viernes, 2 de junio de 2017

El dinero manchado de sangre



Nota: Pido disculpas a mi audiencia por las irregularidades en mis entregas de artículos para mi Blog, pero he tenido problemas con la empresa que me proporciona el servicio de internet quienes quieren irse del país bajo las terribles circunstancias económicas que estamos padeciendo, para ello, ha estado eliminando todos los paquetes de servicios a bajo costo donde me encontraba como suscriptor, ahora sólo ofrecen los de alto costo (a dólar libre) que me hacen imposible acceder al servicio, razón por la cual debo modificar las entregas y hacer milagros para enviar mis crónicas desde un país en apuros, principalmente porque vivo en un lugar de difícil acceso a la señal de internet, gracias por su paciencia y comprensión.

Buena parte de este dinero ensangrentado se encuentra en Cuba, una importante tajada se encuentra en bancos en paraísos fiscales, en cuentas cifradas en las grandes capitales europeas, en bancos norteamericanos bajo la fachada de empresas de maletín, en Panamá, en Rusia, en China, en Centro América, en Ecuador, Bolivia y en varias islas del Caribe… hay toda una ingeniería financiera, planificada desde bufetes de abogados, consultores financieros, corredores de bolsa y casas de inversión que sostienen esos flujos de dinero de la corrupción, del narcotráfico, del crimen, que se generan en nuestro país.
Es un dinero altamente peligroso, contaminado, marcado por la muerte de miles de seres humanos, producto del manejo doloso y mal sano de gente desalmada, agentes de una inmensa organización que busca imponer regímenes totalitarios en el planeta, y lo usan para comprar políticos, funcionarios de organismos internacionales (lo que ha sucedido con los informes de la FAO sobre la situación alimentaria en Venezuela ha debido de encender alarmas), para corromper entes electorales y trampear la voluntad de los pueblos, para comprar armas y sostener la insurgencia, para sobornar jueces y fiscales y para amordazar a los medios de comunicación.
Ese dinero en Venezuela ha sido usado para comprar empresas e industrias, líneas completas de comercio, muchas de ellas en asentadas estratégicamente en negocios dedicados sostener la producción y suministro de alimentos, insumos médicos y farmacéuticos, en transporte y energía… y utilizado para adquirir importantes periódicos, cadenas radiales y televisoras, con toda la intención de incidir en la opinión pública y defender sus intereses, se han posicionado en el área del entretenimiento, del turismo, de la minería y, principalmente, del petróleo.
Lo que queda de nuestro aparato productivo está, en gran medida, en manos de testaferros de esos capitales mafiosos; el sector financiero, las líneas aéreas, los clubes deportivos, el sector inmobiliario, la agroindustrias y hatos productivos, se han visto subyugados por esos capitales del crimen organizado, hasta universidades y clínicas privadas se han adquirido bajo el plan de un pronto retorno del socialismo del siglo XXI en nuestro país, en caso de que el Plan de la Patria fallara.
El chavismo, aparte de arruinar al aparato productivo nacional, se ha dado a la tarea de adquirir, para su provecho y a precios viles, lo mejor de nuestras casas comerciales, empresas e industrias, con el fin de crear una nueva clase empresarial bolivariana socialista, acostumbrada a parasitar del estado y de los fondos públicos.
Sobre todo, han dedicado una importante parte del blanqueo de capitales de la corrupción y el narcotráfico al comprar firmas y fondos de comercio con una larga tradición en el país donde, lamentablemente, muchos de sus antiguos dueños se han hecho parte de de este delito, pues sabían de dónde provenían los fondos que se utilizaron para sacarlos del juego.
Lo peligroso de tener una parte importante de las empresas privadas de una economía en manos de criminales es que la estructura productiva va a responder a otros intereses que no son la libre competencia y el mercado; interesados únicamente en obtener beneficios sin importar el costo, dichas empresas van a tener un comportamiento irregular, donde puede tener cabida la cartelización, el monopolio, el sabotaje y la eliminación física del competidor; cuando estos mafiosos se sientan en las juntas directivas de sus empresas no les importa la calidad de sus productos ni la satisfacción del cliente final, sino la ganancia a como dé lugar, y si eso significa vender comida podrida, bienes defectuosos, mala praxis, o construcciones en mal estado, entonces eso es lo que van a entregar.
