Es extraño, por no decir contradictorio, que para un revolucionario, cuya tarea fundamental es demoler el viejo orden para instaurar el nuevo, reducir a escombros la tradición y las instituciones burguesas para imponer las del nuevo Plan de la Patria, que hacen del socialismo la ideología imperante, tenga no sólo que utilizar las herramientas burguesas-capitalistas de las instituciones legales (llámese Constitución, leyes orgánicas, tribunales, salas constitucionales, etc.), sino también echar mano de la lógica jurídica y los argumentos que sustentan la armazón legalista republicana, para poder llegar a sus fines, que, al final, ni son revolucionarios, ni son socialistas. Todo lo contrario, preceptos y procedimientos se han convertido en un instrumento para crear y proteger a una nueva burguesía (la boliburguesía) y atornillar en el poder a una nueva oligarquía (la chavista).
Vamos
a aceptar, por el ánimo de llevar hacia adelante la argumentación, que los
revolucionarios nos digan que se trata de una etapa de “transición” de un orden
viejo a uno nuevo, por lo que utilizar el concepto de ley, donde todas las
regulaciones emanadas de un tribunal revolucionario crean el reconocimiento de
una correspondiente obligación legal a la obediencia, sinónimo de esa
superestructura que Marx señaló, claramente y sin tapujos, como mecanismos de
alienación, se convierten en recursos que no persiguen otra cosa que perpetuar
todo el aparato cultural de dominación de clases que hacía posible la
explotación de las masas por un grupo privilegiado del poder.
Es
decir, tenemos a unos “supuestos” revolucionarios, operando bajo ropaje de la
“ley” burguesa (podemos aceptar que se trata de leyes “revolucionarias” en
contenido, pero que utilizan todos los mecanismos jurídicos heredados de la
“cuarta república”, que tenía la forma de un estado-nación, con su misma
constitución, sus mismas instituciones (Asamblea, Tribunal Supremo,
Presidencia) y sus mismos operadores, que serían los diputados y jueces que se
encargan de avanzar los proyectos de ley.
Supongamos
también que esta necesidad de utilizar mecanismos contrarrevolucionarios para
hacer la revolución es necesario, porque todavía no hay “conciencia
revolucionaria” en el pueblo, acostumbrado por tanto tiempo a trabajar
sumergido en esa superestructura alienante, de manera que se hace necesario
utilizarla, hasta que cada uno despierte en la conciencia revolucionaria; es
decir, que cada venezolano se convenza, por sí mismo, que el socialismo es la
única y la mejor forma de convivencia y organización posible para el país.
Pero
tampoco podemos perder de vista que, para el socialismo, la ley es una
necesidad durante el período intermedio de avance hacia la utopía marxista, esa
sociedad donde las diferencias de clases hayan sido abolidas y ya no sea
necesario un gobierno; antes de eso hay una etapa claramente definida como la
de Dictadura del Proletariado, que necesita de sus órganos de poder, igual que
cualquier dictadura, entre ellos, la ley.
Esto
es importante en la argumentación revolucionaria, todos los gobiernos
socialistas, incluyendo la Rusia de Lenin y Stalin, la China de Mao, la Cuba de
Fidel, por mencionar algunas, tuvieron sus Asambleas, sus tribunales, sus leyes
para garantizar (imponer, porque si no es imposible que tenga lugar algo tan
fingido) no sólo el orden interno de sus naciones, sino para avanzar en la
consecución de la utopía socialista, ese momento tan esperado y elusivo del utópico
orden perfecto, en el cual cada hombre, mujer y niño se regirán por el sagrado
precepto “A cada uno según sus necesidades”, la igualdad verdadera, una vez
abolida para siempre la propiedad privada.
Yo
estoy seguro de que Maduro y todo su tren de gobierno, incluyendo
revolucionarios destacados como Diosdado Cabello, Rafael Ramírez, Mario Silva,
Iris Valera y una larga lista de “socialistas” de utilería, con todas esas
cuentas de dinero que tienen en el exterior, con todos esos lujos y privilegios
de los que se rodean, se erigen como una necesidad revolucionaria de esta etapa
intermedia hacia la utopía, para que la revolución pueda funcionar en el marco
de la “transición”.
