguran para el mundo del arte
el estilo conocido como cubismo, que a partir de 1908, elaborarían
conjuntamente Braque y Picasso, este último lo llevaría hasta sus últimas
consecuencias y no lo abandonaría jamás, su cubismo de los últimos años estaba impregnado más de sentimientos
que de objetividad, era una búsqueda emocional que lo diferencia de manera
notoria del cubismo que elaboró durante la primera década del siglo XX.
Para el crítico Jack Flam, en el catálogo
para la exposición de la colección cubista de Leonard A, Lauder, escribió, que
era un estilo de pintura basado en una serie de ideas muy claras sobre la
verdad, en una dimensión material dominada por la geometría como elemento de
pensamiento y que era una manera de manejar dialécticamente, la realidad
material, e incorporando al mismo tiempo, la cambiante subjetividad en la
percepción del observador.
El resultado final era una representación
donde la memoria y el pensamiento estaban siempre al descubierto, y donde el
elemento de la temporalidad, era evidente.
Este sólo cuadro hubiera bastado para marcar
su paso como un gran artista en la cultura universal, pero era un monstruo, un
ser excepcionalmente dotado, y fue a partir de esta época que empezaría a marcar
caminos en muchos otros estilos y con una cantidad de obras maestras, que dejan
sin aliento a quienes admiramos su trabajo.
- saulgodoy@gmail.com
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