viernes, 30 de diciembre de 2016

Antígona en Venezuela


Los antiguos griegos fueron un pueblo que trabajó con diligencia, inteligencia y fortuna durante los siglos en que dominaron política, militar y culturalmente su región, el concepto de vivir una buena vida; se dice fácil, y muchos lo hacemos sin pensarlo, pero, para una enorme cantidad de filósofos e historiadores, fue de las poquísimas sociedades que lograron alcanzar este difícil e importante objetivo.
La filósofa norteamericana Martha Nussbaum, en su importante estudio La Fragilidad del Bien (1986), nos dice que a la pregunta general de ¿Cómo debemos vivir?, los griegos no hicieron apartes, ni otorgaron importancia a parcelas independientes de sus personas, los griegos involucraban en el correcto vivir a toda la persona; esto lo digo porque es común, en la manera de pensar en occidente, influenciada por el pensamiento kantiano, el de otorgarle sólo al orden moral tal responsabilidad, por aquello de ordenar los valores en categorías. Los griegos no hicieron esa distinción.
Nussbaum empieza su libro con un poema de Píndaro de su obra Nemea, que en una de sus partes expresa:
“Hay quienes piden oro, y otros, tierras ilimitadas,
yo pido deleitar a mis conciudadanos
hasta que la tierra cubra mis huesos - un hombre
que alabó lo digno de elogio
y sembró la acusación contra los malvados.
Pero la excelencia humana
crece como una vid
nutrida del fresco rocío
y alzada al húmedo cielo
entre los hombres sabios y justos.
Necesitamos cosas muy diversas de aquellos a quienes amamos
sobre todo en el infortunio, aunque también el gozo
busca unos ojos en los que confiar.”
A partir de estas inspiradoras palabras, Nussbaum empieza su muy bien documentada investigación sobre la fortuna y ética en la tragedia y la filosofía griega, que no es otra cosa que la búsqueda de la excelencia humana, porque el hombre (y en especial, la mujer) es el mismo en su naturaleza intrínseca que nuestros antepasados griegos; nos explica la distinguida filósofa de la Universidad de Harvard: “soy un agente, pero también un ser pasivo como la planta; gran parte de lo que no he hecho me hace acreedor al elogio o la censura; debo elegir continuamente entre bienes opuestos y aparentemente inconmensurables, y las circunstancias pueden forzarme a adoptar un curso de acción en el que no podré evitar traicionar algo o actuar mal; un hecho que simplemente me sucede, sin mi consentimiento, puede transformar mi vida; tan problemático es confiar el propio bien a los amigos, al amante o a la patria, como intentar vivir bien prescindiendo de ellos. No creo que dichos problemas sean solo el alimento que nutre la tragedia; pienso que forman parte de los hechos cotidianos de la razón práctica.”
Voy a tratar de explicar a mis amables lectores que la tragedia no es sólo parte fundamental de nuestras vidas, sino que se constituye en un elemento importante en nuestro desarrollo hacia la perfección, hacia lo bueno, en dirección a la excelencia, y para ello voy a basarme en una obra de literatura, de teatro, como lo es ese clásico inmortal Antígona, de Sófocles.
La tragedia griega ha sido un tema estudiado, examinado, pensado y repensado de atrás hacia adelante, y seguirá siendo hasta el fin de la humanidad uno de los temas de estudio por la sencilla razón de que nuestras vidas están inevitablemente signadas por la tragedia.
¿Y por qué lo considero tan importante, al punto de concederle un lugar de privilegio, presentando para su consideración mis impresiones en este escrito, en este trágico fin de año para nuestro país.
Porque, aún en la tragedia, debemos apuntar a lo bueno, a lo justo, a lo noble y, si se diera el caso que nuestras vidas, de alguna manera, sucumban en esta tragedia generada por el chavismo, debemos tratar de conservar lo que es digno, hasta el último momento, porque allí está la gloria del haber vivido bien.