Esas
nuevas burguesías y oligarquías son el paso necesario hacia la igualdad de
todos, porque, cuando llegue el momento de desprenderse de todos esos bienes,
posiciones de poder, inmuebles en el exterior, cuentas secretas en paraísos
fiscales llena de dólares, suponen que lo harán, como buenos revolucionarios,
renunciarán a todas esas posesiones materiales, se las retornarán a sus
verdaderos dueños, al pueblo revolucionario y socialista, y se conformarán con
una palmadita en la espalda y su bolsa de comida de los CLAP, porque, se
supone, esa es su naturaleza.
Cuando lo accesorio priva sobre
lo principal
Pero
volvamos a nuestro tema central, uno de los gobiernos socialistas que tuvo
verdaderos problemas con el concepto de “ley” fue el del partido NAZI, el
partido obrero alemán de tendencia nacionalsocialista, y este problema surgió
porque perdió una guerra y tuvo que justificar sus actuaciones ante un tribunal
burgués-capitalista; y, aunque los alemanes siempre se han distinguido por
tener en su haber expertos en el tema jurídico, y el nazismo los tuvo, les fue
imposible salvar las enormes contradicciones que el socialismo enfrenta, al
hacer justamente lo que el gobierno chavista está haciendo en Venezuela,
haciéndose pasar por un gobierno legítimo y con apego a la ley.
Hitler,
el líder del partido Nazi, no tuvo tapujos en despreciar la democracia, el liberalismo,
el estado de derecho, los derechos humanos, su “ley” se basaba en otros
principios, como la tradición militarista y el orden prusiano, la pretendida
superioridad racial de los alemanes, la estricta subordinación al Estado y su
obediencia absoluta y en el derecho de los poderosos de gobernar sobre los
débiles; este socialista tenía un rasgo muy particular, odiaba al comunismo y
se prometió borrarlo de la faz de la tierra, al igual que al pueblo judío
(creía, no sin cierta razón, que el comunismo era una invención sionista).
Recordemos
que el socialismo, al prescindir de la idea de Dios y lo sagrado, al despreciar
a toda creencia religiosa como “droga” para el espíritu y como manipulación de
la conciencia del pueblo, se da un orden racional y se declara “científico”; su
base es absolutamente materialista y cree que el hombre está sujeto a los
dictámenes de la historia y que la historia tiene un fin, necesariamente
socialista… todo lo que no esté dentro de estos fines, está equivocado.
Uno
de los principios fundamentales de la ley en el mundo capitalista-burgués
occidental es que la ley debe estar fuera del alcance de los apetitos de las
masas, para no contaminarla de los prejuicios populistas; la ley, en el mejor
de los casos, está hecha por juristas, que son un tipo de expertos en esos
asuntos, hombres y mujeres sabios, justos y equitativos, que se han preparado
toda su vida para llegar a las posiciones donde las leyes son elaboradas,
teniendo como norte el bien común y el mejoramiento de la sociedad, para que
luego sean sancionadas por los representantes del pueblo y finalmente, recibir
el ejecútese del jefe del estado.
Una
vez promulgada una ley, ésta requiere la obediencia de todos los ciudadanos por
igual, nadie puede sustraerse de este mandato; toda ley pasa por un complejo
proceso de consultas, revisiones, correcciones, opiniones y es llevada a
diferentes escenarios para su discusión. En democracia las leyes deben hacerse
de manera pública y abierta para evitar suspicacias sobre posibles beneficiarios
o intereses particulares más allá del interés general.
Por
ello, una vez que un proyecto de ley se convierte en ley, es obligatorio su
acatamiento, y este cumplimiento es vigilado por las autoridades; quien no lo
haga, será sometido a un proceso judicial, en donde el procesado tendrá
oportunidad de defenderse y un juez asignará penas y castigos en proporción a
la falta.
El
procedimiento es claro y sencillo pero, en la práctica, en el mundo real, sobre
todo bajo un régimen socialista, todo se hace turbio y complicado, cuando no
absurdo.
