¿Qué es lo que se ha demostrado luego de casi un siglo en que el Estado ha sido administrador de la fabulosa riqueza petrolera venezolana? Una verdad que es difícil de esconder: El Estado Venezolano no ha podido administrar los recursos petroleros de una manera justa y razonable, menos aún eficiente, se trata de una incapacidad pública, manifiesta y espeluznantemente reiterativa.
¿Qué haría un
gerente sensato, con dos dedos de frente, ante tamaño fracaso administrativo?
Lo mínimo, señores y señoras, sería reconocer la situación, lo segundo,
renunciar al cargo de administrador.
Ni siquiera en
su mejor momento, cuando PDVSA estaba considerada como una de las empresas
energéticas mejor gerenciadas y más importante del mundo, el Estado fue capaz
de administrar adecuadamente esos recursos, perdón, y creo que la idea no era
llenarnos la boca con decir que teníamos una empresa estatal de primera
categoría, sino de mostrarle los resultados al pueblo de Venezuela, al
verdadero dueño del petróleo, en términos de un mejor país, con un buen
ambiente, con óptimos servicios de salud, trabajo para todos, prosperidad,
educación y ese elusivo objetivo, felicidad.
Parte del
problema claramente es el componente gerencial de la empresa estatal de
petróleo, hay allí mucha gente capaz y altamente entrenada, o por lo menos la
había.
El verdadero problema
lo encontramos con el que se cree el dueño, con el Estado, y por carambola con
el Jefe del Estado quien es el que realmente administra esos dineros como le da
la gana.
Allí está el
verdadero cáncer de nuestra economía, en un Estado absolutamente irresponsable
(no hay manera de que rinda cuentas por sus malos manejos y erradas políticas,)
que sufre de gigantismo, que se complace en permitir la corrupción,
canibalizado obscenamente por una facción política, por intereses foráneos e
instituciones que chupan los recursos como garrapatas, sin dar nada a cambio,
su administración ha sido altamente ineficiente y pródiga, sumamente torpe y
lenta en la toma de decisiones, dirigido o por personas muy ignorantes, o por
personas en extremo cultas, ambas enfermas de la peor dolencia mental del mundo
moderno: el socialismo.
Todas estas
administraciones socialistas que hemos tenido la mala suerte de padecer,
trabajaron y trabajan bajo unos estrambóticos supuestos que el derecho ha
llamado “ficciones jurídicas”, la principal de ellas es que el petróleo es de
todos los venezolanos, la segunda, que el Estado lo administra en nuestro
nombre. Pero la realidad es que el Estado Venezolano se ha configurado como una
especie de piñata, llena de dinero, y que cada cinco o seis años, se organizaba
una fiesta para ver quien le da palos a la piñata, nuestros astutos políticos
organizaron todo para que solo se invitara a los partidos políticos a la
fiesta, y el pueblo, afuera, como mirones, viendo el festín que se había
organizado en nombre de ellos.
Con cada
elección se convocaba entonces a los más astutos, los más audaces, de vez en
cuando a los más violentos, para que, como cofradía de piratas, se repartan el
botín y se roben y malgasten ese dinero que supuestamente es de todos.
Los
administradores del Estado, locos con el poder y la riqueza, con la mente
turbia llena de consignas socialistas, gastan el dinero a manos llenas en
empresas, proyectos y desarrollos que nada tienen que ver con el arte del buen
y justo gobierno, detrás de esas misiones, de los programas sociales, de los
subsidios lo que se oculta es la esclavitud, que la gente se olvide de sus
capacidades productivas y creativas y pase a ser un dependiente, un parásito
del estado.
