miércoles, 15 de marzo de 2017

Comprendiendo lo que existe


La Ontoteología es una de esas palabras gruesas que abundan en la filosofía y con las que estos pensadores tratan de explicarse el mundo, se trata de un vocablo compuesto por “onto” de ontología, o el conocimiento del ser, y teología, el conocimiento de Dios; fue usada por primera vez por Kant para explicar que el concepto de Dios puede ser entendido, aparte de la experiencia, con la mera inferencia de la idea de Dios, a la manera de San Anselmo y su famosa prueba ontológica de la existencia de Dios.
Pero fue gracias a Martin Heidegger (1889–1976), en su obra tardía, donde rescata el término dándole otra connotación y nos presenta la ontoteología como el corazón de la metafísica occidental, he estado leyendo la obra madura de este filósofo (que para entenderla hay que, necesariamente, haber navegado por su obra primera) y la encuentro mucho más potable que todo lo anterior a la considerada su máxima contribución a la filosofía del siglo XX, Ser y Tiempo (1927), y quizás sea el hecho que le dedica mucha de su atención y reflexión a la experiencia estética, sobre todo, a la poesía y la pintura.
Heidegger desarrolla una línea muy interesante de pensamiento que tiene que ver con el fenómeno de la postmodernidad, sobre todo con el fenómeno de la tecnología, a la que deja muy mal parada.
Para muchos autores esta parte de su obra es juzgada como nihilista, prácticamente afirman que tira la toalla cuando confronta la modernidad, no hay esperanzas para el ser humano en un mundo donde la técnica y la tecnología lo domina todo, en especial hay cierta amargura cuando trata el problema de la educación, sobre todo el de la educación superior, un tema que le es caro tratándose de un profesor de carrera por largos años y que llegó a ser rector de una prestigiosa universidad alemana, otros ven al intelectual nazi derrotado y royendo su frustración al mostrarnos un presente sin sentido, durante su período de autoexilio a los bosques bávaros.
Pero el filósofo siguió activo desarrollando complejos escenarios y utilizando poderosas herramientas como la ontoteología, y uno de sus principales abrevaderos fue la filosofía de su muy admirado compatriota y también filosofo, Federico Nietzsche.
Heidegger pensaba que durante el curso de la historia de la humanidad, el hombre había desarrollado una capacidad para determinar, en diferentes épocas y de diferentes formas, como estaba constituido el mundo, es decir, cual era la naturaleza última de las cosas que existen, incluyéndose.
La manera como el hombre experimenta la realidad de la que es parte, cambia en diferentes épocas, no es siempre la misma, y éste entender de la existencia, influye en la manera como se desarrolla la cultura y fundamentalmente, las artes, y para Heidegger, este es un punto crucial, pues es a través de las artes que el hombre puede lograr el conocimiento de cuando una visión epocal llega a su fin, y quizás lo más importante, puede avizorar, presentir, cual es esa nueva interpretación de la realidad que moldeará el futuro.
Para Heidegger hubo claramente cinco épocas que, montadas unas sobre las otras, nos hablaban de diferentes realidades o maneras de ser en el mundo, y eran, la presocrática, la platónica, la medioeval, la moderna, y la moderna tardía; esta división está muy bien explicada y documentada en su obra, ubicando la filosofía de Nietzsche en la caótica modernidad, como la metafísica de la edad atómica, sin duda alguna, el desarrollo de la tesis nietzscheana del poder de la voluntad y del eterno retorno de lo mismo, marcaron de manera definitiva el pensamiento de Heidegger.
Como parte de mi interés principal es dejar claro el concepto de ontoteología, por lo menos en esta entrega, voy a recurrir al libro Heidegger, Art, and Postmodernity (2011), del profesor de la Universidad de Nuevo México en los EEUU, Iain D. Thomson, trabajo que recomiendo a quienes gusten del tema y sepan leer en idioma inglés, quien hace un interesante paralaje entre Heidegger y uno de mis autores favoritos en literatura, Jonathan Swift, y su obra Los Viajes de Gulliver.
Gulliver luego de su aventura en el país de los diminutos Liliputences le toca convivir con los gigantescos Brobdingnagians, y una vez terminada este episodio, lo encontramos flotando a la deriva en el mar, de donde es rescatado por una extraña isla flotante (en el aire) llamada Laputa.
En Laputa viven estos seres que se la pasan imbuidos en pensamientos profundos, muy abstractos, lo que los hace unas personas autistas, al punto, que necesitan unos sirvientes que les tocan la boca si tienen que hablar o la oreja si tienen que escuchar a alguien, lo cual, los incapacita para la vida social, y tareas sencilla como salir de sus casas y caminar hasta la de un vecino puede ser peligroso ya que pueden caer en precipicios o perderse.
Pero como son la clase dominante, constantemente se les presentan problemas cotidianos que tienen que resolver, usualmente de la manera más brutal posible, siendo uno de los más comunes dejar caer la isla sobre quienes no están de acuerdo con su mandato y aplastarlos.
Nos dice Iain D. Thomson:
Hasta la apariencia de los Laputanos refleja la dual fijación por las matemáticas y la astronomía- uno de sus ojos está viendo hacia adentro, y el otro mira directamente hacia el zenit- Pensando en esta chocante imagen de los Laputanos de una mirada dual- una mirada dirigida simultáneamente hacia dentro y hacia afuera, con un ojo buscando la verdad en las profundidades internas mientras el otro explorando por ella en los cielos- Tenemos que preguntarnos: ¿No es ésta la perfecta analogía de la obsesión ontoteológica en la tradición metafísica?  La imagen de Swift nos aproxima muy de cerca a la perfección, para nuestros propósitos, por el hecho que estos Laputanos, cuya visión ontoteológica los hace ciegos a lo inmediato llevándolos a destruir el mundo que ellos controlan, viviendo en una sólida isla que flota en medio del aire.  Desde una perspectiva Heideggeriana, ellos somos nosotros, viviendo en una tierra desterrada que está sostenida por una visión dual hacia nuestra más interna realidad estructural y su ultimada expresión… son los entendimientos de los seres de entidades que produce nuestra constelación unificada de inteligibilidad, nuestra sensación compartida sobre lo que es y lo que importa, suspendida epistémicamente, flotando en algún lado entre la sólida fundación que esperamos y el abismo bostezante al que tememos.

Como ya he mencionado antes, la visión que obtiene Heidegger de nuestra tardía modernidad no es una muy feliz imagen del mundo, los conflictos humanos, las crisis ecológicas y la peligrosa tendencia de dejar en manos de tecnólogos y la tecnología las soluciones a nuestros verdaderos problemas, son la receta del desastre, de allí que la lectura general resulte en un canto al nihilismo esto, si se obvia su señalamiento que sólo el arte podrá salvarnos.
Heidegger guardó su última carta en el cajón de la estética, y sobre ello elaboraremos en una próxima entrega.  -   saulgodoy@gmail.com








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