Takashi Murakami no sólo
es famoso como pintor y escultor, también es diseñador de valía, director de
cine, curador de exposiciones de otros artistas y protegidos, productor de
televisión, ha colaborado con músicos de la talla del rapero Kanye West, de
Pharell Williams, tiene videos en YouTube con Vice e Intel, sus diseños para
Louis Vuitton se venden sin respiro, ha expuesto en los principales museos del
mundo, incluyendo el superexclusivo Palacio de Versalles en París, tiene doodles (esos extraños dibujos que
adornan las páginas de Google) y como cosa curiosa, exhibió sus obras en
Caracas en el 2014.
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Uno de sus exitosos diseños para carteras |
Y lo traigo a colación
porque Takashi ha causado una huella indeleble en la historia del arte japonés,
su propuesta estética conocida como “Superflat”
ha dado muchísimo de que hablar, y críticos e historiadores del arte elaboran
una serie de teorías sobre ese punto de quiebre que representa Murakami para el
arte contemporáneo oriental.
De acuerdo a la investigadora chilena María José Delpiano K., en
su excelente trabajo Modernidad y modernización de las Artes visuales en
Japón: lecturas desde el concepto Superflat de Takashi Murakami,
2010, dice del artista:
…Takashi
Murakami, quien desde principio de la década de los ’90 comienza a trabajar en
torno a los modos y productos de la cultura de masas contemporánea japonesa,
observa en el desarrollo artístico de sus coetáneos una tendencia a explorar
temas relacionados con, por ejemplo, el manga, el animé, los videojuegos, los
filmes de ciencia ficción, entre otros, estableciendo una línea de producción
que denotará la emergencia de una nueva escena de artistas en Tokyo. Esta
tendencia, le da a Murakami un marco referencial desde donde
establecer
una línea de lectura comprensiva de su contexto; y es así como acuña el
concepto superflat, traducible como ‘super-plano’, teniendo como
horizonte el mundo contemporáneo japonés, pero atendiendo a una cuestión que él
ve presente desde hace siglos en el arte (y la cultura) de Japón.
El
concepto de superflat es más un término que describe una condición cultural, en
su dimensión antropológica y social, que una simple descripción estética,
Murakami logra tomar elementos de la cultura popular japonesa considerada como
un producto del colonialismo norteamericano, lo integra al arte Pop y lo mescla
con las tendencias del consumo de masas propio de las sociedades
industrializadas.
No
contento con esto, aplica el termino superplano a los dibujos de dos
dimensiones planas, de paneles de colores vivos que eran populares en el arte
comercial y obtiene, de un arte vacío, pobre y simple, una propuesta pictórica
de relevancia; desarrolla en un manifiesto, que publica en el año 2000 para una
de sus exposiciones en Los Angeles, explicando su propuesta y le vuela “los
tapones” a los intelectuales y académicos, pero para hacer las cosas aún más
complicadas, Murakami venía trabajando en una estrategia brillante, hacerse
primero famoso en los EEUU y Europa para luego tomar por asalto a su Japón
natal, y todo le salió según su plan.
No
hay nada improvisado en la obra de Murakami, aún lo más superfluo e infantil
tiene detrás un discurso profundo, hay quienes se confunden con su obra, la ven
caricaturesca y fantasiosa pero detrás hay una elaboración conceptual que deja
perplejos tanto a occidentales como a orientales.
Murakami
es un artista complejo, graduado de la Universidad de Tokio para las Artes, se
especializó en el arte Nihonga, que
es el estilo tradicional de la pintura japonesa, obtuvo su doctorado, y al poco
tiempo abandonó esta tendencia y empezó a explorar otros estilos de arte en el
diseño de moda y para los medios de comunicación, su primera producción como
artista estuvo cargada de crítica y parodia de lo que consideraba un callejón
sin salida en el arte moderno en Japón, el cual estaba signado por una
influencia colonial Norteamericana de inmenso peso, nada de lo que se producía
era original, se había perdido el sentido del arte japonés luego de siglos de
tradición ascendente.
Pero
no le tenía miedo al monstruo y decide irse a New York donde se carga de las
nuevas tendencias y deja su primer taller que será como un primer nódulo, de
una gran cadena productiva de arte comercial con los que inundará el mercado,
crea personajes propios y sus diseños se hacen reconocibles al identificar una
serie de productos en el mercado.
El
gran problema que Murakami veía para el éxito en su tierra era que Japón no
contaba con un mercado del arte propio y estable, si bien era cierto que
algunas empresas y empresarios compraban piezas del gran arte occidental
pagando exorbitantes precios que rompían marcas, no había un circuito de
galerías y museos para exhibir y mercadear el arte contemporáneo japonés,
gracias a su red de talleres empieza un proceso de curaduría de arte para otros
jóvenes artistas.
Ya
para el 2008 sus esculturas comandaban precios sobre los 10 millones de dólares
y su rostro apareció en la revista Times como una de las 100 personas con más
influencia en el mundo.
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Sus populares diseños para zapatos |
Pero
no queda duda que el gran logro de Murakami consistió en revertir una tendencia
que parecía fatal, y era el dominio cultural que los EEUU tenía sobre el Japón
y ante el paisaje nada original de las propuestas que aparecían, este artista
logró hacerse de las herramientas y la cultura popular, que era ese mundo
oscuro y superficial de la cultura Otaku,
una subcultura de gente extraña que gustaba de los anime, que vivía una vida extraña
del consumo masivo de arte barato y desechable, con ciertas tendencias sexuales
un tanto retorcidas y que gustaba reunirse para vivir un mundo propio y
fantasioso con sus héroes y heroínas, pudo Murakami conceptualizar esa baja
expresión cultural y llevarla primero al arte comercial, para luego hacerla
objeto de admiración por el alto arte europeo y norteamericano.
La investigadora española Ana
Trujillo Dennis, dice
sobre este fenómeno, en su obra Superflat o el carácter híbrido de la
cultura japonesa según Takashi Murakami (2013), lo siguiente:
El proceso de modernización
experimentado por Japón desde finales del siglo XIX ha sido descrito desde
distintos sectores como “un proceso de apropiación, domesticación e
indigenización”. El resultado de este proceso es el marcado carácter híbrido de
la cultura japonesa. Según Koichi Iwabuchi, desde Occidente, en numerosas ocasiones
se ha difundido esta imagen, dotándola de un fuerte componente negativo: Japón
como feroz imitador. Sin embargo, desde Japón, la capacidad de préstamo y asimilación
de la cultura japonesa, más allá de la evidente articulación de un proceso de
hibridación, ha sido empleada estratégicamente para representar lo que se
define como un rasgo esencial de la identidad nacional de Japón, que lo
distingue de cualquier otra nacionalidad: su capacidad de asimilar culturas
foráneas sin perder su esencia cultural/nacional.
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Una de sus millonarias esculturas, una de sus chicas lactando. |
En
pocas palabras, Murakami pudo, con las herramientas coloniales desarrollar un
producto dentro de la gama comercial occidental, que luego convirtió en arte
con auténticas raíces japonesas en un medio totalmente occidental, lo que sin
duda ha sido el gran logro de este ingenioso artista. -
saulgodoy@gmail.com
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