Así como actuaron durante sus ejercicios como funcionarios públicos, engañando, haciendo trampas, robando a sus instituciones, maltratando a sus usuarios, de la misma manera querrán comportarse en el sector privado, lo que generará una fuerte resistencia a cumplir con las normas y darle los servicios y productos que la gente merece al menor costo posible.
Los dineros que han sacado al exterior han tenido todo tipo de uso, desde la adquisición de variados portafolios de inversión, con acciones pertenecientes a las 100 empresas cotizadas de la revista Fortune como las más importantes del mundo, pasando por medianas empresas que algunos de estos inversionistas chavistas atienden personalmente (clínicas privadas, aras de caballos pura sangre, renta de vehículos, etc.) hasta pequeñas franquicias, comercios, restaurantes, gimnasios, empresas de servicios que les rinden lo suficiente como para vivir insertados y asimilados en la clase media tanto del Imperio como de otros países capitalistas.
Las investigaciones preliminares apuntan a que estos dineros manchados de sangre fueron utilizados para adquirir suntuosos apartamentos en Dubai, centros comerciales y residencias en las avenidas más caras de Miami en la Florida, pisos completos en París y Barcelona, espectaculares oficinas en Moscú, en enormes yates fondeados en California y algunas islas del Caribe, todas estas operaciones inmobiliarias sepultadas en toneladas de papeles de transferencias de bancos, de bufetes de abogados, de empresas ficticias y familiares de los criminales que prestaron sus nombres para despistar a las autoridades.
Aunque la experiencia ha demostrado que detrás de esos lavados de capitales, de convertir el dinero de la corrupción y el narcotráfico en empresas legales, persiste la actividad criminal, se perpetúa el financiamiento a los negocios turbios que generaron tales riquezas y personas adineradas, en las que, aunque no sean el resultado del esfuerzo personal, de sacrificios, inventiva y trabajo legítimo, sigue viva y activa la raíz del crimen que le dio origen. De allí la serie de perturbaciones y distorsiones que sigue ocasionando, en las economías sanas, la presencia de esos emprendimientos del crimen organizado.

Estos ladrones que se dicen socialistas, luego de cometer sus crímenes se han ido a vivir al exterior, algunos han sido identificados por los venezolanos obligados a emigrar de su país, debido a lo notorio de su cambio de fortuna y de estilos de vida, destacándose ahora como unos cómodos empresarios, cuando su pasado reciente era el de un funcionario público “pata en el suelo”, una persona sin recursos, sin la habilidad de sostener un negocio legítimo sin hacerle daño a los otros y sin la capacidad de competir libremente.
Hay algunas cuestiones de carácter ético y moral que se derivan de tal situación, la expoliación del patrimonio público de Venezuela ha sido tan grande y sin control, el daño causado a la gente, ha sido de una magnitud catastrófica, que ha empujado al país a niveles de crisis humanitaria, es decir, a grandes sectores de la población les está negada la posibilidad de acceder a la alimentación, la salud, la seguridad, un mínimo de calidad de vida que les garantice su supervivencia… un caso único en la historia del mundo, por la escala y los desastrosos resultados.
El gobierno de Maduro continúa en su labor de expoliación del patrimonio nacional, acaba de cerrar una operación de bonos de PDVSA con un descuento del 69%, empresas financieras que solo atienden al rendimiento de sus inversiones sin importarles la calidad de las mismas, han comprado esos bonos con los cuales el gobierno de Maduro prolongará la represión y el asesinato de venezolanos por parte de sus fuerzas militares.
No tengo el dinero para pagar una página en el New York Times o en el Washington Post para advertirle al público norteamericano sobre la operación que llevará la sangre y la muerte de jóvenes venezolanos a sus carteras de inversión, Venezuela es un narco estado, el gobierno está asesinando a la población, ese dinero que están pagando por esos bonos, muy al contrario de lo que dice el gobierno venezolano, no se invertirá en desarrollo y productividad, o en pagar deudas, lo van a usar en comprar armas, contratar grupos de matones y mantener la represión en contra del futuro de Venezuela, y la firma que se prestó a esta jugada del crimen organizado, aún cuando la operación financiera resultare legal, sus consecuencias son contra la vida, la democracia y la libertad, espera de nosotros, los venezolanos que estamos siendo heridos y mutilados en las calles haciendo resistencia contra la opresión, le paguemos a futuro esas enormes sumas de dinero que esperan obtener, alimentando a la tiranía hoy.
