Una gran parte de nuestros políticos de oposición tiende a darle o a pretenden darle al chavismo, que es básicamente una fuerza fascista y fuertemente asociado al crimen organizado, un carácter político, como si se tratare de un jugador “normal” y con atributos propios de un actor político con el que se puede negociar y llegar a términos.
Lo
político, es básicamente una relación civilizada entre factores de poder donde
existe un intercambio, una sinergia de ideas, acciones y responsabilidades
sobre lo que es público y concierne a la nación como un ente organizado de la
sociedad, ese ente organizado se compone de instituciones, personas, instancias
y factores que están constantemente interactuando, intercambiando información,
modificando sus comportamientos, ajustándose a las circunstancias y problemas
con la intención principal de solucionar las diferencias y evitar los
conflictos.
En mi
opinión, el chavismo no es una fuerza política, su estructura de poder, organizativa
e ideológica, lo incapacitan para tener relaciones con otros factores de poder,
niega la posibilidad de intercambios de información, considera a lo público de
su propiedad y se cree el dueño y único operador de las relaciones sociales, su
configuración y diseño es demasiado tóxico y autoritario como para poder
funcionar en democracia, por lo tanto no es una organización política, creo que
de hecho, reconocer al chavismo como contendor político es un grave error, posibilitarle
una existencia y participación que ni se merece, ni le es posible asumir como
contraparte política, lo que hace es potenciar su respuesta violenta y
confundir a las fuerzas opositoras, debilitándolas y creando una peligrosa
ilusión de poder dar solución a un problema equivocado, esto amerita una
explicación.
Cuando
digo que el chavismo es una fuerza fascista, lo hago porque desde su aparición
como movimiento político electoral, lo hizo para valerse de los votos para
llegar al poder, y desde allí destruir la democracia, las instituciones,
oprimir a la población, explotar las riquezas naturales y destruir el aparato
productivo del país.
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El
cómo llegaron a detentar el poder lo he explicado en diversos artículos, pero
parte fundamental de la responsabilidad la tuvo el pueblo, sin experiencia
política y sin defensas culturales ante la avalancha de populismo que arropó al
país, y en segundo término por una clase política irresponsable que prefirió
acostarse con el enemigo que plantear una lucha contra la opresión.
Se
trató de un movimiento principalmente comunicacional, que a fuerza de discursos
y promesas por justicia social, supo posicionarse como el redentor del
igualitarismo, ha sido una organización que tiene nexos de dependencia y sumisión
del régimen cubano de los hermanos Castro, hoy, de Raúl Castro, por lo tanto,
nunca hay que perder de vista que estamos tratando, al referirnos al actual
gobierno, como un factor que no decide, simplemente ejecuta un plan y que sigue
órdenes de un país extranjero.
Esta
forma de actuación no es nueva, es parte de un tipo de imperialismo colonial
que nació con las revoluciones Rusa y China de principios del pasado siglo, y
lo hace por la única manera que tienen los regímenes comunistas de imponerse
sobre las sociedades a las que secuestran, a la fuerza, con violencia, opresión
y mentiras.
El
chavismo es una fuerza claramente antidemocrática, su propósito, declarado mil
veces, es la de preservarse en el poder para siempre, por cualquier medio que
estime necesario ya que se consideran una necesidad histórica, por lo tanto
inevitable, por lo que se adapta a las circunstancias para lograr este
objetivo.
Se
hace pasar por democrático, utiliza las instituciones democráticas incluyendo a
la oposición, miente descaradamente, se acomoda a las expectativas de sus
oponentes, engaña al pueblo de manera abierta y continua, utiliza la esperanza
y las necesidades de la gente para hacerse “necesario” controlando a la
población por medio de un clientelismo biopolítico que significa: administrar
el hambre, la salud y la economía para generar dependencia y obediencia entre
sus seguidores; a sus más conspicuos líderes, principalmente militares y altos
jerarcas del partido de gobierno (el PSUV), les permite asociarse en negocios
ilícitos y en actos de corrupción de manera impune.
No se
dan cuenta sus cómplices nacionales, que unos extranjeros los están controlando
de tal manera que les permiten, le dan permiso, para saquear a su propio país
mientras le paguen el tributo a Cuba, los militares son ideologizados creyendo
que son protagonistas de una revolución liberadora y humanista del nuevo hombre,
cuando en realidad están alienados en su papel de capataces y mandaderos del
verdadero dueño del país, que vive en La Habana.