Empiezo con el resumen que el mismo George Steiner, un sabio que ha escrito en profundidad sobre esta obra, hizo de la misma para su libro, Antígonas (1984); el título es en plural por las diversas formas que este mito a tomado en las artes universales: “Antígona, hija de Edipo, rey de Tebas, concebida por la madre de éste, Yocasta. Por la noche Antígona dio sepultura a su hermano Polinices contra las terminantes ordenes de Creonte, quien al enterarse del hecho dispuso que fuera enterrada viva. Pero Antígona se suicidó antes de que la sentencia fuera ejecutada; y Hemón, hijo del rey, que estaba apasionadamente enamorado de ella y que no había logrado obtener su perdón, también se dio muerte junto a la tumba de Antígona.
Steiner se esfuerza en presentar los testimonios de importantes personalidades que han considerado la Antígona de Sófocles, como “la más excelente de las tragedias griegas si no una obra de arte más cercana a la perfección que cualquier otra producida por el espíritu humano”; en lo personal me sorprendió que fuera una obra de teatro la que se llevara ese honor, pero Steiner es lo suficientemente apasionado e incisivo para demostrar su punto, y no pude sino sorprenderme de quienes están de acuerdo. Friedrich Schlegel, Schelling, Goethe, George Eliot, Shelley, Hegel, de Quincey, Matthew Arnold, Wagner, Hofmannsthal, Hölderlin, Mendelssohn, Charles Pèguy, Mme. de Staël, Dorothy Wordsworth, Kierkegaard, son algunas de las personalidades que no sólo creyeron que la Antígona de Sófocles estaba por encima de cualquier otra tragedia del teatro griego de autores tan reputados como Esquilo y Eurípides, sino que dieron fe de ello en sus propias obras.
¿Qué hace a esta obra tan especial? Ríos de tinta se han escrito sobre el tema, pero han permanecido en el mundo académico, circunscrito a un círculo de especialistas; lo primero que recomendaría a mis estimados lectores es que, si no la han leído, si no tienen un ejemplar, naveguen por internet y encontrarán una veintena de traducciones directamente del griego, todas muy buenas, absolutamente gratuitas; la obra no llega a las 80 páginas, pero les aseguro que, si se toman en serio la lectura, los va a conmover hasta el tuétano de los huesos, principalmente porque descubrí en mi relectura de la pieza, que Antígona, es Venezuela.
Steiner debe ser uno de los hombres con más cultura clásica acumulada en su cabeza, y Martha Nussbaum, su contraparte en las mujeres, y ambos apuntan a reconocer a Antígona como la “presencia suprema”, para algunos, sólo comparable a la figura de Cristo.
La tragedia de Venezuela ¿Pudo ser evitada? Dentro de los términos de la racionalidad, la respuesta es sí, si se hubiera puesto más cuidado en los términos democráticos en los que vivíamos, en el conocimiento de las causas y efectos de ciertas ideologías, en haber permitido que el pueblo se involucrara en mayor medida en las decisiones cotidianas que controlaban sus propias vidas, y no dejarlo en manos del estado benefactor (rentista –petrolero), que todo lo abarcaba… sí, se podría haber evitado.
La tragedia venezolana no se ha completado; para los que piensan que hemos tocado fondo, la realidad de nuestra situación indica que lo que viene es aún más trágico, salir del chavismo nos va a costar sangre, sudor y lágrimas, si creyeron que nuestra situación se tranza por los cientos de miles de víctimas que estos degenerados chavistas han producido, todavía faltan las bajas que ellos tienen que poner en esta pavorosa tragedia para que llegue a su final, aquí nadie saldrá liso, ni siquiera los cubanos.
Lo importante en este momento, y tal como lo plantea Sófocles, la Venezuela decente, creyente de la dignidad humana, del honor de la familia, de nuestras creencias espirituales, está representada por Antígona, por nuestras mujeres, quienes son el principal blanco y las que están cayendo arrolladas bajo la bota de los criminales al mando de Maduro, que es Creonte, que representa la autoridad, que promulga la ley de la ciudad que va en contra de la ley de los dioses… que no le importa convertir la justicia en su contrario, la injusticia,  para preservar su poder.
Víctimas fueron los cobardes de la MUD, que prefirieron negociar su supervivencia, entregando a nuestra valiente Antígona a las górgonas insaciables del socialismo bolivariano, y que ahora deben vivir con la vergüenza histórica de haber sido unos traidores; víctimas son nuestros valientes empresarios, quienes en medio de continuos e inclementes ataques por parte de los militares comunistas todavía sostienen sus negocios funcionando; víctimas son los estudiantes, que dieron lo mejor de sus vidas en las calles contra un enemigo asesino; víctimas son nuestros políticos presos, sosteniendo todavía las banderas de la libertad en alto, ante un régimen totalitario.