Probablemente haya venezolanos involucrados en la promoción de esta operación financiera, elementos que creen poder sustraerse de los daños que le están ocasionando al país, de seguro serán un poco más ricos, pero ni por un momento duden que ese dinero maldito los va a salpicar de dolor y verguenza.
Cuando hablamos del daño causado a estos niveles, es imposible aplicar patrones usuales de contención y control de daños, menos aún de reparaciones y consecución de la justicia; la gente trata de aplicar para estos casos el tratamiento usual que le haría a cualquier ladrón que exhibe impúdico su riqueza mal habida, porque no es el caso, empezando porque el daño hay que cuantificarlo colectivamente, fue el país entero el que recibió el castigo de estos criminales, fue la población toda la que sufrió el robo de los recursos públicos que arruinó al país.
No se ha hecho un resumen de toda esa contabilidad muertos y víctimas, de pacientes que sufrieron lo indecible en hospitales públicos porque no pudieron recibir tratamiento para sus enfermedades que, en principio, eran curables.
Todos esos neonatos que murieron de desnutrición, las miles de madres que fallecieron entre terribles fiebres y dolores por una infección hospitalaria, los que caían convulsionando en las calles porque no tenían sus medicamentos, los infartados, los diabéticos, los que padecían cáncer, los contaminados por SIDA y que pudieron prolongar sus existencias con calidad de vida, si hubieran accedido a sus tratamientos, y que no pudieron, porque se habían robado los dineros del estado para traer al país esos remedios y medicinas…
Lo mismo hay que sumar en estas cuentas del horror, a los que padecieron hambre y desnutrición, los millones de niños y jóvenes que le fueron negados sus más importantes nutrientes y alimentos justo en la etapa de su desarrollo físico y mental, que se desmayaban en las aulas de clase porque no habían desayunado.
Hay que sumar la tragedia del padre que perdía su trabajo y regresaba a su casa sin el sustento para su familia, de los cientos de miles de ciudadanos que sucumbieron al hampa desatada, que prefería robar antes que trabajar y que, imposibilitados de tener una vida regular, se alistaban en las bandas criminales para quitarle a los que tenían a punta de pistola.
Debemos añadir a esos funcionarios públicos que para poder redondear sus sueldos recurrieron al soborno, a la “mordida”, a la ayudita, a las comisiones, en el trámite normal de algún expediente o permiso y que disminuían el presupuesto de las familias y de los emprendimientos. No se diga de aquellos que hipertrofiaron la nómina del Estado, pagada por todos los venezolanos, sin que de su presencia en los organismos se tradujera en algún producto o servicio para el país o para sus ciudadanos.
Pudiera seguir enumerando casos y situaciones de nuestra tragedia nacional, cuyos principales actores fueron todos, y aquí subrayo, todos los funcionarios públicos, políticos, contratistas, empresarios, particulares, empresas, que se beneficiaron de alguna manera en este festín de antropófagos cuya víctima fue el pueblo de Venezuela.
Y tan alejados estamos de lo que hasta ahora entendíamos como corrupción, que tenemos que concientizar que este gobierno hizo de la corrupción y el latrocinio una política pública; todos aquellos que participaron de esa gran cayapa contra el ciudadano común, contra los hombres, mujeres y niños que inocentes esperaban una mejor vida, con más oportunidades para prosperar, lo hicieron a conciencia de que estaban siendo parte de un gran desfalco a la nación.
Para estos casos del socialismo bolivariano del siglo XXI ya no cabe la aplicación de la moral pequeño burguesa del siglo XX, que pretendía proteger a las familias de los corruptos, con el argumento de que eran inocentes e irresponsables de los “pecadillos” de sus padres, tampoco es suficiente la argumentación de las ciencias penales, que individualiza la responsabilidad del que comete el crimen, esto se sale absolutamente de todo patrón ya que se trata de la ruina de toda una nación, producto del rompimiento de toda regla moral y ética que contuviera estas actuaciones de corrupción generalizada, que por las cifras calculadas, se eleva en más de 350 millardos de dólares en 18 años de gobierno, es el más grande desfalco que se le haya propinado a un gobierno por sus mismos funcionarios, en la historia de la humanidad.