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Pero
además, como dije al principio, por estar asociados a mafias del crimen
internacional, al narcotráfico, al terrorismo, a la subversión armada, a la
manipulación electoral en otros países, a la descalificación y desconocimiento
del orden internacional y sus instituciones, a la burla hacia la justicia
internacional, a la práctica desvergonzada y consuetudinaria de la violación de
derechos humanos, son sujetos e instituciones que están fuera del estado de
derecho, aunque exigen se les trate con respeto y reconocimiento por la
investidura lograda a través de la política, les importa un comino las normas
civilizadas de convivencia entre naciones y despliegan una serie de actividades
y negocios de carácter ilegal que contravienen el orden internacional.
Dice el
investigador venezolano Moisés Naín en su libro Ilícito (2006):
Sin
control alguno, el comercio ilícito no puede hacer más que continuar su
mutación, ya bien avanzada. Hay pruebas suficientes de que ofrece a los terroristas
y a otros truhanes
medios de supervivencia y métodos de transferencia e intercambio financiero. Su
efecto en la geopolítica llegará más lejos. En los países en vías de
desarrollo, y en los que están en fase de transición del comunismo, las redes
delictivas a menudo constituyen los más poderosos grupos de intereses creados a
los que se enfrenta el gobierno. En algunos países, sus recursos y medios
superan incluso a los de los gobiernos. Y tales medios con frecuencia se
traducen en influencia política. Los traficantes y sus cómplices controlan
partidos políticos, poseen importantes empresas mediáticas, o son los
principales filántropos que se ocultan tras las organizaciones no
gubernamentales. Este es el resultado natural en los países donde no hay otra
actividad económica que pueda compararse al comercio ilícito, ni en volumen ni
en beneficios, y donde, por
tanto, los traficantes se convierten en los «grandes empresarios- de la nación.
Y cuando sus negocios llegan a ser grandes y estables, las redes de tráfico
hacen lo que tienden a hacer las grandes
empresas
en todas partes: diversificarse en otras empresas e invertir en política. Al
fin y al cabo, obtener acceso al poder e influencia, y buscar la protección del
gobierno, ha sido siempre algo consustancial a las grandes empresas.
Para
explicarlo de manera gráfica, los chavistas son falsos positivos de la
política, no son políticos, son mafias operando dentro de un sistema político
que les ha otorgado un estatus equivocado, nuestros políticos opositores al no
entender o no querer entender a que se enfrentan, los ubican y los categorizan
como lo que no son, políticos, lo cual es una gravísimo error que pone en
peligro toda posibilidad de manejar un salida a nuestro conflicto.
Nuestra
oposición política ha sido lenta en asimilar la verdadera naturaleza de
nuestros enemigos, no son venezolanos, no son compatriotas, no son siquiera
ciudadanos y por su comportamiento, animal y salvaje, dudo mucho que se trate
de personas.
Querer
dialogar con ellos, sentarse a negociar, insistir en reconocerles en su
condición como adversario político, es un error estratégico y táctico, al
aceptarlos como gobierno legítimo y continuar obedeciendo sus directrices y
seguir las reglas del juego que han montado, dentro de la ilusión de que juegan
a democracia, pero que todos reconocemos que no lo es, es simplemente hacernos
daño, hundirnos en el fracaso.
Muchos
dentro de la oposición, se comportan como colaboracionistas porque tienen
miedo, no saben cómo manejar la situación sino en términos de la política
usual, tratan al chavismo como si fueran contendores, no enemigos, que es su
verdadera naturaleza. Es como si unos
violadores se hubieran introducido en nuestro hogar con toda la intención de hacerle
daño a nuestra familia, y mientras violan a nuestras hijas y esposa, esperamos
pacientemente hasta que satisfagan sus bajos instintos, para poder sentarnos en
la sala, a tratar de convencerlos de que se vayan, que se lleven lo que
quieran, algunos incluso, los han invitado a quedarse y les preparan un cuarto
al lado del de nosotros.
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Con
el chavismo hay que ser inmisericorde, el daño que nos ha causado no tiene
nombre ni perdón, debemos desalojarlos del poder, debemos derrotarlos con sus
propias armas, no descartar ninguna oportunidad ni solución, recordemos que se
trata de una fuerza multinacional de organizaciones criminales manejadas desde
Cuba, los políticos que no tengan el estómago para hacerlo, deben dar un paso
atrás y permitir que otros actúen para poder salvar lo que nos queda de país,
lo que si no podemos permitir es darle beligerancia a estos criminales y
tratarlos como políticos, como si pudiéramos llegar a términos con unos pranes, con unos mafiosos. -
saulgodoy@gmail.com
Muy didáctico...Creo que es el momento de unificar el discurso de nuestros políticos siguiendo existe orden de ideas...Muy bueno.!
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