domingo, 14 de mayo de 2017

Un sistema para entender la realidad


Cuando leo, que lo hago todos los días y en múltiples momentos, suelo anotar en una libreta las ideas que llaman mi atención y sobre las que profundizaré, o aquellas que pudiera usar para un artículo, o una conferencia; allí referencio la obra y el autor, para futuras búsquedas; pero la libreta a veces no está conmigo, leo, no registro el pasaje que me interesó y luego no tengo manera de volver a él, excepto por lo que memoricé.
Pues bien, no hace mucho leí de alguien, en algún lado, que gracias a los avances de la Inteligencia Artificial, muchos científicos, en especial los programadores y expertos lógicos, que han tenido que recurrir a la lingüística para poner en comunicación a las máquinas con el usuario normal, se dieron cuenta (y estoy seguro que esta opinión fue de un filosofo de la ciencia, cuyo nombre se me escapa), que el ser humano, para estructurar la realidad que confronta o crea en su día a día con el mundo, utiliza formas que han sido estudiadas, formuladas y desarrolladas por la Teoría Crítica Literaria; el asunto me interesó, pero no anoté la fuente.
Esta idea no es nueva, sobre todo es un tema muy caro para la filosofía llamada postmodernista, que tiene al lenguaje como un permanente objeto de sus elucubraciones; lo que me parece extraordinario del asunto es que, en algo tan vital como la construcción de la realidad por parte del ser humano, los científicos hayan desembocado en una de las materias quizás más grises y hasta secundarias de todos los estudios de las humanidades como lo es la Teoría Crítica Literaria.
Los científicos cognitivos, sobre todo los que trabajan en laboratorios de neurofisiología, los que estudian el funcionamiento de nuestro cerebro, los psicólogos cognitivos, que tratan de develar la naturaleza de nuestra mente, los matemáticos, lógicos, programadores, lingüistas, los ingenieros de computación, diseñadores de circuitos, chips, bancos de memoria, unidades de procesamiento centrales, en línea, los expertos en la teoría del caos, que estudian justamente cómo funcionan los procesos de toma de decisiones en situaciones aleatorias, los filósofos del lenguaje, que se esmeran por reducir la incertidumbre del significado de las palabras… ellos y muchos otros que están en la línea del frente, batallando por descubrir de qué está hecha nuestra realidad, por la vía de la construcción de la realidad virtual, han descubierto, justamente en el campo literario, una buena parte del arsenal que necesitaban para su trabajo. Como dice el adagio, uno nunca sabe de dónde salta la liebre.
Jean- François Lyotard, un filósofo marxista francés, ha desarrollado desde hace ya varias décadas un campo de estudio que él denomina el de las “narrativas”, que algo tiene que ver con contar una historia, pero que principalmente trata del conocimiento, de una manera particular de ver el mundo.
Lyotard, ya para 1979, cuando publica su obra, La Condición Postmoderna, decía lo que les acabo de explicar:
El conocimiento científico es un tipo de discurso. Y es justo decir que por los últimos cuarenta años las ciencias y tecnologías de punta han tenido que ver con el lenguaje: fonología y teoría lingüística, problemas de comunicación y cibernética, teoría modernas del álgebra e informática, el lenguaje de las computadoras, problemas de traducción e investigación de áreas de compatibilidad de los lenguajes de computadores, problemas de de almacenamiento de información y bancos de data, telemática y el perfeccionamiento de terminales inteligentes, paradoxología.

