miércoles, 29 de marzo de 2017

El estraussismo y Trump



Para quienes todavía no se han percatado de la ideología y valores que se manejan en el partido Republicano de los EEUU, del pensamiento político que impulsa al presidente Donald Trump y de las perspectivas que se le abren al nuevo gobierno de esa gran nación, hay un filósofo y politólogo norteamericano de nombre Leo Strauss (1899-1973), que se ha convertido en el gran gurú de la derecha norteamericana.
Ya he escrito sobre Strauss anteriormente en este blog, de su estudio sobre Maimónides, y lo he mencionado por diversas razones, siendo la principal, sus estudios sobre los clásicos políticos del pasado, entre ellos: Platón, Spinoza, Maquiavelo, Hobbes, de los modernos Nietsczhe, Schmitt y Heidegger, para nombrar solo algunos de los autores que estudió a profundidad e interpretó de una manera novedosa, él la llamaba exoterismo (o una lectura esotérica), que no era otra cosa que una hermenéutica especial que usaba al momento de interpretar textos de filosofía pre-modernos, se trata de una especie de código con el que los autores ocultaban sus enseñanzas a los no-iniciados.
Maimónides fue uno de los autores, que interpretando textos revelados inventaba exégesis, que tenían una lectura interna y otra externa, y por medio de parábolas sobre un mismo texto, daba las explicaciones literales y filosóficas.
Strauss cuando hacía sus exhaustivas lecturas, pretendía conocer tanto lo que decía el autor como lo que callaba, en su trabajo Como Estudiar el Tratado Político-Teológico de Spinoza (1947), dice lo siguiente:
Entender las palabras de otro hombre, vivo o muerto, puede significar dos cosas diferentes que por el momento llamaremos interpretación y explicación.  Por interpretación entendemos el tratar de asegurarnos que fue lo que dijo y como él entendía lo que dijo, sin importar si ese entendimiento lo expresó explícitamente o no.  Por explicación entendemos el aproximarnos a las implicaciones de lo que dijo y no estaba consciente. (…) es igualmente obvio que, dentro de la interpretación, el entender el significado explícito de lo planteado precede al entendimiento de lo que el autor sabía pero no dijo explícitamente: uno no puede caer en cuenta, o de ninguna manera probar, que una aseveración es falsa antes de que uno pueda entender la proposición misma.