Pero tal como mencioné al principio, las tragedias son necesarias para el aprendizaje, la única manera de acabar con una tragedia en con la manifestación clara e inequívoca de la voluntad sobre el conflicto, la voluntad del pueblo a ejercer su soberanía sobre el tirano y sus huestes, sin importar las consecuencias, sin otra consideración que volver al equilibrio perdido y que va a implicar la violencia, la venganza del ojo por ojo.
En una tragedia no hay salidas buenas, si hay elección, será entre dos muy malas opciones, a veces tan malas, que sólo nos resta decir “Que suceda lo que tenga que pasar”.
Lo bueno es que de las tragedias siempre se sale, hay un final, una vez pagado el costo del descuido, de la falta de previsión e, incluso, de la mala suerte, queda del conflicto la lección, que será del empeño de la gente en que las condiciones que propiciaron la tragedia nunca más vuelvan a suceder; porque aún en el destino terrible de Antígona, que implicó su suicidio ante la posibilidad de ser enterrada viva, hay un destello de luz, nunca traicionó sus ideales, a pesar de sus desdichas, nunca sacrificó su dignidad.
Para Creonte todo se resume en asegurar su régimen, su poder sobre la ciudad, quien no esté de acuerdo con esto, está loco, para él, Antígona está loca, su propio hijo es un demente al no querer participar de su idea. Maduro, tal como Creonte, piensa que porque es el tirano, es justo y bueno; sus amigos, sus amores, sus creencias religiosas están en función de su cargo, en quienes comparten con él la creencia de que no hay nada más importante que gobernar.
Creonte, el varón dominante, el macho agresivo, capaz de mantener a toda costa su supremacía sobre la manada que le tocó gobernar, enfrenta a la mujer que, en nombre de la familia, de los dioses, de la tradición, comete la infracción de desobedecer la ley. Steiner nos refiere las palabras de Kojève, refiriéndose a la Antígona de Hegel: “El conflicto trágico no es un conflicto entre el deber y la pasión o entre dos deberes. Es el conflicto entre dos planos de existencia, uno de los cuales es considerado sin valor por el que obra, pero no por los demás. El agente, el actor trágico, no tendrá conciencia de haber obrado como un criminal; como se lo castiga tendrá la impresión de sufrir un ‘destino’ absolutamente injustificable, pero que el admite sin rebelarse, sin tratar de comprender”
El conflicto del estado-nación contra el individuo es clave en esta obra, sin obviar otros aspectos de igual importancia, como sería el amor entre hermanos con sus atisbos de incesto, la importancia de la disposición de los cadáveres para la sociedad, el horror a ser enterrado vivo, las fricciones entre lo público y lo privado; para el juez en materia criminal y profesor de derecho J.C. Oleson, el caso presentado en la Antígona de Sófocles es el extremo de las decisiones que se hacen entre el mandato y la conciencia.
Antígona es una obra compleja, sumamente rica en contenido; cuando fue estrenada en su tiempo, batió todos los records en presentaciones a casa llena, según cronistas de la época, y su autor se hizo tan popular, que le ofrecieron ser el gobernante de Samos. La profesora, Doctora en Filosofía y Letras, Inés De Cassagne, en su obra Aletheia, tragedia y filosofía (1998), nos expone: “Llama la atención que la tragedia en Grecia haya terminado tan abruptamente. En el año 406 a,J.C. mueren Eurípides y Sófocles con seis meses de diferencia. Se siguió escribiendo tragedias pero ninguna puede compararse con la de los tres grandes autores del siglo V.”
Antígona es una obra que ha inspirado decenas de óperas, películas, versiones teatrales, obras plásticas, novelas, ensayos… y ahora ha inspirado a éste humilde cronista, al ver retratada la tragedia de su país en esta obra que en este fin de año, convida a sus lectores a leer.

Que tengan todos, aún en nuestra circunstancias, un feliz año nuevo 2017.  -  saulgodoy@gmail.com

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