Estas narrativas están presentes en todas las disciplinas del conocimiento humano, uno las descubre en la misma naturaleza, en las ciencias, aún en las matemáticas, en la historia, la sociología está llena de ellas; al igual que la antropología, la filosofía es una gran narrativa, en la política y en la religión nos encontramos con esas meta-narrativas que derivan, todas, de algún texto sagrado, doctrinal o constitucional.
Estas narrativas constan de un lenguaje particular, de un orden o estructura, de una sintaxis, de una lógica que hace que las partes se integren, fluyan como una relación de hechos y causas que hace que los microrelatos se enlacen con los grandes relatos; se ha descubierto que el hombre, desde que se despierta hasta que se acuesta, tiene una visión del mundo que se ajusta a la forma de una constante narrativa de lo que le sucede en cada instante, lo que nos acaece adquiere inmediatamente la estructura de un cuento, con un lenguaje, una dinámica de la acción, la descriptiva, los diálogos, su desarrollo, los clímax y desenlaces… cuando alguien nos pregunta, le echamos el cuento; cuando recordamos, traemos a la memoria la narrativa de lo que nos sucedió.
Ya Sigmund Freud había descubierto la importancia de estas narrativas para la vida interior del ser humano; se hacía necesario tener cierto orden en estos relatos para poder tener una vida mental sana, las palabras y sus combinaciones jugaban un rol estelar en las formas de comportamiento de las personas, las funciones del lenguaje eran de vital importancia en el equilibrio de las mentes; en sus obras, la Interpretación de los Sueños, la Psicopatología de la Vida Cotidiana, El Chiste y su Relación con el Inconsciente, daba por sentado lo importante de la coherencia del discurso interno, que en el mayor numero de circunstancias, coincide con el discurso hacia el mundo; de hecho, la metodología del diván y el dejar que el paciente elabore libremente sobre hechos de su vida, constituyen la técnica basal del psicoanálisis.
Lacan, posteriormente, y sobre estos aportes de Freud, elaboró unas aproximaciones sobre algunas contradicciones que se daban en los discursos de las personas y las disonancias entre significado y significante, que pudieran apuntar hacia patologías ocultas en los pacientes; decía Lacan: “Una palabra no revela tan simplemente su sentido. Más bien conduce a otras palabras en una cadena lingüística, así como un sentido conduce a otro”.
Las palabras, según Lacan, generan significados que trascienden la comprensión de quienes las usan, al punto de que puede suceder que lo que uno quiere decir y lo que dicen las palabras no coincide, de allí que en la vida diaria se sucedan tantos malos entendidos y situaciones conflictivas.
De igual manera, el discurso diario de una persona puede ser intervenido por asuntos de carácter moral o de principios, que afectan la coherencia de la narrativa produciendo distorsiones y hasta interferencias, afectando el comportamiento y la salud del individuo.
Paul Dolan, profesor de Psicología del Comportamiento en The London School of Economics and Political Science, y entrevistado por la revista Edge (2016), nos relata la siguiente historia:
Fui a cenar con una amiga y pasó toda la velada quejándose de su trabajo, de su jefe, de sus colegas, de lo difícil que es llegar a su oficina. Cada detalle de su rutina diaria la hacía miserable. Entonces, al final de la cena, dijo – Amo mi trabajo.  Eso es muy común.  Ella trabaja para una organización donde siempre soñó en ingresar, sus padres estaban orgullosos, sus amigos la envidiaban.  ¿Cómo no podía estar feliz cuando pensaba que era el empleo de su vida?  Aunque sus experiencias, el día a día y cada momento en el trabajo, estaban contando una historia muy diferente.

El experto en Inteligencia Artificial, Ben Goertzel, en su valiosa obra, Lógica Caótica (1994), propone la existencia de cuatro sistemas que nos permiten conocer y manejar nuestra realidad; estos sistemas son: 1- Un sistema lingüístico, compuesto a su vez de un sistema sintáctico y uno semántico.  2- Un sistema de creencias, dividido entre el sistema lingüístico y un sistema auto generador de  “explicaciones” (principalmente por medio de una extraordinaria capacidad de reconocimiento de patrones).  3- La mente, que trabaja sobre dos autopistas interconectadas, por un lado, un control de memoria asociativa, y por el otro, un sistema de control central para los movimientos musculares del cuerpo, compuesto de múltiples niveles para subrutinas de trabajo con capacidad de retroalimentación inmediata (con este sistema entramos en contacto con el mundo).  4- Un nivel de realidad que lo componen la mente individual, operando en “tiempo real”, y un poderoso sistema de creencias construido colectivamente, que no es otra cosa que la cultura que nos rodea y de la que somos parte.
Para hacer todo este trabajo de construcción, tanto de la realidad como del yo de cada persona, contamos con 100 billones de neuronas por cada cerebro humano y una serie de procesos bioquímicos, trabajando sin descanso y en un acto de coordinación que desafía la imaginación.

Luego de leer estos trabajos no puedo más que estar de acuerdo con quien apuntó que no hay nada tan extraño y misterioso como la realidad, que, como bien dejó asentado nuestro siempre admirado Calderón de la Barca, está hecha, principalmente, de sueños.  -  saulgodoy@gmail.com

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