Pues Leo Strauss no sólo era polémico por su aproximación a estos autores y sus obras, sino que también fue y es duramente criticado por sus ideas democráticas, que algunos autores, consideran elitistas y muy poco participativas y que conllevan a la creación de una oligarquía ilustrada; Strauss creía que occidente, en especial los EEUU estaban en franca decadencia, fue justamente esta crítica la que creó mal disposición de sectores académicos hacia la visión estraussiana que llevó a muchos intelectuales a asociar su filosofía, con el más recalcitrante imperialismo norteamericano.
La influencia de las ideas de Strauss tienen ya tiempo rondando el campo Republicano, pero ha sido con la victoria de Donald Trump que una serie de intelectuales de la derecha norteamericana se han descubierto como seguidores del que fuera uno de los más destacados profesores de la Universidad de Chicago, donde por varias décadas estuvo plantada su tienda.
Han sido varios los republicanos que han alcanzado altos lugares en las administraciones de los Bush, y ahora con Trump un grupo grande de estraussianos que son estudiosos de las ideas del maestro y que no les gusta lo que los gobiernos demócratas han hecho con el país llevándolo por la senda del socialismo.
Entre varios aspectos negativos, los demócratas han desarrollado un estado bienestar de proporciones ciclópeas, para ello, han tenido que implantar un “estado administrativo” manejado por profesionales universitarios progresistas, dirigidos por los Obama y los Clinton, este modelo fue inaugurado por el presidente Woodrow Wilson quien se trajo de Princeton las primeras camadas de Phd’s  (doctores) para que trabajaran en el gobierno.
Este “cuarto poder” en manos de estos intelectuales de izquierda, desarrollaron una serie de costosos programas sociales de muy poca eficiencia, que obligaban a una parte de la población, primordialmente a los empresarios e industriales a financiar soluciones para las clases de menos recursos,  y que al mismo tiempo, erosionaban los verdaderos valores democráticos de la población en aras de una “gerencia científica”, implantaron una industria cultural muy al estilo de la Escuela de Frankfort, donde prevalecía la ingeniería social y la jerarquización de expertos avalados por las universidades.
Cuando Donald Trump aparece en el paisaje como candidato con altas posibilidades de hacer impacto en la mayoría silenciosa, se dieron cuenta los estraussianos que contaba con tres características que lo hacían un ganador, la primera era que no se iba a quedar callado y que en el momento de armar un escándalo no tendría competencia, la segunda, que despreciaba a los “expertos”, ni era convencional, por lo que no se atendría a las reglas del juego, pero lo más importante, no se dejaba impresionar por los profesores y especialistas.
El grupo de Claremont, un grupo de graduados de esa universidad, seguidores de las ideas de Leo Strauss, concibieron un plan que llamaron La Toma de la Cabina del Piloto del vuelo 93, en una clara alegoría de que los EEUU estaba en peligro de perderse, y había que tomar por asalto la Casa Blanca, y desde el principio estuvieron asesorando y apoyando a ese empresario, nuevo en la política, e imposible de callar.
Uno de los más notables dirigentes del grupo de Claremont es el profesor de Ciencias Políticas Charles R. Kesler, experto en los Papeles Federalistas, uno de los más importantes documentos que inspiraron a los padres fundadores de los EEUU e impidieron la secesión de la unión, y firme creyente de que los demócratas habían sacado del carril a la nación, y la llevaban hacia el desastre, uno de los puntos de honor que hace el grupo de Claremont es que el poder de gobernar deriva de la voluntad de los electores y no, como creen los demócratas, que deriva de la experticia de los especialistas, de allí que una de las metas de Trump sea la desconstrucción del estado administrativo.
El profesor Leo Strauss
La nueva política que se está cocinando en la Casa Blanca tiene mucho de estraussiana y es probable que de allí salgan nuevas maneras de entender el mundo, por ejemplo para Strauss el gran enemigo no era el comunismo, sino el despotismo oriental, el tirano totalitario, y la gran debilidad de occidente consistía en la falta de confianza en sí mismo, producto de las visiones modernistas y postmodernistas que arrancaban en la filosofía de Nietzsche y pasaban por las elucubraciones nihilistas de Heidegger; para rescatar el pensamiento político occidental Strauss proponía la vuelta a los clásicos, al pensamiento aristotélico, a la interpretación bíblica de una teología natural.
Para el profesor Sergio Daniel Morresi, en su trabajo Leo Strauss y La Redención Clásica del Mundo Moderno (2011) explicando los fines últimos de todo gobierno. dice que Strauss entendía que:
En los tiempos del milagro griego, la práctica (o praxis) no era instrumental (algo reservado a la técnica o techné), sino que versaba sobre la buena vida y en ese sentido era necesaria facilitar su cenit, es decir, la teoría, la filosofía, la contemplación. Dicho de otro modo, la práctica era necesariamente política (ética y legislación); una política que permitiera una vida buena a todos, pero que –sobre todo– posibilitara que los hombres que tuvieran inclinación, tesón y talento para la reflexión se dedicaran a la filosofía… El problema es que en la modernidad se perdió de vista la diferencia entre la mera vida y la vida buena.  Al perderse de vista esta distinción, se hizo posible, primero, reducir la práctica a la teoría y, luego, “invertir la relación entre teoría y práctica… pero se trata ya de una práctica desnaturalizada, lejana a la vida buena, limitada a la satisfacción de las necesidades y de los impulsos de cada individuo”.

-                      saulgodoy@gmail.com









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