Las
leyes consideradas injustas o provenientes de órganos ilegítimos tienen un
largo camino que recorrer para demostrar su ineficacia, caminos institucionales
dentro del mismo sistema legal; cuando una ley es considerada inmoral o va en
contra de principios fundamentales de convivencia, como serían leyes racistas o
que favorecen el apartheid, las leyes que discriminan a las minorías o eliminan
derechos individuales, por ejemplo, tiene sus propios caminos para revertirla;
pero mientras están vigentes deben ser cumplidas y las autoridades tienen que velar
por su correcta aplicación.
En el
caso de los revolucionarios socialistas bolivarianos el caso se hace todavía
más contradictorio: unos golpistas que se propusieron tomar el poder por medio
de la armas, que, para empezar, violaron su juramento de obediencia y lealtad a
las instituciones, utilizando las armas que les confió la República y
desconociendo el ordenamiento jurídico al cual deberían haber defendido, llegaron
finalmente a su objetivo por medios legítimos, democráticamente hablando,
porque se les perdonó y se les dio la oportunidad de competir en un proceso
electoral.
Lo
que quiero hacerles ver es que estos socialistas, efectivamente, trataron de
destruir el orden institucional por medio de la fuerza, el mismo orden que
ahora utilizan para imponer su Plan de la Patria, por medio de leyes,
instituciones y jueces… lo mismo que querían implosionar, para sustituirlo por
la Dictadura del Proletariado.
De cómo de hombres libres
llegamos a la esclavitud
La
voluntad popular, el pueblo de Venezuela, en un grado de irresponsabilidad
jamás visto, decidió en contra de su misma sobrevivencia, al otorgarle el poder
político a estos revolucionarios para cambiarle el piso político al país,
transitar el camino de un estado liberal-burgués (con sus tendencias
izquierdistas) a uno socialista militarista, en la creencia que les sería de
mejor provecho para realizar sus ideales de igualdad y justicia social.
No es
el momento para analizar las causas de ese suicida error político, pero queda
demostrado que el pueblo no es tan sabio como se pretende y que sí puede
equivocarse, de manera garrafal, y que los partidos políticos del stablihsment sí jugaron un rol
importante para que se diera esta tragedia; lo que se ha venido llamando “la
anti-política”, para describir un ánimo contra los partidos políticos por parte
de los medios de comunicación, no pasa de ser una estrategia de ocultamiento de
las responsabilidades de los partidos políticos para que el país fuera
entregado a los revolucionarios socialistas.
A
pesar de tener una nueva constitución, hecha a la medida de sus necesidades, de
haber tenido el control de los principales poderes públicos, sobre todo el
electoral, el judicial y el legislativo, con los cuales naricearon al país con
leyes socialistas revolucionarias, de disponer de todo el músculo petrolero dispuesto
para sus fines, tuvieron que recurrir a la trampa, al desconocimiento del mismo
entramado socialista que han estado construyendo para poder afianzarse en el
poder, ya que el favor popular, que alguna vez tuvieron, lo fueron perdiendo y,
con ello, poco a poco, su legitimidad severamente cuestionada.
Así
como Hitler tuvo que recurrir al engaño, a la desinformación y a la mentira, a
medida que sus ambiciosos planes imperialistas en el mundo se iban
desmoronando, el chavismo tiene que recurrir al truco para aferrarse al poder.
Y
llegamos al punto que es la base de mi alegato: está visto que para el chavismo,
que debe maniobrar dentro de los patrones de legalidad y legitimidad, imprescindibles
para todo gobierno que se pretenda democrático, republicano y de representación
de las mayorías, el aspecto de operar dentro de la Ley es fundamental. Aquí es donde
quiero llamar la atención sobre el gravísimo comportamiento de una parte de la
oposición, supuestamente democrática y constitucional, como la hemos visto
denominarse, y es el asunto del reconocimiento que le ha hecho la MUD, de
manera abierta, pública y notoria, a la legitimidad del gobierno chavista, no
sólo de origen sino de desempeño.
Los
partidos políticos adscritos a la MUD han sostenido una incomprensible
aquiescencia a favor de la imagen del chavismo, como organización política
respetuosa de la ley y de los principios democráticos, al punto de no sólo
darle al gobierno de Chávez y de Maduro el lustre de regímenes que se ajustan a
los patrones democráticos y de respeto al estado de derecho, principalmente con
respecto a su imagen en el exterior, en la formación de esa imagen-país que por
muchos años tuvo la Venezuela socialista-bolivariana en el concierto
internacional.
