¿Alguien podrá explicarme como una Sala Constitucional de un Tribunal Supremo de Justicia, que sin duda debería estar conformada por expertos en materia de derecho constitucional, por abogados que tendrían como primer propósito defender la integridad y vigencia de la Constitución, pudieron haber elaborado dos sentencias, donde en definitiva se “echan al pico”, acaban de una vez por todas con el estado de derecho de un país, desbaratando de un plumazo la separación de los poderes y desconociendo la soberanía nacional?
Y que
luego de un escándalo mayúsculo, de señalamientos internacionales y acusaciones
de golpe de estado, de un pronunciamiento frontal de rompimiento del hilo
constitucional por parte de la Fiscal General de la República, venga el
gobierno a decirnos que se trató simplemente de una controversia entre poderes,
de desequilibrios y conflictos, expresión de un dinamismo y pluralidad de “los
estados constitucionales democráticos”, tratar de hacer ver que el Presidente
de la República no sabía nada de la acción de la cabeza del máximo tribunal de
la República, que hasta los momentos venía actuando como bufete de abogados
privado de quien se dice Presidente de la República, para atacar y desmontar la
institucionalidad de la Asamblea Nacional, me parece una versión de los hechos
que amerita de una gran dosis de ingenuidad.
![]() |
Mikel Moreno, Presidente del TSJ |
Cerca
de 50 sentencias del TSJ producidas por unos magistrados designados a dedo por
el PSUV en contra de la Asamblea Nacional, ratifican la voluntad y el propósito
de anular las actuaciones del único poder elegido por la voluntad popular, por
el soberano, lo que indica, que ese Tribunal Supremo de Justicia no sólo tiene
como estrategia destruir la competencia y viabilidad de ese poder
independiente, sino que también se propone desconocer la voluntad general, al
pueblo de Venezuela, que con más de 14 millones de votos llevó a esos diputados
a los cargos que ostentan en el poder legislativo.
Y si
a esto agregamos la perentoria necesidad que tiene el Ejecutivo Nacional de
sacar a la Asamblea Nacional de las decisiones para adquirir empréstitos y
operaciones de crédito que implique la cesión de importantes propiedades de la
nación, incluyendo la transferencia de propiedad del subsuelo para empresas
foráneas de petróleo y minería, se entiende que parte del juego inmoral de la
Presidencia, en contubernio con el TSJ, sea sacar del juego de poder a la AN.
De
modo que observamos una tendencia reiterada y constante de intromisiones,
bastante cuestionadas en su legalidad, para que la voluntad del inquilino de
Miraflores prevalezca a toda costa, lo cual es claramente inconstitucional y
antidemocrático.
![]() |
Diputados de la Asamblea Nacional |
Y a
pesar de que nuestra representación en la AN no es la más idónea, ni la más
brillante y capaz, son nuestros diputados, votamos por ellos y aún a pesar de
sus incontables errores de apreciación, de su desmedida voracidad por el poder,
de su equivocada percepción que primero están las intereses del partido que los
intereses de quienes votaron por ellos, son nuestros idiotas morales, y los
pusimos en esos cargos con la ilusión de que serían honestos, responsables y
actuarían con inteligencia, no lo han sido, pero ese es nuestro problema, no
del Ejecutivo, no del TSJ, no del PSUV, no del CNE.
Gracias
a la voluntad del pueblo tenemos la actual AN, ningún otro poder tiene la
facultad ni el mandato de interferir en sus actuaciones, de imponerles
comportamientos, ni reglas que no sea las que dicta la constitución y las
leyes, si en algún momento esos diputados actuaron en detrimento de sus propios
fueros y facultades fue un error personal y\o colegiado que en algún momento
tendrán que responder ante sus mandantes que es el pueblo soberano de
Venezuela, de ninguna manera se puede permitir que un magistrado con antecedentes
penales, que no tenía la calificación necesaria para ocupar dicho cargo y que
fue impuesto a dedo por un grupo perteneciente al partido de gobierno, apenas
minutos antes de que terminara su ejercicio como diputados, se erija como la
autoridad supra constitucional para disolver el estado de derecho y el sustento
institucional de la república.