Distraídos en
sus ocupaciones de magnates y líderes del tercer mundo, los políticos viajan,
se reúnen en costosas cumbres, hacen fiestas y regalan nuestro petróleo, hacen
todo menos gobernar el país, para colmo de males, el Jefe del Estado socialista
venezolano, ha usado el petróleo como arma política, vapuleando pequeños
países, sosteniendo a la dictadura más antigua y cruel de Latinoamérica, como
es el caso de Cuba, comprando voluntades y apoyo en el sur, interviniendo
groseramente en la vida interna de países hermanos como el caso de Bolivia,
Ecuador, tratando de tumbar a los gobierno constitucionales de Colombia y Perú,
amenazando irresponsablemente a un gigante como los Estados Unidos.
¿Qué podemos
hacer entonces, nosotros, pobres y manipulados accionistas? Los verdaderos
dueños del petróleo ante tanta ineptitud, nos han quebrado la empresa más
importante del petróleo del país, PDVSA sostiene deudas impagables, nosotros
los venezolanos de a pié estamos sosteniendo con nuestro trabajo a esos
burócratas y políticos que medran de la industria, porque ellos ya no pueden.
Pues creo que
debemos dejar de hacer el papel de tontos, debemos reunirnos en Junta de
Accionistas y retirarle de inmediato al Estado, la operación y administración
de la industria petrolera, el cómo lo vamos a hacer, es asunto a discutir (de
hecho se está discutiendo), pero debemos plantearlo con carácter de urgencia.
Cuando el Estado
declara que es el dueño de toda riqueza y recurso que existe en el subsuelo lo
que hace es limitar de una manera severa e impropia el derecho a la propiedad
privada y distorsiona cualquier intento de crear una economía libre, pero lo
peor, distrae su atención y esfuerzo en hacer lo único que debería hacer bien y
que es, gobernar al país.
De allí el
terror que le tienen los burócratas a la sola mención de la palabra
“privatización”, se trata de la posición más hipócrita y falsa de todo el
pensamiento de la izquierda en Venezuela.
Pero entonces, si
el Estado ha resultado ser tan mal administrador ¿Cuál es el problema con
privatizar? Lo que ha sucedido con las
demandas de decenas de petroleras en contra de PDVSA solo demuestra que el
negocio petrolero, contaminado de política, es una aberración, por un lado salieron
los gringos, los ingleses y los holandeses del país, que no eran del gusto
chavista, pero ahora tenemos metidos a los chinos, a los rusos, a los cubanos,
a los iraníes y hasta a los hindúes manejando nuestro negocio.
La impresión que
da el Líder de la revolución siendo tan generoso con lo que no es suyo, es que
cada vez somos menos dueños de nuestro principal recurso, que cada día nos
hacemos más pobres, producimos menos petróleo, que no hay comida, ni siquiera
gasolina en algunos estados, y el país se nos cae a pedazos.
Si privatizáramos
o encargáramos a un tercero del negocio, podría el Estado, una vez deslastrado
del asunto petrolero, dedicar todo su tiempo a gobernar el país, a la ejecución
de las grandes obras y a fortalecer las instituciones.
Se le daría una
oportunidad a la empresa privada, que es parte fundamental del país, de
florecer en un sector tan importante y, de este modo, la sociedad civil
compartirá responsabilidades reales en un área estratégica.
Con el dinero de
la privatización, o de los impuestos del negocio se abriría un abanico de
opciones interesantes, desde invertirlos como hacen los árabes, o pagar la
deuda externa, o mejorar el sistema de salud pública o hasta repartirlos entre
la población, como hacen en los países nórdicos de Europa o en Alaska.
Mientras el
Estado siga siendo el dueño de la riqueza petrolera no tendremos paz, ni
normalidad, ni democracia… y lo más importante, no tendremos ESTADO, todos los
pillos del país, especialmente los socialistas, estarán ocupados armando sus
partidos políticos para participar de las elecciones y hacerse con el poder, no
hay otro interés en nuestro mundo político que ponerle las manos a la riqueza
petrolera, y luego de esta pesadilla del chavismo ha quedado más que
demostrado, que el estado no puede seguir administrándolo. -
saulgodoy@gmail.com
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