Esto,
a pesar de los ataques inmisericordes que tuvieron los chavistas contra los
mismos partidos de la oposición, poniendo presos a buena parte de sus
directivas y líderes, confiscando los derechos de manifestación y de libre
expresión del pensamiento, censurando toda crítica, haciendo cada vez más
difícil el desempeño de sus objetivos políticos, hasta llegar, al día de hoy, cuando
el derecho a elegir ha sido usurpado.
Fue
la otra parte de la oposición, la que no pertenecía a los partidos políticos,
la que ofreció resistencia; fueron las familias de los presos, quienes llevaron
las denuncias de violaciones de derechos humanos a los foros internacionales;
fueron las ONG’s, gremios, representaciones patronales, universidades, la
llamada sociedad civil organizada, los que se embarcaron en la difícil y
riesgosa tarea de levantar el velo que se había colocado sobre lo que sucedía
en nuestro país, introduciendo expedientes en organismos extraterritoriales, explicando
en los medios de comunicación extranjeros la violencia desatada, presentando
ante el mundo lo que el gobierno intentaba ocultar.
Los vivos que nos vieron cara de
idiotas
La
MUD, mientras tanto, negociaba con el gobierno sus espacios de poder, trataba
de disuadir a la otra oposición de acciones contundentes de calle, dejaba al
descampado a grandes sectores de la sociedad que intentaban reclamar sus
derechos; la MUD renunció a liderar la protesta y, muy por el contrario, se
esforzó en proteger al estado militarista socialista de las sanciones
internacionales contra los culpables de desastre, interponiendo sus buenos
oficios para impedir que el régimen fuera debidamente registrado como un estado
forajido.
Este
accionar tenía una argumentación y una racionalización, la cual se resumía en
una sentencia que repetían como si se tratara de un mantra: “Nuestra oposición es constitucional,
democrática, pacífica y electoral”; con ese meme, con esa consigna
infantil, inútil y traicionera, trataban de hacerse ver como los garantes de la
supuesta legalidad que tenía la situación del país.
¿Cómo
se explica que unos militares golpistas, comunistas, vendidos a los intereses
de la Cuba de Fidel Castro, a las mafias internacionales de la droga y el
contrabando, declarados enemigos de la democracia, corruptos, destructores del
orden y la ley, mentirosos, asesinos, torturadores, violadores de la dignidad
humana… fueran reconocidos por esos partidos políticos “democráticos” como
garantes de la ley y el orden constitucional y tratados como iguales, con las
mismas oportunidades políticas que los verdaderamente demócratas?
Hay politólogos,
juristas, constitucionalistas, asesores de altísimo nivel, que justifican toda
esta esquizofrénica posición, aludiendo a intereses electorales, poniéndola por
encima del bienestar de la población, de su seguridad alimentaria y de salud,
que consideran fundamental el respeto de la ley por la ley (Gesetz als Gesetz), al estilo del
jurista alemán Gustav Radbruch, quien, como buen positivista, creía, antes de
la 2da. Guerra Mundial, que no bastaba la presunción de la maldad para que una
ley fuera descartada como dañina o equivocada; según Radbruch, la estabilidad constitucional debe ser
preservada, sin importar quién ejerza el gobierno, aún cuando haga lo posible
por destruir la misma constitución.
Pues,
nos quedamos sin constitución, sin elecciones, sin poder manifestar a viva voz
nuestro pensamiento y, seguramente, sin comida. Para este año 2017 van a morir
muchos más venezolanos de desahucio que nunca antes en nuestra historia, una
historia donde demostramos, en un pasado que todavía no olvidamos, poder
producir y abastecer holgadamente al país de bienes y servicios hechos en
Venezuela… seremos de las personas menos libres del planeta y sostendremos a
uno de los regímenes más oprobiosos de que se tenga memoria… Al menos… al menos
que el pueblo se levante (con su poder Soberano que es supraconstitucional), y
diga: “¡Basta!”. - saulgodoy@gmail.com
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