Las
decisiones 155 y 156 del TSJ, que son sentencias judiciales, no pueden de
ninguna manera disculparse como simples “puntadas” de unos magistrados
incapaces actuando de buena fe, esas sentencias borraban de un solo golpe a uno
de los poderes públicos más importantes de la República, el TSJ se arrogaba sus atribuciones, y descartaban
al poder popular, al soberano, que es el pueblo de Venezuela, como el máximo
garante de la institucionalidad en nuestro país.
Dentro
de la lógica torcida y de las actuaciones delincuenciales del actual TSJ, ese
era el paso a dar para instaurar en el país un estado totalitario, declarando
al Presidente de la República como la autoridad máxima, ya no un igual entre
iguales, sino a un tirano de poderes absolutos.
Y al
parecer dentro de esta idea de destruir la constitución y las leyes por medio
de sentencias espurias para imponer una tiranía, estaban involucrados una serie
de personajes e instituciones como las FFAA y su alto mando, el resto del Poder
Moral y el mismísimo presidente en funciones.
La
decisión se dio, fue hecha pública y de inmediato se desató un inmenso rechazo
mundial, que terminó en un pronunciamiento del Poder Público encarnado en la
Fiscalía General de la Nación, acusando al acto como ruptura del hilo
constitucional, lo que evidencia que no todo está funcionando como debería
dentro de la monolítica estructura de la revolución.
De
nuevo, el problema no es que el TSJ se haya equivocado, el problema es que las
instituciones no puede estar en manos de gente irresponsable y no apta para el
cargo, es como si pusiéramos a un narcotraficante encargado de la agencia
antidrogas del país, o a una persona vinculada con el terrorismo internacional
como vicepresidente, o a un nacional extranjero como Presidente de la
República, o a un lavador internacional de dinero como nuestro representante en
la ONU, en la presidencia del Tribunal Supremo de justicia no puede estar una
persona con antecedentes penales que a la primera oportunidad emite una
sentencia en contra de la razón de ser de su cargo, y anule la constitución
como excusa de defender el estado de derecho, esa persona no solo carece de los
más elementales principios morales para ocupar dicho cargo, sino que se ha
consagrado como un enemigo de la democracia y la constitución, esas personas no
puede permanecer en el ejercicio de sus funciones como magistrados, sin que la
república corra el peligro sobre su propia seguridad, a riesgo de destruir o
dañar la institucionalidad.
Los
magistrados que avalaron la sentencia demostraron un supino desconocimiento del
fondo y las formas del derecho en democracia, no tienen la menor idea para que
fueron nombrados en sus cargos, no tienen ni la intención ni la capacidad para
ejercer sus delicadas funciones ni el compromiso de hacer justicia, entonces
¿Porqué siguen en sus cargos? ¿Por qué no ha declarado la Asamblea Nacional los
cargos vacantes, y llamado a un nuevo concurso de credenciales? ¿Porqué el
Consejo de Defensa de la Nación ante este grave ataque a la seguridad e
integridad de la república no reaccionó abriéndole un procedimiento a los
involucrados en tan delicado hecho?
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No
importa si las sentencias del TSJ fueron hechas a motu proprio o fue el
resultado de presiones de sectores radicales del partido de gobierno, o fue un
pedido del presidente de la República, el asunto es que el TSJ perdió majestad
y autoridad, con cada minuto que permanezca esos magistrados en funciones,
aumenta la desconfianza de los ciudadanos hacia sus instituciones, se
incrementa la percepción de riesgo-país entre los socios y aliados del
gobierno, la seguridad jurídica en Venezuela cae en picada, y la seriedad y
compromiso del gobierno con sus responsabilidades, se hace cada vez más
precaria. - saulgodoy@gmail.com
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