Si vamos a enfrentar con éxito esta terrible situación debemos crear nuevos instrumentos de justicia, que nos permitan lidiar con estos casos; si el argumento era que antes, durante los 40 años de gobiernos democráticos, nadie hizo ni dijo nada de los corruptos que salían de los gobiernos con fortunas que no podían justificar, y que por esta actitud del pasado, sería “injusto” proceder ahora en contra de los corruptos bolivarianos, estamos condenándonos como pueblo, a asumir nuestra responsabilidad ¿Cuál sería el aprendizaje de estos tiempos de crisis si continuamos accediendo a la impunidad y la indolencia? ¿Es que somos un pueblo corrupto y de raíces criminales que nos marca con la impronta del latrocinio como parte de nuestra naturaleza, y por ello vamos a aceptar que nos hagan daño cuando a alguien se le ocurra? ¿Vamos a perpetuar un comportamiento irracional e inmoral porque en el pasado no fuimos capaces de actuar con bases a principios?
Y tenemos que buscar soluciones. Debemos pensar en unos fondos de retorno de capitales mal habidos, en los que, por voluntad de los involucrados, se devuelva esos dineros robados. Igualmente hay que crear instituciones especiales que atiendan a las familias de esos pillos como víctimas de sus crímenes. Hacer uso de taquillas de denuncias, donde la gente pueda enviar datos sobre el paradero de algunos de esos corruptos o narcos a la policía; también habría que crear una fiscalía especial para hacerle seguimiento a estos casos, de un unidad de seguimiento especial a estos dineros de la corrupción y una oficina en todas nuestras embajadas donde se puedan cursar denuncias sobre nacionales viviendo en esos países, disfrutando de los dineros robados.
Todas las familias de los corruptos, incluyendo a los hijos, que no denuncien su situación o, por lo menos, se desliguen públicamente del crimen de sus familiares, deben ser considerados como cómplices en estos crímenes en contra de la humanidad, porque no fueron esas cuentas en divisas, no fueron los inmuebles de lujo o el tren de vida que ahora llevan, ni las costosas universidades y colegios donde sus vástagos cursan hoy estudios por las que son juzgados y rechazados, sino por los millones de venezolanos que, por esas acciones, sufrieron la más terrible de las suertes, al arrancarles la vida, no importa si fue por un dólar o por cien millones.
Cualquier persona podría considerar que mal poner padres ante sus hijos es algo horrible, pero ha sido mucho más doloroso para la moral pública, la actitud de unos padres creyendo o justificando sus fechorías y actos contra los venezolanos, como un acto de amor por sus hijos.
Es verdaderamente inmoral que unas personas, con la excusa de dejarles un patrimonio para el futuro de su prole, haya arruinado a miles, millones de familias como ellos, con dinero manchado de sangre, en cada dólar o euro o bolívar que provino del gobierno de Chávez y Maduro por medio de sus negociados y corrupción, aún aquellos que creyeron estar simplemente devengando una ganancia justa por hacer su trabajo, que consistía en que el socialismo bolivariano creciera y se hiciera fuerte sobre la vida y conciencia de los venezolanos, en ese dinero hay una carga de injusticia y dolor que difícilmente puede ser “lavado” poniéndolo a circular de cuenta en cuenta en instituciones bancarias, o convirtiéndolo en cifras digitales en la pantalla de una computadora.
Para que no nos vuelva a ocurrir lo que hicieron los chavistas y sus asociados con nuestro país, el castigo debe y tiene que ser ejemplar, que la sensiblería de telenovela barata no prive al momento de hacer justicia, que se imponga el sentido de nación; al ladrón y a su familia, hay que castigarlos, actuaron en contubernio para delinquir, lo menos que les corresponde es que se responsabilicen como grupo familiar, pues son los beneficiarios del crimen.
Todavía hay hijos y nietos de nazis señalados y arrepentidos de la Segunda Guerra Mundial, son responsabilidades generacionales que se trasmiten, así de grave son las culpas que generan los grandes holocaustos, y no les quepa la menor duda, los chavistas cometieron un holocausto en Venezuela, al final de las cuentas, son millones de muertos los que se deben contabilizar en estos 17 años de horror.
Al menos, para que las cosas queden claras, se hace necesario que los familiares del corrupto anuncien públicamente su no participación en el uso y disfrute de la cosa robada y, por supuesto, en caso contrario, que corra con la responsabilidad del conocimiento de que están disfrutando de los beneficios de un crimen de lesa humanidad.  – saulgodoy@gmail.com





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